El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 29 de septiembre de 2019

Corazones inexplorados

Cuando el cielo sólo era cielo
y las nubes eran sólo sueños
cuando la risa de aquellas niñas
era como la nuestra, ingenua,
y en salón pintábamos el mundo
con tiza de colores imposibles
y escondíamos otros colores
en poemas a mano alzada
y en miradas.

Cuando aún estábamos por nacer
y nuestro mundo aprendiendo a caminar
y las noches eran tranquilas
colmadas de de mil sonidos
cubiertas de mi estrellas,
y los latidos acompasados
de corazones inexplorados
en tierra de piel canela
y oro.

Cuando el llano se volvía arroyo
y fluía cristalino en la mañana,
la vida era sencilla y clara,
seguros en nuestro jardín
sin esas rosas que sangran,
con todo aún por decidir:
el beso o la charla,
el viento o las alas,
el camino, la casa.

Ahora miro al jardín, bicho
y a veces quiero volver a él
aunque sea sólo un segundo
quiero soñar que desperté,
en su regazo, aún sin saber los misterios.
No me arrepiento de ninguno de ellos,
pero ahora que los conozco, bicho
siento que necesitamos unos nuevos,
que el volver no es sueño, y tú y yo aún
soñamos.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Un país que no camina

Un concierto, líderes bailando a una vieja música con una letra nueva hecha para la ocasión, una foto, aires de cambio, una nueva foto, los que nunca han salido en la foto ahora en el frente. Borrón y cuenta nueva. Aires de revolución, de renovación, cambio.

Esa es la vida política de este país que me ha acogido durante ya más de 11 años, poco tiempo quizá, pero lo suficiente como para hacer una pequeña crítica constructiva a estos procesos "democráticos" (las comillas, verán, están completamente justificadas) desde el punto de vista de un ciudadano, residente, con derecho a voto, y siempre comprometido con la vida política del país: por encima de partidos, ve y vota: ejerce tu deber como ciudadano. Sigo convencido de que éste es el menos malo de los sistemas.

Acá el sistema democrático se da. La gente vota (por obligación, por desgracia) y elige sus líderes y respeta la decisión de sus líderes, que son en mayor o menor medida títeres de lobbys financieros internacionales. Todo normal. Pero aquí también tienen la costumbre de destruir el pasado. Sí, destruir. No olvidarlo (de eso se encarga el tiempo) sino de destruirlo: cada nuevo líder, cada nuevo gobierno, se dedica a difamar, desarmar y destruir toda obra o proyecto del anterior gobierno. No hay ni siquiera un análisis del proceso y de la gestión anterior, simplemente hay que crear algo "nuevo". Así, se derrumban puentes, se cambian modelos de gestión, se crean nuevos procesos burocráticos, se apropian (en el sentido etimológico de la palabra) de proyectos e instituciones, y -si la coyuntura económica internacional lo permite- se construye alguito.
Uno podría pensar que todo esto se hace por el bien del pueblo, pero uno tiene siempre la sensación de que se hace por la foto, por el ego. O al menos que siempre se pone por delante la foto en las prioridades: hay que demostrar rápidamente que se está haciendo algo nuevo, para ganarse no al público, sino para demostrar a los que nos votaron de que se está cumpliendo con sus expectativas de cambio.

Así, cada vez que hay un cambio, nacional o seccional, se comienza de nuevo. Se destruye el pasado para que nadie dude de que por fin llegó el cambio y por fin se hace algo. Si todo lo que se hizo estaba mal, y se destruye para que no haya nada, y se hace algo nuevo, desde luego que a todos les parecerá que ahora sí se hace algo. Pero, por debajo de ese algo ¿qué hay, dónde están las raíces, el proceso de desarrollo, de cambio, la supuesta mejora, si no se parte de nada? Si todo se comienza de cero cada cuatro años, dónde está el proceso de desarrollo del país, de la sociedad?

En estos días, a algo más de 100 días de gobierno de los nuevos gobiernos municipales y provinciales, todo se construye de nuevo, ahora todo funciona por fin después de años de desidia. Incluso hasta lo que funcionaba se tilda de "no funciona" para llevarse el crédito. Vivimos en un país en el que se destruye y se olvida el pasado reciente para crear un presente efímero, construido en personas, en caras con nombres y apellidos, y con una expectativa de futuro de cuatro años a lo sumo. Es el populismo llevado al extremo, en el que el líder y su proyecto es uno mismo, en el que se lleva al frente no a los oprimidos y olvidados, sino a aquellos que durante años no sacaron el boleto ganador en la rifa y a los que ahora, por la mano magnánima omnipotente se les pone al frente: caras nuevas, proyectos nuevos. ¿Son caras nuevas, o es la misma cara con una nueva careta? ¿Cómo podemos estar seguros de hacer lago nuevo, de cambiar si destruimos el pasado? ¿No nos quedaremos sin saberlo en el mismo sitio?

