El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 29 de diciembre de 2012

Tamyankariun

Daisy mashipak, kuyaywan.

El sol brillaba con fuerza en lo alto del cielo. Sus rayos calentaban y secaban poco a poco los campos, los arroyos, y los labios de las personas, cada vez más temblorosos y faltos de esperanza. El verano, extendía sus dominios más allá de sus propios meses y amenazaba no irse nunca.
Con una expresión de incertidumbre en su rostro, miraba el yucal próximo a la casa. Su pelo, lacio y negro, cubría a medias su rostro, tostado por el calor del sol durante treinta veranos. "La cosecha se va a echar a perder este año", pensó. El campo estaba seco. El río bajaba sin fuerza, apenas acariciando la tierra. Apartó su vista de la ventana y observó con cariño su vientre, mientras lo acariciaba con ternura. Se había movido.
¿Cuántos, cuantos meses iban ya? Ya faltaba poco, lo sabía, lo sentía, y ese sentimiento le llenaba de alegría y miedo: tanto, tanto tiempo había esperado a esa hija, ahora por fin llegaba, pero ¿por qué ahora? ¿por qué en este tiempo de incertidumbre, de sequía, en el que parece que la esperanza se secaba como se secaban los labios y la piel bajo el fuego del sol de un verano eterno.
Rucumama, siempre ocupada, siempre tranquila, se acercó a su lado y le acarició el cabello:
-Ama manchay, ama wakay. Tamyankariun, tamyankariun...

Los días pasaban lentos, el sol brillaba con fuerza marchitando poco a poco el verdor perenne de la selva. El trabajo parecía haberse vuelto monótono, los pies le dolían y se sentía cansada; en esos momentos, algo en su interior se movía, recordándole que pronto, habría cambios en su vida. Ella, empujada por ese coraje que sólo las madres tiene, continuaba cargando un peso que llevaba con alegría, intentado adivinar el futuro leyendo a través del polvo que cubría carreteras y caminos, de regreso al hogar cada día, siempre pensativa, mirando a través de la ventana de un bus, o de la casa.
-Tamyankariun, tamyankariun... -las palabras de rukumama resonaban en aquellos momentos de incertidumbre, eran un eco sabio que le devolvía de vuelta a la realidad... y la esperanza, sí. la esperanza.

Y el futuro llegó. Fue una noche oscura. Se despertó sobresaltada, sintiendo un dolor nuevo y conocido a la vez en su vientre. Un dolor bueno que le habló en sueños con la voz de rukumama "Rikchariy, rikchariy, uktalla"! El viento, fresco, soplaba con fuerza moviendo los tules del mosquitero, haciendo sonar las hojas de los árboles como campanas que anunciaban una nueva.
La casa se llenó de pronto de vida: luces que se encendían aquí y allá, unos pies que corrían silenciosos trayendo agua caliente, compresas, unas manos cálidas y fuertes, que le cogían con amor de sus manos, unos labios suaves sobre su cabello y su frente, una vida, que se asomaban con fuerza a través de otros labios, esos que también hablan de amor y de vida. De pronto, un último grito, un llanto, un trueno. Una nueva vida, descansaba en los brazos de mamá con los ojos entreabiertos a un nuevo mundo, a la vez de unas débiles gotas de lluvia comenzaba su repiqueteo en el tejado para convertirse poco a poco en un aguacero, inundando los campos de nueva, renacida esperanza.
-Rikuychikchu? Tamyanmi!- Rukumama contemplaba a la recién nacida, mientras comenzaba a cantar una canción que sonaba a lluvia y era tan antigua como la lluvia misma.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Luz de esperanza

A orillas de un mar en calma,
en un desierto cubierto de luz de luna,
en la selva tropical bajo la lluvia,
en los campos cubieros de nieve blanca;
surge una luz.

En grandes edificios en las ciudades,
en casas humildes de barro y caña,
junto al pastor y el rebaño en las montañas,
entre las rejas y muros de las cárceles;
surge una luz.

En los tristes ojos del desamparado,
en las cálidas manos del que comparte
su casa, su mesa, su suerte,
en las manos cerradas del avaro;
surge una luz.

En la mesa vacía del pobre,
en un corazón repleto de amor,
en aquel que siente un dolor
y para sanarlo su puerta abre;
nace Jesús.



...Feliz navidad a todos...

¿Prácticos o humanos?

Son las nueve y cuarto pasadas. He llegado temprano a la ciudad para hacer papeleo. La última vez me tomó medio día obtener el certificado, así que prefiero ser precavido. Llevo todos los papeles listos, lo primero, al banco a pagar la tasa, que seguro que ya está abierto: rápido sin problemas. Camino en dirección al portal donde esta la oficina oficial a la que voy... 24, 26, 28... he llegado. Me sorprende encontrarme con un local nuevo, en la planta baja, con una puerta automática de cristal tras la cual se encuentra una minúscula sala de espera: una decena de las típicas sillas-banco, un tablón de anuncios colmado de información, una máquina expendedora de turnos y su apéndice: la pantalla de luces rojas donde van desfilando los turnos. No hay nadie, eligo mi opción, sale mi turno impreso en papel y casi al instante sale mi número en la pantalla de letras rojas. Por otra puerta automática de cristal entro en una oficina más o menos grande, dividida en multitud de puestos de atención independientes, separados entre ellos por biombos de cristal traslúcido de media altura, todos con su ordenador, su impresora, su teléfono y su componente humano.
-Buenos días, vengo por un certificado -no se porqué me molesto en decirlo, pues ya lo sabe, el sistema le a transmitido la orden que yo elegí al poner mi dedo en la máquina de turnos-.
-Déjeme los papeles y su DNI.
Se lo entrego todo. Los mira, teclea. Sale un papel, le da la vuelta y lo vuelve a introducir en la máquina. Descuelga el teléfono y dice directamente "necesito una autorización". La impresora se demora más de lo normal. Comentario al uso y mirada nerviosa al usuario que espera. Pocos segundos después:
-Aquí tiene su certificado.
-¿Esto es todo? ¿No tengo que hacer nada más?
-Eso es todo.
-Gracias.

Salgo del local un tanto incrédulo. Camino por las calle un tanto desconcertado, miro el relog y empiezo a pensar qué hacer. ¡15 minutos, a lo sumo me ha llevado unos 15 o 25 minutos el trámite, si sumo el tiempo que estuve en el banco, y eso porque la cajera del banco estaba ocupada cuando entre! ¿Y ahora qué hago? Yo contaba con echar la mañana en la ciudad... y encima ahora parece que quiere empezar a llover.
Decido aprovechar, y, a pear de la lluvia caminar un rato por la ciudad... el centro es peatonal, hay edificios antiguos, la catedral... si se pone a llover, corro a la estación de bus y leo un libro. Mientras paseo, pienso en la última vez que hice el mismo trámite. En la misma ciudad, más o menos a la misma hora, pero hace 4 años. Entonces la oficina estaba en un primer piso o una entreplanta, me costó encontrarla porque el letrero en el portal del edificio no se veía bien desde lejos. Una vez dentro, en un piso, un recibidor con un enorme mostrador de madera, tras el, varios funcionarios trabajando en diversas mesas y dos llendo y viniendo del mostrador, atendiendo a las personas. Se va la persona que estaba delante de mí y un simpático hombre de mediana edad, pelo gris, jersey camisa de cuadros asomándole por el cuello, me pregunta que quiero.
-Un certificado.
-¿Un certificado? A ver, déjame los papeles, el carnet... Ah, veo que ya fuiste el banco. ¿Y el certificado, para qué lo quieres? -No tiene necesidad de preguntar eso, está en los papeles, pero le gusta dar conversación-
-Me voy al estranjero, a Ecuador, de voluntario.
El hombre sonrie.
-¿Voluntarío? ¿Y voluntario en qué exacatamente?
-Me voy de profesor a la selva.
-¡Vaya hay que ser valiente!. Se de la vuelta y se pierde entre las mesas. A los pocos minutos aparece con mi certificado.
-Toma ya está. Ahora tienes que irte al tribuna a que te pongan la apostilla. ¿No eres de aquí verdad? Mira, está cerca de aquí, sales por la puerta y a la derecha todo recto. Es un edificio antiguo, ese que tienes en la foto en ese cuadro.
El hombres señala un cuadro en la pared de la sala. Recién me doy cuenta de que la oficina está decorada con cuadros con fotos de varios edificios históricos de la ciudad. Conozco algunos, incluído el que alberga el tribunal.
-Gracías, sí, creo que ya se donde és.
-Bueno, que te vaya bien, y suerte.

Dí con el tribunal rápido. Vaya edificio. Un antiguo palacio que ahora alberga dentro oficinas públicas. Es una buena manera de mantener edificios patrimoniales. Un guardia civil estaba abosrto sentado al lado del escaner de seguridad. Le saludo y empiezo a vaciar mis bolsillos de monedas, llaves, el móvil. El guardia sonrie:
-Déjalo, déjalo. ¿Donde vás?
-A que me ponga la apostilla en este certificado
-Venga pasa, en el primer piso, justo aquella puerta entreabierta de allí. -Señala con el dedo al segundo piso, justo enfrete el escaner de seguridad, al otro lado del patio cubierto que ocupa el centro del edificio.
En la oficina de las apostillas, me reciben los papeles y me dicen que vuelva al día siguiente. Le explico que vengo de fuera, y que le agradecería mucho si me lo pueden entregar hoy.
-Hoy... El secretario está en una reunión... Bueno, vente después de la una.

Salgo del edificio un tanto molesto. Son así como las 10 y media de la mañana y tengo que esperar ¡hasta la una! Ya me tocó almorzar en la ciudad. En fin, no quedaba otra. Pasee, miré escaparates, revolví en una tienda de discos, comí algo, y a la una pasé a recoger mi certificado sellado, que ya estaba listo.

Hace cuatro años maldije a aquel secretario que debía firmar apostillas velocidad de una a la hora, y volví a quejarme, una vez más, de la maldita burocracía. Hoy, añoro a aquellas personas tan tradicionales, tan humanas, tan españolas quizás, qué, quizá se demoraban un poco más en dar los papeles, pero le hacían sentirse a uno como en casa. Y sin embargo, siento también que me atrapa alguno de los tentáculos de la vida práctima y me dice "pero lo que importa es el certificado, ahora es automático, imagínate que te hubieran hecho esperar un día entero".
Camino por rápido por la calle rumbo a la estación porque parece que la lluvia quiere arreciar, mientras mis pensamientos, dan vueltas sobre cuál modelo de atención es mejor, el de ahora o el de antes, para desparecer ante la preumra del aguacero y la hora de salida del autobús.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Fue hace mucho tiempo

Un leve zumbido casi imperceptible recorría la habitación. El sistema estaba conetctado. El cuarto esperaba, tranquilo, las órdenes de su maestro. Las paredes, el techo, el piso, emitían la diáfana luz blanca de la espera.
Jorge entró el cuarto con aire cansado, absorto en si mismo, ausente del cuearto, se sentó en el sillón reclinable que esperaba vacío en el centro de la habitación. Se dejó recostar léntamente sobre él, la cabeza en apoyada en el respaldo y las manos sobre los brazos articulados del sillón. Poco a poco, el sillón fue reclinándose hasta quedar casi horizontal. Uno suabes guatnes recubrieron las manos de Jorge mientras un caso plástico flexible se ajustaba suavemente a su cabeza. Cerró unos segundo los ojos, aunque sabía que no era necesario. ¿Qué sería hoy? Su mente penso y eligió: bosque, río, naturaleza.
En unos instantes estuvo caminando por la orilla de un río en un bosque, escuchando el sonido de los insectos y los pájaros. Le encantaban las salidas a la naturaleza, sentir las hojas, el viento, el agua del río fresca en sus pies. Unos días iba al desierto, otros a la tundra, otros aunas altas montañas nevadas. Su mente le llevaba y le traía. Otras veces caminaba por antiguas ciudades y civilizaciones pasadas, pero sus viajes favorios eran a la naturaleza. Pensaba que era así por fue esa la primera experiencia que tuvo, cuando, siendo a penas un bebé de unos meses, conectado al sistema de sus padres, había descansado en un lecho de frescas hojas cercano a un río. Desde entonces, esos paseso por la naturaleza, especialmente por un río en el bosque, habían sido sus favoritos. Recordaba como, en la escuela, cuando aprendía a manejar el sistema, y el profesor les invitaba a viajar a distintos lugares, tiempos y realidades, él siempre cerraba los ojos y dejaba que el pensamiento del blosque y el río fluyese en él; para enfado del profesor, claro.

Llevaba ya aproximadamente dos horas caminando porla orilla del río, empezaba a sentir cierto cansacio agradable y un poco de hambre: era hora de regresar. Se sentó tranquilament en la orilla, comenzó a acariciar una hoja seca de arbol, luego la solto, se recostó, cerró los ojos, y a los pocos segundos su pensamiento quedó en blanco. El sistema leyó su pensamiento y le devolvió a la realidad.
Descansado, Jorge se levantó del sillón y salío lentamente del cuarto. Su apartamento, como todos de la ciudad, era un cubo dividido en varias habitaciones cuadradas de mayor o menor tamaño. Entró en la cocina. Las luces parpadeantes del horno le indicaban que la cena ya estaba lista: abrió la puerta y sacó una bandeja individual que colocó sobre una pequeña mesa que había pegada a una de las paredes. Automáticamente, un asiento surgió de uno de los extremos de la mesa. Jorge se sentó y comenzó a comer lentamente. Se quedó pensativo unos segundos mirando la blanca pared de la concia. ¿Por qué la había cambiado a blanco? Parecía un quirófano. Se levantó, tecleó en una pequeña pantalla táctil a un lado de la puerta y al instante la cocina quedó pintada de color azul con motivos de hojras y flores amarillas. Así estaba mucho mejor.

Terminada la cena, depositó la bandeja sobre el aparato lavaplatos y salío de la concia dejando tras de sí el leve zumbido de los electrodomésticos. Era ya tarde. Entró en el dormitorio, encendió únicamente la luz de la cabecera de la cama, se quitó el traje autoajustable, se cambió de ropa interior, arrojó toda la ropa usada por la abertura del departamento de limpieza, y se metió en la cama.

A las 7:00 el zumbido del desperdador le sacó de su descanso. La luz del dormitorio eraahora cálida e intensa, pero sin molestar a la vista.. Se levantó y fue directo al baño contigüo, se dió una ducha, se puso un nuevo traje autoajustable y se dirigió a la cocina. El desayuno estaba ya listo, apuró el capfe´, se levantó, colocó todo en el aparato lavaplatos, recogió su ID, y salío de la casa.

