El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

jueves, 30 de diciembre de 2021

Discos 2021

Me quedo con estos discos del 2021. Se aceptan recomendaciones.

Como siempre, si les gustan el disco, apoyen la los artistas: cómprenlo.

David Crosby
BMG
 
 
 
 
 
 
 
 
 
GronudUp
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Pedro Pastor y Los Locos Descalzos
autoeditado
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Karen Peris
autoeditado
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Jackson Browne
Inside
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Michael League, Becca Stevens, Louis Cato, Justin Stanton, Gisela Joao
GroundUP

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Leer la arqueología – Leer la historia

Durante unos 15 días, Tamia, una joven arqueóloga ecuatoriana ha estado en el museo estudiando y analizando las urnas funerarias arqueológicas de la colección, y también los restos óseos contenidos en ellas. Es, creo no equivocarme, la primera vez que se está haciendo un estudio tan detallado de esta fase cerámica de la historia prehispánica del Ecuador, la Fase Napo (1100-1522 d.C.)

Algo importante y que me llena de orgullo y emoción porque por fin se está dando ese paso tan necesario de leer la arqueología, leer la cultura material y el contexto, para poder escribir la historia de la región, para poder completar una narración y discurso histórico hasta ahora incompleta.

Cuando llegué a esta región me encontré con un problema con el que llevo luchando desde mis años de estudiante de historia en la universidad: sigue considerándose al historiador como un lector de fuentes escritas, casi un “documentalista” y muchas historias siguen construyéndose utilizando casi únicamente las fuentes escritas, los documentos, a veces contrastadas o comparadas (e interpretadas en muchos casos) con fuentes orales o testimonios de las sociedades actuales, como suele suceder cuando el historiador (o pseudohistoriador, de estos abundan muchos, por desgracia) se acerca a sociedades ágrafas o que no produjeron documentos, como sucede con estas sociedades de la Amazonía prehispánica.

La historia no puede escribirse tomando únicamente en cuenta las fuentes documentales. Si lo hace, es una historia incompleta, y que puede llevar a falsedades. Tampoco puede completarse en base a comparaciones con otros pueblos o sociedades que pertenecen a otro espacio geográfico y/o otra cronología y por lo tanto tienen un devenir histórico propio y diferente. La historia no es crónica, es ciencia social, y como ciencia social, debe asentarse en pruebas científicas, en el análisis de todas las fuentes de información (documentales o no), pasando en muchas veces por el laboratorio. Para ello la historia se apoyan en varias ciencias auxiliares: la arqueología, la geografía, la antropología cultural, ciencias sociales que a su vez utilizan técnicas y métodos tomados de la química, la biología, la medicina,… la lista es enorme. Un buen estudio histórico es el producto de todo un trabajo interdisciplinar donde el fragmento de hueso, la cerámica, los restos fósiles, los documentos, o los testimonios de historia oral, son pedacitos que juntos, y solo juntos, completan esta historia, ese fragmento del pasado que queremos conocer, sin olvidarnos siempre del tiempo, el medio físico y los cambios en los procesos, la larga duración de estos, que nos ayudan a tener esa visión global que tiene en cuenta todas las partes para conformar un todo.

Hoy creo que se da un paso hacia una historia más completa, más científica, más crítica de la Amazonía. Ojalá más jóvenes como Tamia se atrevan a dar el paso. Y ojalá más museos abran sus puertas, sus reservas y sus colecciones a la ciencia pues, ¿de qué nos sirve conservar testimonios del pasado si no leemos en ellos? Los museos y los archivos deben estar vivos. Son un filón de saberes inagotables. No sólo conservan nuestro pasado, si los conseguimos leer, conservarán también nuestro futuro.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Y toda la vida por fuera

Siete meses por dentro
y toda la vida por fuera.
Cómo pudiera, cómo contarte,
poner siquiera en un poema
todas los momentos, toda la vida.
Si pudiera, sólo si pudiera,
seria eterno,
como este amor que siento:
las palabras no cuentan,
y las musas no lo abarcan
no pueden, está en el aire
en todas partes,
en los besos, y las miradas
en los ojos de consuelo
en todas las llamadas
y en todas las despedidas.
Y cada año crece, sí, crece
y no se apaga.
Cómo podría,
si lo siento por dentro
y por fuera cuando te escribo,
y cuando te recuerdo que es siempre,
cuando te tengo presente
siempre,
cuando camino contigo,
aún de la mano dormido
y cuando despierto para decirte
“mira, ya camino solo”,
solo y siempre contigo:
siete meses por dentro
y toda la vida por fuera.

viernes, 29 de octubre de 2021

Warmikuna

Warmikuna
upiyankinchik,
mayumanta
sinchi, sinchi!
 
Allpamanta,
yurapura
upiankichick,
sinchi, sinchi!

Samankichik
warmikuna,
sinchi samankichik
sachamanta.

Sacha warmikuna,
sinchi warmikuna,
pachamamainti,
warmikuna, kankichik.

Bebed / mujeres/ bebed del río/ sin miedo. //  De la tierra/ con los árboles/ bebed/ con fuerza // Respirad / mujeres / respirad profundo / de la selva. // Mujeres de la selva / mujeres fuertes / acompañadas de la madre tierra / estáis siempre, mujeres.

domingo, 17 de octubre de 2021

El hijo del relojero

Tu vista sobre la mesa
el ojo con monóculo, el flexo,
y esas ruedas tan pequeñas,
el tic tac del mundo, preciso.
 
y el balde regando los chopos,
y el hacha cortando leña,
la pala cargando el carbón
para calentar el invierno,
 
y la llana sobre el cemento,
y la escofina, el banco de carpintero,
y entre ellos siempre un diario,
el compromiso manifiesto,

en la junta de vecinos,
en la manifestación y en concierto;
eres una canción de Víctor Jara,
caminando por el pueblo.

Todas esas cosas guardo,
todas, las llevo por dentro,
como las piedras de molino romano,
luchando molinos de viento.
 
Cuántas veces te miro, 
cuántas me veo en el espejo.
No le quito nunca nada:
ni las lágrimas ni los abrazos,
 
y pesar de las distancias
siento ese orgullo por dentro
al verte subir montañas,
de ser como tú, el hijo del relojero.

Los dientes

Dientes
dientes metálicos
dientes biónicos
dientes, dientes, dientes
para morder el mundo.

Pasó una moto
y me dejó medio loco
el brazo cosido
con nueve clavos,
el cerebro, desconectado.
 
Volví a ser niño
a punto de cumplir 3 años,
la cabeza y la lengua
olvidaron los trabalenguas
y por fin dicen la misma cosa
 
Ahora faltan los dienes
dos tornillos nada menos
con ellos dos espero
volver a alguien loco o loca
cuando vea mi boca.

Dientes, dientes.
Dientes mecánicos,
dientes biónicos,
dientes nuevos y relucientes
para comerme el mundo.
 
Como buen paciente
he sido bien pacientes,
ahora quiero mis dientes
para morderte el labio
y comerme el mundo.

Espirales y círculos

Como en la canción, bicho
sigues siendo como en la canción:
un poema unas veces escondido
y otras veces explícito.

Sigues siendo la musa
la que pone música y ritmo
la que nunca se cansa
de luchar, de buscar caminos.

Sigues abriendo la puerta
enamorada, lo sé, mamá bicho,
de esas dos partes tuyas
a ti siempre unidas con un hilo.
 
hilo que se enreda en la vida,
que florece en ellas cuando las miro.
Hilos, pasiones, y esperas,
espirales que regresan en círculos,
siempre iguales y a la vez distintos
y en ellos siempre tú, Daniela.

domingo, 10 de octubre de 2021

Mi yo y tu yo en trocitos

Tantos, tantos poemas.
¿Son tuyos? ¿Son míos?
tantos poemas que he escrito.
Ahí estoy yo, en trocitos,
ahí estas tú, en mi libro.
Libro que he leído
en tus ojos, en tus luchas,
aguas que he bebido
de tus labios y tus ríos,
de noches llenas de abrazos,
y otras que he gastado
solo...
Poemas para quitar el frio,
poemas de mi interior,
poemas de lo que no digo
de la palabras atacadas,
poemas que tú y la vida me sacan
y me hace decirte: gracias.

sábado, 9 de octubre de 2021

Ladrona de mandarinas

Escrito hace fuuu y reencontrado ahora. 
 
Para Annie
Abrazos, ladrona de mandarinas.

Ladrona de mandarinas
de ruinas precolombinas
gracias por tu compañía
por la amistad y el cariño
por perderte conmigo
en un museo de sitio.

Guarda bien las semillas,
ladrona de mandarinas,
quizá crezcan algún día
árboles con frutos de Incas.
O quizá no crezca nada,
y sólo digo tonterías.

