El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

lunes, 19 de abril de 2021

Traficante de sueños

 Nunca la vi tan cargada. Parecía un sherpa camino del Himalaya llevando a cuestas tres bultos, tres fardos enormes. Estaba parada en la vereda, indecisa: cruzar la calle o tomar un taxi. Me acerqué y le dije:

- ¿Te ayudo?

Ella sonrió sorprendida y me dijo:

- No, no es pesado. Gracias.

- Insisto-. Y tomé dos de los bultos que cargaba en su brazo, sorprendiéndome por lo livianos que eran- ¿Vas muy lejos?

- Unas cuantas cuadras, hasta el termina de buses.- Me dijo.

Agarré bien los dos bultos con mi mano derecha (pesaban realmente muy poco, comparados con su tamaño) y caminamos a buen paso por la vereda esquivando puestos de venta y transeúntes, mirando de reojo un cielo que amenazaba con llover. Caminábamos en silencio, absortos en la prisa. Yo no podía dejar de pensar en esos enigmáticos bultos, me mordía la lengua por preguntar, pero nunca he sido buen conversador.

- ¿Y a dónde vas? - Avancé a articular por fin.

- A Quito. - Contestó ella mientras esperaba a que cambiase el semáforo. - ¡Vamos!

- Es un viaje largo.

- Sí.

- ¿Vas en bus? (no debí preguntar algo tan obvio.)

- Sí. - dijo ella con una sonrisa al ver mi sonrojo. - ¿Vas bien? ¿De verdad no pesan?

- ¿Esto? - Contesté alzando los bultos con un sólo brazo- No, no. Sólo son un poco grandes, pero no pesan.

- Podemos tomar un taxi.

- No, de verdad, ya falta poco y no pesan.

Era verdad que no pesaban. Dos fardos negros, como llenos de paja o algodón. Yo seguía con la incógnita pero no me atrevía a preguntar. Unos minutos después ingresamos al terminal de buses y posamos los bultos y el equipaje en el piso mientra buscábamos la boletería.

- Andén 7.- Dijo la mujer de la boletería mientras devolvía el boleto sellado.

- Listo. Muchas gracias, -me dijo me dijo mientras me daba un abrazo.

- Espera, te ayudo a meter todo esto en el bus.

El maletero estaba medio lleno cuando llegamos. Se colgó el bolso de mano del hombro y entregó la maleta y los bultos al ordenanza. -Ponga estos bultos arriba, por favor, que no se aplasten- dijo.- Ahora sí, llegó la despedida. Cuídate, nos vemos en unos días.

- ¿Puedo... puedo preguntarte algo? -le dije mientras subía al bus. Ella me miraba con divertida curiosidad desde la escalera de entrada. - ¿Qué llevas en esos bultos?

Rió y bajó del bus.

- Mira. - me dijo mientras abría un poco uno de los bultos - Wayusa. Ten, te regalo.- Y me entregó un pequeño atado de hojas de Wayusa.

- Wayusa... - Dije sorprendido.

- Wayusa. Tranquilo, no es droga, no me van a detener.

- ¡Pero tanta!

- Tengo muchos sueños que repartir. Mucho que soñar para que se haga realidad. Otro abrazo. Sueña tú también. -Me dijo mientras me abrazaba de nuevo y subía al bus, rumbo a Quito, cargado toda la energía de la selva con ella.

A la mañana siguiente la tetera silbó anunciando que la infusión de wayusa estaba lista. La destapé y vi en su interior la hojas cocinadas de wayusa entre el agua de color café. El aroma y el sabor me recordaron a ella, cargada con su fardos y su sonrisa; y despertaron los sueños, sueños dormidos que despertaban dispuestos a hacerse realidad.

No hay comentarios: