El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 31 de diciembre de 2016

Documento 3.0

Cuando estudiaba historia en la universidad, leí un libro titulado La gran estrategia de Felipe II. De él, el recuerdo que me quedó fue la imagen del monarca de la Casa de Austria sentado en su escritorio despachando cientos de papeles. El aparato burocrático ya entonces era auténticamente impresionante y durante la lectura del libro mi mente se metió en el enredo y angustia de tanto papel que iba y venía de un confín a otro del imperio para tratar asuntos de diversa índole.

Era el s. XVI. Todos esos legajos deben estar ahora, en gran parte, en el Archivo de Simancas, ese imponente castillo cercano a Valladolid, que el mismo Felipe II transformó en archivo general del Reino. Hago recuento de todo esto de memoria en estos días que acaba el año, no es porque haya desempolvado viejos libros de la universidad, o porque esté pensando en hacer algún tipo de tesis sobre Felipe II. No, por desgracia no es así. Ojalá lo fuese. Todo esto viene a mi mente porque, de nuevo, me he visto envuelto en los entresijos de la burocracia estatal española, que, a pesar del cambio de soporte hijo del paso del tiempo, sigue siendo un fiel reflejo de la complejidad y el quehacer de aquellos "burócratas y funcionarios del s. XVI".

Hoy día, los españoles seguimos sufriendo del mismo mal que sufrían nuestros antepasados hace varios siglos, y además parecemos crecer en nuestro ego ante la exigencia de firmas, compulsas, trámites "en persona", rúbricas "sobre el papel", sellos y apostillas y otra larga serie de procesos a cada cual más complicado y con más pasos. Ni siquiera la llegada de los medios informáticos a simplificado estos trámites y si no intenten obtener un certificado digital de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y configurarlo en su ordenador, o intenten configurar adecuadamente su nuevo DNIe 3.0. Incluso en el caso de conseguirlo, se encontrarán con múltiples limitaciones.

Yo estos días me peleo para obtener un certificado impreso con firma manuscrita, para que pueda ser apostillado y tenga validad legal en el extranjero, todo ello porque los documentos con firma digital, esos que uno obtiene por internet después de personarse en una oficina para que le envíen por correo electrónico un certificado digital, no pueden ser apostillados porque no existe la tecnología necesaria que certifique la autenticidad de las firmas digitales. Así que después de haber hecho en análisis sintáctico de semejante oración subordinada (porque el lógico no sería posible hacerlo), hago caso de los subordinados de los subordinados, y hago un escrito en papel, lo firmo con puño y letra, adjunto los documentos (impresos) pertinentes y los llevo a una Oficina de Registro donde, para mi asombro, lo que hace es ¡escanearlos y mandarlos por internet a Madrid! Cáete para atrás, diría más de uno.

No puedo acabar la crónica de mi papeleo porque todavía falta que en Madrid contesten en el Ministerio enviándome -tengo todos los dedos cruzados- en bendito certificado, que espero venga con la necesaria apostilla, porque sino me tocaría hacer otro viaje a la capital del Reino para que lo sellen. Lo que si puedo hacer hoy, además de sentarme a esperar y ver como se acaba el año, es contemplar este lío de siglos y pensar a dónde va esta España nuestra, envuelta en papeles grapados ahora con certificados digitales. Quizá se acabe hundiendo entre tanta ida y venida de papeles, como se hundió la Armada Invencible de nuestro ilustre monarca Español, que bien podría ser presentada en forma de un puñado de barquitos de papel, cada uno con su sobre y su lacre.

O quizá acabe convertida en un campo interminable de castillos de Simancas, donde los pisos vacíos por la crisis inmobiliaria y los desalmados desahucios se conviertan poco a poco en silenciosos archivos donde se guardan los legajos y documentos de las causas perdidas e imposibles (es decir, las de casi todos los españoles de "pueblo llano"), lugares donde el siseo ocasional de un disco duro se alternará con el tenue caer del polvo sobre papeles que hablan de "tiempos de gloria pasados".

Qué gloria me pregunto yo. Pues si bien todo debe quedar en papel, y lo que no está escrito no existe, ¿no sería mejor que los papeles fuera ágiles ayudas al ciudadano común y no afiladas armas de defensa de un "modus vivendi" que es lo que acaba siendo en muchos casos la burocracia?

lunes, 26 de diciembre de 2016

Y danzó el dinosaurio

¿Celebraban los dinosaurios el solsticio de invierno?
Cuando en diciembre el sol expiraba su último aliento,
¿estiraba su cuello el diplodocus oteando el cielo,
pidiéndole al astro rey que calentase sus huesos,
quieto y orante en la orilla, el mar, la luz, el silencio?

¡Por supuesto! millones de años atrás, con paso lento
junto al mar, en la orilla de una tierra perdida en el tiempo
sobre la ceniza volcánica, cual antorchas ascuas blandiendo
dejaron su huella: recuerdo de la danza, ritual de invierno;
y su canto se lo llevó el mar, repitiendo su llanto eterno.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Carta de navidad

A todos mis queridos amigos
a mis francas queridas amigas
esta noche en que Él ha nacido
os quiero escribir esta carta.

Dice que nunca olvido
rostros, soles, palabras
que han trazado camino
que han secado mis lágrimas
que han reído conmigo.

Dice que hoy estáis conmigo
junto a esta lumbre cálida
junto a la luz del recién nacido
que guardáis un trozo de mi alma
recuerdo vuestro en mí vivo.

Poco más dice esta carta
el resto está en los ojos del Niño,
que en la amistad sobran palabras
y la vida nos une en el río:
somos el barco que surca sus aguas
somos el barco, las aguas y el río.

martes, 20 de diciembre de 2016

Cuando el chiste no tiene gracia y duele

Palabras en una carta. Palabras que quieren ser graciosas pero que se tornan en humor zafio y grosero. ¿Cómo puede uno hacer comparaciones jocosas de la desdicha humana? ¿Cómo puede uno reírse de cómo actúan aquellas que, por ser de otra manera, por ser más jóvenes, o por cualquier otro motivo, actúan de manera distinta a como uno quisiera actuar?

Llevo todo el día indignado y aún no consigo aceptar el chiste. Me pareció misógino, y por su puesto una falta de respeto terrible. ¿Cómo puede uno reírse de una persona que casi ha sido asaltada, que quizá pudo ser violada y hacer comentarios jocosos al respecto? En este mundo, a ambos lados del charco, e indiferentemente de la formación, cultura, nivel social, u origen de las personas, siguen existiendo este tipo de comentarios hacia las mujeres: se las sigue creyendo inferiores, frágiles, necesitadas de la protección de un hombre. ¿De qué hombre?, me pregunto yo. ¿De ese hombre con aires de seductor, conquistador, protector que terminado su cortejo y conquista les va abandonar, o peor aún convertirse en un dominador anulador de las voluntades y libertades de la mujer? Porque si es ese hombre, del que están hablando, entonces su condición es aún más terrible: no son frágiles, ni inferiores, ni necesitadas de protección; sino engañadas, vilipendiadas, cegadas, manipuladas, sometidas por la fuerza de aquel o aquellos (quizá de la misma sociedad patriarcal) que, inseguros y necesitados de reafirmarse sobre alguien para no reconocer imperfección humana, construyen normas sociales y culturales para someter a otros a ellas en este caso.

Me veo a mi mismo estos días tras esa puerta, mirando por las rendijas de la ventada, paralizado por el miedo mientras unos hombres intentan derribar la puerta y entrar en casa a altas horas de la madrugada ¿cuántas cosas podrían pasar por mi mente? ¿y por la de los ladrones llenos de adrenalina y quizá algo más para envalentonarse, además de las mentiras que esta sociedad machista les ha ido enseñando desde niños? Me veo también la piel de ella, corriendo a refugiarse en un armario, tras la puerta cerrada de un cuarto, protegiendo a su hijo con su propio cuerpo y vida cuando el ex-marido fuera de si irrumpe en la casa  y la jala del pelo y la golpea y la increpa y la insulta. Me veo a mi mismo en la piel de una mucha maltratada por su marido, incapaz de aceptar su situación de maltrato, incapaz de hacer el hatillo y salir de casa "porque la sociedad le ha enseñado y le repite una y otra vez que la mujer tiene aguantarlo todo y cuidar de su marido, porque si marido, sin hombre no es nada". Me veo una y otra vez en la piel de todas esas jóvenes vistiendo una moda provocativa que "otros" han diseñado para ellos, y teniendo que seguir el juego de aquellos "otros jóvenes" que se aprovechan de los diseños socialmente aprobados y establecidos".

¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo? Cuántos chistes más tenemos que aguantar. Cuántas mentiras más. Cómo, que alguien me diga cómo de alto debemos alzar la voz para que la realidad, esa realidad manchada de sangre, de semen no deseado, de dolor, de golpes, de mentes sometidas y anuladas hasta el punto de quedarse sin su propia voz, se haga presente y patente sobre tanta mentira. Quiero grita según escribo estas líneas y no encuentro ya qué gritar. Creo que lo he dicho todo, pero no me canso ni me cansaré de repetirlo, como no me cansaré de extender la mano a la que hoy es objeto de chiste y burla y caminar con ella firme, mirando fija y firmemente a los ojos de ese hombre convertido en triste bufón; preferiría golpearle o escupirle a la cara, pero eso no haría sino convertirme en cómplice de ese falso mundo que el ha construido para reafirmarse.

Yo escribo. Ellas sufren, ellas lloran, ellas padecen en silencio, y muchas veces viven en silencio sin saber que padecen la opresión ejercida por ellos. Ojalá estas palabras y estas manos que escriben sirvan para abrir unos ojos, aunque sólo sean par, unos pocos entre cientos; ojalá sirvan también para calmar y sanar esas heridas esos golpes, pues no tengo nada más: mis palabras, mis manos, mis brazos, mis labios. Os las entrego todas: otro beso, otro abrazo, y otro más mientras siga habiendo hombres falsos y huecos, y mi voz también, que se una al  vuestra, hasta que me quede sin aire, mientras siga esta injusticia.

Sueños

Si la vida no son sueños,
¿que es el seguir viviendo?
si la vida no es anhelo,
¿para qué transcurre el tiempo?

Que no te engañen los necios
los que se aferran con miedo al suelo
que no te impongan sus dueños
sus dioses y sus dineros,

que vida está hecha de sueños
y soñar es ir viviendo
es mantenernos despiertos
de nosotros siempre dueños

es construir en el viento
el futuro siempre abierto
el testigo que verán de lejos
los que detrás vienen naciendo.

