El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

lunes, 28 de diciembre de 2020

La camisa que vino en una bota

Para mi hermana 

 

 Era una bota huérfana. Huérfana no porque no tuviese un par a su lado, si no porque no tenía un pié que la calzase. Su par le decía "espera, ya mismo vienen a llevarnos", y ella pacientemente esperaba día tras día en la zapatería. 

Para su suerte era una buena zapatería: sencilla, modesta, de muebles de madera y un hermoso escaparate aterciopelado. Era pequeña pero con buen gusto: sus compañeros, botas, zapatos, sandalias, zapatillas, eran siempre escogidos con gusto por el zapatero, todos elegantes pero tampoco ostentosos. Y el zapatero las mimaba: cada cierto tiempo las lustraba y les daba grasa y betún. No entraba mucha gente, pero los que entraban solían salir siempre satisfechos con una sonrisa en el rostro y en los pies.

En invierno la espera era entretenida, viendo a la gente con sus abrigos y sus gorros pasar delante del escaparate. Luego llega la primavera y la guardaban en una caja hasta el invierno siguiente. Entonces la espera se hacía eterna.

Ella llevaba ya un par de inviernos viendo pasar gente (eso es mucho tiempo para una bota) y empezaba estar nerviosa. Desde octubre, o un poco antes, con el inicio del otoño, estaba de nuevo en el escaparate, contenta y expectante, lustrada con grasa recién puesta, y con ese olor a nuevo que la caja guardaba tan bien y que no se había ido.

La gente entraba y salía probaban cientos de botas y siempre se llevaban alguna. Ella se ponía toda nerviosa cada vez que alguien decía "me gusta esa, la del escaparate" y señalaba con el dedo el expositor. El zapatero se acercaba, metía la mano y cuando parecía que le iba a tomar a ella, siempre se desviaba hacia otra vecina. 

Aquello la deprimía. Se le iba el brillo. El otro pie, encerrado en la caja, intentaba consolarla: "mira, ya están colocando la decoración de Navidad, ya mismo viene alguien y nos lleva", pero ni siquiera las luce sy las bolas y la escarcha que decoraban el escaparate la animaban.

El golpe más duro sucedió dos días antes de Navidad. Una persona entro y dijo:

- Quiero una bota para invierno. ¿Cuál me recomienda?

El zapatero sacó dos o tres modelos nuevos, y se acercó también al escaparate y la escogió a ella. ¡Que emoción, que nervios! El cliente la tomó entre sus manos, la miró y la posó d enuevo en el suelo diciendo:

- No, este modelo ya no está de moda.

Fue como si la hubiese arrojado a la basura. El zapatero, siempre amable, la recogió y la colocó cuidadosamente en el escaparate, la miró unos instantes y sonrió. 

Aquella noche fue la más triste de todas las noches de todos esos inviernos. Cuando se pagaron las luces de la tienda y bajaron el cierre del escaparate, el frío de la calle penetró en el interior vacío de la bota haciendo que el cuero se endureciese y los cordones se sintieran ateridos. Estuvo tres días in hablar. Ni siquiera se preocupó cuando, al sacar a otra bota, la movieran y no la colocaran bien en su sitio. Daba igual. Estaba segura que en enero la podrían el letrero de "saldo" o "rebajas" y al acabar ese mes la enviaran de nuevo a la fábrica. Nadie sabía bien que sucedía allí, cuando uno regresaba a la fábrica, pero los rumores eran espeluznantes.

Una tarde, poco antes de acabar el año, entró una joven a la zapatería. Se quito la capucha y se sacó los guantes a la par que se sacudía algunos copos de nieve del abrigo. Se quedó mirando el interior de la tienda buscando algo.

- ¿Le puedo ayudar? - dijo el zapatero.

- Sí... Busco una bota... - contestó la joven.

- ¿Para usted?

- ¿Qué? No, no. Busco una bota de hombre.

- ¿Sabe el número?

- ¿El número? Bueno, no importa mucho.

- Siempre la podrá cambiar -dijo el zapatero sonriendo-, pero es mejor que lleve el numero acertado. ¿No lo sabe?

- Sí, sí. Creo que es el 42 o 43, pro en realidad no importa mucho. Simplemente, que no sea muy pequeña ni muy grande.

- Bueno -dijo el zapatero, divertido, y empezó a sacar varias botas de los estantes y del escaparate. - ¿Qué tal alguna de estas?