Tampoco crecerá la distancia
y aunque te vayas hasta Australia,
a la vuelta de la esquina,
siempre tendrás una casa
abierta para una amiga,
ladrona de mandarinas.

jueves, 7 de octubre de 2021

Sarita Manuela

Sara Manuela
¡ya cuatro años!
Camino de la escuela
va Sara Manuela.
¡Cómo pasa el tiempo!
corre que vuela,
como Sarita Manuela
camino de la escuela.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Luna nueva

Mujer águila,
warmi de selvas
cambió la luna
hizo que llueva.

Mójate con ella.
Reforesta tu sueños,
besa cada gota,
fluye entera.

Días verdes,
para que crezcas
mujer águila,
con la luna nueva.

sábado, 2 de octubre de 2021

La magia

La magia en mi cabeza
esa que te asusta e inquieta
son solo un puñao de palabras,
que bailan en la pizarra
de mi cerebro y juegan
cuando soplas y las despiertas.

La magia en mi cabeza
son abrazos, son besos,
son viajes en verso
por los ríos de mi cerebro
por los bosques y las selvas
que reverdecen cuando las riegas.

La magia de mi cabeza,
no es magia, no hay truco ni chistera,
no tengo varita mágica
sólo una musa que te da las gracias,
que calla los labios y mueve las manos
y te dice lo que ellos no cuentan.

domingo, 19 de septiembre de 2021

La pregunta

Me preguntas qué me gusta
de ti, y es otra locura:
no lo sé.
Si alguna vez lo supiera,
¿dónde estaría el misterio,
dónde estaría la aventura,
dónde quedaría la locura?
¿No es cierto?
 
No me preguntes,
no lo sé,
Y no lo quiero saber.
Prefiero que fluya
y que surja así sin pensarlo
después de tantos años
con un vino y una radio, 
tal vez.
 
Y si me haces la pregunta
no encontraré las palabras,
sólo se,
que me gusta que la hagas,
y que la respuesta es tan sencilla:
mirate al espejo,
¿qué ves?

sábado, 18 de septiembre de 2021

Código morse

Samurái loco 
llamando a mujer águila 
samurái loco 
llamando a mujer águila. 
Buenos días, 
es fin de semana, 
quememos la ciudad 
la noche es larga 
así como dos búhos 
subámonos a las ramas, 
gritemos una locura 
con cerveza y pijama. 
Samurái loco 
llamando a mujer águila.

martes, 14 de septiembre de 2021

Sábado samurái

Sábado samurái
una locura donde las hay,
una indecisión
y un miedo. 

6 dólares y medio
y una amiga loca
y uno que no está cuerdo.
Uno, dos o tres,
peluqueros.
También un barbero.
 
Una promesa
una cerveza 
una noche.
las ganas de romper
el molde
y volar sin miedo.
 
"Córtate la cabeza", me dijo,
"o al menos el pelo.
Cambia de estilo,
rompe el esquema,
suéltate, suéltate el pelo,
o córtalo al cero."
 
Y en sábado samurái
sin miedo,
con moño rozó el cielo,
la sombra se quitó el sombrero
el flash le dejó perplejo,
el colibrí se llevó el premio.
 
Sábado samurái,
una locura donde las hay,
cortando cabezas,
vestidos igual
iguales con corte de pelo.
La mujer águila y el samurái,
caminan por la Coca imperial,
y saludan sacando la lengua,
y entre los árboles del Moretal,
duermen su locura al fresco.

Gelatina

Esa gelatina
inquieta y dulce
me hace cosquillas
por la barriga.
 
Mi pecho palpita
cuando la pruebo
y cierro los ojos:
la siento viva.
 
Color en las mejillas,
brillo en pupilas,
y en cada trozo
una sonrisa.
 
 

Tu locura

Tiene la toda la energía
de bosques, de ríos
de soles, Amazonía
 
Tiene la lucha antigua
de warmis sin kari,
chamanes, mujeres-guía.
 
Tiene la locura del clima
dos soles y dos lluvias
en cada día.
 
Tiene en su rostro la vida,
el latir incansable,
y la mirada decidida.
 
Me tiene mirándola
de arriba a abajo,
y de abajo a arriba,

contágiame tu locura, 
Estefanía.

martes, 7 de septiembre de 2021

Llega en bicicleta

Llega en bicicleta,
cargando los sueños
cargando proyectos
en una maleta,
vistiendo una sonrisa,
un águila, y por dentro,
la fuerza de la selva.
 
Llega en bicicleta,
las calles saludan,
y ella contesta,
por encima de ruido
sacudiendo la pereza,
gritándole al mundo
¡demos otra vuelta!
 
Llega en bicicleta,
siempre viva, siempre inquieta.
Y cuando se apaga el sol
se va y te deja:
la energía, la vida,
abrazos que no se olvidan,
bebidas que saben a selva.

viernes, 3 de septiembre de 2021

La impresora

 Me dijo que iba a hacer una demostración. Yo le miré con cara de preocupación. El hombre estaba tan emocionado, que no quería verle cuando la gente, después de la inauguración, se cansase de verle pintar y se fuera a su casa dejándole ahí solo pintando bajo los soportales del museo. Me preocupaba también el clima, por eso insistí en que se colocase bajo el soportal: me lo imaginaba sentado en un banquillo, pintando lentamente un lienzo al óleo, bajo un sol de justicia, sudando a chorro mientras el óleo se resecaba; o quizás huyendo despavorido cuando empezaba a caer algún aguacero que mojaba con gotas gruesas el óleo y lo echaba todo a perder.

Aún así, con mi preocupación y mi cara de preocupación, no le pude convencer. El día de la inauguración haría una demostración. Le pedí entonces que llegase un rato antes, para que el público que viniese a la inauguración lo viese pintar: nunca inauguramos a la hora señalada, la gente llega tarde y las autoridades políticas llegan aún más tarde que la gente. 

Él llego un poquito menos tarde que la gente. Yo ya estaba nervioso cuando asomó por el museo cargando un lienzo ya enganchado en un bastidor bajo el brazo. "Por lo menos ya trae le cuadro hecho", pensé. Luego el saludo, pidió disculpas, pidió un caballete de pintura y una mesita, y le acompañé hasta el soportal mostrándole el espacio ya preparado. Entonces, con un "perfecto", colocó el lienzo con bastidor sobre el caballete y rastrilló los dedos: estaba en blanco, vacío.

Yo me eché la mano al mentón y la retiré rápidamente al notar mi mascarilla. "¿Y ahora?", pensé. Mientras tanto el sacaba de su mochila varios pinceles y botecitos de pintura al óleo y los iba colocando estratégicamente sobre la mesa.

Miré el reloj. Faltaban 15 minutos para inauguración y ya había llegado la prensa. "Mire, -le dije-, mejor que le entreviste la prensa, luego pinta, no le va a dar tiempo de hacer mucho ahora, ya mismo inauguramos". "Tranquilo, yo en 40 minutos acabo el cuadro"

Y seguidamente cogió el pincel, lo mancho de pintura al óleo y empezó a pintar, con una velocidad inusitada un cuadro. "Voy a hacer un paisaje amazónico" Y mientras hablaba, y mientras la gente empezaba a arremolinarse a su alrededor, su pinceles se movían cada vez más rápido: ya casi estaba terminado el fondo, luego el cielo, un atardecer, luego un árbol, un árbol con hojas después, luego un río, luego la vegetación, luego dos loros... Los pinceles corrían por el lienzo como si fueran los cabezales de un plóter. Yo no podía creerlo. 40 minutos después, el cuadro estaba acabado. Se apartó a un lado y con un gesto suave saludo y empezó a lavar los pinceles en agua y a guardar las pinturas en la mochila.

- ¿Cuánto vale? - Una señora se había acercado señalando el cuadro.

- 80 dólares, promoción por inauguración.

Vendido. Recién pintado y vendido. La señora cogió el cuadro y se fue caminando por el malecón. 

- Muchas gracias por exponer mis cuadros-, me dijo-. Si venden alguno sí puedo traer más, ¿verdad?

- Puede venderlos pero tienen que esperar a que acabe la exposición. Déjeme los precios.

- 110 dólares.

- ¿Cuál?

- Cualquiera, es precio de promoción.

- ¿Cualquiera?

- Sí, estos valen todos lo mismo. A veces hago otros más complicados, que llevan más tiempo y más pintura y claro, esos cuestan más, 300 o 700 incluso, pero estos 110 está bien como promoción. 

- ¿Cualquiera? - Yo aún no lo creía.

- Miren si alguien quiere comprar alguno, mejor que me llame, yo le hago otro igualito y así no tiene que desmotar la exposición. Ahora ya se han acercado dos personas interesadas en esos dos paisajes. Ya se lo que quieren, ya tomé nota, les haré dos paisajes similares.

- Similares.