Así que plántale cara al viento
desafiante sueña despierto
y cuando duermas haz de tus sueños
semillas que germinen luego,

arranca las malas hierbas del huerto
siembra tus frágiles sueños
y a los que lanzan malos agüeros,
los que no sueñan, esos al cementerio.

Nunca han sido ni serán fermento
de este caminar con pasos ciertos
de este desafiar al tiempo
con sueños soñados hace milenios

que renovamos cada vez que vemos
las estrellas todas en el firmamento
la injusticia en los ojos ciegos
la falacia en los labios espurios

y la sangre que nos late por dentro
y los puños crispados y pétreos
y las voces que claman al cielo
llamando al hacedor de sueños.

¿Dónde está, no ha muerto?
¡No! Lo tienes ante el espejo
sonríe y levanta el sombrero
despídete de los que viven muertos,

y como el sembrador, desde los cerros
abre el morral y lanza los sueños:
muchos se perderán, otros serán ejemplo
simiente para nuevos, futuros sueños.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Viaje a Esmeraldas

Martes de 1 de noviembre. Martes de todos los Santos, de cementerios y fiestas que anuncian otoños. Y martes de tormenta para mí. A pesar del radiante sol y del calor sofocante de todo el día, el martes se tejió negro desde mañana y amenazó con descargar sobre mi en el momento menos pensado. Se contuvo al fin, y yo pude escapar y dejar mis nubes atrás.

Eterno día martes que parecía nunca acabar, yo queriendo cerrar las puertas del museo y escapar, repitiéndome por qué había comprado boleto para el penúltimo bus de la noche, por qué me había impuesto tan larga espera.
Fueron finalmente las nueve cuando a la carrera logré escaparme del museo y tras una ducha rápida, un sándwich aún más rápido, preparé rápidamente la mochila y eché un último vistazo a la casa antes de cerrar las puertas y volar a la esquina a tomar un taxi. Al final mi penúltimo bus, después de los avatares del día, parecía que iba a irse sin mi. Apareció por suerte un taxi que contagiado de mi prisa me llevó directo al terminal de buses donde un amigo guardia de seguridad me gritaba "buen viaje licen" mientras yo saltaba casi del taxi al anden y de ahí al bus que esperaba ya con casi todo su pasaje a bordo.
El bus arrancó. No recuerdo mucho más de esa noche. Por unos instantes me quedé pensativo intentando chequear mi equipaje mentalmente. Si algo falta, ya no tenía remedio. Tampoco me importaba. Estaba dispuesto a vivir con lo puesto cinco días y dejarme llevar por la vida. Me despertó la sed y el ruido del bus al detenerse en una gasolinera el tiempo necesario para revisar la refrigeradora de la tienda y comprar lo único bebible que resultó ser una descafeinada Coca-Cola cero que acabé dejando macerar como caldo intragable día y medio. Horas después, desperté de nuevo, más descansado, justo para ver amanecer Quito en sus barrios del sur, barrios obreros de cemento gris muerto a esas horas de la madrugada, de casas de obreros y aire seco de afueras de ciudad de hierro y hormigón y plásticos, rodeando un sintético terminal de buses, pedido en el desierto de las afueras como un oasis donde todos los viajeros de paso se refugiaban unas horas.

Quitumbe era un verdadero hormiguero. 6:30 y ya no había donde sentarse. Yo me dediqué a pasear para estirar mis entumecidos huesos, hasta que el cansancio de una noche de bus me hizo sentarme apoyado contra una barandilla de frío metal esperando a mi compañera de viaje.La Dani contestó pronto a mi mensaje de "ya llegué" con un "me visto y bajo". Su bajada casi se me hizo eterna. Intenté recordar dónde estaba la casa de la Dani pero el mapa urbano del sur de Quito se había borrado de mi mente. Hacía años que no estaba en ese sector. Mi amiga apareció con una sonrisa y abrazo, vistiendo un simpático forro polar que me hizo recordar por primera vez que entre mi calurosa amazonía y la costa que era nuestro destino, estaban los valles de los andes, donde siempre hacía algo de fresco, donde Quito amanecía entumecida por el frío de sus 2900 metros de altitud todos los días del año. Recién sentí el frío Quiteño. Daniela me arrastro a un abarrotado patio de comidas donde el desayuno estándar, café más sándwich me fue servido por dos vendedores distintos, uno el café, el otro el sándwich, calentando mi estómago y dejándome con la duda de a cuál de los dos debía pagar por el desayuno.
De pronto alguien nos apuraba para que dejásemos libre la mesa del abarrotado comedor. Eran ya las 9 de la mañana y el terminal estaba aún más lleno de gente. De alguna manera había que escapar de esa marea humana de quietas figuras que espera, figuras que rebuscan y negocian y ruegan por conseguir un boleto de bus que les saque del interminable estado de tránsito.
Salimos del abarrotado patio de comidas. Nos perdimos y reencontramos entre la marea humana y cruzamos a los andenes donde nuestro bus esperaba ya tranquilamente a sus pasajeros. El auto empezó a rodar lentamente. Las casas de bloques cemento del sur de Quito, los barrios de calles estrechas, calles en cuesta, calles desiertas de gente pobladas hoy por lentos autos y buses poblados de gente, empezaron a desfilar por los vidrios del autobús. El camino hacia la cosa norte se hacía eterno. Intenté dormir el cansancio de la anterior noche sobre ruedas pero no lograba conciliar el sueño. La batalla por combatir las horas de viaje se fue tiñendo de película sangrienta a todo volumen, conversaciones esporádicas con mi compañera de viaje, y el frío: un frío penetrante que parecía llevarnos al invierno austral y que restaba fuerza a los rayos del sol tropical que brilla afuera de los vidrios del bus. Por algún motivo, el chofer había decidido conservarnos como carne de tercena y llevarnos bien fresquitos hasta la costa.

Los intentos por que el chofer apagase el gélido aire acondicionado fueron todos en vano. La televisión por lo menos sí dejó de vomitar sangre y arrear golpes a diestro y siniestro. Con la leve chompa puesta, capucha incluida, y envueltos en una toalla de playa, desfilamos lentamente hacia Esmeraldas. El paisaje no se me hacía especialmente atractivo, y la lentitud del viaje lo hacía menos atractivo aún. La Dani me miró sonriente despertando de su gélido sueño. En alguna parte de mi rostro vio mi angustia interna y externa y empezó a jalar de ovillo. Aún no se bien cómo lo hace, pero esa capacidad suya para leer en mi mente y hacer que le cuente aquello que no me atrevo a contar a nadie, a expresarle mis miedos y enfados, para luego recibir una dosis de cariños y bofetadas cariñosas para hacerme reaccionar y ver y aceptar la vida y enfrentarla, es algo único en ella, algo por lo que nunca pararé de darle las gracias. No podría decir que todo mi año de tensiones, sentimientos personales atrapados, sentimientos encontrados, miedos, pesares conmigo mismo, se curasen en aquellas 8 horas rodando hacia la costa, pero sí se rompieron las compuertas que los mantenían atrapados y entró un aire fresco, dispuesto a hacer las heridas empezaran a escocer lo suficiente como para empezar a sanar.

El bus hizo su primera parada en Esmeraldas casi 8 horas después. A pesar del color de su nombre, la ciudad se aparece en el horizonte como un secarral polvoriento donde es mejor no bajarse: sol, polvo y la refinería, muda en aquellas horas de la tarde. Para mi sorpresa, casi todo el pasaje del bus baja allí. Nosotros seguimos unos minutos más tarde rodando hasta Atacames, por unas carreteras más tranquilas pobladas de letreros con nombres de lugares que se me antojan palabras de un pasado olvidado: Súa, Tonsupa, Atacames.

Atacames. Parada obligada. Nuestro destino es Mompiche, pero a estas horas ya ha salido el último bus hacia ese pequeño pueblo pesquero. Atacames nos recibe con una noche fresa y el bullicio de los miles de turistas. Deambulamos varias horas buscando un hotel. Yo camino perdido entre las calles y edificios. Mi imagen mental de Atacames era otra: la de aquella playa paradisiaca bordeada de palmeras y con cuatro o cinco casas de caña o madera. Nada queda de eso ya: Atacames es una pequeña ciudad de provincias, que se esconde tras una muralla de altos edificios de hoteles bordeando una playa cuyo malecón son una serie de bares-discoteca y comedores populares que se asemejan a un peaje obligatorio para poder pasar a pisar la arena de la playa. ¿Cuántas veces, me pregunto, verán y pisarán la playa los mismos vecinos del pueblo, esos que parece haber sido echados atrás por los gigantes hoteles, expulsados al otro lado de ese contaminado río de aguas verdosas que parece separar dos mundos, el de los habitantes de la ciudad y el de los turistas?

Cansados decidimos comer. Los comedores también están repletos. La crisis, el miedo al terremoto en la costa, parecen haberse olvidado "Todo Quito está acá" me dice la Daniela mientras cenamos, como si quisiera excluirse de sus vecinos. La miro y sonrío. En cierto modo es verdad: solíamos ser de los que se quedan los feriados en casa y salen de viaje cuando todo el mundo trabaja. Por una vez, nos hemos unido al barullo y la multitud.

El ruido, la música y las luces de la ciudad me siguen aturdiendo. No consigo saber dónde estoy, o si estoy donde quería ir. Necesito ver el mar para respirar tranquilo y arrastro a mi cansada amiga a la playa, que en su oscuridad plagada de algunas botellas vacías y los últimos paseantes del día, nos devuelve a la realidad eterna de las olas con el constante murmullo del mar, que lucha contra las discotecas y bares de música pasada de decibelios para hacerse escuchar.

Hubiera preferido quedarme dormido en la playa, pero me dicen que no es seguro. A la mañana siguiente, me escapo temprano del hotel y bajo a la playa quiero caminarla unas horas, antes de seguir ruta hacia Mompiche y antes de que se llene de turistas y vendedores ambulantes. La playa es enorme. Intento imaginármela con las palmeras y las casas de caña de hace 30 años pero no consigo sacarme los edificios y el concreto de la linea de costa. No quiero sentir iras por el progreso. He venido a playa a olvidarme de todas mis tensiones, del trabajo, de las pelas, de los amores... Prefiero mirar al mar. Es el mejor lugar para olvidar, para llorar, para limpiar la mente y ampliar el horizonte y sanar heridas.
"¿Dónde andas bicho?".
"En la playa pues. Caminando hacia el sur"
"Y dónde es eso".