- Están bonitas, sí...

La joven miraba indecisa, sin fijar la vista en ninguna bota en particular. De pronto sus ojos se abrieron y caminó hacia el escaparate diciendo:

- ¿Y ésta? ¡Ésta es perfecta! ¿La puedo coger?

- Permítame - dijo el zapatero, y tomó la bota sacudiéndola del sueño.

"¡Me han elegido, me han elegido!" le decía la bota sus compañeros del escaparate mientras el zapatero la tomaba en sus manos. El nos cordones se esbozo una sonrisa.

- Sí, es perfecta. - Dijo la joven mientras la cogía y la miraba de cerca.

- Si se la lleva le hago un descuento- dijo el zapatero.- Ay pero, perdone, es pequeña, es un 41.

- ¿No tiene un número más grande?

- No, es un modelo de hace un par de años, el último. Lo siento.

"No podía ser. Otra vez no. De vuelta al escaparte. Yo y mi mala suerte", pensaba la bota.

- Sabe, realmente no importa mucho el número. ¿En cuánto me la deja?

- Pero señorita, no se lo puedo cambia por otro igual...

- De verdad, no importa. ¿En cuanto está?

- Pues con el descuento se la dejo en 45 euros. Es una buena bota, de cuero, y cosida.

- De acuerdo.

- Muy bien. - El zapatero fue por la caja y la colocó dentro junto al otro par

- Ay bueno -le interrumpió la joven- sólo necesito una bota.

El zapatero la miro extrañado y frunció un poco el ceño. Ella sonrío y le dijo:

- Olvídese lo que le he dicho. Cosas mías. Sí, me llevo los dos pies. Se me está ocurriendo una idea...

El zapatero cerró la caja con cuidado.

- ¿Se la envuelvo para regalo?

- No, no hace falta. Gracias.

- Bueno, tenga.

La joven pagó, cogió la caja y con las botas y salió feliz y decidida a la calle. Arreciaba un poco el temporal y caminó rápidamente hacia casa, cruzando las calles del pueblo, apurada. En casa la le saludó el gato, que olfateaba la caja con curiosidad.

- Hola misi. Encontré las botas perfectas -le dijo mientras le acariciaba- Ahora verás.

Todavía con el abrigo y abrochado y sin quitarse los guantes, apurada, colocó la caja de las botas en la mesa de la sala y la abrió. Le brillaban los ojos de una mera especial cuando vio las botas recostadas en el interior de la caja entre papeles de seda: dos botas perfectas, de cuero marrón con sus cordones de marrón más claro, desprendiendo ese olor especial del calzado nuevo. Eran suaves, y no muy pesadas. Cogió el pie izquierdo, el que había visto en el escaparate, y le dijo:

- Te espera un largo viaje. Un viaje maravilloso.

Puso la bota en la mesa y busco una funda de plástico que había en la sala. Sacó una camiseta de verano y la dobló poco a poco en si misma hasta que tubo el tamaño de un calcetín. Luego la metió dentro de la bota, ajustó la lengüeta y los cordones y miró su obra: perfecta. ¡No! Se olvidaba algo. Se echó la mano al mentón y salió corriendo de la sala, regresando unos segundos después con una cuartilla doblada.La desdobló y leyó de nuevo lo que había escrito:

¡Hermanito!
¡Feliz navidad!
Estás lejos, y ese bicho ahí fuera nos permite viajar. Me faltaba tu zapato por Reyes, así que aquí te lo mando, con los Reyes dentro. ¡Ponlo en la entrada de la casa y no se te ocurra mirar en su interior hasta el día 6!
Te mando la bota izquierda. La derecha se queda acá por ti.
¡Besos!
(firma)

 Dobló de nuevo la cuartilla y la colocó entre los cordones. Luego metió la bota en la caja, sacó la bota derecha y rellenó en espacio vacío con papel de periódico, cerró la caja, la envió en papel de estraza, y la metió en un sobre de correos urgente con una dirección ya escrita.

- Buen viaje, bota. Creo que nunca has caminado ni caminarás tan lejos.

Se puso de nuevo la capucha, cogió el paquete y salió de nuevo a la calle

- ¡Ya regreso misi!

Ya estaba anocheciendo. Caminó rápido entre los copos de nieve hasta la oficina de correos. Estaban casi a punto de cerrar cuando llegó.