- Sí. La gente me encarga cuadros. Yo lo tengo todo acá en mi cabeza -se tocaba la frente con los dedos según hablaba- y ya yo me lo invento, es mi creación personal, no son paisajes reales ya sabe, es mi inspiración y mi creación. Así que si alguien quiere comprar un cuadro que me llame, ¿sí?

Dicho esto, se puso al hombro la maleta, se despidió y se fue en un bus urbano, con sus pinceles y sus pinturas al óleo y ese brazo de plóter que se movía en el aire según hablaba con la gente.

Yo me quedé quieto, parado, observando esos paisajes amazónicos al óleo, viendo en mi mente como aparecía rápidamente en trazos rápidos uno tras otro, miles de lienzos que se iban llenando a toda velocidad de árboles, ríos, aves, lunas, soles, montañas. Con árbol 50 dólares, con loros unos 100, un puma 180... ¿Qué le gusta? ¿Qué quiere para decorar su salón? ¿De cuántos metros cuadrados lo quiere? Y en un santiamén la impresora humana, el tipo de los brazos de plóter iba llenando lienzos de paisajes y más paisajes, idílicos, con colores chispeantes, con loros que miraban desde las ramas de un árbol el rostro emocionado del dueño que había comprado un cuadro.

No se cuántas exposiciones de cuadros de impresión a chorro de óleo se habrán creado desde que inauguramos, pero tampoco quiero pensar en ello para no tener pesadillas. Pánico me dan los salones decorados con cuadros de 40 minutos. Pero qué se yo de gustos, y qué sabrán los fabricantes de impresoras: se están quedando obsoletos, parece que hay hace tiempo que la cibernética hace lo suyo en el campo del arte plástico...

jueves, 12 de agosto de 2021

La hora de la tarántula

Cuando el reloj marca las siete,
las siete y media pasadas,
ella estira sus ocho patas,
toda de negro se viste,
poco a poco la pared escala,
se cuelga del techo, quieta y callada.
Espera a que se vaya la gente,
uno tras otro a la cama,
luces fuera, es la hora de la tarántula.
 
Un golpe sordo sobre el mantel,
doña tarántula en escena, baila
fox-trot, céili y claqué.
Ni Ginger Rogers, ni Fred Astaire,
nada supera a la señora tarántula:
vítores cantan las salamanquesas,
aplauden las cigarras emocionadas.
Bajo el foco de la libélula
sólo brilla la tarántula.
Baila mientras brilla luna,
hasta que el sol se asoma al alba
y en un pliegue del mantel se acuesta
a dormir cansada y exhausta. 

Cuando te sientes a desayunar,
ten cuidado, no la despiertes,
déjala plácidamente descansar,
que a la noche es la estrella del baile:
la hora de la tarántula.

miércoles, 11 de agosto de 2021

El perrito, la chica guapa, el aguacate y la natación sincronizada

Ese podría ser el resumen de mi semana.

Todo comenzó el lunes, porque todas las semanas, salvo para los que viven en países de la órbita anglosajona o portuguesa, comienzan siempre el lunes. Monday, monday, dice esa famosa canción.

El caso es que el Monday, osea el lunes, yo recibía a un grupito de estudiantes de la U, porque suena más fashion decir la U (niversidad), que venían a hacer prácticas pre-profesionales (decíase pasantías, pero lo de profesionales con el pre delante también está de moda, osea es fashion) al museo. El museo, para aquellos que no conozcan ninguno, es un sitio donde se pueden hacer muchas cosas: puedes aprender sobre historia, arte, ciencia y muchos otros saberes, ciencias y expresiones, puedes conversar sobre todas estas disciplinas y aficiones, puedes jugar, puedes disfrutar de un teatro, puedes escuchar un concierto, ... hoy día puedes hacer infinidad de cosas en un museo, y también hay cosas que NO puedes hacer, como por ejemplo dedicarte a tocar las obras de arte (ya estén vestidas o desnudas) Por suerte nadie manoseó las urnas antropoformas del museo (esa sería otra historia, que involucraba esculturas renacentistas, y que otra vez contaré) No l pasó nada en el museo, no se preocupen, la cosa va de pasantes. Perdón de estudiantes de la U prácticas pre-profesionales.

El caso es que después de que varios estudiantes de la U viniesen a verme U-no a U-no (o U-na a U-na) decidí citarles a T-odos a la vez para no volverme L-oco. Y como estamos en tiempos de C-OVID-19, decidí citarles a todos en la terraza exterior de la biblioteca (para los que no sepan lo que es una biblioteca...) 

Y ahí, a la biblioteca, llegaron casi puntualitos todos los estudiantes (de la U en prácticas pre-profesionales) salvo dos que no llegaron, ni puntuales ni atrasados (se entiende pero por si acaso) Todas llegaron con mascarilla, como bien manda el protocolo, menos una que llegó sonriente y maquillada (hay que causar impresión, en este caso no me atrevo a decir "buena"). Todos por supuesto llegaron con celular, y todos por supuesto no lo soltaron en todo el tiempo. No se si estaban tomando notas, o chateando, o quizá grabando la capacitación, pero celular en mano comenzó la reunión. No me quejo. Yo mismo parezco a veces un moderno inspector Gadget con el celular pegado en una de mis manos como si fuera una extensión más de mi cuerpo.

Estábamos en el interior del museo, en la segunda parte de la reunión cuando note que uno de los celulares "se movía" en manos de su dueña. Pestañeé y entorne la vista y me debí quedar mudo y con cara de tonto, porque ante mis ojos (tengo un cóctel de miopía+hipermetropía+astigmatimo, y soy el más despistado de los despistados) apareció un minúsculo perrito, tan pequeñito que cabía en en las manitas de una estudiante. No, no estoy actualizando el cuento de pulgarcito. Estaba dentro del museo, entre piezas arqueológicas, y lógicamente alguien cargaba un perrito diminuto, un proto-perro, un perro tan chiquito que parecía sacado de una novela de Richard Matheson, si este hubiese escrito El Increíble Perro Menguante. Para mi el espectáculo fue el perro. Para los pasantes, mi cara de bobo y el silencio. No supe qué decirle: ¿salga del museo? ¿busque una mascarilla para perros microbio? ¿qué se le dice a una estudiante que llegan con un perro minúsculo? ¿se le pregunta si muerde, o si tiene dientes? La madre del perro. En fin. Continué con la capacitación y crucé los dedos para que el perrito se quedase en casita en las siguientes ocasiones.

Unos días después, después de la capacitación, después de varios ultimátums, de varios mensajes de pasantes desorganizados por whatsapp, llegaron los primeros pasantes a hacer sus prácticas pre-profesonales al museo. Cuando llegaron me di cuenta de que mi "si no les queda el uniforme de la U., vengan con traje formal" era una sentencia muy vaga. La de la pupuera, el pantalón rasgado y la de la minifalda. Podría ser el título de una película de Almodóvar. Creo que todos los profesores han (hemos) perdido nuestra lucha por el "buen vestir". En nuestra cruzada (al menos la mía) para la eliminación del uniforme, que me parece algo clasista, y que impide la creatividad y el desarrollo personal del estudiante (y del empleado, etc.) hemos abierto la puerta al "cabe cualquier cosa". 

Estaba yo en mi dilema filosófico sobre si es bueno que todos/as lleven un determinado tipo de ropa, si es bueno o no el dichos uniforme, si lo mejor es que les de una credencia del museo a cada una/o, cuando el guardia de seguridad se me acerca y me dice "hay una chica muy guapa en el museo". "¿Y?", le contesté. Puso cara de no saber porqué yo le hacía una pregunta así a una aseveración para la cual la respuesta era para él muy obvia. "O muy fea, qué más da" pensé, pero no lo dije. "Si quiere a la salida le puede invitar a salir", lo que tampoco le dije. Simplemente caminé de nuevo hacia el edificio y miré de reojo al museo para ver cuál era el motivo que hacía que se duplicara la porra que llevaba el guardia. El motivo fue una de las pasantes, una de las que yo había recibido al inicio de la mañana. Me había olvidado que la cultura machista de este país hace que a los ojos de un hombre toda mujer que enseñe un centímetro de piel por encima de la rodilla o por debajo dela glotis es un objeto. "Cuando Dios creo a Adán le dotó de un cerebro y un pene, pero no le dio la sangre suficiente para usar ambas cosas al mismo tiempo", dice un chiste, y la mitad de estos debieron quedarse acá, añado yo.

