El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 30 de junio de 2019

La hora de los perros

Cinco y media de la tarde. Cuarenta minutos antes de que el sol comience su vertiginoso descenso al ocaso, mientras la ciudad comienza su vida fuera del trabajo, ellos aparecen: despiertan de su sueño de sol y sombra, de zaguanes frescos y callejones húmedos y toman la calle. No son un ejército invasor, no caminan con paso marcial y toman posiciones. No. Ellos despiertan ante una llamada lejana, otean el cielo, y se lanzan a la carrera a un encuentro diario.

Las carreras, los ladridos, las jaurías, asustan a los transeúntes. Los perros corren entre los autos, por debajo de las sombrillas de los despistados, regatean entre las piernas de las peatones y amenazan con morder y si alguien interrumpe su momento. Asomando la cabeza la esquina, ladran frenéticamente a otros perros que cruzan, como pandillas de adolescentes, la calle para dirigirse a algún calle, o alguna otra calle del barrio, esa en la que no hay carros y algún solar se convierte en tierra de nadie sujeta a disputa, frontera infranqueable donde los adultos, los amos, no pueden entrar.

A veces pienso que se vana tomar la ciudad. Pienso también que la ciudad ya es de ellos: ocupan veredas, duermen o descansan plácidamente en las puertas de los comercios, se tumban el medio de la calle y observan entre ojos cómo los autos se apartan para no atropellarles. Me dan respeto. Yo camino guardando las distancias, cambiando de acera para no interrumpir el diálogo entre canes, su territorio antes nuestro, ahora marcado.

Les miro en silencio mientras espero a que cambie el semáforo. Ninguno de ellos va más allá de la esquina, ninguno camina más allá de una cuadra y media. Y no hay rugidos, sólo un ladrido, como si fueran gritos, que no puedo entender. Es como si, al caer el sol, los vecinos del barrio se sentasen en sus bancos y sus sillas de mimbre y conversar con el vecino sobre la vida, sobre el día monótono de jubilación forzosa y aceptada, sobre los hijos que ya se fueron y de los que se asoman para interrumpir el zumbido del monótono y analgésico televisor, sobre el tiempo o sobre la política siempre tan igual y siempre tan lejana.

Los perros, como los viejos, conversando de todo y nada con los vecinos, saludando al amigo tras una tarde de sol, espantando durante veinte minutos la galbana para luego tomar la cena y volver a broncearse frente al televisor antes de irse a la cama. Mañana, a la misma hora, aunque no pase nada, aunque el sol caliente más o menos igual que ayer, aunque no haya nada nuevo que decir, siempre habrá algo que decir al amigo, a aquel que pasa por delante de la puerta y que grita algo que no se entiende pero que es lo mismo que siempre y recibe siempre la misa respuesta, siempre con gusto, siempre con sonrisa, a esa misma hora, pues esa es la sal de la vida.

martes, 25 de junio de 2019

Mar calmo

En el mar calmo
ni una brisa, ni una estrella.
Sólo la inercia,
sólo la calma quieta
y en vaivén de la marea.
Una inmensidad azul que se pierde,
un mar marino y el horizonte
inabarcable.

No hay velas, no hay remos,
mi barca, serena.
Y el sol de mis noches
iluminándome despierto
con los ojos cerrados:
soy el tiempo,
el mar del cielo sin nubes,
cielo y mar y mar y cielo.

Espero
las olas de los náufragos
que pasan raudos
para navegar su cresta.
Doquiera que vayan
¿me llevarán con ellos?

domingo, 9 de junio de 2019

Carta a mi enfermera (menor)

Mándame esa pastilla
para el dolor de cabeza
y esa otra de dos colores
rojo y blanco por las noches.
Y dos veces al día
(aunque a veces se me olvida)
el jarabe para la tos:
nariz tapada, ¿lo tomo o no?
Aún hay frasco para rato
probé a dárselo al gato,
ahora tengo un arañazo,
le pondré agua bendita
que ese yodo pica, pica.
Mándame también la pomada
tanto teclear me salen escaras.
Sabes... mejor no mandes nada
sácame los puntos (y las comas),
y mis letras desordenadas,
guárdalas en el frasco de "cariño"
y cuando veas que no escribo,
envíamelas de vuelta.
Ahora tengo enfermera,
bueno, siempre la he tenido
(no se lo digas, ¿prometido?)
Mejor que siga siendo
mi hermana (menor)
y que sepa que yo mando
un abrazo,
felicitaciones,
y besos
de esos que curan hasta los huesos.

miércoles, 5 de junio de 2019

Bloomed in June

Para un amigo, ahora abuelo, que me escribe siempre en inglés desde Zarautz.

All the flowers bloomed in June,
And all the birdies sang in tune.
There's no rain, the wind so smooth,
Here's to life, sweet child, here's to you.

Todas las flores florecieron en junio / Todos los pájaros cantaron en armonía / No hay lluvia y el viendo es tan suave / Brindo por la vida, dulce niña, brindo por ti.