El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 26 de julio de 2015

Públicamente en privado

"Busquemos la manera de que el dinero no se quede siempre en los bolsillos de los cuatro amigos de siempre". Esto es lo que debió pensar un burócrata o estadista bienintencionado hace unos años. Da rabia cuando las contrataciones se hacen a dedo y entre amigos, eliminando la posibilidad de otras personas de participar del pastel, y con esa rabia se decidió cambiar las cosas.

Se ideó un nuevo sistema, algo revolucionario, que permitiría a todos en igualdad de oportunidades acceder al dinero público. Presenten varias ofertas, rellenen informes y más informes, súbanlo todo al web y los analistas elegirán al mejor postor. Todo perfecto. Pero ¿y si sale elegido el mayor estafador, un zote inútil, qué hacemos? No se preocupen. Hagan un informe con unos términos bien acentuados de manera que sólo el amigo de turno encaje con lo que se solicita y listo, todos tranquilos y contentos.

Personalmente, no veo la diferencia entre el método tradicional y el actual. Algo así sucede con la "eliminación de la tercerización". Contrataciones directas para eliminar intermediarios. Pero como el proceso es muy largo y tedioso, busquemos mejor un proveedor para que él vea dónde contrata todo lo que necesitamos. ¿perdón? Sí, sí. No pierda el tiempo haciendo pequeños contratos con artistas y proveedores, incluso le puede llamar la atención por ineficiencia, por perder el tiempo haciendo procesos de compras y contrataciones; mejor elabore un gran proyecto, haga un gran pack y sáquelo a concurso de proveedores que luego le provean  a usted de todo lo que necesita.

¿Dónde quedó aquello de la eliminación de los intermediarios?

Alguien me dirá "no te quejes, hecha la ley, hecha la trampa" o me dirán "no es lo mismo, hay otros detalles". ¿Qué detalles, qué ley ni qué trampa? Lo único que hacen ustedes con sus nuevas leyes, sus nuevos métodos, y sus nuevos principios es lo mismo de siempre: mentir y engañar. Siguen siendo una panda de mentirosos y ladrones. Y además, una panda de mentirosos y ladrones "acojonados". Unos mentirosos que se aferran a la Ilustre verdad y equidad cuando el sistema no les reparte lo que ustedes quieren, o no les reparte lo suficiente, pero que en realidad no tienen ningún interés en cambiar el sistema, todo lo contrario, todo lo que quieren es seguir chupando de él, medrando como los asquerosos trepas que siempre han sido, y acojonados y siempre a la defensiva ante el miedo de ir más allá y cambiar ese sistema que les da de comer (sólo a ustedes, y no a otros)

Vuelvo a repetir lo que siempre digo: si el sistema no reparte igual para todos, si es tan fácil de modificar para que sirva unos intereses particulares y privados, el sistema no nos sirve. No hay diferencias, no hay derechas ni izquierdas, no hay revoluciones si al final lo único que se intentan es que el sistema reparta un poco más a unos pocos elegidos. Por mucho que lo disfracemos, el sistema sigue sin funcionar.

No voy a negar los logros en mejoras para la ciudadanía obtenidos por este gobierno. Soy testigo de los cambios en los apenas siete años que llevo por acá; pero cuando uno se mete en los entresijos de este sistema público y ve lo privado que es por dentro, el único pensamiento que le queda es: "estos reparten un poco más que los anteriores, pero en el fondo son lo mismo: unos acomodados más que no quieren perder su poder, que no quieren compartir su parcela de bienestar social".

A la luz pública muchos me condenarán, me llamarán vendido a la derecha, aunque saben bien que no lo soy. Es parte del juego del sistema: o estás con ellos estaś con los de enfrente. No hay más, no puedes no estar, no puedes estar con un tercero. No hay cabida para esto. No hay un no sistema, no hay un otro sistema. No hay afuera, y el adentro ya está totalmente definido (y podrido) y si uno se empeña en demostrar que sí hay algo afuera, le tratarán por loco y le encerrarán bien adentro, bien escondido pero expuesto a la luz "pública", para que todos sepan que se volvió loco y por eso no disfruta del sistema.

Los locos, estos locos que no padecen trastornos físicos, sólo existen en las mentes de aquellos que les corrompen, abusan, excluyen y luego condenan por locos. Están bien cuerdos y su único crimen es negarse a adoptar un sistema que han descubierto lleno de mentiras, abusos, robos, codicia, lascivia y toda la lista de pecados capitales.