El baile político, el baile de la sociedad se me parece tanto a aquel two-step estadounidense en el que todo se me un paso adelante y dos atrás. Quizá sea eso. Quizá sea esa herencia colonial (o neocolonial) de Estados Unidos, esa que veo en la morfología de las calles y la fisionomía de las ciudades de este país, en los modelos últimos de las relaciones sociales, económicas y sí, cada vez más las culturales de este país, un país que sigue todavía luchando contra la herencia cultural y el yugo hispánico sin darse cuenta de que ya ganaron la batalla a la Corona, que el sincretismo les hizo suyos, y que la colonia -invisible, pero siempre presente-, es otra.

Miren, nada progresa si no se parte de un pasado. Nada cambia si se cortan las raíces en lugar de trasplantarlas. Nada mejora y se fortalece si no hay un buen análisis del proceso previo. No se construye ni se diseña nada nuevo si no se parte de lo que crearon e inventaron los que vinieron antes. Conservemos el pasado. Reivindiquemos el no el pasado, sino el conservar el pasado. Hemos heredado una casa, tiene muchas imperfecciones, es cierto, pero también muchos aciertos. Aprendamos de ambos y sigamos mejorando la casa, acreditando adecuadamente a todos los que vinieron antes, siempre para bien de la sociedad que está creciendo y configurándose con nuestro hacer. Saldremos en la foto, bailaremos, se lo puedo asegurar: todos y cada uno de nosotros, a la vez.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Retrato

Quiero escribir tu rostro y no puedo.
¿Sabes? se quedó prendido en mi recuerdo,
y aunque quiero robar el abrazo
y sentir la caricia de ese beso,
la mirada de tus ojos coquetos y sabios,
se bien que no puedo.
Lo robaron dos lunas llenas,
de vida, de luces, de risas.

Veo su llanto pintado en tus canas,
sus flores poblando tus pupilas,
enredándose en tu sonrisa
mientras cargas el peso
de un mundo que no cansa,
que reconforta cada momento:
vida que brota en tu pecho
y calma todos los llantos.

Recuéstala en tu regazo,
déjame mirate madonna,
una luna en ti, la otra a tu lado.
Quiero pintar este cuadro,
usaré mis mejores letras,
para decirles cuánto les quiero
Sara, Kamila y Daniela.

sábado, 7 de septiembre de 2019

En femenino

Un tranvía sin rieles que va lento hacia el sur. Un tranvía sin rieles ni orden, gastado, lleno de pasajeros, de vendedores y ruido, rodando lento por calles llenas de baches, brincando y frenando... Y el calor... El calor de un sol en las alturas filtrándose por las ventadas de cristal sucio y rallado, y mezclándose con el olor a monóxido de carbono.
Adormecido sobre mi asiendo, vigilo mis pertenencias y observo a la mujer con niño en brazos que se sienta a mi lado, al joven músico que ocupa su puesto después, al vendedor de aplicaciones para celulares o de galletas. La ciudad cambia a través de las ventanas: el casco histórico, la estación de tren y el barrio obrero justo después de cruzar la quebrada que alguna vez puso fin a la ciudad, la ciudad "de segunda clase" poco después: enorme y larga hasta el infinito.

Despierto aturdido en un terminal de buses en el que no tengo que coger ningún bus. Busco la salida. Cuando la encuentro, en una calle desierta de sábado me asalta un abrazo y una sonrisa que me lleva aun carro donde mamá Mercedes cuida de tres niñas ¿o cuatro? Saludos y besos y miradas e historias de días que no nos hemos visto, días donde el tiempo pasa y renace y crece, y florece. Siempre florece.
Mi carro de mujeres también crece y cambia de carro y se llena de tías y primas e hijas y nietas que se mueven como abejas en un panal entre el tráfico, laboriosas, viajeras, dulces, atravesando calles, túneles, recorriendo la ciudad. Es día de compras de presentes, de aguas y colas y de paseo. Yo las observo en silencio, intercambio alguna sonrisa, busco monedas de padrino-en-potencia en mis bolsillos y camino de la mano de unos deditos que apenas alcanzan a tocar los míos.
Seis mujeres y yo en medio, caminando por un mundo que funciona acompasado a seis revoluciones distintas, intentando seguir a las seis, sentir como las seis, pensar como las seis: con sabiduría de vida, con la confianza de saber dar vida, con la decisión y la valentía de enfrentar la vida y decir "estoy cansada" y sonreír, seguir siempre adelante: las niñas, las fundas, el almuerzo, la sonrisa, los besos, el abrazo, y la vida que crece y crece, y sigue y sigue siempre floreciendo con ellas.

Cuando se van me quedo solo. La ciudad se apaga y se vuelve monótona. Mi bus me lleva a casa, donde en silencio acaba la tarde, dejando el mí el poso del día, como el sabor de un buen té, como esa paz que armoniza la vida y hace que comience a sonar de nuevo en mi computadora. Mis dedos, tranquilos y vivos bailando entre las teclas, recordando recodando aquellos deditos que se aferraban a los míos; mis brazos aún sintiendo aquel abrazo y en tu rostro bicho, la vida.