En fin, dejemos a la chica guapa y al guardia de seguridad. No tenía tiempo para más análisis sociológicos. Yo había prometido a una compañera de trabajo acompañarla a vacunarse contra el COVID. Debería escribir todo un texto sobre esas asistencias mías a los centros de vacunación, y seguramente lo haré, pero de momento, sea como sea, vacúnense, por favor. El caso es que si estás inscrito como gestor cultural en el padrón del Ministerio de Cultura, y aunque hay varios centros de vacunación en la ciudad, te mandan a la ciudad vecina, que está a 45 minutos en bus. Por qué, no lo sé. Nadie lo sabe. Pero era buen plan, ir a almorzar al Sacha, conversar, pasear tranquilamente y regresar al Coca. Total, yo tarde 15 minutos en vacunarme cuando lo hice, ahora no podía ser más. No sobraba tiempo.

Para ir al Sachas hay que tomar un bus. Y para ir al terminal de buses, lo más rápido es tomar un taxi. Tomas un taxi, en cualquier parada, o en medio de la calle alzando el brazo, y zas, en un instante te lleva al terminal, de una. 

- ¿Están de apuro? - dice nuestro taxista.

- No mucho.

- Verán es que ya es hora de almorzar, y yo no se almorzar sin aguacate. Si no están de apuro, ¿no les importa que pase por casa a coger mi aguacate, verdad? Es que me lo dejé en casa y yo no se comer sin aguacate, ¿sí? no tardo es acá a la vuelta.

- No...

No nos lo podíamos creer. El taxista giro a la derecha, dos cuadras después se parqueó en la verdea a la puerta de una casa, y mientras nosotros sorprendidos, aguantando la sonrisa provocada por el realismo mágico de esta ciudad que es como Macondo pero en la selva, el taxista bajo y corrió hacia la casa.

- Dejo las llaves puestas, ¿no se vayan, sí? Ya mismo regreso.

Nunca pensé en robar taxis... lástima que no tengo ni licencia de manejar. Tampoco nos dio siquiera tiempo de reaccionar. Al minuto nuestro taxista-que-come-aguacate, apareció con un hermoso aguacate serrano, lo puso en la bandeja junto al freno de mano y continuó el trayecto hacia el termina, hablándonos de las propiedades únicas del aguacate, de los beneficios de comer un aguacate entero todos los días, incluso proponiéndonos parar por su proveedor personal de aguacate para comprar un aguacate para que nosotros también disfrutásemos hoy de los beneficios de aguacate en nuestro almuerzo.

- Es que nos vamos al Sacha, almorzaremos allá.

- Pues se llevan un aguacate.

No compramos el aguacate. El taxista nos dejo en todo el terminal, en la misma dársena donde paran los buses. Se ve que el aguacate otorga privilegios especiales, justo unos minutos antes de que saliese nuestro bus. Gracias taxita-aguacate.

Unos 50 minutos después llegábamos a Sacha sin aguacate y un taxista (que tampoco tenía aguacate) nos llevó hasta el colegio donde ponen las vacunas, ese que está en un barrio cerquita pero a las fueras, ahí después de los postes de alta tensión, vamos ahicito nomás. No había ningún cartel que dijese vacunación, pero había varios carros parqueados delante de una de las puertas, cerca del coliseo. Algo había dentro. Vamos. Ese "algo", era más o menos media ciudad queriéndose vacunar. Era lago así como las levas forzosas para la Gran Guerra. Hasta había varios militares, con escopetón y mache en funda, vigilando el lugar. No había fila para gestores culturales, ni de ningún gremio: vacunaban a todo el mundo que tuviese cumplido los 16 años en masa.

A mi me mandaron a las gradas. Los acompañantes ya vacunados tenemos ese privilegio. Nos sentamos como patricios romanos y vemos tranquilamente la función de gladiadores en el circo. Desde mi puesto -me tocó sol-, podía ver como se organizaba un espectáculo una de cuyas participantes era mi compañera de trabajo: una columna de filas de unas 5 sillas cada una. Al frente de las sillas, 5 puestos en frente a unos técnicos con computadoras. Cada 9 minutos 5 personas se levantaba sincronizadamente y avanzaban al fila de delante. Era un ejercicio perfectamente programado de nado sincronizado. Qué elegancia, cómo se levantaban, como caminaba rápidamente, sin tropezar hasta la silla de delante, como se sentaban. Hasta el sonido del levantarse y sentarse en las sillas pláticas era armónico. Miré a un lado para ver si alguien marcaba en ritmo con unos tambores como en una galera. Qué espectáculo.

De pronto se me perdió mi amiga. La ultima vez que la vi estaba ya en primera fila, ahora había desaparecido. Resultó que la primera fila era sólo la primera parte, luego había que correr hasta la última fila de la segunda columna y nadar el segundo trecho para poder ganarse un puesto en los puestos con computadoras. Empezaba a arrepentirme de no haberle aceptado un aguacate a nuestro taxista náhuatl. Mientras el ejercito invasor seguía avanzando de fila en fila llegaron más refuerzos, tantos que no había más filas de sillas, y tuvieron que ocupar las primeras gradas. Eso provocó mi desalojo. Un coordinador, de esos importantes, porque llevan una tarjeta VIP colgada del cuello, me grito que me fuera de allí, y esperase en el graderío de enfrente. "Obedece que te dejan sin almuerzo, y no tienes ni aguacate", me dije. Desde mi nueva posición, ahora tras los tipos de las computadoras, no se veía tan bien el espectáculo, peor por lo menos no pegaba el sol. El espectáculo comenzaba a aburrir. Sentarse, levantarse, caminar dos metros, sentarse, levantarse, pinchazo, tarjeta de vacunación, y para casa. Toda una maquinara de vacunación sincronizada.

Y nosotros, sin aguacate. Vacunados, con hambre y sin aguacate. Mi "en 10 minutos te vacunan, almorzamos y regresamos al Coca" se convirtió en un par de horas de espectáculo en el circo romano-selvático. Otro taxi amarillo sin aguacate (debe ser que no están maduros) nos devolvió al centro. "¿Quieren comer?" y giro a la derecha y nos dejo en el Hotel Cicame. Tour surrealista completo. 30 años después siguen pensando que CICAME significa algo en Omagua. No quiero ni pensar qué significará MACCO dentro de otros 30 años. Este es el país donde las siglas acaban cobrando vida. Todo acaba en siglas. Si no hay siglas, no triunfa. Así que si Centro de Investigaciones Culturales de la Amazonía Ecuatoriana, CICAME, puede llegar a significar sol en omagua y dar nombre a un hotel, en este realismo mágico, MACCO puede llegar a significar...

De sol nada. El almuerzo en el Hotel CICAME estuvo pasado por agua. Después de refrescante aguacero, un bus y un taxi (ya no era hora de aguacates) nos regresaron a nuestro museo, ese donde aparecen perritos en miniatura y hay chicas guapas, por fin vacunados contra el COVID y tras un almuerzo omagua en el CICAME (sin aguacate)

lunes, 19 de julio de 2021

El perrito

Era un perrito tan chiquito
que cabía en las manitas
de una estudiante perdida
en su mundo y en el mío,
donde la señal no dice nada
sobre la salida o la entrada
de animales de cuatro patas,
ni de aquellos que usan dos
y a viente y pico años
siguen caminando a gatas.

Un tren

A mi madre, cómplice de lecturas y de libros viajeros.
 
Tren de libros,
tren de cariños
de traqueteos sobre raíles,
brazos de acunan,
y traen sueños
en prosa o en verso,
ficciones y cuentos
viajando en sobres,
de labios a labios,
marcando el camino
donde la página aguarda
a que sigas leyendo.
Donde los labios pronuncian,
donde los oídos escuchan:
"Gracias, un beso".

domingo, 18 de julio de 2021

Aguacate

Viaje en taxi
aire acondicionado
primera clase.
Dos turistas
y un taxista
ellos sin prisa,
y él con hambre
hablando náhuatl:
"denme un chance
no me demoro
por favor no se bajen,
sólo recojo 
mi aguacate".
 

jueves, 1 de julio de 2021

La Conchinchina

Me pongo a intentar escribir un poema. Digo intentar porque llevo un mes atascao. Y escribo la palabra conchinchina. Es de esas palabras que nuestras madres, la mía y creo que todas, utilizaban tanto cuando éramos pequeños que se me ha quedado grabada en la mente. Conchinchina, perdón, porque ante la duda la busco y resulta que es nombre propio, sí, existe, y está en Vietnam, osea que realmente está a tomar por saco. El nombre real es Cochinchina, al menos en español, porque en vietnaminta no me atrevo a pronunciarlo y, coloquialmente cuando se usa para decir que algo está lejisimos, ahí donde Cristo perdió el poncho (o aún más lejos porque creo que a Vietnam no llegó) se escribe Conchinchina, así con una n de más para despistar y que no la encontremos, o para no enfadar a los vietnamintas. Vaya usted a saber.

El caso es que me sorprende encontrar la Conchinchina en el mapa y pruebo suertes y escribo "estoy en tableta", y ahí el buscador es el que se queda perdido y me muestra un montón de resultados sin pies ni cabeza, y me dan ganas de decirle, "mira Google, si te lo escribiese mi madre, dejarías de preguntar y sabrías la respuesta". Los buscadores de internet no son perfectas. Las madres sí. Punto y aparte.