La gran galería 95-J tenía hoy un color extraño. La luz del techo era un tanto anormal. Debían estar haciendo alguna corrección en el filtro solar ultravioleta. Indiferente, caminó unos pasos alfrente y espero a que se detuviese el siguiente monorail que recorría la avenida. Como si fuese un ritual, decenas de vecinos se fueron ubicando a su izquierda y derecha, esperando.
Por fin llegó el monorrail. Jorge ocupó su asiento, y se sentó indiferente con la mirada perdida. Cinco paradas después, caminó a un ascensor, descendió 7 plantas y tomó otro monorail hasta la avenida 82-W. Entró en las oficinas del Registro Ciudadano Universal, deslizó su ID por el lector de la puerta de personal, la cual se abrió automáticamente, y caminó hasta su puesto: 778-I. Cada puesto era un pequeño cubo de cristal traslúcido con una cómoda silla y una gran pantalla táctil que cubría todo un lateral del cubículo. La pantalla táctil detectó las huellas dactilares de Jorge e inició el sistema.
Había ya varias peticiones de información de distintos ministerios y empresas. Comenzó poco a poco atenderlas. Llevaba ya una hora trabajando cuando empezó a tener problemas con varias fichas de ciudadanos de la serie XJR: le llegaban datos fragmentados. Despues de mucho teclear, logro completar prácticamente todas las fichas. Dejó un mensaje para el servicio de mantenimiento sobre errores en el servidor A76WY2, y las fichas incompletas en turno de espera. A los pocos segundos la ficha correspondiente al sujeto JW0087657422, empezó a parpadear resaltada de color rojo. Por lo visto, la información de ese sujeto era muy urgente. Chequeó los avisos del servicio técnico: aún no había confirmación sobre el estado del servidor. No obstante, intentó de nuevo recabar la información del sujeto. Nada, imposible, sólo mensajes de error del servidor.
Reportó la incidencia y sigió trabajando. La luz roja parpadeó de nuevo a los pocos minutos: JW0087657422-URGENTE. Ahora la orden venía directametne del coodinador general de su sección. Jorge entró en el chat y explicó personalmente los inconvenientes. A los pocos minutos recibió la respuesta:
CONFIRMADO. SERVIDOR DAÑADO. REPARACIÓN EN 16 HORAS. NO OBSTANTE, INFORMACIÓN JW0087657422 DEBE SER ENVIADA AHORA. ACUDA ARCHIVO 1008-P. PRIORIDAD ABSOLUTA.

Ya le había sucedido antes. Servidor dañado, acceso a microfilms originales. Le llevaría unos 15 minutos de monorail llegar hasta el archivo. Buscó la dirección del archvivo en la pantalla y comprobó que 1008-P no arrojaba ningún resultado en el directorio de archivos de microfilms. Introudjo la referencia en el sistema de búsqueda avanzada. A los pocos segundos, la pantalla pidió su identificación dactilar. Solía suceder en caso de datos con cierta confidencialidad especial. Colocó su mano, y al instante vió la dirección del archivo: AVENIDA 16-A. Estaba algo más lejos de lo que imaginaba. De hecho, nunca antes había descendido por debajo del nivel 30. Sin más esperas, cerró sesión en el sistema y se dirigió al monorail.

Cuando llegó a la avenida 16-A le llamó la atención la poca actividad de personas y el escaso tráfico de monorailes que habia en ella. Sebajó del monorail en la puerta 1008-P. Ubicó su ID en el lector y entro. Se sorperendió al encontrarse sólo con una pantalla táctil y una puerta de seguridad cerrada y sin lector de ID. Colocó su mano en la pantalla táctil. A los pocos segundos aparecieron en la pantalla las instrucciones:
PASILLO 5, FILA 18, EST. 3, CARP. 2-II. Clasificado 1663, microfilmar y llevar microfilm a 1623-M.
Pulsó en Ok, y un pequeño escaner de microfilmar surgió de una gaveta empotrada en la pared de la izquierda. Al retirar el aparato, la puerta de seguridad se abrió.
Jorge se detuvo unos instantes en el umbral. Aquello era... un archivo con documentos originales, sin microfilmar. Creía que todo habia sido microfilmado hacía muchos, muchos años. Entró con cierto nerviosismo. Nunca había manejado documentos, nunca había microfilmado nada, auqneue era obvio que el funcionamiento del aparato era bien sencillo.
Aquello era algo diferente: tener que caminar entre aquellos estantes repletos de carpetas selladas... Sentía una sensación extraña, un miedo... ¿Miedo a qué, a documentos antiguos? se dijo a sí mismo. Llegó a su destino: Pasillo 5, Fila 18, estante 3, Carpeta 2-II. Sintió que la mano le flaqueaba mientras tomaba la capeta. La abrió lentamente, con miedo a dañarla o a que algo extraño hubiese en su interior; extrajo con cuidado el expediente y empezó a microfilmarlo. La tarea resultaba facil: las hojas plásticas estaban en buen estado. Le pareció chistoso encontrarse con esas hojas. Aquel efímero invento de las hojas plásticas sintéticas como sustituto del papel: lo habia estudiado en clase de historia en la escuela... Que estupidez: sólo por no saltar directamente y de una vez por todas al mundo digital: no había ya árboles, no había papel, y se les ocurrió inventar las hojas plásticas. Sólo unos renegados retrógrados podían haber inventado eso, y por eso duró tan poco tiempo la tontería.
De repente, al pasar las hojas, una pequeña funda plástica se desprendió de una de las hojas. Se agachó a recogerla y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo cuando vió us contenido: hojas, pétalos del flores, secos, guardados ahí durante... ¿cuánto, 200 años o más? Todo el mundo sabia que no había plantas de hacía siglos, a nadie le importaba ya, pero... Sintió una sensación extraña. Y si... porqué no... Lentamente abrió la funda, sacó una de las hojas secas y empezó a acariciarla. se estrmeció, sintió un nudo en su garganta y empezó a llorar. Cientos, miles de veces había viajado en el sistema al bosqu, habia tocado, sentido, saboreado las hojas, las flores, verdes, secas, las había arrancado con sus propias manos..., pero el tacto de aquella hoja seca consu mano le transmitía algo más, era, era, ¿más real? ¿Cómo podía ser? ¿A caso no era perfecto el sistema? Y sin embargo, el tacto, el olor de aquella hoja...
Vació el contenido dela funda, y, se sentó en el suelo, tocando, oliendo, pasando por su rostro y sus laios aquellas hojas y pétalos secos mientras las lágrimas le caían por el rostro.

Las estrellas

Hay algo mágico en las estrellas
me lo pregunto esta noche mientras las miro
y siento como un aire especial entra en mi
y se me erizan los pelos del cuerpo
y sueño llegar alto y volar y ver gentes
que como yo viven y sueñan despiertos.

Hay algo mágico en las estrellas
ahora estoy seguro mientras las miro
y siento como mis penas
mis despesperos diarios y las cadenas
que me encierran en un mundo opaco
se rompen, y libre vuelo, y pienso
que nada es imposible, no hay quimeras.

¿Es esa la magia de las estrellas,
abrir nuestra mente a lo imposible
al tiempo cambiante que no rigen
las matemáticas y el hombre,
donde las penas a nadie afligen
que risa y llanto son parte
de la vida que eterna centellea.

Y me pregunto entonces porqué
no miramos todas las noches a las estrellas
si ellas son el aliento de nuestros sueños
si ellas hacen posibles utopias
y nos llevan a volar más alto que ellas.
Veo entonces a un hombre
abosrto en si mismo, encerrado
en cuatro paredes que dicen perfectas
enciende luces y construye techos
ensombreciendo con su arrogancia
la luz de las estrellas.

En las ciudades, en barrios muertos
y silenciosos, o en lugares llenos
del bullicio de muscia y coches,
en noches de mil colores, de neon
y otros gases oscuros y no tan nobles
el hombre ya no sueña, hoy solo
construye ficciones con lodo
que una lluvia ácida borra cayendo
desde unas nuves oscuras que ocultan
la luz de la luna y las estrellas.

