El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

martes, 31 de diciembre de 2019

Puerto Libre, 31 dic. 2019

Libre... unido al mundo.
Al mundo cuidando.
Espíritu libre, escuando,
sanando al mundo,
por él, con Él velando
por estas tierras; orando.

Por estas mujeres,
por estos hombres,
y su espíritu,
y su trabajo,
siempre presente,
siempre velante,
siempre consciente
como la fonte
que siempre mana
aunque es de noche.

Aunque lluevan palos
y el sol se esconda,
aunque algunos se olviden
de ser humanos
y nos amenancen aterrorizados,
el espíritu siempre es libre,
siempres es humano
y fluye con Él todas y cada noche
reconfortándonos:

un sólo espíritu,
un sólo cuerpo
nos hace libres,
nos vuelve humanos.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Para el nuevo año

Caen las hojas como si fuera otoño
en el calendario de estos días de sol
calentado para muchos, para otros un poco
su calor alberga sueño o los parte en dos.

Caen las hojas, se acaba otro año,
la balanza esta llena de golpes, dolor.
De promesas y vítores y engaños,
también de sueños, de rabia y de voz.

Y mientras preparamos luces y vinos,
y el cielo se tiñe de púrpura diciendo adiós,
yo miro al horizonte, y al nuevo año le pido
buena suerte, salud, fortuna y amor:

que repartan suero en todos los hospitales
que el agua como el aire sea de todos,
que no falten libros, tampoco pupitres
que no importe la raza, sexo o condición.

Que hagamos un viaje de lujo en metro
y caminemos como señores el domingo
por las calles y parques del centro
y nuestro festín sea helados y nubes de algodón,

Que después de ocho horas tengamos descanso
vacaciones pagadas y derecho a jubilación,
que la enfermada no venga con miedos,
con despidos ni amenazas de destitución.

Y fruta y pan en las tiendas del barrio,
y teatros y cines con doble función,
carril bici para ir a cualquier lado,
un cielo más azul, sin polución.

Que no me hipotequen el año,
que no inviertan mi pensión,
en mentiras y tarjetas de plástico;
quiero salud, bienestar y educación.

Salud y bienestar para todos,
la misma educación, sin condición,
calle libre con derecho a protesta,
sin censura, sin violencia, sin represión.

Repartamos la pobreza en el nuevo año:
que la riqueza sea tesoros en bolsillos de niños
que el dinero estén en los bancos de la plaza
donde las palomas y los viejos disfrutan del sol.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

¿Has visto las estrellas?

¿Has visto las estrellas?
¿Todas, cada una de ellas?
Mira cómo brillan,
como danzan contentas,
girando en torno a la luna,
o iluminándole a ella,
saltando entre los charcos
de nubes de lluvia,
mojándote de estrellas.

¿Has visto las estrellas?
Todas, cada una de ellas,
hasta la más pequeña,
brillan como un niño
esparcen sobre la tierra
la luz, la sal, la vida misma
que restalla en tus huesos,
sacudiendo tu alma,
devolviendo la esperanza.

¿Has visto las estrellas?
Esta noche, todas ellas,
te dicen que no estás sola
nacen de nuevo contigo
sobre la tierra;
como polen que libas,
como semilla que trae el viento
y se mezcla en tu greda
reconfortando tu alama.

¿Has visto la estrellas?
Caminan hacia la madrugada,
donde despertarás como niña
para cambiar el mundo,
para callar las penas,
para apagar las guerras,
en tu interior, en el mundo;
respira, deja que sean verdad,
en el día de tu Navidad.

martes, 24 de diciembre de 2019

Micrococa # 14: Teleconito

A Joseín Morán

- Hola veci.
- Veci.
- ¿Cuanto es la cola?
- 50 centavitos veci. ¿Se la destapo?
- Por favor. Vea, están dando el festival de navidad en el parque por el canal municipal. ¿Qué tal?
- De momento bien, veci.
- Jaja. Bueno esperemos que todo vaya bien hasta el final.
- Vah. Ya mismo sale el conito.
- ¿El conito?
- El conito, veci. Todo está bien hasta que sale el conito. Entonces se queda ahí y ya se acabó. A cambiar de canal hasta que se vaya el conito. Ya mismo sale, verá.
- El conito.
- Ya verá, ya mismo sale.
- Es un comercial.
- Es el conito ese. ¿No verá ud. el canal municipal?
- No tengo televisor. Todavía no me instalo del todo. Y digo yo, ¿por qué no cierra la tienda y se van un ratito al parque y ven en directo el programa? Está a dos cuadras de acá.
- Na, veci. Es muy para niños. Además hay que cuidar las ventas. ¿Quiere otra cola?
- Por favor. Y entonces ¿por qué lo ven? Cambien a ver si hay hay algún noticiero, o un partido, o una buena película.
- Na. No hay nada que merezca la pena a esta hora, pero ya mismo sale el conito y cambiamos.
- El conito. ¿pero qué es?
- Ay veci, el conito es el conito. Ya mismo sale. Está tardando hoy.
- Yo creo que es un invento suyo para tener a la gente acá tomando colas jaja. ¡Anda!
- Lo ve, el conito. 25 minutos y 34 segundos. ¡Gane ñaña, me debes 25 centavos! Ya podemos cambiar.
- ¡El conito!
- El conito veci. Ayer tardo 40 minutos, anteayer 21. Siempre apuesto con mi hermana, el que se acerca más al tiempo exacto se lleva la plata.
- Jajaja. ¡El canal municipal ahora incitando a las apuestas ilegales!
- Jajaja. Ud. se pasa veci. Sólo apostamos un centavo por minuto hasta que sale conito. Es un juego.
- Un juego lucrativo jajaja. ¿Y ahora?
- Pues a veces se va el conito y regresa la transmisión, otras se queda ahí tooooda la noche. Quién sabe.
- El conito. Todo un espectáculo oiga.
- Y que lo diga veci. ¿Otra cola?
- No, no. Ya me está enganchando ud. otra vez. Ya salió el conito. Mañana.
- Mañana pues. Si quiere apostemos.
- ¿Al conito?
- Al conito. A las 15:00. Ahí sintonizo y ya sabe.
- Pero si yo gano, no pago las colas.
- No abuse, veci, que es un juego pues.
- El conito.
- El conito.