La verdad es que me hubiera gustado averiguar también que "tableta" es algún lugar recóndito y perdido (no saben que ganas tengo ahora de ir a la Cochinchina en algunas vacaciones, sacarme una foto y mandarla a los amigos diciendo, "estoy en la Conchinchina") pero parece que tableta es y será siempre la cocina, la sala, el tendal, o cualquier otra habitación de la casa que todos sabemos donde está antes siquiera de preguntar. 

Estos días mientras busco la rima para el poema (siempre acaba viniendo sola, y normalmente de madrugada) le preguntaré a mi madre de donde viene eso de "estar en tableta". Si alguien lo sabe, por favor que lo escriba en los comentarios del blog. Yo, de momento voy a ver cómo se hace para llegar a la Cochinchina sin que en la agencia de viajes me manden a la mierda cuando pida un viaje hasta allí.

domingo, 16 de mayo de 2021

Al partir el pan

Cómo ir ahí donde le mataron.
No se me ha perdido nada ahí.
Ni muros, ni lamentos.
Ni sangre en el desierto.
Tierra de tentaciones,
de hombres y mujeres
vendidas al diablo, y al dinero
-que es lo mismo, valga el caso.
Cómo ir ahí, a esa tierra maldita
llena de soberbia y orgullo,
dividida durante milenios,
donde matan al que mira al otro,
a que comparte y parte el pan
y lo ofrece diciendo hermano.
Por eso, por eso le mataron.
Por hacerles ver que la tierra,
la tierra no es suya ni de ellos
que todos somos iguales
como iguales son los granos
que hacen el pan con que nos alimentamos.
No, no quiero ir donde le mataron.
Le quiero recordar, aquí, ahora, vivo,
sentado en mi casa, partiendo el pan,
con la puerta abierta, diciendo
hermano, hermana, shalom-shalam,
Inshalá, y si nosotros queremos también,
paz en la tierra, y entre humanos.

La tierra prometida

Nazis israelitas
caminando por el desierto
asesinado a sangre fría
los ojos bien abiertos,
a niños dormidos,
a mujeres y abuelos.
 
Es la venganza de siglos,
la ira de un pueblo,
que olvidó sus mitos,
que los convirtió en leyes,
haciendo dioses a humanos,
para sojuzgar pueblos.
 
Cuánta sangre derramada
para fertilizar el desierto,
y la tierra cada vez más seca,
sólo huesos, polvo, viento.
Cenizas que lloran sobre él,
vidas que en hornos ardieron,
caen sobre la tierra reseca
clamando al cielo.
 
No me creo que clamen venganza,
la tierra prometida para ellos
y para los demás un escupitajo:
las sobras de opulentas cenas;
sazonadas de odio y desprecio.
Creo que acogen con abrazos,
a las víctimas de este odio ciego,
y lloran al ver a los suyos:
mercenarios codiciando oro y plata
haciendo negocios en el templo.

sábado, 15 de mayo de 2021

Tarde de lluvia

Sólo una foto,
un instante de tarde.
Le pido a la lluvia
que pare,
que quiero mojarme
en otra lluvia,
en otra parte.


 

miércoles, 5 de mayo de 2021

Extraño

Que quería decirte algo
algo así como que te extraño,
que está extraño estos días el río
y mis pies extrañan el camino,
que lleva en la tarde a tu casa.
 
Extraño la lluvia en mi cara,
y mis oídos extrañan las palabras,
extraño oír tu voz hablando,
extraño los breves abrazos
en los breves "hasta mañana".
 
Extraño tu prisa despeinada,
la mesa contenta y desordenada, 
extraño las flores del escritorio,
te extraño, sí, te extraño más que todo,
cuando pienso en todo y en nada.

sábado, 1 de mayo de 2021

Te guardo la selva

Te guardo la selva
hasta que vuelvas:
gotas de lluvia 
en una botella,
todo el verde del bosque
destilado en ellas.
Un tejido de canoas
en la ribera,
el sol ardiendo en la tarde,
sobre las aguas quietas.
El canto de los pájaros
en nidos de oropéndolas,
los monos curiosos
de mirada inquieta.
Infusión de guayusa,
olores a hierbabuena
Elixires mágicos,
moldeados con greda,
rostros eternos
espíritus de la floresta.
hombres que son del río,
y mujeres que son de tierra.
Te guardo la selva
hasta que vuelvas.

Lista de prioridades. 1 de Mayo

Primero trabajo,
trabajo con contrato,
es decir, empleo.
Y un empleo digno
con su digno salario,
que alcance para lo básico:
una casa y una familia,
un futuro y unos ahorros,
y tiempo libre para gozarlos:
ocho horas de trabajo
y merecido descanso,
descanso remunerado.
 
Primero trabajo,
firmando entre iguales,
sin terceros o cuartos,
Seguro, trabajo,
y trabajo con su seguro,
con derecho a sindicato,
con derecho a un Estado
que represente a todos
no sólo a unos cuantos.
Primero los trabajadores,
después, mucho después,
los bancos.

domingo, 25 de abril de 2021

Tía Corrito

Tía Corrito
que toca la guitarra,
que canta y hace teatro,
que hace pan en casa
y queso de afuega el pitu.
Te escribe tu sobrino,
el despistado y olvidadizo,
el que caminaba dormido,
para decirte que sí que está,
que no se ha ido.
 
Anda medio enamorao, parece,
medio perdido,
entre libros y arqueologías
y otros chismes antiguos,
y cuando escribe lo hace verso,
que no llegan a endecasílabos,
que a veces no riman,
pero que guardan cariño,
como esté que te regalo,
querida tía Corrito,
con un beso y un abrazo,
de sobrino olvidadizo,
que recuerda las témperas
el bloc que le diste de niño,
y Érase dos veces el Barón Lamberto,
Doña Pito Piturra,
y otros tantos libros.
Quizás ellos tienen la culpa
(ellos, y una tía maestra)
de todo este desvarío,
de esta cabeza de poeta
que no ha olvidado ser niño,
y que cuando baja de la luna
se acuerda y escribe:
Querida tía Corrito:
...

viernes, 23 de abril de 2021

Día del libro 2021

Léete un libro,
léeselo al viento,
al que está lejos
triste o contento,
a ese que dijo:
"para estar contigo
sólo hace falta un verso".
Léete un libro,
léelo junto al río
a la sombra de un árbol,
no esperes a mayo,
a una tarde sábado,
haz una pausa en el trabajo
hoy 23 de abril,
acércate hasta ahí
donde la luz es clara,
abre la ventana
y salta del nido,
vuelva en las alas
de un libro.

Érse una vez un libro

¡Érase!
¡Érase una vez!
Érase una vez un poema,
o quizá un cuento,
¿Érase una historieta?
Érase lo que se era:
érase un papiro,
un pesado pergamino,
o una tabla de arcilla,
érase... ¡maravilla!
un libro:
un mundo para ser leído,
un mundo para ser soñado,
una vida para ser contada,
un presente y un mañana
pasiones jamás confesadas
al oído
sólo al papel, y a unos labios,
érase un beso silábico
convertido en palabras.
Erase un rompecabezas,
de jeroglíficos o letras,
aritméticamente ordenadas,
para desatar emociones,
de futuros o tiempos pasados,
de ciudades o países lejanos
y volverlas eternas
cada vez que pases las páginas,
y a la sombra de un árbol,
las leas.

Simlitudes

Quise escribir un verso
pero salió con un b grande,
más grande que el universo.
Bueno, no tanto,
en letras, sólo caben cuatro,
así que escribí un beso.

martes, 20 de abril de 2021

Dulces sueños

Bebes de sueños,
bebes de libros.
Tus labios palabras,
tu ojos mundos
aún no descritos.
Bebes de sueños,
bebes de libros,
no pueden alcanzarte,
no pueden encerrarte,
bebes de libros,
bebes de sueños,
mundos sin dueños.

lunes, 19 de abril de 2021

Traficante de sueños

 Nunca la vi tan cargada. Parecía un sherpa camino del Himalaya llevando a cuestas tres bultos, tres fardos enormes. Estaba parada en la vereda, indecisa: cruzar la calle o tomar un taxi. Me acerqué y le dije:

- ¿Te ayudo?

Ella sonrió sorprendida y me dijo:

- No, no es pesado. Gracias.

- Insisto-. Y tomé dos de los bultos que cargaba en su brazo, sorprendiéndome por lo livianos que eran- ¿Vas muy lejos?

- Unas cuantas cuadras, hasta el termina de buses.- Me dijo.