El hombre abre paraguas, de acero
y telas sintéticas, y trabaja con celo
para mantener en pie un mundo
construido a su imagen y semenza
y a él vivo dentro, cambiando tuercas
aprentando tornillos, donde la ley cuadrada
sólo sabe de cifras y recursos
y a borrado del diccionario la esperanza.

Sin embargo arriba a un quedan
unas gotas de esa verdad eterna
esperanza centelleante que las estrellas
guiñando los ojos a un lazan
a una tierra poblada de criaturas
que su cabeza alzan y avanzan
demasiado orgullosos y ocupados
sin darse cuenta de que la meta
no es ser más altos y brillantes
que las estrellas, sino caminar alegres
alumbrados por la luz de luna

Y que los sueños descansan
sonrientes en una cuna
o en besos que sacia la sed
de dos labios que se juntan
cubiertos de polvo de estrellas.

Tiempo ordinario

(Debió aparecer hace varios días, pero un rayo quemó cierto aparatito y nos volvió a dejar incomunicados en medio de la selva. No me quejo, estuvo bien desconectar una semana... La madre naturaleza sigue siendo sabia y cuidando de sus hijos.)

Si hay algo que define la alimentación en este país, y sobre todo, en el internado donde vivo, es el arroz. Arroz, arroz, arroz. Tres veces al día para no olvidarlo. Arroz con pollo, arroz con frijoles, arroz con lentejas, arroz con salchicha, arroz con huevo, arroz pasta y atún, arroz con leche... Las convinaciones son infinitas, y, aunque el acompañante cambie, la base es siempre la misma: arroz, lo quieras o no. Este país parece producir más arroz que petróleo, y gran parte de la producción la consumen las 200 personas que viven conmigo en el internado.

Es todo un ritual, una dieta especial que crea adicción, a veces yo bromeaba diciendo que era como maná del cielo, porque cuando falta los muchachos están tristes, y cuando les sirven bien, comen y se inchan de arroz, sonrientes y ansiosos. Ahora me parece que es más como una droga, blanca como la coca, o como el petróleo antes de ser refinado y mezclado con otras sustancias.

Hoy día, si no hay arroz, no hay comida, y así, pasan las semanas y acabamos viendo La vie en blanc, con perdón de Edith Piaf, y camaradería con aquel estudiante de chiste que se iba a estudiar a Noruega y acaba viendo caer "mierda blanca". Acá, es un misterio que no caguemos de color blanco y que no suframos de estreñimiento crónico. De vez en cuando, levanto mis posaderas del trono, y observo mis heces y sonrio: "todavía son marrones sigo siendo humano", contento de no ser un grano de arroz pensante.
Quizá sea que sufro manía persecutoria con el arroz. Mi cerebro da y da vueltas e inventa una y otra vez chistes y otras lucuras múltiples con arroz. Si en el Popol Vuh el hombre era de maiz, acá dios debió crear al hombre a base de arroz. Lo escribo con minúsculas porque este dios, es, según mi parecer un dios moderno y por lo tanto menor e ingénuo, aunque se las dé de importante. Si echamos la mirada atrás, o a la dieta de los indígenas cuando vuelven a sus casas, ellos sólo comen yuca y plátano verde (que por cierto son más nutrivivos que el arroz) Así que nuestra dieta blanca debe ser parte de una conspiración creada y urdida por los magnates de las piladoras de arroz de la costa en complot con la administración y las cómodas cocineras del internado. Sí esa debe ser la verdad. O más o menos.
Nos quieren cambiar la sangre por arroz. Dentro de poco iremos a misa y la ostia será de arroz. Seguro. Ya hay pan de arroz, pasta de arroz. Siento sudores y la cara está igual de pálida que el arroz. Empiezo a ver granitos blancos entre mis heces. Donde quiera que voy, me sirven arroz: "déme un pollo asado para llevar". Y el tipo del asadadero me da un pollo y unas funditas de arroz como acompañante. "Este, no, no quiero arroz, quédeselo". Y entonces me mira como si le estuviera insultando o yo estuviese loco. Siempre es así: entro en una chifa (restaurante chino) y busco un plato sin arroz: ¡tallarines con verduras a la plancha! ¡perfecto! En unos minutos la camarera, que es china de verdad y a penas chapurrea español, me trae un humente planto de tallarines con brócoli, zanahoria y demás verduras; una montaña que no voy a ser capaz de terminar. No he acabado de masticar el primer vocado, cuando la camarera regresa y me deja un plato rendondito con una montañita de blanco arroz. Nunca antes me había atragantado comiendo pasta con verduras.

En verdad, es casi imposible encontrar un plato sin arroz en este país. Lo único que -de momento- siempre sirven sin arroz, es la pizza. Por eso, cuando esta semana me encargaron la cocina (me tocó cocinar para los diez que somos en casa cuando se van los internos) decidí hacerle la guerra al arroz. "¡No entrará un grano en mi cocina!" grité bien firme. "¿No vas a concinar paella?" me preguntaro "Paella y pa'el", como decían martes y trece, contesté. ¿Por qué a los españoles nos toman siempre por comedores de paella, bailaores de flamento y aficionados a los toros? España es algo más que Andalucía y Valencia. No nada de paella, nada de arroz. Fuera el arroz por una semana.
Casi lo consigo. Casi. He tenido a todo el personal a base de cremas de verduras, verduras cocidas, ensaldas, y carne o pescando al horno, y casi, casi sin arroz. Casi porque después de un día sin poner arroz, todo el mundo empezó a mirarme con ojos de corderito, que luego se convirtieron en ojos ansiosos de adicto, y, por compasión con el hermano y amigo, acabé sirviendo arroz. Eso sí, contraté a un "arrozólogo" para que lo cocinase y lo dejé solo, en una olla en medio de la mesa, como a un ser extraño. Por eso, a pesar de las presiones, estoy contento de haber podido con el arroz durante una semana.

Fueron unos días bonitos y divertidos en la cocina, picando y pelando verduras, y esperando a ver las caras de extraña sorpresa de los comensales. Ahora ya me quitan el gorrito de cocinero y el mandil, cierran la cocina de la casa y me manda a sentarme en el comedor del colegio. Se acabó la fiesta, llegó el tiempo ordinario. Sin que nadie me lo diga, puedo leer el menú de los próximos viente días: ARROZ CON...

La musa



Cuando la musa me habla para escribir, mi cuerpo me dice que no. Que ya se acaba el día, que tome notas y me vaya a dormir. Un día nuevo me dará, triste engaño de la cordura mental y futura, la oportunidad, el tiempo preciso y la mente clara para escribir. Pero es todo engaño, pues en la lucidez del día mi musa no está.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Inventando...

Algún profesor dirá que este estudiante es un zoquete. A mi me parece inteligentísimo.... Alguien con tanta imaginación tiene que ser alguen muy especial... Claro que, como nosotros seguimos empeñados en meter a todo el mundo en cajitas, perdemos la esencia en el proceso.
(ver imagen - clic para agrandar)

Pedagogía tradicional

¡Ala, castigado, me copias cien veces "no debo irme al baño sin pedir permiso antes al profesor"!

(cerebro del alumno trabajando mientras el profesor le riñe...)