Tres mensajes. Daniela se ha despertado. Supongo que nadie contesta a estas horas con puntos cardinales, y me doy media vuelta, rumbo al norte, para encontrarme con ella. Al paso me salen también varios camareros-publicistas de algún puesto de comida a pie de playa ofreciéndome platos de mariscos y pescado para desayunar. Nunca me acostumbraré a esa costumbre de almorzar desayunando tan extendida acá en Ecuador.
- ¿Quieres un poco? - Me dice la Dani con ojos vivos mientras sorbo tranquilo mi café y miro con curiosidad su ceviche de concha. Sonrío, pagamos la cuenta y vamos en búsqueda del bus que nos lleve a Mompiche. Todo el mundo nos pregunta si tenemos carro. Cuando contestamos que no, las indicaciones de dónde paran los buses se vuelven de lo mas vagas. Por suerte, media hora después estamos viajando parados en un bus que dice ir a Mompiche. La Daniela es más viva y enseguida consigue puesto. Yo sigo haciéndome el gringo, aguantando parado hasta que alguien más se baja del bus y la Dani me da un tirón del brazo y me sienta junto a ella.
- ¿Has escuchado alguna vez a Marta Gómez?
Me pongo los audífonos de la Dani y el resto del viaje al Mompiche se puebla de las canciones de esta cantautora colombiana de la voz de Daniela hablándome de las canciones y la historia de la cantante y del paisaje de la costa esmeraldeña, que por fin se viste de verde recordándome con su bosque tropical los bosques de esa amazonía mía que me tiene atrapado desde hace años. ¡Cómo pueden parecerse tanto! Ecuador es un verdadero país de contrastes.

Mompiche es un pequeño pueblo de pescadores en la costa de Esmeraldas. Hace unos años comenzaron a llegar turistas de paso y desde entonces el pueblo parece vivir más de ellos que de la pesca, pero todavía no es una zona masificada y por el tipo de turistas que llega: extranjeros, jóvenes la mayoría, y familias sencillas con hijos, todos con la misma expresión en su rostro de disfrutar de naturaleza y aire tranquilo, no creo que llegue a desaparecer nunca conquistado por el cemento y el consumo como Atacames. De nuevo tengo ganas de correr a la playa y olvidarme de todo, pero hay que buscar hotel. Como la noche anterior, sólo nos ofrecen cuartos matrimoniales. Eso que me causaba tanta gracia anoche, ahora me empieza a molestar, hasta que finalmente miro a la Dani y le pregunto "¿A ti te importa compartir cuarto...?"
Por supuesto que no le importa. Sigo haciendo preguntas estúpidas y la Daniela con su paciencia de psicóloga sigue dirigiendo el viaje. Conozco a la Dani ya muchos años y ella me conoce bien a mi. Tiene esa habilidad de leerme como un libro abierto aunque yo no quiera, y yo tengo la, no se si suerte o habilidad, de poder leer dentro de ella cuando ella abre un resquicio de alguna de sus puertas. Ella que siempre está ahí cuando necesito un abrazo, o una buena bofetada, ella que es maestra en desamores, que lleva también su tormenta por dentro pero hoy se ha guardado sus nubes y ha abierto su rostro para que mi tormenta personal descargue y se lleve todo eso que guardo y me pesa.

La tranquilidad y sencillez del pueblo nos atrapa. Pasamos la tarde paseando por la playa y los acantilados, visitando una pequeña cala vecina y observando al regreso al pueblo como las gentes del pueblo descargan la pesca del día. Yo intento escribir algo en mi cuaderno sentado en la orilla mientras la Dani se baña, pero no me sale más que un poema forzado. ¿Dónde esta mi musa? Supongo que todavía tiene que hacer la fotosíntesis de todo lo que está pasando antes de volver a florecer.

La noche de Mompiche es igual de tranquila que el día. Las calles de arena y tierra se pueblan de luces, de gente sencilla paseando tranquilamente y comiendo algo en los puestos de la calle y los restaurantes de caña y adornos sencillos. Seguimos siendo polos opuestos. Mientras mi amiga devora un pincho de carne en una esquina, yo me muero de ganas por una pizza y una cerveza. No es ninguna maravilla culinaria, pero por unas horas, la pizza, la cerveza, la conversación, el lugar me hacen desconectar y respirar. Siento un peso que se va yendo y aunque sigo con rostro pensativo, empiezo a sentir el aire de nuevo. Quisiera quedarme allá en Mompiche un día más, o dos, o tres, pero se que mañana toca retomar el camino de vuelta, y que la segunda parte de la terapia pasa por aceptar y enfrentar todo lo que he dejado a más de 600 kilómetros de distancia en el otro extremo del país.

Los viajes en un feriado de tres días son así de relámpago. La dosis justa de descanso y tranquilidad para volver a estrés diario del lunes al viernes interminable, quizá con mejor cara o cuerpo para sobrevivir a la realidad de nuestras vidas. Esa que hemos creado y aceptado para martirizarnos, olvidando que podríamos vivir de otra manera. El regreso a esa realidad pasa por Atacames y su ruido y una espera larga que nos lleva de nuevo a buscar la paz de la orilla del mar donde sentados, esperamos a que anochezca, donde la Dani me sacude una vez más y me hace despertar de mi sueño de años y prometer no volver a él, y prometer no huir tampoco, y no hablar de más y seguir siendo una persona tranquila y sonriente. Sé que tiene razón, pero prefiero perder mi vista en la arena a falta de un mar que ya se ha escondido en la noche. Siempre me ha constado reconocerme por dentro, mirarme ante el espejo. Quizá por eso esta crónica del viaje ha tardado más de un mes en escribirse.

El regreso a Quito se hace mucho más rápido que la huida del mismo. El bus atraviesa raudo la noche y nos deja en el frío amanecer Quiteño. Daniela se despide con un fuerte abrazo y yo comienzo a cruzar la ciudad desierta hasta casa de otra amiga dispuesta a acoger por unas horas a un viajero en peregrinaje interior, rumbo de nuevo a su selva. Disfruto de Quito día y medio, de sus gentes, de sus comidas, de las risas y las cervezas; un Quito vacío pues atrás han quedado los miles de serranos arañando las últimas horas de playa, pero que aún conserva sus gentes y su crisol de capital andina para entretener y enredar a las gentes de paso: cuando me quiero dar cuenta, estoy corriendo hacia un bus que me llevará de regreso al oriente a la selva, al día a día. No voy ya con resignación. No me pesa el equipaje ni me pesa tampoco el viaje que me espera. Casi sin querer, cuando cae otra noche más -la última- estoy abriendo la puerta de casa, dejando cansado el equipaje, sacándome mis ropas de arenas y salitre y preparando algo de cenar.

Sentado bajo el calor de la selva, abro después mi computador y comienzo a ordenar el misterio de todas las arenas: las que cargo conmigo siempre, las que he dejado en la playa y las que me he traído. Quiero escribir de paisajes y de gentes, de comidas, de olores y sabores exquisitos, que Mompiche y Esmeraldas aparezcan sobre estas páginas del blog como una fotografía viva de la costa ecuatoriana, pero se que no voy a escribir sobre eso, que ellos no han sido los protagonistas ni la razón de mi viaje, por eso cierro la tapa de computador y me voy a dormir, esperando a que las letras que deben bailar, bailen.

Hoy han acabado el baile. Más de un mes después, 10.000 kilómetros lejos de las verdes cosas de esmeraldas y varios grados por debajo del calor tropical. Mi pincel acaba la crónica que empezó hace un mes, y sabe que esta sólo puede acabar con dos palabras: gracias, bicho.

Nave-cuna

La luz de la pálida luna
de las estrellas, ninguna
y el frío vacío, sin eco
y el cielo sin firmamento,
dos ojos quietos en la ventana

de la gigantesca nave-cuna
donde las últimas ascuas alumbran
un llanto roto en el espacio
en brazos de un robot hueco
donde día y noche son mañana

Atrás ha quedado la historia
ceros y unos son toda memoria
cristales, cables y frío acero
silicio midiendo el tiempo
la rueda gira buscando casa

midiendo sonidos, distancias
una tierra, un sol para alumbrarla
que aún sueñan esos ojos inquietos
y su color inunda todo el espacio
donde todo es final y es alba.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Acróstico nº 4

Aire que suelta las penas
lazos de un pasado
enredados en el cabello,
jalones en el pecho
abrazos y labios sabios
nadando entre humanos
danzando la vida, el llanto
rabia y lucha, esperanza:
abrazos de mujer, abrazos.

martes, 29 de noviembre de 2016

Niña Alejandra

Descansa niña Alejandra
duerme tu pena calma
la noche oscura será clara
tintineantes estrellas danzan
la luna nueva te abraza.

Sueña niña Alejandra
no guardes sueños en cajas;
tras los cristales de casas
vacías como vidas gastadas
no guardes tus sueños: anda,

vuela niña Alejandra,
descubre el mundo cada mañana
caminos, polvo, gentes, casas
amores y llantos, vidas doradas
luchas perdidas, vidas ganadas.

No llores más niña Alejandra
y si has de llorar, haz de las lágrimas
sal para heridas que no sanan
agua para la tierra recién sembrada
espejo para mirarse al alba

y sentir el viento, niña Alejandra.
Alza la copa, es tu mañana
brinda y bebe las nuevas aguas,
mosto de uvas recién prensadas,
aceite nuevo de la almazara.

Ha llegado la hora, Alejandra,
la niña ha quedado envuelta en plata
ahora es tu turno, sin miedo salta
conquista ese mundo tuyo que guardas
construye con él tu nueva casa.

Ríe a la vida, camina descalza
recorre arenas de playas bancas
tu rostro el de mujer con alas
mujer que se entrega, mujer que ama
sin dejar de ser nunca niña Alejandra.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Mimos

Sin palabras
se sentaron al filo
del escenario y miraron
al público en vilo.

Un cristal de aire
unos dedos vestidos
de blanco como el rostro
y el silencio...