Agarré bien los dos bultos con mi mano derecha (pesaban realmente muy poco, comparados con su tamaño) y caminamos a buen paso por la vereda esquivando puestos de venta y transeúntes, mirando de reojo un cielo que amenazaba con llover. Caminábamos en silencio, absortos en la prisa. Yo no podía dejar de pensar en esos enigmáticos bultos, me mordía la lengua por preguntar, pero nunca he sido buen conversador.

- ¿Y a dónde vas? - Avancé a articular por fin.

- A Quito. - Contestó ella mientras esperaba a que cambiase el semáforo. - ¡Vamos!

- Es un viaje largo.

- Sí.

- ¿Vas en bus? (no debí preguntar algo tan obvio.)

- Sí. - dijo ella con una sonrisa al ver mi sonrojo. - ¿Vas bien? ¿De verdad no pesan?

- ¿Esto? - Contesté alzando los bultos con un sólo brazo- No, no. Sólo son un poco grandes, pero no pesan.

- Podemos tomar un taxi.

- No, de verdad, ya falta poco y no pesan.

Era verdad que no pesaban. Dos fardos negros, como llenos de paja o algodón. Yo seguía con la incógnita pero no me atrevía a preguntar. Unos minutos después ingresamos al terminal de buses y posamos los bultos y el equipaje en el piso mientra buscábamos la boletería.

- Andén 7.- Dijo la mujer de la boletería mientras devolvía el boleto sellado.

- Listo. Muchas gracias, -me dijo me dijo mientras me daba un abrazo.

- Espera, te ayudo a meter todo esto en el bus.

El maletero estaba medio lleno cuando llegamos. Se colgó el bolso de mano del hombro y entregó la maleta y los bultos al ordenanza. -Ponga estos bultos arriba, por favor, que no se aplasten- dijo.- Ahora sí, llegó la despedida. Cuídate, nos vemos en unos días.

- ¿Puedo... puedo preguntarte algo? -le dije mientras subía al bus. Ella me miraba con divertida curiosidad desde la escalera de entrada. - ¿Qué llevas en esos bultos?

Rió y bajó del bus.

- Mira. - me dijo mientras abría un poco uno de los bultos - Wayusa. Ten, te regalo.- Y me entregó un pequeño atado de hojas de Wayusa.

- Wayusa... - Dije sorprendido.

- Wayusa. Tranquilo, no es droga, no me van a detener.

- ¡Pero tanta!

- Tengo muchos sueños que repartir. Mucho que soñar para que se haga realidad. Otro abrazo. Sueña tú también. -Me dijo mientras me abrazaba de nuevo y subía al bus, rumbo a Quito, cargado toda la energía de la selva con ella.

A la mañana siguiente la tetera silbó anunciando que la infusión de wayusa estaba lista. La destapé y vi en su interior la hojas cocinadas de wayusa entre el agua de color café. El aroma y el sabor me recordaron a ella, cargada con su fardos y su sonrisa; y despertaron los sueños, sueños dormidos que despertaban dispuestos a hacerse realidad.

viernes, 16 de abril de 2021

Reflejos

Selvita, ¿dónde está la luna?
En lo alto, en el cielo.
Selvita, ¿por qué me mira la luna?
Busca en ti su reflejo.
Selvita, ¿por qué tiene manchas su rostro?
Son colores de sonrojo.
Selvita, ¿dónde nacen los sueños?
En tus ojos de brillo argénteo.

lunes, 12 de abril de 2021

Don Sánchez

El proceso es sencillo: primero sopla el viendo haciendo sonar las hojas de los árboles. Después todos los pájaros vuelan para refugiarse tras las ramas y se quedan quietos y en silencio. A continuación la gente, salvo algún despistado, corre a las casas y suspiran aliviados cuando están bajo techo. En ese momento comienza el siguiente acto con o sin trueno: comienzan a caer gotas de agua del tamaño de un garbanzo poco a poco, aumentando la velocidad hasta que resulta imposible contarlas y el estruendo sobre los tejados es tal que cesan las palabras y la música y todo se vuelve una película de cine mudo. Justo cuando las gotas alcanza su velocidad máxima las puertas se cierran con un tremendo portazo y las hojas de las ventanas comienzan a golpearse como si estuvieran dando palmadas en un baile frenético. Luego viento sopla huracanado, despeina todos los árboles y doblega a las palmeras y finalmente aparece Don Sánchez.

Es parte del juego mágico de la lluvia en la selva, o quizá producto de un barómetro estropeado. Nunca lo sabré. Sólo se que cuando el aguacero torrencial está a punto de arrancar de cuajo los árboles y el tejado, entonces, llega Don Sánchez. Llega a paso lento, abriéndose camino entre la lluvia, calado hasta los huesos, con un celular en una mano y la otra en su rostro, apartándose el agua que cae a chorro para poder ver la pantalla y llamar a alguien para que baje y le ayude a descargar los bultos que trae en el balde de su camioneta.

Alguien valiente sale a su encuentro, sin paraguas, porque se necesitan las dos manos, para saludar a Don Sánchez y para descargar rápidamente todos los bultos antes de que se convierta en pedazos de un cake borracho. Primero hay que soltar el plástico que tapa el balde sin que se vuele hacia los cielos, luego hay que cargar frenéticamente los cartones hasta un lugar seco. Cuando los cartones ya están a salvo y los demás bien mojados, calados como Don Sánchez hasta los huesos, comienza el delicado y nervioso proceso de abrir todas las cajas de cartón y comprobar -evidentemente- que el cartón es permeable y se han mojado algunos productos.

No pasa nada, dice Don Sánchez, en el próximo viaje los repondrá; en el próximo aguacero los cambiará por otros nuevos que se volverán a mojar y comenzará de nuevo el proceso. Creo que a Don Sánchez le gusta trabajar en bucle. Él es así: baja de los andes, sólo cuando llueve, y nunca consigue entregar el cargamento en buenas condiciones. Tienta a la suerte, pero la suerte no se deja tentar. Ese es Don Sánchez, el incansable batallador contra los elementos atmosféricos, el hombre de los calendarios que huele a lluvia, de los termos que llegan llenos de agua, de los folletos de hojas pegadas y los tirajes interminables para cambiar los ejemplares mojados por unos secos que se mojan por el camino.

Don Sánchez. Me admira su paciencia, su humildad y su buen hacer, y su perseverancia. Don Sánchez que llega siempre con la lluvia, envuelto en el aguacero, y luego se va cuando amaina la tempestad dejando una funda o un canasto de frutas: un arcoiris.

domingo, 11 de abril de 2021

Mashiku

Te trajo la selva
y el corazón mashiku,
a ti, y a tu sonrisa
y tus labios rojos
y tu mirada viva.
Y la prisa caótica
como la lluvia encima
de los árboles y helechos
donde te refugias, mashiku,
donde el tiempo termina
y con el sol y canto de pájaros
otra vez comienza.

Mashiku, en la hamaca
te miro y admiro:
la calma y la tormenta.
Gracias por estar despierta
por dejarme caminar contigo,
por compartir este río,
de luces suaves y dulces,
colores y reflejos, mashiku
que saben a los sabores,
de ese tiempo nunca perdido.

Mashiku...
Me pusiste este nombre,
éste que yo ahora te digo
como tú a mi con cariño,
tú que aprendiste a decir los nombres
propios de los seres vivos:
mayu, inti, sacha, pishku.
Vives en los cerros,
y en las selvas y en los ríos,
y en mi corazón que dice
Ñuka kanta munani,
llakishka mashiku.

lunes, 29 de marzo de 2021

La belleza

La belleza
también está en el piso,
en cada paso,
en los peldaños
que bajan al río.

Cuadros que deja lluvia,
poemas en el camino.


 

jueves, 25 de marzo de 2021

Aguas de viejas

Si te arde el estómago,
si sientes que falta algo,
si no estás de ánimo,
pon agua a hervir. 
 
Cuando el agua esté contenta,
cuando la veas hacer piruetas,
saltando y hablando risueña, 
cuando la escuches reír, 
 
toma una taza vacía,
un poco de hierba luisa,
vierte el agua encima, 
y bebe sin quemarte la nariz. 
 
Sorbo a sorbo se irán las penas, 
las prisas y las carreras, 
y con el alma serena
plácidamente podrás dormir.

lunes, 8 de marzo de 2021

Día Internacional de la Mujer Trabajadora, 2021

Que hoy no es fiesta,
no recibas los besos,
recibe sólo las manos
que cierran los dedos
en un puño que marcha
con los pies sobre el asfalto
a tu lado, sabiéndose tu hermano,
tu igual, tu camarada y compañero,
defiende con él tus derechos
en el hogar y en el trabajo,
no olvides nunca el largo camino:
las voces de hermanas luchando,
durante siglos, por tus derechos.
Y piensa en el futuro labrado,
y también en el futuro soñado,
con pan y rosas, y con besos,
pero esos que se dan en la calle,
que no se esconden el gineceo.

