El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 27 de junio de 2020

Contágiame

Contágiame,
con el brillo de tus ojos,
con el latir de tu pecho,
con las palabras que brotan,
se enredan en mi mente
y florecen luego;
contágiame de colores,
uno para cada momento,
para cada minuto de vida,
para cada sabor,
y cada sueño.
Contágiame con la mirada
con la espera y el tiempo;
contágiame el pensamiento,
los poemas tecleando mis dedos,
la risa desordenada,
el trabajo, el esmero;
contágiame la esperanza,
las ganas de vivir
y de abrazar la vida
al vuelo.

sábado, 20 de junio de 2020

La nueva realidad (o las cosas que cambian)

No estrés triste. Ya volverás a ver el sol y volverás a sentir el sol sobre tu cuerpo. Ten paciencia. Se que miras con llanto e impotencia el jardín a través de esa ventana, casi traslúcida: las manchas están por fuera, sí, pero no te preocupes, tiempo al tiempo y podrás salir la limpiarlas. Deja que sean las gotas de lluvia las que limpien los cristales por estos días, que sea el agua el que haga dibujos ellos y no las lágrimas sobre tus ojos.
Sí, ya se. Es un fastidio. Todo el día con esa mascarilla en tu rostro como si fuera un bozal. ¡Ni siquiera se puede respirar bien! Y los lentes. Ah, esos lentes, cuantas veces te los habrás lavado-desfinfectado-esterilizado. Jabón y agua, primero una mano, luego la otra, por dentro, por fuera, entre los dedos, luego se frotan y se entrelazan hasta que salga espuma, una y otra vez, una y otra vez, luego el agua y después el paño seco y limpio. Así, cada hora del día. Todos los días.
Todos los días miras por la ventana. Lo se. Cuentas cada gota de lluvia, cada rayo de sol que ilumina las flores en el alfeizar. ¿Por qué ellas están afuera, y tú tienes que quedarte adentro, encerrada, con miedo de sacar la pequeña jarra que usas para regarlas por la ventana entreabierta, temblando de miedo?
¿Por qué tienes que llegar a casa después de recorrer las calles como si se avecinase una tormenta que nunca llega, porqué tienes que recorrer las tiendas sin mirar a la gente a la cara, sin decirles casi ni una palabra, por qué tienes que entrar en casa mirando de soslayo como si alguien te estuviese siguiendo o  estuvieses haciendo algo prohibido? ¿Por qué tú corazón late nervioso cuando por fin estás adentro, y esa cosa afuera, y las fundas de la compra, repletas, parecen llenas de plantas raras, extrañas y quizás venenosas?
Las limpias y las colocas rápidamente en la despensa y la alacena, como si las introdujeses en cámaras de desinfección herméticas. Y después de miras. La ropa cubre todo tu cuerpo. Quieres tocarte el rostro y apartarte el cabello pero sabes que no puedes. Tus manos se quedan detenidas en el aire y tu rostro se va tus pies descalzos. Los zapatos descansan de la caminata sobre una alfombra segura en la puerta de la casa, como si se estuvieran recargando para la siguiente salida. Repasas tu cuerpo y rápidamente te sacas las ropa y la botas en el tacho de la ropa sucia y corres al baño. Te miras en el espejo: Todas las líneas, las marcas, el sutil vello erizándose mientras contemplas ese mapa que es tu cuerpo. Te acercas al espejo y desprendes tu mascarilla: aún está ahí. Algo más pálida pero aún se sonroja al verte, los labios se separan un poco y en la comisura que no se atreve a sonreír, quieren asomarse tus dientes. Quieres tocar tus labios, sentir esa suavidad de nuevo, pero algo se activa en tu interior y corres a la ducha. Agua caliente, jabón, champú. Tus manos recorren tu cuerpo resbalando sobre el jabón, siguiendo todas las curvas de cuerpo. El cabello descansa suelto, mientras el agua cae sobre tu rostro, llevándose el jabón, permitiéndote abrir los ojos y respirar. Podrías quedarte ahí horas. Se siente tan seguro ahí, bajo la lluvia de la ducha, dejando que el agua se lleve todo bien lejos, es un momento de paz, donde no hay pensamientos y el tiempo no pasa.
Cierras la llave y a tientas coges la toalla, te secas y te envuelves en ella. Cuando sales de la ducha, el vapor comienza disiparse, dibujando curiosas formas de vaho sobre los azulejos del baño. En el sueño, a un lado del lavabo está la mascarilla, caída. La miras y piensas:
"Paciencia, cuídate, resguárdate y protégete del viento y las inclemencias. Y crece, sí, crece por dentro. Pronto pasará este tiempo, pronto se romperá la crisálida y volarás libre, mariposa".