Resultado del método: ver imagen (clic para agrandar)

lunes, 12 de noviembre de 2012

Adiós a la piratería

Así es, ya me cansé de andar por páginas raras buscando lo último y además gratis. Alguno de mis amigos me llamará tonto y se reirá de mí, pero ayer, después de un tiempo pensándolo me decidí: adiós a todo el software pirata, a todos los programas de pago crackeados, pirateados, modificados, etc.
Prácticamente todas las personas que conozco, desde que empecé a estrebillar en esto de la informática, usan programas piratas, ya sea el sistema operativo, los programas de ofimática, de grabación de dvds,... la lista es larga. Parece como si sólo hubiese un fabricante de estos programas, como si sólo existiese Microsoft Office, o Nero, o el Photohop, al menos esa es la impresión que se le queda a uno: son los programas más usados, más conocidos, y por ende, los únicos. Así que, si no tienes plata para comprarlos, rebuscas y rebuscar por internet hasta que encuentras una versión crackeada o algo similar.
Una vez que la instalas, comienzan los problemas: virus, computadora lenta, programa que "se cuelga", etc. Y de nuevo, vuelta a buscar el parche, el modo de mantener tu computadora adecuadamente.

Yo ayer ya me cansé de todos esos quebraderos de cabeza y empecé a indagar por internet. Si existen alernativas reales a Windows, gratis, y con las mismas o similares características (las últimas ediciones de Linux están pero que muy bien), tiene que haber programas gratuitos para Windows que hagan las funciones de los programas de pago. No estaba nada desencaminado. ¡Los hay, y a patadas!
Después de vistar varias páginas y leer un poco, cogí la escoba y me puse a hacer limpieza en la portatil. Os invito a hacer lo propio. Alguno me acusará de demasiado "legal". Creo que se equivoca. Si no existiesen verdaderas alternativas al software de pago, le daría la razón, pero visto lo visto, ya no hay razón para ello. (Y, además, añadiría, si se tiene dinero, y se quiere algo de verdad, rásquense el bolsillo)
Mi bolsillo no está muy voyante estos días, así que aquí dejo una página con un buen montón de alternativas gratis al los programas de pago:
Gizmo's Freeware

viernes, 9 de noviembre de 2012

Un pupitre vacío


No se si ha sido un juego infantil
de esos que dicen que no hacen daño.
Quizá ha sido un engaño
que alguien sacó de su chistera:
una falsa sonrisa y suaves manos
que ocultanban uñas de gato

O quizá fue un sitio osucro,
un conocido o un extraño
quien te apretó contra un rincón sucio
y penetró en tu secreto,
esé que aún no conocías tu misma
y que latía en tu ser, aún creciendo.

Todas mis conjeturas no sirven
para llenar el vacío que dejas:
un pupitre sin dueño en la segunda fila
una sonrisa de niña que se desvanece
un hueco en mi interior, que grita
impotente contra los golpes de la vida.

Una niña más que se va
de mujer lleva puesta un cuerpo
demasiado joven para entender el amor
demasiado joven para disfrutar del sexo;
carga su miedo de niña en los ojos
oculando secretos, ahogando gritos:
trece años y un hijo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La m con la o: mo

Estoy un tanto frustrado estos días, así que perdón si vengo a desahogarme al blog y le cuento a esta bitácora mis desesperaciones diarias. El psicólogo me enseñó que hablar con los demás ayuda, y, como aquí pocos escuchan este tipo de problemas -parece que sólo para mí son problemas- me voy a desahogar dejando que mis palabras resuenen por la web.

Resulta que trabajo en un colegio que se las da de colegio puntero en educación que busca la "excelencia académica" de sus alumnos. Eso, sobre el papel. En la práctica los resultados son bastante distintos: un fracaso escolar que llega al 50% más o menos. Cuando sacamos el tema a relucir, unos agachan la cabeza, otros se quedan mudos con la vista perdida, y, después de que alguien insiste en seguir metiendo el dedo en la yaga, todos explotan echando la culpa a esto y aquello, pero, siempre echando la culpa afuera de los muros del colegio: que los estudiantes vienen con demasiadas carencias de las escuelas, porque en estas no hay buenos profesores, que los chicos no tienen hábitos de trabajo y estudio y pierden su tiempo libre miserablemente, que harían falta más horas de clase, que los profesores que tenemos en el colegio carecen de la formación académica/ pedagógica/ didáctica suficiente; que no hay dinero, y otras respuestas similares.
La mayoría de las veces la discusión se queda en eso: una discusión de un martes por la tarde. En algunas -pocas- ocasiones, alguien, después de mucho hablar, de mucho sugerir, se para firme y dice "¿por qué no hacemos esto?" y todos se le quedan mirando como diciendo "aquí vino el listillo o el capullo que nos quiere hacer trabajar más".
Ahí es cuando a uno se le acaba la paciencia. Es como se a uno le dijesen: "los que no estudian, los que no aprenden, son los estudiantes, entonces, ¿por qué tengo que ser yo el que trabaje más duro, el que aprenda? "¡¡¡¡Pues porque tú eres el profesor pedazo de....!!!!", habría que contestar, pero uno, por decencia y buenos modales se calla y traga, se encierra en sus clases y las prepara lo mejor que puede, y se desvive para que los chicos aprendan inglés, o historia, o la materia que sea, y así, cada uno por su lado, el barco medio zozobra, medio sale adelante, sin llegar nunca a puerto, con los pasajeros vomitando mareados, y los remeros agotados y con dolor de cabeza.


Es realmente frustrante: todos estamos de acuerdo en que las cosas no funcionan, que lo que venimos haciendo hasta ahora no da lo resultados esperados, y cuando uno habla de cambios, de adaptaciones curriculares, de revisar el proyecto educativo, de introducir nuevas metodologías didácticas, de intentar algo distinto, todo el mundo se bloquea, asiente como borregos, y luego continua haciendo lo mismito que viene haciendo desde siempre: eso que no está dando los resultados deseados.
A mi no me acaba de entrar en la cabeza. Quizá sea porque siempre he sido un tanto duro de mollera, en lo que se refiere a aceptar las cosas porque sí, sin preguntar nada. Quizá por eso no encajo con los militares, ni con ninguna otra postura autoritaria. Si me explican las cosas, las hago, pero si me dicen "hazlas y calla", mi cerebro se bloquea.

Vivimos esclavos de nuestro propio error, me atrevería a decir que gran parte de las acciones que realizamos en nuestra vida son un error, pero un error que nos hemos acostumbrado a repetir una y otra vez, através de los años, de las décadas de nuestra existencia y la de los que nos precedieron, que ya no nos damos cuenta de que es un error, y lo asumimos, y repetimos como la única verdaad válida.

Si el ministerio de educación publica un diseño curricular base y dice que a los 12 años los niños tiene que resolver quebrados, no hay más que hablar. Igual da que "nuestros niños de 12 años" por circunstancias ajenas a ellos no sepan sumar o multiplicar, el libro de 8º dice en la unidad 1 "Quebrados" y quebrados es lo que les daremos, hasta que aaprendan, hasta que les quebremos el cráneo y se conviertan en dóciles borreguitos.
La m con la a, ma. Ese es el resumen de la pedagogía del lugar donde trabajo. Y si pregunta porqué, les dirán que es así como les enseñaron a los maestros: hace 30, 40 o 50 años, algún profesor les enseño a leer con la cartilla, y ellos, como si no hubiese sucedido nada a lo largo de los 40 o 50 años de sus vidas, como si ellos fuesen igualitos que los niños a los que ahora enseñan, repiten la gran enseñanza: la m con la a: ma, la m con la e: me...

... la m con la i: mi, la e con la r: er, la d con la a; da. ¿y si ahora lo juntamos todo, que da?
A lo mejor si que funciona la pedagogía de llenar la supestamente vacía cabeza de nuestros niños con lógica estúpida y miles de palabras memoerizadas con sangre, y por eso, nuestros niños son tan mal hablados desde pequeños. O a lo mejor no funciona y les estamos llenando la cabeza de el resultado de sumar todas esas letras.