No recibas hoy los regalos,
ni tampoco los besos,
Recibe sólo el trabajo,
recibe el reconocimiento,
de aquel que reconoció sus errores
y hoy lucha a tu lado.

viernes, 19 de febrero de 2021

Febrero eterno

Este mes que es el más corto,
el breve, el truncao, el mocho,
el más pequeño, el piccolo,
este año se ha vuelto loco:
¡a la mierda los veintiocho! 
él quiere tener cincuenta como poco,
no se acaba el muy bobo,
quiere ser el único mes, él solo,
dura ya tres año, de pronto
los días no pasan, las horas tampoco.
¡No salgo de mi asombro!
estoy que me lo como,
estresado, febril, nervioso,
agotado, encerrado, ansioso,
arrugado y gastado como un cromo.
Por favor cambiemos ya de tono,
que venga marzo y de un soplo
le aparte de una vez del trono.
Mes idiota, me tiene hasta el gorro:
ya no me salen las cuentas, me equivoco.
¿Año trisiesto? ¡Estafa y robo!
¡Que lo manden al calabozo!
Que alguien llame al Coco
y se lo lleve por malo revoltoso.
Mi cara pasa del azul al rojo,
el queso se ha puesto mohoso
y aún me faltan un verso, ¡es el colmo!
veintiocho, ¿lo oyes? ¡veintiocho!

martes, 16 de febrero de 2021

Creo que me equivoqué de disfraz

Mi uniforme de parada
grueso y de manga larga,
casi camisa antibalas
parece cota de malla.
 
Sólo me falta la lanza,
el yelmo y la armadura,
y un corcel negro
para entrar en el torneo.
 
Ya oigo los vítores, los aplausos,
ya ondean los pendones
y las trompetas al viento
escuchen: ¡juglares, trovadores!

Pongo mi lanza en ristre,
¡adelante rocín, al galope!
Siento el corazón en el cogote,
nada se nos resiste.
 
El sudor bajo la malla,
y en el rostro, no veo nada,
el caballo relincha y salta,
golpea el peto mi lanza.
 
Tremenda lid, ¡que acometida!
me he caído de la silla,
menos mal que estaba
sentado en la oficina.

lunes, 15 de febrero de 2021

MicroCoca # 15: El fantasma en la puerta

Cuando llegué a la oficina ella ya estaba allí, en el escritorio del fondo, con la mirada y la cara oculta tras la pantalla de la computadora portátil; no podría decir si buscando algo o escondiéndose.

Encendí la luz del despacho y dice un "buenos días". Con un gesto, alzó la mirada de la pantalla, como sorprendida por el repentino amanecer y contestó un tímido buenos días. La miré fijamente unos segundos y me senté en mi escritorio, pulsé el botón de encendido de mi computador y esperé los ya habituales 5 minutos para que arrancase del todo.

"La pasante..." pensé con cierta pena mientras aparecía los iconos del escritorio. Llegó apenas 10 días antes, un lunes de mañana sin avisar, como suele suceder con todo lo que llega de la mano de la señora burocracia, y fue un auténtico alivio: en los días en que las actividades aumentaban y se duplicaban, en que la lista de prioridades y la agenda de eventos aplazados crecía casi a cada hora, la pasante fue lo mejor que podría pasar: unos días de aprendizaje intensivo, y el resultado una persona más en el exiguo equipo. No sería perfecto, pero su ayuda era más que valiosa en los días de la locura amazónica que se avecinaban: miles de eventos para celebrar un día que iba a dejar exhausta a hasta a la misma pacha mama.

Y ahí estaba, concentrada en ese computador, empequeñeciéndose cada vez más.

- ¿Necesitas algo? - le dije.

- No, tranquilo, ya tengo todo... Estoy preparando para imprimir.

- Bueno, si necesitas algo, me dices, - conteste y me senté frente a mi computador, también preparándome para empequeñecerme y ser tragado por la pantalla y las tareas inacabables.

Estaba escribiendo algún correo a velocidad frenética, en total concentración psíquica, cuando sentí una presencia a mi derecha. Alcé la vista, miré a un lado y ahí estaba ella, como una sombra, mirándome, en silencio.

- ¿Necesitas algo? - le pregunté.

- Me dicen que tú tienes uno de los afiches, Alvarito.

Me encantan las pasantes que transmiten los mensajes literalmente, hasta con diminutivo. Sonreí, minimicé en la pantalla mis correos apurados, y me puse a buscar el afiche faltante. "Gracias", dijo ella unos minutos más tarde y volvió desaparecer tras la pantalla del portátil. Yo me encogí de hombros y regresé a mis correos urgentes, dándome cuenta que tenía que irme rápidamente a la biblioteca, a supervisar la lectura de la tarde, luego cruzar por el museo para organizar los turnos, y a continuación bajar por la sala temporal, donde el Mateo-que-no-tiene-pasante, fumaba nervioso y caminaba de un lado para otro. Miré por la ventana a la sala y pensé "Si no bajo ahora, este no muerde de COVID, pero lo mata el tabaco". 

Primero la biblioteca, el libro para esta tarde. "Revísenlo. No, no se peleen por leer todos de ese libro, que haya variedad. Revísenlo que ya vuelvo". De pronto esa extraña sensación, como si alguien me estuviese observando. Alce la cabeza del mar de libros, y allá, atravesando la puerta de la biblioteca, al fondo del pasillo, en el umbral de la puerta de cristal, estaba ella otra vez.  La miré un rato en silencio, parecía una imagen de una esas películas de terror japonesas, el aro, o Ju-on, y comencé a caminar lentamente hacia ella. Ella comenzó a caminar lentamente hacia mi. Ese rostro oculto por la mascarilla me ponía aún más nervioso. Nos encontramos a mitad del pasillo.

- ¿Buscabas algo?

- No. Estoy esperando a que me impriman las invitaciones. Están ocupados en la otra oficina. 

- Busquemos otra impresora.

- La copiadora de acá mancha.

"Sí, la copiadora de acá mancha, y suena como una matraca", pensé pero no lo dije. Suspiré y comencé la búsqueda de la impresora correcta acompañado de mi pasante fantasma. Digo la búsqueda porque si la impresora grande mancha las hojas, la impresora pequeña no tenía tinta y la impresora pequeña número dos, se tragaba las hojas de cinco en cinco, y claro, se empachaba y luego ya no quería imprimir más. Pobre impresora. Y pobre pasante y pobre yo y... 

- Mira, tendrás que imprimir de una en una. Ponte en esta otra compu, que no se porqué ahora no se enciende... Olvídalo. Usa mi computadora. Claro que tendrás que caminar un poquito porque está al fondo de la oficina. Pones una hoja, vas a la compu, le das imprimir, luego retiras la hoja y pones una nueva y... Olvídalo también. Vamos a ver quién te puede ayudar porque si no las invitaciones saldrán después del evento y así como que no sirve.

"Mierda de impresoras y mierda de técnico y ... ". Y mi querido co-curador, el que fuma, me mira nervioso desde el patio exterior con los ojos grandes no se si por el tabaco o la desesperación. Le contesto con la seña de "espera un rato", esa que ensayo todos los días por la noche cuando aparece el mudo en bicicleta que recoge arqueologías (si, sí, lo han leído bien) y me voy en busca de una ayudante de impresión. Cuando encuentro a alguien, dejo a la pasante lidiando con una impresora nostálgica que quiere ser multicopista (qué tiempos aquellos) y por fin bajo a la sala temporal.

- ¿Qué te parece? 

Madre mía del amor hermoso. La instalación de las lanzas indígenas parece un montaje dadaista. 

- Bueno... No es exactamente así... - comienzo a decirles.

- Es que como no bajabas, yo dije, buenos, probemos hasta que baje el Álvaro, pero ya cambiamos, que de museo tú entiendes, yo sólo ayudo, y si está un poco raro verdad, sí, ya vamos a cambiarlo...

Aún no sé como puede fumar, hablar, ponerse la mascarilla, subirse a la escalera, tomar fotos a las lanzas, y un etc. etc de cosas a la velocidad del rayo, pero él lo hace. Yo soy más lento -santa paciencia- y empiezo a desmotar la escultura móvil dadaista y empiezo a diseñar un montaje más lógico. Estoy enredado entre hilo naylon, hojas secas, y chambira, intentado darle forma a la exhibición cuando vuelvo a sentir esa presencia en el aire. No puede ser. No. Miro hacia abajo desde la escalera y allí está ella, mi pasante favorita, sería, muda, en la puerta de la sala temporal. Bajo y camino hacia ella.

- ¿Conseguiste imprimir?

- Sí. Necesito una guillotina... para cortar las invitaciones.