***


- ¡Salió el conito! Quiero decir, se cortó. Déjame. -Un técnico entraba apurado en la sala de control del canal de tv.- A ver si lo arreglo. Llama al parque, me demoraré un rato.
- Ya le estoy diciendo, ya.
En el parque central un grinch deshilachado y con voz en off intentaba robarse la navidad delante de los transeúntes y del camarógrafo y del presentador de la televisión municipal, que ahora escuchaba con aire serio el audífono de su oreja derecha.
- "Pablo, que salió el conito."
- "Ok, lo paro. Paso a los caramelos. Me dices cuando estemos de nuevo en el aire."
El presentador da un paso al frente por encima del grinch que mira mudo la interrupción, y se dirigen al público.
- Bueno señoras y señores, niños y niñas, ¿qué creen, creen que se va a robar la navidad el grinch? Ahora lo vamos a saber, pero antes, nuestros auspiciantes nos va a obsequiar con una funda de caramelos para todos los niños...

- Coge los caramelos -una madre apura a su hijo-. Dale, que nos vamos a casa. Esto va para largo. Seguro que ya salió el conito.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Profe

Un encuentro fortuito en un aeropuerto. "Álvaro". Suena como un eco. "Profe". Alzo los ojos de mi celular y sonrío al ver a Luis, el también sonriente, tranquilo, callado y sin expresar gran emoción en su rostro o sus actos como buen kichwa.
A mi se me debe haber pegado algo de eso, de lo de kichwa, porque tampoco suelo expresar efusivamente mis emociones. "Luis" -le digo con la sonrisa en mis labios "¿Qué estás haciendo acá?". Una pregunta ingenua, sin pensar, todavía anclada hace diez años, cuando yo era el profe, el educador del internado, siempre velando por 60 adolescentes; o el profe de historia o geografía, o inglés, o el estudiante-cómplice de kichwa. El tiempo ha pasado, y aquellos adolescentes que me encontré a mi llegada a este país, aquellos que me sacaron algún año y que bebían de mi cansancio, aquellos que me sacaron también alguna sana locura de cómplice son ahora adultos, aunque a través del cristalino de mis ojos sigan siendo aquellos adolescentes preparándose para enfrentar la vida.

Intercambiamos algunas palabras. Luis me mira como una aparición, como un objeto preciado de esos que se tratan con cuidado para que no se gasten, o no se pierdan y desaparezcan. Yo no acierto qué preguntar. Recordamos los viejos tiempos, nos podemos rápidamente al día y la llamada de embarque nos separa con un intercambio de números de teléfono y un breve apretón de manos y otra sonrisa.

Luis. Luis y todos sus compañeros y compañeras. Ahora deben tener ¿cuántos? ¿25, 26 años? Más o menos la edad que yo tenía cuando me puse al frente de aquella clase a enseñar historia e inglés. No sé bien de la vida de la mayoría de ellos. Muchos tienen hijos, alguno sigue de profesor, otro es un destacado líder indígena que lucha por sus tierra y su pueblo, Luis está en un programa de la ONU... cómo pasa el tiempo. Y al final, da igual dónde estén: en algún recodo de este camino que llamamos vida, aparecen de nuevo, y con sonrisa dicen "profe" y estrechan la mano o me dan un abrazo, y siguen caminado. "Profe".

Aún no sé qué hice en mis nerviosos 26 o 27 años cuando yo era profesor y ellos alumnos, para que hoy todavía me sigan sonriendo y llamando profe. Creo que nunca lo sabré. Es algo mágico, como todo lo humano que hacemos, todo lo que hacemos con el corazón, todo lo que entregamos con el corazón, todo lo que entregamos sin esperar recibir nada a cambio. Cuando pienso en todo lo que he hecho en esta vida, todas las labores y luchas a las que me he dedicado, la que más recuerdo es esa: la de profesor, y si alguna tarea nunca he dejado de hacer desde entonces es la de profesor, de propios y extraños, oficial o extraoficialmente. Sé que nunca dejaré de serlo. Si uno no puede transmitir su saber, su arte, su pasión a los demás haciendo lo que hace ¿de qué sirve todo eso que hace?

Si trabajamos para nosotros mismos, no trabajamos para nadie, ni siquiera para nosotros; si trabajamos para los demás, trabajamos para nosotros también. Cada vez veo eso más claro. Y cuando trabajamos para los demás, hacemos aún más si enseñamos a los demás lo que sabemos para que ellos aprendan a hacerlo también.

Por eso, entre todas las cosas que podría ser, elegiré siempre ser profesor, y en todas las cosas que haré, pondré siempre unas gotas de ese elixir de profe, para que la vida se haga fuerte, y el pago no sea un pago, sino una sonrisa y un apretón de manos, siempre todos hermanos como eslabones de esta cada que la cadena humana.

No encuentro finales para esta pequeña reflexión, quizá porque no hay final sino un continuar y un pasar el testigo en esta tarea humana, así que me despediré recordando aquellos versos de una canción que tantas veces cantamos cuando era niño, yo alumno, con y a mis profesores en su día:
"te han robado el corazón, los muchachos en la escuela..."