Seguiré pues defendiendo a este puñao de locos soñadores, hasta que me encierren o me entierren. Seguiré dejando al dinero al fondo de mi lista de prioridades vitales, bien lejos, allá donde no se le vea, y trabajaré para obtener bienes gratuitos. Enseñaré y aprenderé nuevas destrezas en lugar de pagar a alguien para que haga lo que no se o no sabemos, marearé al burócrata con todos sus papeles para poder dar la mano a aquel que pretenden ahogar tras ellos, viviré mi futuro en el presente, sembrando para que cosechen nuevos presentes aquellos que vendrán después y que yo no conoceré. No daré limosnas. Daré la mano. No trabajaré por inercia. Trabajaré porque quiero y porque creo en el propósito de mi trabajo. Hasta donde me llegue el aliento.
Hasta ahí llegamos todos. Nadie se perpetúa ni merece perpetuarse en sus actos. La historia ya está cansada de ellos, está cansada de ser patrimonio de unos pocos.

Llenemos las enciclopedias de personas anónimas. Cantemos esa canción vieja como el mismo hombre. Esa cuyo autor desconocemos porque su nombre se perdió en el viento o porque nunca firmó como propietario. Esa canción anónima, sin dueño, pero que a su vez sentimos tan nuestra.

lunes, 6 de julio de 2015

Gracias por decir NO

Tenemos que pagar nuestras deudas. De acuerdo. Pero, ¿a quién debemos nuestras deudas? ¿Quién es el que dice cuándo vencen los préstamos? ¿Quién nos hizo los préstamos?
A fin de cuentas, ¿tenemos deudas?, se preguntarán muchos.

Y es que hoy día en nuestra sociedad se nos hace deudores de todos nuestros males, se nos hace responsables ante otros por todos los beneficios que hemos gozado hasta ahora, como niños despilfarradores.
Al principio, uno calla, agacha la cabeza arrepentido y paga sus deudas. Luego, cuando ve quiénes son los que se alzan como acreedores, empieza a dudar si realmente les debía dinero a ellos. Unos entonces negarán la deuda, otros seguirán con la cabeza gacha.

Ninguna de las dos posturas, por desgracia, es la acertada. Negar la deuda es un error: sí, somos deudores. Callarse, es dejar de existir como ser humano y convertirse en un subproducto de aquellos que piensan por uno, no es admitir culpa, es dejar que nos asignen una culpa, propia o ajena, y esto es más terrible que la negación.

Hoy muchos ciudadanos, esos que aún no han agachado la cabeza y olvidado que lo son, reniegan de falsas acusaciones y se declaran libres de deuda: ¡no debemos un sólo centavo a los bancos, las multinacionales! Y tienen razón, pero eso quiere decir que estén libres de deuda. Es falso negarse a pagar.

No, no debemos a los bancos. Pero sí, tenemos deudas pendientes. Nuestras deudas están con nuestros padres, con aquellas personas que junto a ellos y antes que ellos, invirtieron vidas, tiempo, recursos, energía, sangre, en conseguir que nosotros estemos hoy donde estamos. Nos debemos a todas las personas que, después de la 2ª Guerra Mundial se sentaron y escribieron los artículos de la declaración de los derechos humanos, a las personas que lucharon por lograr la actual jornada laboral de 40 horas semanales, las que trabajaron por sueldos dignos en los distintos trabajos, por caminar hacia la igualdad entre hombres y mujeres, por el derecho a la tierra, por el derecho a la educación pública y gratuita, por el derecho a la sanidad pública y gratuita, por las pensiones y la seguridad social, y por un largo etcétera más.

No creo que haya ninguna persona en mi círculo de amistades que haya nacido con un plato sobre la mesa, nadie que haya heredado un enorme latifundio o cortijo, que sea descendiente de algún título nobiliario; nadie cuyos padres hayan vivido de réditos sin trabajar, nadie que no haya tenido que hacer cuentas para llegar a fin de mes, nadie que no venga de un pasado donde no había nada, salvo un pueblo donde la gente aplastaba terrones sembrando campos en una vida y una economía de pura supervivencia, movidos por al inercia del vivir, y el sueño de que las futuras generaciones no viviesen sólo por esa inercia.