Al final, supongo que como seres humanos, somos tan orgullosos y soberbios que seguimos que pasamos por esta vida creyéndonos el rey de todos los animales, los dueños absolutos de la única verdad, el único camino válido, pero sin llegar a estar, sin llegar a sentirnos nunca plenamente vivos, parte de un todo distinto y único que nos negamos a reconocer y sentir.

lunes, 29 de octubre de 2012

"Un lunes cualquiera"

Hoy ha sido uno de esos días raros que merece la pena dejar por escrito, así que dejo de lado otros quehaceres nocturnos hago lo propio.

Lunes, lunes. Me he levantado y me he vestido más lento que rápido, creo que planché el uniforme (había acto cívico, es lunes) y lo manché (justo en la entrepierna, para rematarla jugada) en algún momento entre la plancha y el desayuno y el acto cívico, al que por esperar no se qué llegué tarde, razón por la cual me perdí (¡menos mal!) el himno nacional en los 5 bises.
Creo que luego tuve reunión con el rector, pero estaba tan apurado por llegar a clase de inglés, que no estoy seguro de que hablé con el equipo directivo, y para el colmo, cuando entré en el salón de 9º a darl inglés, ¡no estaba seguro de qué había programado!, y eso que estuve todo el fin de semana programando inglés... menos mal que soy hombre de recursos....
Entre inglés y español y charlas con la secretaria y el profe de agronomía (tengo que bajar al granja después de comer, anotado) llega el almuerzo casi sin darme cuenta, y, mientras me sirvo el arroz nuestro de cada día, alguien me dice que mi celular a estado sonando varias veces en la mañana, y a mí me extraña porque quedó en mi cuarto cargando batería en un rincón al lado del enchufe, y en mi cuarto no hay señal, salvo que sea un rincón especial que yo aún no conocía, así que contesto que raro que fuese mi celular y empezamos a hacer elucubraciones, mientras que -pesadilla eterna- me parece que en mi plato no disminuye la cantidad de arroz arroz arroz...
Si había llamadas perdidas en mi movil. Incluso un mensaje de voz que no pude escuchar porque en mi recién descubierto rincón mágico para celulares, entran llamadas pero no salen (nadie, ni movistar ni la magia, son perfectos) Menos mal que el servicio spin-vox lo transcribió en versión galimatías, como siempre: (Te espero a las 8 = El perro bizcocho) Lo único que estaba claro es que decía Daniela
¿Daniela? Sí, Daniela. Creo que hace ya tiempo que le di el número fijo, y tiene mi mail, sí, y el facebook y todo lo demás, pero, Daniela llama al movil, al medio de la selva -que conoce muy bien- donde no hay señal, y se sorprende de que entra la llamda, y deja un mensaje y dice "estoy en Lago" ¿en Lago? El resto no lo entiendo, pero de pronto el día cambia de escenario y estoy sentado en los peldaños de la catedral de Lago espserando a que aparezca la Dani, paso la hora y media siguiente tomando un batido de guanábana y un pedazo de pizza, caminando envuelto en el calor de Lago y el torbellino de mil y un palabras que acompañan siempre a la Dani, como luciérnagas o nerviosas Campanillas, y yo hablo y no se que digo, y luego no me acuerdo de lo que me cuenta la Dani, y la ayudo con el equipaje o con unas fundas que contienen papel higiénico (sic), y pasa la tarde y anochece como en un abrir y cerrar de ojos, y me encuentro en un taxi en medio de la oscuridad camino de regreso al colegio, meditando, cansado del calor y del día, intentando recordar el día; ¿Cómo empezó? ¿Estoy en un taxi? ¿De verdad estuve tomando un jugo con la Dani? ¿Qué hacía la Daniela en Lago? 
Cansado, estiro la mano a lo largo del asiento de atras, y mis dedos se enredan en una funda negra que contine "cuatro rollos de papel higiénico"
¡Chuta, el papel de la Dani!
Parece que sí, sí estuve en Lago tomando jugo, y mi día fue tan real como cualquier otro día y no un producto de mi -a veces- exagerada imagianción.

domingo, 21 de octubre de 2012

La educación prohibida

Os invito a todos a la reflexión, a abrir las mentes y empezar a pensar las cosas desde el comienzo. Como persona comprometida porla educación, al cuidado de un montón de "bichitos", como cariñosamente les llamo cada día, me siento identificado y me uno al sentido común.

Ojalá alguie más se anime a caminar. Seguimos dejando caer semillas... algunas carean en tierra fertil.

viernes, 28 de septiembre de 2012

... y dos huevos duros

Se han ido los estudiantes a sus casas. Por fin, tras un mes loco, un poco de tranquilidad. Como despedida, el desayuno del domingo, arroz con huevos duros. Ni lo uno ni lo otro son novedad. El arroz aquí es como el pan nuestro de cada día, nunca falta; y los huevos duros son ya costumbre en el desayuno el día que los estudiantes retornan a sus comunidades. Debe ser para que puedan llevarse algo en el bolsillo para comer por el camino (más de una vez les he visto meterse el huevo entero, pelado o sin pelar, en el bolsillo, supongo que para ir comiendo algo camino de casa... Después de todo, con el hambre que pasan muchos de ellos en sus comunidades...)

En fin, el asunto es que este domingo que pasó las cocineras del internado se pusieron a cocinar huevos cosa tonta. No se si es que nos regalaron un quintal de huevos, si la gallina del vecino de volvio loca y empezó a dar huevos a razón de uno cada 30 segundos, o que las cocineras no saben contar, y en lugar de cocinar 200 huevos, cocinaron "un montón" para no quedarse cortas.
Lo malo es que hay montones y montones, como diría Mo, la vaca de Bernardo Artxaga en aquella maravillosa novela, y nuestro montón era de los grandes. Un buen montón de huevos. Se fueron los estudiantes, quedaamos cuatro pelagatos en casa, y un montón de huevos. Abres la refri para sacar algo fresco que beber, y te encuentras con un montón de huevos. Miras que hay en el tupper en la encimera, pues más huevos. Todo blanco o color carne, y con forma ovalada...

Así que hemos pasado toda la semana comiendo con Groucho Marx y compañía:para desayunar, pan y dos huevos duros, para comer, sopa, pollo, y dos huevos duros, a la cena, espaguetis con tomate y dos huevos duros... "En vez de dos, pon tres", a ver si así se acaban más rápido porque estoy hasta los huevos de los huevos... por lo menos, me he reído un montón, para mis adentros, eso sí, porque se fue de vacaciones mi compañero de películas de risa y aquí nadie más conoce a los hermanos Marx.


Espero que el próximo domingo no amanezca nublado y las cocineras, escuchando estrañas bocinas se pongan otra vez a cocinar huevos...

Sólo tres veces al día

Una conversación real en un consultorio médico acá en la amazonia...

-Bueno, no se preocupe, no tiene nada grave. A penas una pequeña infección por algo que comió que le sentó mal. Le puede pasar a cualquiera en estos lugares. Tómese estas pastillas, una con cada comida: es decir, desayuno, almuerzo y cena ¿eh? Que no sería usted el primero que se toma una pastilla cada vez que come algo y después vienenn otros problemas...

domingo, 16 de septiembre de 2012

La infancia

Pasan los años, sí, pasan.

Al principio no nos damos cuenta, y luego, de pronto, un día comenzamos a decir "¿te acuerdas cuando...? Y es entonces que nos daamos cuenta de que ese cuando ya no se refiere al fin de semana pasado, al verano que ya acabó, ni siquiera al curso pasado. Hace ya muchos años de ese cuando. Hemos crecido, hemos cambiado nuestras vidas, y los chistes de jóvenes universitarios ya no son contemporáneos nuestros, sino que nos recuerdan a unos jóvenes a los que ya no pertenecemos.