Pasos de gato
ni siquiera un latido
sólo miradas cómplices
son pícaros con estilo

sonrisas en el blanco
labios de carmín encendido
gestos, mágicos lazos
llenando el aire vacío

Sus muecas se cruzan
¡ay cruel destino!
uno ríe, otro llora
más no se oye un sonido

salvo del público encantado:
estrepitosos alardidos
de risas y niños gritando
de manos que chocan con brío

Y luego quedas y mudas
las bocas bajo el hechizo
besan la suerte del arte
de ladrones de palabras, mimos.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Te escribiré

Te escribiré
llenaré papeles en blanco
con recuerdos y versos breves
de los momentos que hemos pasado

Te escribiré
para contarte que no he olvidado
los días de sol, las luvias, las tardes
días de vidas que viví a tu lado

Te escribiré
te dejaré un papel doblado
bajo tu almohada para que sueñes
cada letra un beso aún no inventado

Te escribiré
cuando esté cerca, cuando esté lejos
te escribiré aunque no contestes
mis letras el sinuoso camino para encontrarnos.

Te escribiré
Te pensaré, te sentiré sin haber pensado
y cada vez que vuelvas a leerme
papel y letra serán mi abrazo.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Tu nombre me sabe a lluvia

Tu nombre me sabe a lluvia
en tu voz se escucha la lluvia
en tus ojos los sueños lluvia
de estrellas lloviendo junto a luna.

Tus labios anuncian lluvia:
el canto de tu risa, y la lluvia
de besos y abrazos, lluvia
que lloviendo suave me inunda.

Y en mis ojos también tu lluvia
lluvia de alegría que brota
cuando llueve en la noche desnuda
sobre mi piel gotas de lluvia.

Tus pasos repiquetean cual lluvia
se mueven sigilosos entre los claros
de nubes de hechicera pidiendo lluvia
danzado entre las gentes, gentes de lluvia.

Tu nombre me sabe a lluvia
lo pronuncio y el viento sopla
trayendo gotas de lluvia
y tú en cada gota y en todas.

martes, 25 de octubre de 2016

Esperando a la lluvia

Amenazaste con venir
y como la lluvia, no llegas
en el calor de la noche
siento de nuevo la ausencia
del viento fresco del sur
el de tu latido y tu selva
esa que recoge mi aguacero
y como suave tierra
me envuelve en su limo
y hace que mi vida crezca.

Quisiera oírte venir
como el viento que precede a la tormenta
como el trueno antes de nacer
cuando todavía a ciegas
en la noche te quiero sentir
cual lluvia llamando a la puerta.
Ven con tu lluvia, no tardes
mi puerta siempre está abierta
diciéndote lo que ya sabes:
que te hecho de menos, Daniela.

domingo, 23 de octubre de 2016

Mis dos yos

Estoy desnudo ante el espejo
desarmado y sin valor
no conozco mi reflejo
¿somos uno, somos dos?

¿Soy yo el que mira sereno?
Soy el brillo de pasión
de esos ojos abiertos,
¿cuál soy yo?

Me siento nacer de nuevo
algo había en mi interior
atrapado en un invierno
que construyó mi yo

para mantener sereno
a ese, mi otro yo
el de los amores y los celos,
el de los llantos y la pasión.

Ahora ante el espejo
se asoman a la vez los dos
no puede volver el tiempo
ninguno puede decir adiós

y entre mi nuevo reflejo
veo también tu sol
ese que desheló mis miedos
ese que junto a mis dos yos

y puso frente a frente:
mis dos yos y tus dos yos
Dos que estaban ocultos,
dos con miedo a abrazar
a los otros dos.

El faro

Miro en sus ojos. Son la luz a través de la niebla, una niebla que se confunde con su pelo cano libre al viento, que soplan y susurra y arrastra melodías intrincadas, melodías que la marea arrastra desde las enigmáticas profundidades abisales para dejaras reposar tranquilamente en la espuma en la orilla del mar. Las últimas notas se apagan en la guitarra, en el aire queda la vibración de la última cuerda vocal, como un espíritu en el aire.

Me sobrecojo. Me estremezco. Una canción más: un viaje más, un baile más. Me emociono. Me pierdo en el viaje en la noche, no entiendo sus caminos al principio, pero la melodía me llama, me arrastras, me invita a seguirla con los ojos abiertos a la oscuridad de la noche. Hay algo extraño y familiar a la vez en esos acordes. Y de pronto, después de varias vueltas, soy yo mismo. Yo y los acordes somos uno, y volvemos a surgir y a escondernos como la marea, incansable, cantando armónicamente sobre una playa en alguna cosa.

El viento. El abrazo que me rodea, la voz estremeciéndome por dentro y la luz, rompiendo a través de la niebla. No encuentro palabras sencillas, no encuentro una explicación al porqué la música de este hombre me estremece, me emociona y me deconstruye como ninguna otra para volver a hacer juntar todos los pedacitos de mi ser.

Desde el inicio él era el raro. El que mezclaba folk con ritmos de jazz, el que elegía acordes extraños y trazaba armonías imposibles y escribía canciones que no sonarían en ninguna radio de éxitos pero que permanecían ahí, latiendo en mi subconsciente de manera perenne cuando los éxitos se habían apagado. Cómo me atrae el arte de este hombre. ¿Uno de mis héroes? Varias veces me han preguntado eso. No me atrevería a llamarlo así. En el fondo, creo que no me parezco a él: el hippie abierto a todo tipo de experimentaciones, una persona sin pelos en la lengua hasta el punto de ser tan sinceramente aplastante que puede llegar a ser irreverente y herir. ¿Será esa sinceridad suya lo que me atrae? ¿Será su compromiso social y político, ese que mantiene vivo a pesar de que los soñadores años 60 quedaron ya muy lejos, lo que une a él? No lo podría decir, y creo que tampoco importa. Lo que me atrapa de él es su arte: su música. "No tienes que amar a alguien para compartir y reconocer su arte". Él mismo lo dijo. Por encima de cómo pensemos cada uno de nosotros, de cuáles sean nuestras creencias o ideologías, hay algo que nos une y nos hace estremecernos ante el misterio de la vida y caminar juntos a pesar de nuestras diferencias: el arte. La música, la poesía, la pintura,... arte.

Recojo los pedazos de mi mente y alma diseminados en el aire de la sala mientras suenan las últimas notas y me siento pensativo unos segundos antes de volver a escuchar el disco una vez más. La música me arrastra y la honestidad y libertad de lo que expresa me hace salir a fuera a gritarlo, a expresarlo, a compartirlo, a gritar mi mismo yo.

Lighthouse es es el último faro que ha encendido David Crosby. Surgió espontáneamente del atreverse a convivir, componer, compartir con otros músicos: descubrirse y escucharse y no tener miedo a dejar que surja algo nuevo de un trabajo hecho juntos. Es en parte la historia del encuentro entre Michael League, un joven músico de jazz y David Crosby, el hippie eterno, siempre dispuesto a probar de nuevas aguas musicales y a tender su mano y prestar su voz a otros artistas. Es también un disco honesto y directo, grabado en apenas dos semanas y lanzado al aire así, fresco, desnudo, sin adornos. Una mirada penetrante a nuestros ojos para hacernos partícipes de esa realidad nuestra y de ellos que tantas veces nos ocultamos.

Una luz encendida guía y brilla con la fuerza del arte y mantiene viva la llama de lo humano, que es el arte mismo.

Look in their eyes (Mira en sus ojos) (D. Crosby - M. League)

Amigo de una sombra
vagabundea
no conoce país ni dios ni rey
pasa desapercibido a tu lado
no le oyes cuando llora
pero si te acercas un poco
hay una ventana a su vida
mira en sus ojos:
obsérvalos en la oscuridad
¿qué encuentras?
sin vida, sin chispa.
Mira en sus ojos
y observa la oscuridad.

Abraza a su niño
del mismo modo que te abraza tu madre
se está dando la vuelta
es lo que realmente quieres hacer
pasa desapercibida a tu lado
ni te das cuenta cuando muere
realmente nunca la ves
¿puedes mirar dentro de sus ojos?
Mira en sus ojos
observa el fuego ardiente
¿qué encuentras?
la libertad es el único deseo
mira en sus ojos
observa el fuego

Arrastrándose por una playa
lágrimas en la espuma del mar
extraños en una tierra extraña
sobreviviendo desde el día que nacieron
ni te das cuenta cuando pasan a tu lado
no significan nada para ti
pero si miras atrás verás
que es tu historia también.
Mira en sus ojos
huellas en la arena
¿que encuentras?
los ciudadanos olvidados de este mundo
mira en sus ojos
verás miles de kilómetros
¿qué encuentras?
madres, padres, hijas, niños
mira en sus ojos
familias abandonadas
¿que encuentras?
todo está expuesto ahí.

mira en sus ojos
¿qué encuentras?

domingo, 9 de octubre de 2016

Otoño en Quito

La niebla besando el verde
el parque húmedo y silente
y la ciudad perdida.

La tarde fresca y los pasos
saboreando el camino, despacio
lentos, sin prisa, sin frío.

Y tú escribiendo el sendero
y Pacha adelante corriendo
sin perdernos nuca de vista.

Mi voz llena la estampa
de la tarde de niebla cerrada
y tu escuchas, me guías

a donde la tarde trae nostalgia
de un octubre en la distancia
bajo tu cielo hoy cercanía:

casi puedo sentir el humo
y las hojas de aquellos chopos
cambian hoy su colorido

por el frescor y el olor a eucalipto,
la niebla y el bosque del domingo
vestido de otoño en Quito.

sábado, 8 de octubre de 2016

La sonrisa

La sonrisa
pintada en un cuadro
por el artista
soñador Leonardo,
intriga, enigma
nunca desvelado
tras la sonrisa
de sus recatos.

Después tu sonrisa,
con tus ojos brillando
y la alegría
inunda el cuarto,
como la brisa
y las flores del campo
son la sonrisa
del mes de mayo.

Y la sonrisa
manchada de helado
de dulce niña
de cinco años
que nunca crecía
siempre jugando
y hoy sigue viva
en el color de tus labios

Un café, una sonrisa
con sabor amargo,
una suave caricia
y un tierno abrazo;
por dentro cosquillas
y en tu rostro asomando
esa sonrisa
que has guardado.

Te regalo una sonrisa
mi sol brillando
mi buenos días
de enamorado
hoy de la vida
y siempre del canto
de tu cándida risa
y tu alegre llanto:

no hay nada en la vida
que valga tanto
como una sonrisa viva
en un rostro franco:
hace la vida sencilla,
en ella nos encontramos,
pues la sonrisa
nos hace humanos.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Creciente

Esta noche la luna
vuelve a nacer
en un resquicio
del cielo se asoma

Una tímida sonrisa
tras las cortinas
de la noche oscura
creciendo sin prisas

mujer pudorosa,
deja caer su vestido
desvela su oculto brillo
iluminando la alcoba

y latiendo los corazones
se azoran mirando al cielo
y se abrazan lentamente
florecen nuevas pasiones

para ser ascuas de nuevo
cuando la pasión termine
cuando el brillo se apague
envuelto en el negro cielo.