Menos mal que dijo para cortar las invitaciones. Empezaba a sentir un sudor frío en la nunca. Nunca más, nunca más vuelvo a ver esas películas japonesas, lo juro.

- Claro, coge la de la biblioteca, llévensela a la oficina y que te ayuden a cortar y meter todo en sobres. ¿Ya tienes los membretes?

- Aún no...

- Bueno, tranquila, poco a poco. --Camino con ella de vuelta a la oficina. Quiero revisar el taller de impresión y maquetado, los libros de la biblioteca y diez cosas más.

La bibliotecaria se ha pasado diez pueblos y ahora tiene lectores para diez días seguidos, pero mejor eso que nada, el taller de impresión funciona a las mil maravillas gracias a la pasante (que es lo mejor que nos ha pasado) y hasta la secretaria está tan emocionada que va a leer ¡El libro que yo he elegido! Miro el reloj. Todavía me da tiempo. Si me escapo 15 minutos, voy a casa por otro libro. Todo está en marcha. Todos caminando solitos. Las lanzas ya parecen lanzas, la gente ya viene a leer, las invitaciones ya mismo está siendo repartidas. Es la mía. Me voy 15 minutos.

- Alvarito.

No puede ser. Me paro en seco con un pie en la escalera del edificio, giro la cabeza lentamente y ahí esta ella, mi pasante favorita, seria, inexpresiva, casi en silencio, en el umbral de la puerta.

- Di... dime.

- Se bloqueó la computadora. Su usuario. Está con clave. Quiero imprimir los membretes.

Menos mal, respiro tranquilo y sonrío y voy a la oficina, y le pongo la clave y retomo a mi plan de escape. ¿Llegaré a casa? Practico mi saludo para mudos una vez más con la gente de la exposición y salgo disparado. 15 minutos de reloj más tarde estoy de regreso al museo, sonriente, cansado pero sonriente, con un ejemplar de La Jangada de Julio Verne, dispuesto a leer, a montar lanzas, a imprimir el mundo, a...

No puede ser. Ahí, ahí está. Justo en la puerta de exposiciones temporales. A punto de decir algo, buscando algo, esperando por algo. Me acerco lentamente otra vez, otra vez ella se acerca lentamente a mi.

- ¿Algún problema? - le digo.

- Ya acabe todo. Le di las invitaciones a Miguelito. Ya está todo. ¿Me quedo o me puedo ir? Me dicen que mañana es feriado...

Por primera vez la miro con calma a la cara. Está nerviosa, y cansada, creo que en algún momento de este día de locos estuvieron a punto de salírsele las lágrimas. Sonrío y maldito a esta pandemia y estas mascarillas que ocultan las sonrisas, esas que parece un abrazo y que dicen, "tranquila, descansa, y muchas gracias. Y perdón por haberte dejado sola en este lío tremendo, en todas estas prisas... no siempre somos así, pero hay días que este museo pierde el norte. Por suerte siempre conseguimos que aterrice bien, gracias por todo".

Le doy las gracias, y le digo que sí, que puede irse, y que mañana no tiene que venir, que puede participar en los eventos como público, que invite a las amigas, o a la familia. Que se cuide, que disfrute del carnaval después. Y se va, en silencio, igual que vino, mirando el celular como caminan todos los adolescentes de estos días, con ese miedo del primer trabajo o las primeras prácticas que todos alguna vez sentimos. La pasante. El fantasma en la puerta de ese día loco, que no se cómo comenzó pero que empieza a florecer gracias a los espíritus de la selva... Gracias Pacha Mama.

domingo, 14 de febrero de 2021

Días salvajes de Amazonía

Días salvajes de Amazonía,
días sin tregua, noches exiguas.
Días donde se acabó el tiempo
dónde el único descanso del cuerpo,
es un sueño con los ojos abiertos.
 
Días salvajes de Amazonía,
reniegan a ser los últimos días,
donde los últimos pueblos,
ocultos entre las raíces del ceibo,
unen la tierra y el cielo.

Días salvajes de Amazonía
de antiguas urnas y vasijas,
días con forma de cuentos,
crónicas de antiguos viajeros,
por selvas de misterio y poesía,
 
Días salvajes en celuloide,
días al ritmo de acordes,
el del chamán en trance,
días de frenéticos bailes,
fundiendo lunas y soles.

Días salvajes, días virtuales
manteniendo viva la Amazonía.
Días donde cabe todo:
lo efímero, también lo eterno,
y los espíritus de puro fuego,
en estos días salvajes.

Nos debemos un carnaval

Nos debemos un carnaval,
una máscara con sonrisa,
un viaje sin prisas
hacia un río en la selva,
hacia una playa y el mar.

Nos debemos una lluvia
que nos pinte todos los colores,
que borró la realidad.
Un aguacero de fiesta,
que nos haga vibrar.

Nos debemos un carnaval,
reír como si fuéramos niños,
conversar y volver a conversar
hasta que se nos sequen las ropas,
y se vuelvan a mojar.

Nos debemos tantas cosas:
palabras, viajes, miradas... 
Reservemos cualquier semana,
no lo pensemos más:
nos debemos un carnaval.

sábado, 13 de febrero de 2021

Los mutantes

 Narizotas. ¡Qué cantidad de narizotas! Nunca me había fijado, hasta que llegó esta pandemia en el tamaño de la nariz de un porcentaje muy alto de la población: ¡tienen un tamaño de naso tal, que no les cabe bajo la mascarilla y tienen por ende que llevarlo asomando por encima de ella!

Increíble pero cierto. Uno sale a la calle y eso como si un ejército de pinochos saliesen por doquier. Pinochos maléficos, además, porque uno se acerca para hablar con ellos y tiene la sensación de que esa aguja fuera a picarle a uno en un ojo, atravesando inclusive los dos metros de distancia que marca el protocolo, sin comentar el aire -vaya usted a saber si contagiado o no-, que sale por los oficios de semejante trompa. 

Uno no puede dejar de increparles y recordarles que cubran su napia con la mascarilla, pero ellos reniegan y ponen mil escusas: que no pueden respirar, que se tragan directamente todo el monóxido (sic) de carbono (estos son los que tienen un tubo de escape en el rostro), que por ahí no sale ningún virus (ahora que lo pienso, había una especia animal que respiraba por poros de la piel, deben ser parte de esa línea de la evolución) que sólo por la boca salen los virus (por favor explíquenles la diferencia entre decir malas palabras y un microorganismo, no lo tienen claro), que la mascarilla les viene muy justa,... Es increíble la cantidad de excusas. Hay para todos los gustos.

Y claro, mientras se excusan, uno no puede apartar la vista de semejante protuberancia. Es como la cabeza de la serpiente que le hipnotiza a uno. Hay que ser fuerte y pestañear dos veces para olvidarse de tan tremenda nariz. Érase un hombre a una nariz pegada. La descendencia de Góngora ha sido una de las más fecundas de la historia, oigan.

Hijos de Góngora acomplejados. Pensándolo cabalmente, creo que sufren de algún trauma infantil no superado: en algún momento se sus vidas se cubrieron con una mascarilla y alguien les gritó: ¡Cara de tirachinas! Me lo puedo imaginar. Están de psicólogo. O de cirujano plástico, según, porque hay algunas que necesitarían varias sesiones en el diván...

El caso es que aquí estoy yo. Pensando como habría hecho Carlo Collodi para escribir Pinocho en Pandemia, dispuesto a escribir a los chinos que hacen mascarillas como churros (y que deben ser todos chatos) para que hagan un modelo XXL, o que inventen algún tipo de mascarilla-condón para todos aquellos de sufren de priapismo nasal. Porque más allá de cuestiones estéticas, sufro por el miedo al contagio. Si por nariz de tamaño normal salen x metros cúbicos de aire, por una nariz de tamaño superlativo salen... No quiero ni calcularlo. Ya estoy temblando.

Por favor, hagan algo. Si no nos vacunan, hagan descuentos en cirugía estética, sancionen a los narizotas: ¡amputación de nariz para que el que la saque en público! Y actúen ya. Estos narigudos actúan como mutantes con filtros N95 en lugar de pelos dentro de sus narices, pero nada ha sido probado científicamente, y esas historias de ciencia ficción siempre acaban mal.

¡Que le corten la nariz! gritaría la reina de ajedrez de Alicia estos días. ¡Manda narices, otro contagiado más! dicen los médicos. Miren, por favor, a mi también me gusta la música de Franco Battiato, pero sólo la música. No se hagan fans acérrimos hasta el punto de agrandarse el naso. 

Tápense la nariz. No me importan si la llevan doblada bajo la mascarilla, seguro que también se puede respirar de lado. Háganlo por el bien de todos. No recuerdo bien cómo es que se contagia el virus, lo tengo en la punta de la nariz... Ah, sí, a través de la respiración. Háganse un favor, hágannos un favor, usen bien la mascarilla. Gracias.