¿Cuándo cambiamos de club, cuando se produjo ese paso de esa edad en la que el tiempo es eterno y uno crece sin darse cuenta, a esta otra en la que nos damos cuenta que cada día somos más adultos y más viejos?
Un cápitulo de la vida, de mi vida y de la de muchos otros como yo, se cerró a los 25 o 26, cuando acabamos la universidad más o menos. Y lo más curioso, es que tarda uno varios años en darse cuenta. Son unos años de transición en los que uno comienza a labrar su propio camino en la vida, ha buscar su sito lejos del cobijo de los padres o del colegio. Durante esos años, se reencuentra uno de nuevo con los amigos de siempre, los "amigotes", y se toma unas cervezas, y se ríe una vez más de cosas estúpidas. Pero, poco a poco, los amigos de siempre cada vez se hacen más lejanos, y, aunque uno no pierde contacto con ellos, ya no se entera de lo que le pasó a fulanio la otra noche, ya no recibe las noticias tomando cortos, o sentado en el césped del campus. Las noticias llegan via e-mail y son breves relatos que abarca meses o años de vida; relatos que uno lee y contesta relatando el resumen de su propia vida en los últimos seis meses. Es entonces que uno mira atrás pensativo y se da cuenta de que la misma anéctoda de siempre, aquella de segundo año de carrera, ya no tuvo lugar hace un par de años, sino que han pasado ya 10 años de aquello, que uno ya no es universitario, que está ya en otro "grupo de edad" y que lleva ya varios años camiando por otros senderos de la vida. Y para cerciorarsse, sólo hay que caminar un día al campus, o hablar con un veinteañero, y ver cuán distintas son ya las palabras de éste y las propias de un mismo.

La infancia (y adolescencia) empieza a ser algo bonito, algo añorado, una época dorada en la que todo era perfecto, en la que no nos podía pasar nada, y en la que alimentábamos nuestros sueños, con los mil y un colores del día a día, preparándonos para dar el gran salto a la vida un día en que ya no fuesemos conscientes de que sabemos saltar. Nuestra vida pasada, esos primeros 20 años de nuestra existencia, se convierten en el más preciado de nuestros libros, y poco a poco, comenzamos a leer cada una de las páginas, cada una de las fantásticas historias, a los pequeños y jóvenes que vienen tras nosotros.
Recordamos viejas historias: "cuando yo tenia tu edad y estaba en el colegio como tú, tenía un profesor..." rescatamos viejas películas y viejas canciones, y las ofrecemos a los jóvenes de hoy en día, más emocionados nosotros que ellos, y llevándonos una enorme satisfacción cuando vemos que a ellos también les gustan. Y entonces, otro engranaje hace clic en nuestro cerebro y nos damos cuenta de que actuamos como actuában nuestros padres cuando éramos pequeños, y nos llevaban al cine, nos compraban tebeos, abrían el baul y nos enseñaban historias y juegos de cuando ellos eran niños, y a veces disfrutábamos, y otras nos preguntábamos que tenía de especial aquella película o aquel juego que emocionaba tanto a papá o a mamá.

Estos días que siento que me hago viejo, pienso una vez más en no dejar de ser niño, en no olivdar lo que fuí hace ya algunos años, y, temeroso, me doy cuenta que seguir siendo niño no es seguir jugando como niño, sino jungando con los niños: compartir con ellos, participar de sus miedos y fantasías, reir con ellos, llevarles al cine, cantarles canciones, a veces con acierto, o tras con peor fortuna. Estar ahí, como estaban mamá y papá, sentados en un banco del parque, medio ocultos pero atentos a cómo nos perdiámos entre los columpios, o allá parados en la orilla de la playa, oteando el horizonte, y los renacuajos que querían adentrase solos en el..

Y no, no me sorprendo tampoco, de que de vez en cuando, además de reir y soñar con los niños, empiece a decirles aquello de:
"niño, deja ya de joder con la pelota
niño, que eso no se dice,
que eso no se hace
que eso no se toca."

sábado, 15 de septiembre de 2012

Mientras dormías

- No puede ser. ¡No y mil veces no! ¿Pero cómo...?

Mientras desayunaba, bebiendo a sorbos rápidos y nerviosos su taza de café humeante, pasaba una y otra vez las páginas del periódico, volviendo una y otra vez a la portada, mirándola con cara de incrédula sorpresa. Nada, no había nada dentro de el diario del lunes que explicase semejante portada.
- Es como una broma pesada, como si fuese 28 de diciembre... No tiene sentido. ¡Cóño, no tiene ni pizca de gracia!.
Su mujer lo miraba indiferente mientras untaba mantequilla sobre la tostada
- ¡¡Te digo que no puede ser!!
El grito de su marido y la cara de enfazado le sobresalto haciendole soltar el cuchillo, que rebotó en el borde de la mesa y calló al suelo. Mientras, tranquilamente se agachaba a recogerlo y lo limpiaba con cuidado en una servilleta, su marido continuaba con su asombro.
- ¡Dime, a ver, cómo puede ser que un energúmeno como este, gangoso, vacio, monigote estúpido, segúndón de turno... Dime, ¿como puede alguien con semejante cara de pánfilo llegar a presidente del pais?! ¡Ahora sí que estamos jodidos! ¿Querían crisis? Tengan dos tazas. Traguen.
Fuera de sí, miraba la portada del diario con rabia, golpeaba en la cara del nuevo presidente electo, no sabía si reir o llorar, impotente, queriendo cambiarlo todo simplemente arrojando el periódico del lunes a la basura.
- ¿Quieres decirme, cómo, por qué, cuándo, cuándo sucedió esto?
- Mientras dormías, cariño, mientras dormías.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Adios a un amigo eterno

Con mucha humildad y sonrojo, a Ray Bradbury (1920-2012), un niño que nunca creció, que alimentó mis sueños y pesadillas, y que nos recordó que la cordura y la humanidad deben estar siempre por encima de cifras, tecnología y ansias de poder. 
Mi almohada sigue siendo y será siempre un libro de cuentos.
Gracias de todo corazón.

Los padres se rascan la cabeza
estos días con el rostro extrañado,
sus hijos han apagado la tele
y han salido corriendo al campo.

Vuelven al caer la noche con flores
en su pelo sucio y ensortijado,
con los bolsillos del pantalón llenos
de lagartijas, ranas, guijarros.

Toman su cena velozmente
y salen a recorrer las calles y los patios,
no tienen miedo a la noche
gritan y corren y juegan con ojos de gato.

Y cuando papá nervioso e incrédulo
llamándoles a gritos, enfadado
sale a la noche y les jala de las orejas
y los lleva a su cama y los encierra bajo candado,

en las ventanas de los edificios
bajo cobijas y sábanas, bien resguardados,
se enciende un mar de luciérnagas
que iluminan páginas de lugares encantados.

Mamá les despierta por la mañana
y recoge las ropas que huelen a prado.
Las mira curiosa: están todas manchadas
de un polvo rojo que se pega por todos lados:

en las sábanas, en el pelo, en la ropa,
en las rosadas mejillas y en los zapatos,
en las manos pequeñas y ágiles que los niños
por ser niños no se han lavado.

Hace ya más de un mes que dura
el extraño fenómeno que tiene a todos anonadados,
las predicciones de los abuelos dicen
que seguramente durará todo el verano.

Las madres llevan los niños al médico
a los viejos, por viejos no les han escuchado.
El viejo doctor osculta pechos y mira gargantas
y en la paleta solo recoge rojo polvo pegado.