Veintiocho días de luna
vida y muere en el cielo
dama de cuatro tiempos,
fénix de fina plata: Luna.

martes, 4 de octubre de 2016

Mi tío Pablo

Mi tío Pablo en un verano
una maleta, en cada brazo
y dentro de ella, mí tío Pablo
camisas, collares, mil regalos
y él con lo puesto, mi tío Pablo

Fumaba pipa, mi tío Pablo
cuando era niño yo, y él
cruzaba el mar de un solo salto
y en castillos de arena y papel
ordenaba el mundo mi tío Pablo.

Hombre de Dios de rostro humano,
viajero incansable mi tío Pablo
familia extensa por todo lado
Para mí mi tío, para otros Pablo
el cura, el amigo, siempre Pablo.

Un huracán desenfadado
habla sin miedo mi tío Pablo
enreda a todos, propios y extraños
y logra puentes mí tío Pablo
donde otros ven sólo pantanos.

Llama a la puerta desordenando
mi vida, mi casa, de cuando en cuando
comparte luchas y desencantos
y siembra esperanzas, mi tío Pablo,
la sal de la vida, su voz, su canto.

Que por su piel, pasan los años
su eterno bigote se torna cano
pero tras él su voz sigue vibrando
incansable siempre, mi tío Pablo
entregando su voz a los de abajo.

Quijote siempre, mas no hidalgo
rebelde con causa: seguir amando,
soñador eterno desde el arado
comparte la pobreza, siempre descalzo
con un abrazo, mi tío Pablo.

martes, 27 de septiembre de 2016

Azul eléctrico amazonía

Achakaspi es un amigo mío al que no le gustan las chicas blue (porque blue es azules en inglés) que él es buen vividor, de esos que no necesita mucho más que unos buenos compadres, de esos cuya amistad se fermenta con chicha o con algo más fuerte, como los años que lleva surcando las aguas del río Napo, siempre contracorriente, porque sin contra no hay vida, y de vida y de luchar la vida él sabe más que nadie.

Y Achakaspi es un hombre esdrújulo. De estos para nada técnicos, más bien prácticos, también teórico pero sólo como filósofo. Y sobre todo es romántico. Y no tiene pereza en subirse al bote y ahora que ya no maneja, apoyarse en la killa y gritar "al abordaje" para asaltar el turno y ayudar a los migrantes; o simplemente escaparse y un puñao de horas después río arriba llegar a la ciudad, esa que sí se vuelve técnica y frígida hasta que llegan románticos como Achakaspi para sembrar historias, cuentos, dibujos, sueños en forma de cultura, de luchas, de amor verdadero por la vida y las ganas de vivir, siempre contracorriente, pues es la única manera de vivir. Ya lo hemos dicho antes, y no pararemos de repetirlo.

Estos días Achakaspi echó su ancla en la ciudad. Las aguas río abajo llamaban, pero también los amigos, jóvenes-viejos-y-románticos, que siguiendo su ejemplo quieren sembrar cultura para remar contracorriente y con la excusa de un libro de salvajes cuentos, se paseo por el museo.

Hacía un calor terrible. Un sol de justicia. Yo me refugiaba en la sala de exposiciones ultimando los últimos detalles que ya estaban ultimados cuando su lenta estampa llenó la puerta. Conversamos un rato, ni largo ni breve, y puestos al día sobre mundanales asuntos del museo, le invité a tomar algo. Mis amebas y las pastillas que no se si matan a las amebas o me matan a mi, me dan una sed terrible. "Claro, pero invito yo", contestó tomando la delantera y empezando a caminar sin rumbo. "¿Dónde podemos tomar un jugo? ¡Quiero un jugo!"

Buena pregunta. Es lunes, y los lunes el museo y el malecón están muertos, como en casi todos los museos del mundo. Los cuadros cierran los ojos después de mirar a tantos curiosos, las momias se dan media vuelta, los dinosaurios estiran sus entumecidos huesos y los Omaguas del Napo cierran las tapas de sus urnas y duermen en paz por un día. Y en la calle, todos, contagiados por los habitantes del museo, desaparecen y sólo reina un sol de justicia. Claro que, en esta vida, hay quien siempre lleva la contra, y tiene que abrir el lunes para sentirse vivo, y entre ellos está mi amigo el de los "coquitos" que de puesto callejero de jugos y cócteles, se tornó paciente carpintero capaz de levantar un simpático local de caña guadúa donde poder volver a ser de nuevo barman.

Como buenos vividores, acompañados además de mujeres, de esas de verdad que ponen la amistad por delante, nos unimos a la contra y nos sentamos en la "chocita del negro de los coquitos", donde la carta está poblada de rimbombantes nombres de cócteles como "medias de seda" o "me gustas tú" y un Dios les vendiga (sic) que, por la grafía y la posición en el papel plastificado no se sabe bien si es deseo de buena suerte o el nombre de otro coctel.

Nosotros no somos sibaritas. "Dos limonadas imperiales, por favor". Lo de imperiales, porque lo dice la carta. Podría decir jugo de limón, o limonada a secas, pero dice Limonadas Imperiales. No sentimos casi como reyes. Primero sirven el jugo a nuestras amigas, y dos ruidos de batidora después llegan nuestras dos Limonadas Imperiales, luciendo un radioactivo color azul verdoso y un simpático sombrerito hecho con cáscaras de limón y rodajas de naranja.

Está buena la Limonada Imperial. Y fresquita. Anima la conversación a pesar del sol que nos da por un costado. Media limonada después, la camarera, que es blanca como la nieve, asoma y nos dice: "Perdón, les retiro las copas. Mi marido se equivocó y les sirvió una copa en lugar de limonada". ¿Una copa? ¿Eso quiere decir que tiene alcohol? El dedo de la camarera señala la carta justo en un punto donde dice: Limonada Eléctrica (vodka, licor de...) Le devuelvo mi copa a la mitad y pienso en mis amebas en pleno viaje de metronidazol aderezado con limonada eléctrica mientras Achakaspi rechaza con una mano y sorbe aún más deprisa por el sorbete. "La mía está bien, pero me la cobrarás como limonada, ¿eh?"

Cuando ya estamos por irnos, aparece mi Limonada Imperial. La verdad, tiene menos imperio que la eléctrica. Ahora, mientras escribo estas líneas me arrepiento de haber cambiado de trago. Yo siempre tan juiciosito. Apuro mi limonada pues es casi la hora de la presentación de libro y de la inauguración de la exposición. Y me voy pensando en meter algo más en el estómago para que la electricidad no alborote mucho más a mi intestino y mis amebas. Por suerte estoy entre amigos, el día es perfecto, brilla un sol en un cielo sin nubes, los cuentos del libro no son salvajes pero están escritos con el corazón, y después de tres cuentos, una cena y dos amenas horas de programa de radio escuchando y compartiendo la vida, ya ni me acuerdo de mis amebas y mis miedos eléctricos.

Hoy a la mañana me levanto a las 5:30. No se porqué tan temprano. No me ha despertado ningún dolor. Me pongo en pié y me siento bien. ¡Que diablos, me siento genial! No me duele nada, tengo hambre, ganas de trabajar, de bailar. Mierda, que me siento como nuevo. Pego una carcajada sin miedo a despertar a las vecinas. "El negro, la albina y la limonada eléctrica" Y Achakaspi. Eterno. Haciendo que a su lado sucedan cosas inverosímiles, sanando a los sanos y volviendo locos a los cuerdos. Enseñando a vivir la vida sin miedo, pase lo que pase, siempre contracorriente, siempre probando, siempre soñado, siempre remando hacia el sol sin miedo a quemarse, dispuesto a quemarse si hace falta.
Achakaspi. Un hombre, y un día el de ayer, esdrújulo en todos los sentidos.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Hoy la vi

Hoy la vi
y como tú, Enrique
yo tampoco pude dormir
creí que la había olvidado
no fue así,
me desarmé por dentro
cuando la vi,
y aunque no lo entiendo
gracias a ti
se que estoy así
porque hoy la vi.

Hoy la vi
dime Enrique
que hago aquí
si ha pasado tiempo
por qué me quiero morir
y por qué la pienso
si no está aquí
y por qué tus versos
me hacen sentir
que si estoy así
es porque hoy la vi.

Hoy la vi
tú cantaste Enrique
volviste a vivir
me contaste secretos
para sobrevivir
a la pasión y el miedo
que lleva el sentir
y aunque no lo entiendo
gracias a ti
se que estoy así
porque hoy la vi.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Música

El ritual comienza
un disco da vueltas
mis ojos se cierran
un pinchazo de aguja

saltan las chispas
y brotan las notas
surgen las voces
mi alma vibra

y en unos segundos
olvido mis penas
o lloro con ellas:
entiendo mi mundo

Es un ritual de gourmet
los ingredientes precisos
vienen en fundas de discos
y sólo el alma los lee

Sólo ella los mezcla
los elige a tientas
guía por la inconsciencia
por la presencia

que han dejado el día
que han dejado los golpes
o los rasguños de amores
que han abierto heridas

y habla también de luchas
ayuda a encarar el día
los retos, pasiones e iras
las vidas dolidas, muchas

en la esperanza de nuevos días
en los bailes de noches locas
en el silencio de las horas
y en las batallas perdidas

y en las casas vacías
calles y aceras sombrías
su presencia anima
su ritmo vivifica

y renueva los sueños
el amor a la vida
la senda antigua
y los nuevos tiempos

Siempre y en todo momento
sólo, triste o contento
aún con el sabor del beso
ella es parte del cuento

Banda sonora de mis días
reflejo de todas mis suertes
remedio a mis dolores
mágica y misteriosa medicina

que si de una sola cosa
tuviese yo que vivir
no me costaría elegir
viviría sólo de música.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Mare nostrum

Mare nostrum
mar de mi gente
aguas antiguas
occidente.

Aguas tranquilas
guerras silentes
vecinos gritan
hermanos mueren.

