En fin, el asunto es que este domingo que pasó las cocineras del internado se pusieron a cocinar huevos cosa tonta. No se si es que nos regalaron un quintal de huevos, si la gallina del vecino de volvio loca y empezó a dar huevos a razón de uno cada 30 segundos, o que las cocineras no saben contar, y en lugar de cocinar 200 huevos, cocinaron "un montón" para no quedarse cortas.
Lo malo es que hay montones y montones, como diría Mo, la vaca de Bernardo Artxaga en aquella maravillosa novela, y nuestro montón era de los grandes. Un buen montón de huevos. Se fueron los estudiantes, quedaamos cuatro pelagatos en casa, y un montón de huevos. Abres la refri para sacar algo fresco que beber, y te encuentras con un montón de huevos. Miras que hay en el tupper en la encimera, pues más huevos. Todo blanco o color carne, y con forma ovalada...
Así que hemos pasado toda la semana comiendo con Groucho Marx y compañía:para desayunar, pan y dos huevos duros, para comer, sopa, pollo, y dos huevos duros, a la cena, espaguetis con tomate y dos huevos duros... "En vez de dos, pon tres", a ver si así se acaban más rápido porque estoy hasta los huevos de los huevos... por lo menos, me he reído un montón, para mis adentros, eso sí, porque se fue de vacaciones mi compañero de películas de risa y aquí nadie más conoce a los hermanos Marx.
Espero que el próximo domingo no amanezca nublado y las cocineras, escuchando estrañas bocinas se pongan otra vez a cocinar huevos...
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