martes, 16 de junio de 2020

La conquista

¿Será que nos borramos de mapa?
¿Será que desaparecemos,
así, sin decir nada,
sin dejar rastro ni huella,
felices, surcando los mares,
hasta nuestra isla desierta,
cruzando la galaxia ignota
hasta los océanos de Júpiter,
fundidos en colores y sales,
dejando atrás a los perros
y las hormigas en la Tierra?

¿Será que nos tragará la selva
como tragó a las pirámides mayas,
será que nos volvemos polvo,
y hueso y barro cual omaguas?
¿Será que la conquista invisible,
avanzará sin palabras mágicas,
sin heroicas lides ni guerras,
solo el eco de palabras extrañas,
nombres de ríos de que fluyen
por unas tierras despobladas?

¿Será que nos iremos de la playa
como nos vamos después de una fiesta,
toallas, sombrillas y hamacas,
castillos de arena y conchas gastadas,
y desperdicios y papeles al viento,
y botellas vacías y ropa mojada,
olor a salitre, sexo y desenfreno
bacanal del último fin de semana?
¿Nos llorarán quizá las campanas,
cuando la marea suene a misterio
de ciudades sumergidas y atlántidas;
seremos sólo el rumor y el eco
de una tierra perdida y olvidada?

¿Será que nos vamos,
así, sin decir nada
sin besos, sin abrazos
sin siquiera mirarnos a la cara?

martes, 9 de junio de 2020

Tu sonrisa

Te quitaste la máscara
y ahí estaba:
esa sonrisa perfecta
tal y como la recordaba,
con sus marfiles blancos,
y rojos los labios
a juego con tu rostro
cuando te miraba.
No ha perdido el color,
no ha perdido la magia,
esa que me tiene prendando,
que sin hablar me llama;
incluso con los ojos cerrados
sé que quisiera besarla.

sábado, 6 de junio de 2020

El rostro de la luna

Luna
pálida y fría,
teñida de negro
el río reflejo
de codicia humana.
Luna
llora en silencio
no fue amor prohibido
fue ahogo y grito
de tierras violadas.
Luna
triste y herida
corre un velo,
lluvia en los cielos,
la selva sangra.

viernes, 5 de junio de 2020

5 de junio

La lluvia torrencial creaba una cortina gris en la calle, la calzada corría como un río estrepitoso llevando felices gotas de agua que saltaban si parar formando gorgoritos, y en la acera cinco rostros cubiertos probando suerte bajo la lluvia de la mañana, nerviosos y excitados como wambras robando unos minutos a la salida del colegio.
En la esquina la verja estaba abierta. En el interior, la escena indecisa y recogida se comenzó a cambiar ante la visita de paraguas plegados, de rostros mojados y ropas salpicadas de lluvia buscando un café. En un instante se volvió en un lugar acogedor: ruido de sillas, ruido de mesas, de charlas y risas, del chisporroteo del aceite en la sartén y el gorgojeo del agua hirviendo.
Comenzó como una confesión entre amigas siempre con un ojo avizor, como un comer a hurtadillas, y terminó como un café programado en la mañana, uno de esos que nunca se acaba, un intercambio de vidas encerradas y verdades guardadas esperando para ser contadas cara a cara, sin más máscara que la risa, pues no se pueden contar de otro modo.
Terminó siendo una vuelta a la vida, un florecer bajo la lluvia de junio, lavando miedos y arriesgando al aire esas ganas de vivir el día, de afrontar los retos de la vida y aprovechar cada minuto, saboreando cada sorbo, cada gota de agua que rueda por el rostro hasta penetrar por la comisura de los labios.
Y después el temporal amainó y las risas se volvieron adioses y hasta luegos, y bajo las últimas gotas de lluvia, rodando, caminando bajo unos paraguas felices de estar de nuevo mojados, caminaron lentamente, aprovechando el tiempo que daba la calle hasta llegar a la esquina, para seguir conversando y comenzar detalles, esbozando frases, aprovechando la nueva vida, caminando luego cada uno a su casa, felices, como si llevaran consigo un ramo de flores.