Mare nostrum
mar de mi gente
la misma sangre
la misma suerte

bajo tu azul
balsa de aceite
se ahogan llantos
la fe se pierde

Mare nostrum
mar de mi gente
los mismos rostros
los mismos genes

sobre tus olas
surca la muerte
con su guadaña
corta las redes

Mare nostrum
mar de mi gente
propios y extraños
amantes crueles

en la memoria
en tu corriente
espejos rotos
pasado y presente

Mare nostrum
mar de mi gente
Damasco en ruinas
Cartago, Cirene

antiguos reinos
antiguas leyes
y tu pasivo
miras tu suerte

Mare nostrum
mar de mi gente
de aguas rojas
sangre de tu gente

esperanza última
surcar tu vientre
buscar el norte
perdido occidente.

Mare nostrum,
mar de mi gente.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Coca

Coca, sí, Coca. Esa ciudad amazónica a orillas del río Napo a la que, llegada a la edad adulta sus gobernantes decidieron re-bautizar con el rimbombante nombre de Puerto Francisco de Orellana en honor a ese "conquistador" español que en 1541 fue arrastrado por la corriente del río aguas abajo hasta "descubrir" el amazonas.

Coca. Esa ciudad que nadie nombra por su nombre oficial, pero cuyo ilustre descubridor, inmortalizado en estatua de bronce a orillas del río, es el personaje más fotogénico de la ciudad, cuando no ilustra despachos de alta alcurnia mostrando su lado bueno (ese en el que le falta un ojo) en terribles óleos románticos con idílicos paisajes selváticos de fondo.

Coca, ciudad de almas de paso, que siguen buscando el dorado, unas veces en forma de petróleo, otras de monótono turismo verde, otras en forma de caducos planes para hacer de la exuberante selva el paradigma de la producción agrícola. Coca, ciudad donde el dorado se acaba convirtiendo en gente vagando por las calles en busca de esa quimera que abrazaron unos minutos y que despareció sin dejar más rastro que el espejismo del sol reflejado en el río o en el asfalto cuando se pasó la borrachera. Donde los ladrones roban al vuelo celulares último modelo a estudiantes ingenuos y se lanzan al río, con celular robado y demás botín tecnológico encima, para escapar de la policía. Doscientos metros río abajo, si el aparentemente manso Napo no se los traga, son rescatados exhaustos por la marina, con el celular robado convertido en elegante pisapapeles de color rosa.

Ladrones ingenuos buscando dinero fácil, colándose por puertas abiertas de par en par, borrachos bajo los restos del puente viejo, ese que ya no existe en pos de la revolución y cuyas ruinas acaban convertidas en nido de drogadictos, borrachos y prostitutas, todos ellos mendigándose los unos a los otros mientras la gente de bien pasa en taxis por la esquina de la perdición y observa el patético espectáculo nocturno. Hoteles vacíos, putas en paro, comedores con hambre. Y un grupo de gente pintoresca, vecinos de esos que no están dispuestos a irse y que rebuscan entre los adoquines la nueva versión del dorado, que espantan el calor soñando despiertos a la orilla del río y esperan a que lluevan mejores tiempos.

Un centro cultural de lujo a orillas del río, una pista de aviación por la que hasta el boom petrolero se podía pasear los domingos, un elegante malecón sazonado de estridentes letreros sacados del floridos diseños de imprentas locales que mezclan autos, chicas voluptuosas y fauna amazónica todo-en-una-misma-composición. Vendedoras de periódico tan lentas y sosas que todavía están haciendo llegar última edición del año pasado, fiestas en las que "con la compra de 3 cervezas, te regalan la entrada gratis" a un local que debería llamarse "El Chumódromo". Mudos que hablan, acróbatas paralíticos saltando por los buses con una bala en la cabeza para ganarse la vida como el ex-leproso de La Vida de Brian, policías que prestan el coche patrulla con luces de colores encendidas para que en el karaoke puedan seguir la fiesta cuando se va la luz... Coca. Ciudad de huidos, de despechados, de personas queriendo olvidar, cambiar de vida, de soñadores buscando tierras fértiles, de inconformistas irredentos buscando su sitio en la sociedad. Sueños verdes para olvidar otros sueños o para olvidar dolores. Todo eso y mucho más es Coca.

Una ciudad pequeña donde todo el mundo, hasta los autóctonos, son de alguna otra parte. Donde la mitad de la población está de paso a algún otro sitio: turistas embarcándose en lujosos tours en hoteles de cinco estrellas y media en medio de la selva, mochileros lanzado los dados río abajo o río arriba, obreros flotantes que suben y bajan de los buses y aviones merced de la subida o bajada del precio del crudo, personas que la mitad de las veces pasan por Coca sin siquiera pisarla.

Y entre ellas, gentes también que intentan hacer de Coca otra ciudad: Coca, ese pueblo que no quiere perder su nombre, que no quiere depender del crudo y que no está dispuesto a ver cómo la mitad de su población vive con un pie en las recién adoquinadas calles de la ciudad, y el otro en alguna otra ciudad o pueblo de Ecuador, gentes que limpian la ciudad, que se esmeran por cambiarle la cara, por hacer de ella un lugar agradable donde quizá alguna otra gente, tarde o temprano decida echar raíces y quedarse un tiempo largo: dos noches de hotel para un turista, una ciudad donde vivir unos años, o quizá hacerse viejo.

Coca. Ciudad para un escritor en ciernes. Para un periodista cansado de crónicas de sucesos y con ganas de mirar la originalidad y astracanería oculta en los ojos de gentes tostadas por el sol de Eldorado, enamoradas en un idilio eterno de 15 años que les cansa y les duele a veces, pero al que siempre regresan porque les reconforta y les da vida: sueños, conquistas, soles.

Nadie sabe a dónde va Coca. Nadie sabe cuánto tiempo estaremos atrapados en su hechizo los que paseamos por sus calles, enamorados quizá, extrañados por su geografía humana pero intrigados por la misma. Buscadores de tesoros de oro, canela y petróleo, de nuevas vidas, o de un lugar perdido donde perderse y quizá volver a encontrarse. Al final del día, las aguas del Napo siguen fluyendo incansables hacia su encuentro con el amazonas, las killas regresan a la orilla con el fruto del día y por las calles salen a pasear algunos vecinos que sienten que con su caminar van haciendo poco a poco ciudad. ¿Miran ellos al río preguntándose a dónde van, o es el río quien les observa y se pregunta quién quedará, quién vendrá después de las lluvias, de los años, de los ciclos, de las vidas?

viernes, 16 de septiembre de 2016

Kurosawa

Kurosawa
el viento en mi memoria
un columpio bajo la nieve
las ganas de vivir, ahora
Kurosawa
la lluvia, el rostro, la espada
el movimiento de la vida
Kurosawa
Akira, sueños, melancolía
y las últimas puertas del reino
abiertas a la luz del día
Tokio de noche
y en la estepa, Akira
como el ojo que el cielo rompe
redención que sana heridas.
Te quedaste en celulolide
desde ahí nos miras
nos mueves por dentro
nos mueves la vida,
nunca te irás Akira.
Madadayo! Kurosawa,
adiós sin despedida.

Como un niño

Miro la vida pasar
como la miran los niños,
como la miran los niños
cuando se esconden detrás
de sus vivos ojos de niño.

Amo con miedo a amar
soy un romántico empedernido
me sonrojo aún como niño
como un niño con disfraz
o con traje de domingo.

Me atrapa tu sonrisa fugaz
mi rostro rubores de niño
cuando juego entre los rizos
que pueblan el umbral
de tu jardín prohibido.

Siempre con miedo a saltar
me aferro como un niño
a la seguridad del nido,
me mata la curiosidad
y temo a lo desconocido.

Y aún creo en la eternidad
del verano como los niños
como los niños sonrío
sueño cruzar el mar
en un barquito chiquito.

No me quiero despertar
sabiendo que he crecido
prefiero sentir al niño,
siempre dispuesto a soñar
sin olvidar lo que he sido.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Un mar

Ella se marchó
sin apenas llegar
él la despidió
en el mismo lugar.

El recuerdo quedó
en la felicidad
un tiempo pasión
breve eternidad

Ahora entre los dos
se interpone el mar
un muro de pasión
querer u olvidar:

él las olas
ella brisa de mar
él la espuma
ella la sal
hechizo de luna
marea, tempestad
una barca en la arena
un mar que surcar.

En el interior
no pueden negar
la indómita pulsión
del verbo el amar.

martes, 13 de septiembre de 2016

Acróstico nahualt

Caliente en la mañana,
humo espeso en la taza,
olor intenso que baña
cada rincón de la casa;
onzas desechas en agua,
licor espeso que embriaga
afrodisiaca palabra mágica
trazas de amor desplegadas
envueltas en sueños de infancia.

Bajo la dictadura de la C

La injusticia se escribe con c
con c de capitalismo.
Con c se escribe la avaricia
que nos hace enemigos,
c es el rostro de la pobreza
dos mundos: pobres y ricos.

C llevan las palabras
que hieren los oídos,
c grabada en las armas
de todos los asesinos,
tras una c están los ojos
que nos condenan por distintos

C en todas las divisiones,
c en transgénicos cultivos,
c tras todas las religiones
que erigen templos al altísmo
y con C los falsos cielos
donde sólo unos pocos son recibidos.

Y hay una c colgada
al borde del abismo
c de ciegos, c de trampas
c de rostros altivos
envueltos en la cizaña
escrita con de c Capitalismo

Con c han renovado las libertades,
con c quieren escribir el destino
que excluye a propios e iguales
que corre detrás de sí mismo
celoso con c de verdades:
mentiras abocando al abismo.

Bajo la c nos vende la vida
a base de c malvivimos
luego por la c no la quitan
pues por la c crecimos
creímos que lo demás era mentira
absortos en una mentira: capitalismo.

sábado, 10 de septiembre de 2016

sonrisas...

De limón, si tienes dolor de corazón
de mora, para cuando estés sola
de fresa, ni príncipe ni princesa
de vainilla, para vivir sin prisa
de mango, te ayudará a olvidarlo
de durazno, como la piel de tus labios
de menta, para el dolor de cabeza
de coco, y aún no estoy loco
de crema, olvidarás tus penas
de cereza, sacude tu pereza,
de queso, ¿puede ser eso?
de piña, agridulce como la vida
de manjar, para volver a amar
de ron, para olvidar un adiós
de chocolate... ¡sí, de chocolate!