- Correo express, gracias. - Le dijo al cartero.

- Es al extranjero. ¿Qué contiene?

- Es sorpresa.

El cartero la miró serio.

- Chica, tengo que rellenar el formulario de aduana.

- Ponga entonces: una bota.

- ¿Valor a declarar?

- Es invaluable. Todo el amor del mundo.

El cartero la miró, sonrió y meneó la cabeza. - Bueno, 10 euros. No puedo poner menos. Así no te sale muy caro el envío. Lo marco también como regalo para que no se vaya a la aduana y llegue más rápido.

- ¡Gracias! ¿Cuánto tardará?

- Express, unos 4 o 5 días.

La joven contó con los dedos. - ¿Llegará para Reyes?

- La noche del 5,como dice la tradición - Dijo el cartero.

 

La nieve caía copiosamente al otro lado de los cristales. El gato olía todos los zapatos en el zaguán, junto al taquillón. Ella dejo la bota derecha junto a los demás y dijo:

- Tú te quedas conmigo, hermanito.

El viento bufó por debajo de la puerta asustando al gato. Al mismo tiempo, pero muchos kilómetros más lejos, despegaba el avión del correo urgente hacia un país sin frío y sin nieve pero colmado de la misma esperanza de Navidad. Entre los paquetes viajaba una bota: feliz, nerviosa, emocionada por el viaje y por su misión. Era la bota más afortunada de la zapatería. Y no sentía frío en su interior: llevaba consigo todo el calor y todo el amor del mundo.

jueves, 24 de diciembre de 2020

Nochebuena, 2020

¡Mira la estrella!
Está colgada del cielo,
brilla por los que se han ido,
brilla par los que la miran de lejos.
Brilla sobre la selva,
sobre las playas de plata,
sobre los níveos gigantes
y los páramos entre las montañas.

Brilla en ti
-que nunca se apague-,
que tu puerta siempre esté abierta
y en las ventadas de tu casa
siempre sonrían los niños
y las niñas, sonrisas de esperanza:
su barbilla apoyada en el alféizar
entre las flores y un gato que baila.
 
Y que esta noche ante tu mesa
no falten las palabras
cuajadas de risas, de lágrimas,
para celebrar de nuevo la vida:
cada sorbo una alegría,
cada abrazo una manera,
una mirada sincera
para decir "gracias".

Caminos de estrellas

Caminos en las estrellas;
la tierra respira.
Vínculos que conectan
almas y corazones,
lazos que se desantan,
que dicen adioses;
lazos aún más fuertes
uniendo esperanza,
brotando en los campos
regados por lágrimas
y cenizas...
Cenizas raíz de la vida,
raíz de la esperanza
sin ricos ni pobres
ante una mesa repleta
de ojos sinceros, sin máscara,
condándolo todo,
perdonándolo todo,
uniendo los lazos,
sintiéndose cerca,
siendiéndose uno
en la distancia.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Discos 2020

Aún en cuarentena, la música sigue. No para de admirarme como la música y el arte en general siguen floreciendo a pesar de las adversidades. Acá les dejo algunos discos nuevos, publicados este 2020:


the innocence mission
(Thèrese)
 
 
 
 
 
Indigo Girls
(Rounder)
Luis Pastor
(Flor de Jara)
Becca Stevens
(GroundUP)
 
 
 
 

Lido Pimienta
(ANTI-)




 

 


Rodrigo Leão
(BMG)


 
 
 



Jason Isbell & The 400 Unit
(Southeastern)


Silvia Pérez Cruz
(Universal)

domingo, 6 de diciembre de 2020

Chispas

No puedo escribir por encargo,
y cuando empiezo,
no se bien donde acabo.
la hormigas del teclado,
son las que me van llevando.
 
Hormigas eléctricas, chispas,
cosquillas con manos de gato,
marionetas jaladas por hilos,
de mi musa, arriba, jugando,
conectado las neuronas sueltas,
despertándolas del letargo,
conectado miles de cables,
desordenando emociones y datos.
 
Musa de mis cortocircuitos,
creadora de descargas y chispazos,
¿dónde me llevas esta noche?
mis ojos de búho están preparados,
luz del velador encendida,
la pantalla titila en blanco.
arría las velas, tensa los cables,
son tantas las estrellas,
y el mar tan vasto,
sus aguas esconden poemas,
el viento desata pasiones,
de amores no declarados.