Todo lo que tengo se lo debo a esas personas que soñaron y sembraron en contra de la inercia. Que desamortizaron, que cortaron cabezas a los reyes, que creyeron en un estado sin diezmos ni tributos, sin sangres de otro color que la roja. Es con ellos mi deuda diaria, y sé que esa es la deuda de todos los que me leen en estas líneas.

Soy deudor. Somos deudores. Pero nuestros acreedores no son los bancos, no es un estado movido por intereses oligárquicos y corporativos. No tenemos que pagar de nuevo diezmos ni tributos, esos ya fueron pagados y abolidos por aquellos a los que nos debemos. Paguemos nuestra verdadera deuda, no esa que nos imputan falsos acreedores ávidos de mantener un modelo social y económico que no guarda relación alguno con nosotros. En Grecia ya lo están haciendo. Es fácil. Nuestra deuda no necesita dinero para desaparecer, solo necesita coraje para levantarse, acallar todas las mentiras y decir un rotundo NO.

miércoles, 1 de julio de 2015

Llevado por la marea

Como si fuese una ventana abierta a otra dimensión. Un portal mágico me permite cruzar en un instante miles de kilómetros de distancia y sentarme entre la gente, en un teatro, en una lejana ciudad que no conozco, mientras él, de pie sobre el escenario, desencadena una melodía en su guitarra y llena todo el espacio, y me hace sentirme allí, vivo.

En el mismo espacio, yo, a miles de kilómetros, en la selva, sentado en un teatro de una ciudad del norte de Estados Unidos, aquí, sí, y allá también, atrapado por la magia de unas notas que saltan en mi interior y me hablan con fuerza.

No sé qué tiene la música de este hombre que me atrae de tal modo. La magia del internet, de un "enlace en tiempo real" y la magia oculta en la música de David Crosby, que traspasando los ceros y unos del internet, llegó hasta mí hace unas noches, haciéndome partícipe de un compartir maravilloso. Parecía más vivo que nunca. Podía tocar el aire del teatro con mis dedos, sentía el aire llevar las notas hasta mis oídos. Durante unas horas, olvidé mi selva, se borraron sus sonidos y todo lo ocupó la marea de sonidos de la guitarra y la voz de este hombre, que, desde la primera vez que lo escuché se quedó en mi médula y sigue estremeciéndola por dentro con cada nota. Un hombre que a sus más 70 años es aún capaz de coger su guitarra, y sin nada más llenar la estancia y vibrar con fuerza, de seguir hablando ese idioma único y comprometido. Nadie, nadie escribe canciones como este hombre. El viaje siempre resulta incierto y reconfortante. Un viaje mágico por aguas profundas, desconocidas y cercanas a la vez.

Rusty and blue (tristes y oxidados)
David Crosby

Cómo puedo agrupar estas palabras en un racimo
juntarlas en un montón, como plumas en tu suelo
Viajes y bosques marinos, de azul profundo y oxidado,
coserlas en una funda, y dejarlas en tu puerta

Vidas de gente, gente cuyas vidas
me fascinan
Toda mi vida, toda me vida
he querido entender

Hay un hombre en la esquina, tiene la luna en sus ojos
Viene de visita, y lleva un disfraz
me pregunto si está buscando amigos o verdades.
Creo que está llamado a alguien desde esa cabina.

Y la mujer sonriente contesta,
vence al miedo con sus ojos
piensa que la vida está bien, por eso creo que es sabia
y mi corazón quiere darle un regalo tan grande
que hablará por mi y le dirá donde estoy parado.

Y yo estoy de pié en una columna
y ésta se derrite como el hielo
de años que he vivido y algunos que he vivido dos veces
y tengo todas estas plumas y hojas en mi piso
y no quiero seguir volando dando vueltas, perdido.

Y siento la necesidad de juntarme, de revolver y buscar
de sacudir mi vida y darle un estirón
para traer conchas a la superficie y mostrártelas a ti,
regalos del fondo del mar, tristes y oxidados.

Estas dos vidas guardan mi atención bastante bien,
ya sabes, las vidas casi nunca corren paralelas
como las tablas en el piso, todas ajadas y gastadas,
predestinadas y encajadas mucho antes de que naciésemos.

Vidas de gente, gente cuyas vidas,
me fascinan.
Toda mi vida, toda mi vida
he intentado comprender,
comprender.