Sea invierno o verano
busca el sabor indiciado
reirás sin pensarlo
fresca y nueva y suave
como un helado.

cae la noche

cae la noche
dos pasos
cae la noche
el eco
cae la noche
contra el asalfato

cae la noche
dos pasos
cae la noche
un rostro
cae la noche
apresurados

cae la noche
luces díafanas
cae la noche
en las veredas
cae la noche
flores raras

cae la noche
ante la puerta
cae la noche
en un taxi
cae la noche
te alejas

cae la noche
silencio en casa
cae la noche
viento afuera
cae la noche
te atrapa

cae la noche
envuelto en negro
cae la noche
casi olvidado
cae la noche
tu recuerdo

cae la noche
guardas silencio
cae la noche
suspiras
cae la noche
por dentro

cae la noche
luna nueva
cae la noche
el misterio
cae la noche
espera

cae la noche
sopla el viento
cae la noche
fin de verano
cae la noche
tiempo nuevo.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Danza de madrugada

Estos días de me despierto
siento ganas de escribir
enredado en versos me pierdo
cuando el día empieza abrir.

Me pregunto qué rompe mi sueño
estas madrugadas luz de añil
lo quiero escribir, no lo recuerdo
no se si pienso en mi o pienso en ti

O si de mi pensamiento es dueño
un duende con traje de arlequín
o quizá aún me atrapa ese recuerdo
que me hace tener alma de faquir.

Me levanto y dejo versos sueltos
abandono incompleto el tapiz
el lápiz quieto sobre el cuaderno
y olvido lo que te iba a decir.

que algo ronda en mi pensamiento
da vueltas sin parar dentro de mi
y me tiene con los ojos abiertos
días y noches y días sin fin.

De día hago números, intento
ser un autómata de vida gris
pero mi corazón late irredento
y traza su propio camino sin mi

camino las calles con paso lento
me fijo en el detalle más sutil
moléculas en este universo
que aún no logro describir.

y cuando la noche cae de lleno
invitándome con ella a dormir,
la luz guarda ahora silencio
y lo negro comienza a escribir

a poner música en mis dedos
hilos nuevos para el tapiz
colores vivos en el cielo
lunas nuevas comienzan a salir.

Son sólo sensaciones y recuerdos
son sueños que quisiera vivir
son sabores que dejan encuentros
con el día a día el convivir,

son pulsiones que sin querer siento
son páginas que esperan por mi
el blanco me enamora sin remedio
y sobre él vuelvo a morir.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Chimoc

Perro precolombino
de rostro vigilante
cuerpo lampiño
por chaquiñanes
a través de siglos
a cuántas edades
has sobrevivido
desde los andes
hasta el Pacífico,
de Incas padres
de soles perdidos
olvidados lugares
y dioses prohibidos
bajo la nueva noche.

Perro precolombino
ancestro de canes
recuerdo vivo
de aquellos hombres
en Machu Picchu
imagen de dioses
guardián de espíritus
caminas las calles
del suelo herido
por españoles
y tus ladridos
ancestrales voces
son el testigo
de antiguos soles.

Perro precolombino
te soñé a noche
leí el mito:
el oro y el cobre
desaparecidos,
la tierra hoy pobre
clama al destino,
la sangre corre
y el tumi herido
un nuevo orden
establecido;
tu rostro insomne
rompe el olvido
de cinco siglos.

La razón del poeta

Varios sé que son los que me leen y se preguntan porqué últimamente sólo pueblan poemas este blog. No les puedo dar una respuesta, quizá tendría que darles varias, intentar expresar con palabras todos los sentimientos que afloran, que vienen y van como hojas cargadas por el viento, que florece y se marchitan y nos dejan el recuerdo cálido o amargo para seguir creciendo.

Y sin embargo, no voy a escribir todas esas palabras. No voy a hacer de las páginas de este blog un diario al que confesarle con prosa y palabras de análisis todos mis amores y desencantos, todas mis pasiones y arrebatos. Todo eso ya está ahí, en los poemas arrancados al sentimiento y al alma. Quien quiera mirar dentro de mi, que los lea y haga sus interpretaciones.

Lo único que les puedo decir es que, por alguna razón que no puedo expresar sino es con el ritmo y la rima, estos días ya no me salen ensayos. Ya no me salen críticas o comentarios mordaces o punzantes a la sociedad, observaciones sobre la vida que veo más allá de la ventana o el televisor, o cuando paseo por las calles de mi ciudad. Ni siquiera me nace el sentarme y añadir una página más o escribir una crítica de algún disco o película. Todo lo que me nace estos días es poesía. Poesía que esconde en su interior todas esas pasiones, esas confesiones, esos análisis de la realidad. Porqué nace ahora así, no lo sé. Y creo que no quiero saberlo. Encuentro una facilidad enorme a expresarme en verso estos días. Es algo rápido, fluido. Una catarsis de ideas que de pronto toman forma con rimas y cadencias y aromas. Siento que me embriaga el arte y le da ritmo y razón a mi vivir. Siento que es la parte que faltaba para dejar salir parte de eso que uno lleva atrapado adentro, y una parte mucho más bonita de animar a la gente a olvidarse de materialismos y vivir con arte la vida que está por vivir.

Esta sociedad se vuelve cada día más gris: más tecnificada, estructurada, planificada. No queda sitio para el arte, la cultura, la poesía. Son estos elementos que no es fácil de cuantificar y valorar, y por lo tanto esta sociedad informatizada y económicamente liberada no sabe qué hacer con ellos y los va eliminando poco a poco, dejando enormes vacíos que intentan una y otra vez sin éxito llenar de más de lo mismo. No se puede reemplazar el arte y el sentimiento con otra cosas. No hay sustitutos de esto.

Quizá por eso me he unido al grupo de los artistas, de los poetas que dan forma a la vida para que la podamos mirar de otra manera, para que la podamos saborear y en ese saborearla cambiarla un poco también. En estos días de desencanto, en que el trabajo se vuelve gris, mecanizado y burocratizado, marcado por metas y resultados cuantificables; en estos días en que las palabras "crisis económica" quieren rodearnos con su miedo y controlar nuestras vidas; en estos días en que el juego político ha llegado a su fin y lucha inútilmente por sobrevivir en medio de un contexto social que ya se ha separado totalmente de él, siento que no hacen falta más ensayos, más críticas, más artículos, sino arte. Arte para dar forma a la vida, para devolver el arte al vivir, para devolver al hombre el soñar, para sembrar utopías que se transformen en realidades y en semillas para seguir viviendo.

Si algo va salvar al hombre del profundo abismo al que se precipita cada día, será el arte. El arte como expresión para construir casas, transformar el medio, criar los hijos, dirigir la empresa, enseñar, pensar, amar, crecer. La expresión artística que con colores, rimas, sabores, sonidos, vista todas nuestras incertidumbres del vivir y le de sentido. No necesitamos ya más teorías políticas, económicas y filosóficas, sino cuadros, fotografías, poemas, cuentos, edificios sacados de un Gauidí que rompan esquemas y que nos vistan de poesía el vivir. Aprenderemos mucho más cuando logremos estoy, sabremos mirar dentro de los ojos del otro y podremos caminar con él. Me vienen de nuevo a la mente las palabras de aquel terrícola que llegado a Marte descubría la verdad del misterio y la razón de los marcianos:
Renunciaron a empeñarse en destruirlo todo., humillarlo todo. Combinaron religión, arte y ciencia, pues en verdad la ciencia no es más que la investigación de un milagro inexplicable, y el arte, la interpretación de ese milagro. No permitieron que la ciencia aplastara la belleza. Se trata simplemente de una cuestión de grados. Un hombre de la Tierra piensa: "En este cuadro no hay realmente color. Un físico puede probar que el color es sólo una forma de la materia, un reflejo de la luz, no la realidad misma". Un marciano, mucho más inteligente, diría: "Este cuadro es hermoso. Nació de la mano y la mente de un hombre inspirado. El tema y los colores vienen de la vida. Es una cosa buena".[1]
Será difícil que lean a partir de ahora en este blog a alguien que no sea el marciano que llevo dentro, como ejemplo del marciano que todos llevamos dentro y no dejamos salir. Ya hay suficientes libros de ensayo, suficientes teorías y aulas de universidad donde se enseña a se profesional y eficiente. Qué falacia. Cierren los manuales vuelvan a las novelas. Dejen a un lado las explicaciones psicológicas y lean poesías, pinten cuadros, disfruten del deporte y de la música. Miren la luna y piensen en ella. De un abrazo y un beso si se enamoran y envuélvanlo en un poema o una canción si no aún no sabe como darlo en persona. Y no se conforme con consumir el arte de los demás. Disfruten de ese arte, borren el verbo consumir del diccionario. Absorban el arte que les rodea a través de los poros de la piel, y casi como por ósmosis, fúndanse en él y creen su propio arte: escriban sus poemas, sus historias, pinten, canten, abracen. Coloquen flores en los escritorios de las oficinas y sonrisas en las mañanas. Y no escriban grandes discursos: sufran, rían, vivan la vida y delen las gracias cantando como Violeta.

Seguiré escribiendo contando cuentos, sacando poemas de mi chistera o de mi desgarrada o enamorada alma. Seguiré paseando, seguiré enamorándome, seguiré peleando día a día por cambiar este mundo y seguiré remando contracorriente, convencido de mis principios. Caminaré sin prisa, miraré a la luna y a esos ojos que me acompañan o a esos ojos que me ven pasar, y cuando llegue la noche, dejaré todo acá, con voz de poeta y escritor para decirles envuelto entre rimas y colores: Todo se puede, todo en la vida es arte y el arte es vivir.

[1] Ray Bradbury, Crónicas marcianas (1950)

viernes, 2 de septiembre de 2016

Señorita bicho

La expresión de la Daisy, tu silencio, y mi renacido buen humor y cariño por las dos, me arrancan de pronto estos versos. Asómate, "señorita bicho".

Ay, señorita bicho,
¿dónde te has escondido?
desde que tienes treinta y cinco
parece que te has perdido
¿estás oculta en tu nido,
o como crisálida en nicho
esperas un mayo florido
para mostrar tu yo renacido?

Hay alguien que ha dicho
querida señorita bicho
que aún no has decidido
cuál deber ser tu sitio
cuál tu fin, cuál tu principio
que llenará tu vacío
qué te dará sentido.

Que está triste la señorita bicho
como la princesa de Rubén Darío
algunos parece me han dicho,
yo no les he creído
que de príncipes no hay vestidos
y las princesas se han ido
convertidas en mujeres-libro.