"No me diga señor doctor
que mi hijo está sano,
si sólo encuentra polvo rojo
habrá que analizarlo"

Como nadie puede decir que no a una voz de madre,
los científicos pasa horas encerrados
en fríos laboratorios asépticos el polvo rojo
es una y otra vez analizado.

Después de varios días de duro análisis
los doctores publican en la tele el resultado:
el polvo rojo no es de la tierra, viene de Marte
y cae todas las noches cubriendo ciudades y campos.

Mil hombres importantes de todo el mundo
se han reunido, están deliberando:
hay que curar a los niños, devolverles la cordura
es peligroso el polvo rojo que cubre los tejados.

Han enviado un robot sonda a Marte
para aclarar el enigma y han encontrado
a un sonriente muchacho rollizo
de piel morena y ojos dorados

que todas las noches sentando
en la orilla de un canal marciano,
sopla un cuerno mágico que envía
a las estrellas polvo rojo y sueños dorados

Y habla de ciudades y campos,
de calles, de casas de lugares mágicos
donde no existe el tiempo
y los niños hablan con voz de sabio.

El robot sonda desde la orilla del canal
ha enviado un mensaje encriptado
para los oídos de un planeta frío
moderno, calculador e informatizado.

"Escuchen esta noche a sus hijos
salgan libres a correr por los campos
abran los ojos y respiren bien hondo el polvo rojo
y vuelvan a recordar esa verdad que un día olvidaron."

martes, 21 de agosto de 2012

50 años después... Beach Boys

Fue a mediados de los noventa que descubrí la musica de los 60. No se bien ni porqué ni como. Yo era poco más que un mocoso de 11 o 12 años, todavía en el colegio, cuando empecé a escuchar rock 'n' roll de los 50. Bill Haley, Chuck Berry, Little Richard... eran mi banda sonora diaria. Lo mejor fue descubrir un día que mi mejor amigo, Mario, compartía los mismos gustos. Qué curioso nos conocíamos desde el parvulario pero nunca habíamos hablado de música. Recuerdo que fue algo así como: "Escucha esto, es rock 'n' roll de los 50, a ver si te gusta". "¡Claro que me gusta, yo tengo algunas cintas de Elvis!"

Comenzó entonces un largo intercambio y copia rápida de cintas y más cintas. Creo que más de una vez debimos agotar todo el stock de TDKs vírgenes de las tiendas de nuestro pueblo. De Elvis pasamos a los Beatles y la música de los 60 y 70, y, poco a poco expandiendo nuestro universo musical, siempre, creo, con los pies más en el pasado que en el presente.

Uno de los primeros grupos que se metieron en mi médula hasta el fondo, de los primeros que compré un CD original, fueron los Beach Boys. Allá por 1993 o 1994, canciones como Surfin Safari, o Surfin USA, Help me Rhonda, Don't Worry Baby, y tantas y tantas otras, llenaron mi vida. Recuerdo conversar de aquellos dicos que cumplían entonces 30 años, de los mágicos 60, y de quién pudiese ver a alguno de esos grupos en concierto, si es que aún tocaban.

Por eso, cuando ayer, me enteré de que los Beach Boys están celebrando su 50 aniversario, y que tiene un nuevo disco (y vaya disco) no puedo sino sentir admiración y nostalgia. No son el único grupo de los 60 que sigue desfilando por los escenarios estos días, de eso estoy seguro, pero el hecho de que haya pasado tanto tiempo (20 años o más) sin oir nada nuevo de ellos, y el hecho de que lo nuevo de ellos sea tan especial como lo que hacían hace 40 o 50 años le da un toque nostálgico y mágico. Esas voces, esas harmonías, esas letras: california, playas, surf, verano... Uno vuelve a desconectar, y vuela, en el tiempo y en el espacio, sólo con música, sin necesitar nada más.
50 años. Se dice pronto. Por supuesto ya no son los adolescentes o veinteañeros que hacían pegadizo rock 'n' roll y música surf, ya no persigue chicas por las playas de california, y, viendo fotos de ellos por internet, siento que se han hecho muy, muy viejos, hasta el punto de parecerme un anacronismo: ¿abuelos rockeros? Alguno dirá que parecen ridículos. Pero, en este caso la imagen no es lo que importa, sino la música. Y la música de los Beach Boys, se ha echo añeja, a madurado y envejecido como un buen vino. No hace falta verlos, en su nuevo disco, no hay una foto del grupo. Basta con cerrar los ojos, probar un sorbo y dejarse llevar.
A mi me han llevado estos días a los años de mi temprana adolescencia, a una época en la que todavía estaba descubriendo las verdades y mentiras de este mundo, y en la que todavía se podía soñar, en mi cuarto, con los Beach Boys sonando en el radiocaset...

That's why god made the radio....

lunes, 13 de agosto de 2012

Han organizado una fiesta


¡Han organizado una fiesta!
es el último grito
la bacanal perfecta

Se han reunido todas
las bestias de pieles ajadas
pasadas de moda.

Bailan al ritmo de un disco rayado
una baile sin sentido
absurdo y desacompasado

El político, el banquero y el rey
gordos y opulentos
se han acabado el rancio pastel

Que cocinaron en grandes hornos
vestidos con esmoquin, calzando botín
creyéndose el más listo de los monos.

Ahora sufren de indigestión severa
Y como pájaros regurgitan comida ácima
y buscan a algún tonto que la digiera.

Y el pueblo caya y traga dulces rancios
Y los mentirosos monos festejan
ríen y gritan y dan saltos.

y el pueblo poco a poco se llena la barriga
y siente náusea y dolor, rostro verde
mira de frente a los monos y sobre ellos vomita.

Pero los monos, acostumbrados a la mierda
siguen en su son armado algarabías
soltando improperios y flatulencias.

Poema apresurado a un mundo caduco


Tengo 30 años,
como todo joven, sueño y pienso.
Me levanto cada día con ilusiones
abro la ventana y encaro este mundo
camino por sus calles, con él padezco y siento

Pero estos días, me levanto apesadumbrado
Camino con paso incierto
Intento ver más allá de las nubes
un futuro que se me ofrece incierto.

Una inercia tira de mí hacia la cama
me quiere hacer volver al placentero
sueño que me acuna protector
caminando con bastón de ciego.

Ya casi me he dormido,
cuando con rabia me quito
con rabia la venda de los ojos
Y desafiante por fin lo entiendo.

Me han dado vida
en un mundo muerto
Un mundo que no es mío
y que tampoco es ya vuestro.

Que cada generación construye su mundo
con sudor, sacrificio y sueños.
Y en su labor pelea con los mayores
y les  grita ¡quitaros de en medio!

Este ya no es vuestro mundo
cejad en el empeño
de intentar mantenerlo a base
de medicinas rancias y remedios

Queréis acabar vuestros días
en la seguridad de una lata de conservas
con código de barras y fecha
de caducidad eterna.

Sin embargo, bien sabido es
que eso es ilusión falsa
seréis huesos y polvo y tarjeta de crédito
que Caronte no aceptará en su barca.

El barco de latón oxidado
que construisteis para albergar vuestros sueños
va camino del fondo del mar
hacia un puerto olvidado

En él no queremos viajar los jóvenes
que en un barco de vela blanco
livianos y raudos cruzamos el mar
hacia puertos jamás soñados

Dejadnos navegar tranquilos
dominar nuestros vientos
naufragar y salir del mar a nado
con la mente clara y los sentidos despiertos

Que sean nuestros hijos y nietos
los que un día pongan en la balanza
nuestros equívocos y nuestros aciertos
como hoy día nosotros pesamos los vuestros.