Y se de alguien que ha visto
también a la señorita bicho
hablarles suave al oído
a esos amigos perdidos
que viven hechos un lío
animándoles a cruzar el río
a escribir su propio destino.

Querida señorita bicho,
¿alguna vez te he dicho
que me gusta sentir tu cariño
que me gusta entregarte el mío
que sólo existe un camino
y que espero encontrarme contigo
caminando feliz, señorita bicho?

jueves, 1 de septiembre de 2016

(sin título)

Como el río fluye hacia el mar
la vida nos arrastras sin cesar
nada existe, todo esta por llegar
por hacer la vida, al suspirar
al querer, partir, llorar, sembrar
y en recuerdos vivos, la eternidad.

sábado, 27 de agosto de 2016

Veintisiete de agosto

Veintisiete de agosto
dos soles el sábado
uno en lo alto
el otro tu rostro.

Veintisiete de agosto
no me he olvidado
curioso, a los años
no necesito tu foto

Veintisiete de agosto
sin pensar te he pensado
en la distancia a tu lado
hoy te abrazo de nuevo

Veintisiete de agosto
otro año ha pasado
otra vida ha comenzado
para vivirla con gozo

para que cantes sin miedo
para que crezcas por dentro
para continuar el misterio
un universo abierto,
y tú mi amiga, en medio

Daniela de agosto
Daniela por dentro
Daniela que siente
Daniela que ama
Daniela
libre
viento

miércoles, 24 de agosto de 2016

Impresiones de un 23 de agosto

De colores es la luz que pasa
a través de las hojas y ramas
dibujando caprichosas formas
sobre tu cuerpo y tu cara.

De colores mezclados con gracia
como las risa de los niños que nadan
como las ondas de espuma en agua
y el arcoiris que surge de la cascada

De colores que bailan y bailan
contrastes, frenética danza
mariposas de coloridas alas
más delicadas que la crisálida.

De colores vivos que cantan
como unos ojos que aman
como el juego que salpica el agua
y se esconde tímido de tu mirada.

De colores viste la capa
que envuelve el río y la tierra
que vuelve verde la selva
y la vida de los que abrazan

De colores mezclados con gracia
manchas de color mezcladas
difusas vidas con arte tocadas
y el misterio de la selva mágica.

Colores que forman la vida
colores que el día y la tarde pintan
con aires de pintor impresionista
el sol, el viento, las hojas, el agua.

Colores en el río, una estampa
la cálida tristeza de la despedida
y la inocencia aún no perdida
pues la vida es única y mágica.

Un cuadro pintado que habla
del río, los juegos, las páginas
de historias que quedarán grabadas
luces y sombras, risas y lágrimas.

Lágrimas (y besos)

Llora tus lágrimas
moja las páginas
y los pañuelos
y escribe con ellos
tu adiós. Mañana

una fina pátina
brillará al alba
dibujará recuerdos
de un amor sincero
que siempre canta

que abrió sus alas
agitó el alma
y voló lejos
y quedó dentro
donde te abraza

y te dice: canta
abraza la vida, anda
el amor es eterno
el mundo un pañuelo
y los amigos lágrimas

son miradas cálidas
son en la herida sábila
viven en el viento
ni cerca ni lejos
en tu puerta mañana

encontrarás la carta
y la sonrisa franca
cuéntales tus miedos
un corazón sincero
que siempre abraza.

Llora mi niña, ama
la vida con ganas
y cuando llore el viento
rompe mi silencio
abre mi ventana

Ésta es tu casa
ven, entra, pasa
encenderé el fuego
prepararé un beso
compartiremos lágrimas.

domingo, 21 de agosto de 2016

Color de luna

Dicen que la luna cambia de color cuando los rayos del sol pasan a través de la atmósfera terrestre antes de reflejarse en ella.

Monet vino a Coca
era Agosto, de noche
espero unas horas
y con su pincel de luces
fue vistiendo a la luna.

Cambió su vestido de novia

por uno de seda, amarillo
y jugando con sus brochas
su reflejo pintó en el río,
río amarillo de luna.

Desde la orilla a la sombra

bajo las palmas del estío
dos siluetas se asoman
enredadas en los hilos
amarillos de la luna.

Ella dice "está hermosa"

él le regala un suspiro,
ella escucha de su voz la prosa
él descubre el brillo
de sus ojos como dos lunas.

La luz cruzando la atmósfera

pinturas de polvo fino,
Monet, luces y sombras
colores bailando en el río
y la noche color de luna.

sábado, 20 de agosto de 2016

Luna

La luna brilla en lo alto
las nubes le abren paso
y unos ojos que la miran
como dos estrellas brillan
azabache negro y blanco

Su sonrisa ha dibujado
la luna desde lo alto
sus labios de fina seda
su piel suave canela
y su cabello rizado.

Ella aminora sus pasos
la luna le está mirando
ay, siente cómo respira
escucha como palpita
envuelta bajo su manto.

"Luna vestida de blanco
me gusta verte brillando
mis sueños se vuelven vida
y me embriagan de alegría
cuando duermo en tu regazo"

viernes, 12 de agosto de 2016

Bajo la lluvia de agosto

La lluvia en agosto, sí. De esas cosas que sólo pueden suceder acá, en esta selva amazónica que se debate día tras día entre mantener su verdor o sucumbir al gris de la modernidad. Y entre todos su verdes, define un montón de matices también, como comentaba un querido amigo hablando el lunes en la radio de los pueblos indígenas y su compresión del mundo que habitan.

Y es que este mes ha sido una auténtica tempestad de prisas, carreras, correos cruzados, enfados, repentinos momentos de respiro, nervios, corazones enredados, despedidas e invitaciones a seguir caminando, dejando la piel por mantener todos los verdes en un proyecto que, como todos los proyectos que merecen la pena, navega contracorriente.

Como contracorriente surcaron las aguas del Napo los Omaguas hace 1000 años para dejarnos su legado en forma de urnas, platos y otros objetos de la más delicada cerámica, joyas enterradas que han llegado gracias a la decisión que los Omaguas imprimieron en ellas, hasta nosotros.

Los Omaguas. Les veo presentes en el museo, pero ausentes de la gente que viene a visitarlos. Siento que estaban hechos de otra pasta, con otro molde, y las gentes actuales no logran comprender que es lo que están viendo y apreciar y dejarse enamorar y llevar por unas gentes con otras formas de vida. La prueba son años de olvido, salpicados por las manos de alguna de esas personas que llamarán loco, que por alguna razón nació con algo distinto en su cabeza y entendió que era eso que asomaba entre la arena de las orillas del Napo y lo desenterró y lucho por devolverle su brillo y su lugar.

Este museo se me antoja algo así. El templo del loco-cuerdo que vino a soñar y sembrar acá un espacio distinto, un paisaje con formas y ritmos diferentes a los que se construyen a golpe de perforaciones y cemento, pero similar al que se ve en la quietud siempre cambiante del verde de la selva. El lugar extraño que llama la atención a los habitantes del lugar pero que nadie entiende. Un lugar que lucha todo el tiempo por mantenerse a flote contracorriente, por vivir otros ritmos mientras los nuevos dueños le quiere imprimir ese ritmo rápido de la rentabilidad, las masas, el dinero, la autosuficiencia, cuando lo que realmente necesita para vibrar y brillar es la calma, el cariño, las manos desinteresadas que lo alimenten, lo limpien, lo mantengan siempre nuevo.

La vida en este museo, en este proyecto se me antoja desde hace ya meses como un símil del clima acá en la amazonía: unas veces se vuelve gris, llueve a mares y no deja soñar, todo se tiñe de pragmatismo y utilitarismo y la lluvia lava todos los colores para volverlo todo gris como el gris plomizo del cielo. Y otros días, sale el sol. La lluvia cae suave, apenas con la suavidad necesaria para quitarle esa fina pátina de polvo a las flores, y todo empieza a crecer y florecer otra vez. Un extraño baile que me al final me agota pero que por alguna extraña magia me sigue manteniendo acá.

Supongo que soy uno de esos locos. Uno de esos que tropezó con un pedazo de barro cocido y pintado con vivos colores y se enamoró de ello y comenzó a buscar el resto de pedazos para rehacer el rompecabezas. Y supongo que como otros locos que llegaron antes por acá, yo también acabaré dejando este baile y yéndome allá donde el baile sea sólo uno y no este equilibrio inestable en entre el amor y el dinero.

Mientras tanto, seguiremos remando contracorriente, manteniendo a flote la historia de los Omaguas, soñando con otros locos soñadores y construyendo espacios sin prisas. Cuánto aguantaremos en este baile, eso nadie lo sabe. Los cambios llegan siempre sin avisar.

El martes llovió. Después de un mes de tempestades, el fin de semana llegó la calma, brilló el sol y construimos algo. Cuando abrimos las puertas el martes, un aguacero amenazó con echarlo todo al traste. No fue así, por suerte. Algún shamán Omagua calmó al espíritu de la lluvia y convocó en el museo a propios y extraños, para bajarlos del tren de las prisas y hacerles respirar tranquilos, disfrutando de los rostros, los rastros, las historias de aquellos que ayudados por el lente de una cámara capturaron aquello que los ojos no pueden o no quieren ver.

Fue un soplo de aire fresco y una emoción enorme ver a todas las piezas del puzzle encajar en su sitio durante unas horas. Y yo no puedo sino agradecer a los amigos del Archivo Blomberg, y a mis amigos y compañeros cómplices en el montaje de esta nueva exposición por dejarse enamorar otra vez por la cultura, por el arte, por los Omaguas Por esas facetas humanas, que frente a la deshumanizada vida post-moderna y neoliberal imperante, requieren de tiempo, de respirar, de aprender a ver, aprender a escuchar y a dejarse enamorar.

Mañana quizá se tambalee este baile otra vez. Pasado, quizá brillará de nuevo.

Te regalo una flor

Para ti bicho. Gracias.

Te regalo mi voz
te regalo el suspiro
y con él las palabras
envueltas en lágrimas
golpeando el vacío.

Te regalo mi yo
todo lo que he escondido
todas mis aguas claras
todas mis noches largas
perdido en el camino.

Tú me entregas el sol
tu abrazo y tu oído
me desnudas el alma
recoges mis lágrimas
tejes un nuevo vestido.

Me devuelves la canción
la partitura, el camino
remendadas mis alas
abro hoy la ventana
yo mi mismo destino,

te regalo una flor
te regalo el sonido
del pájaro que canta
envuelto en la fragancia
abandonado su nido.