El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

miércoles, 24 de mayo de 2017

Regalo de cumpleaños

Quisiera tejerte un tapiz de flores
para que perfume la estancia y con tu luz
brilles mariposa envuelta en colores
translúcida con vestido de noche
en tu pelo negro reflejos de azul.

Quisiera tallar rubíes y diamantes
destellos de plata y rojo pasión
en tu cuello breves estrellas fugaces,
los deseos de noches estivales
futuros prendidos en el corazón.

Quisiera cubrirte con finas sedas
que dancen en tus curvas al compás
del viento que hace bailar a las velas
y te estremece con suaves caricias
meciéndote como las olas del mar.

Quisiera traerte especias de oriente
canela, incienso y flores de azahar,
la plata que hace brillar Silene
y la caracola que suave cuente
a tu oído canciones de agua y sal.

Mas no tengo más que estos pobres versos
estrofas que rompen esta soledad
incendios agitándose en mi pecho
los labios para cubrirte de besos
y la flor más bella que se pueda amar.

Terceto para Meily

Me encuentro en un aprieto mi amor,
me has puesto tan difícil tarea
que mi rostro a perdido el color.

Me suplicas que un poema te escriba,
mas cómo escribirte mi corazón,
si los besos, los sueños y los días,

que pasamos junto al río tú y yo
no tienen en palabras cabida
sólo en miradas y en besos mi amor.

lunes, 22 de mayo de 2017

Summer of love

Este año se conmemoran 50 años de aquel verano del amor de 1967, aquel verano de los jóvenes con flores en el cabello caminaban por las calles de San Francisco en California, EE.UU., y por otras calles y plazas de otras ciudades a lo largo de Estados Unidos y poco después también replicando su ejemplo, en otras calles y plazas del mundo.

La cultura hippie fue uno de esos movimientos culturales -o contraculutrales- que floreció en los años 60, una época en la que el cambio parecía posible, en la que una nueva generación que no había vivido ya los sucesos de la segunda guerra mundial, o la postguerra, una generación que se había criado en aquella norteamérica del crecimiento económico, de los avances tecnológicos, del rock 'n' roll, ansiaba romper con la rigidez de una sociedad tradicional, asentada sobre costumbres, valores y modos que no respondían ya a un mundo cambiante.

Era una generación y una sociedad que abogaba por acabar con la discriminación racial, apoyando el movimiento por los Derechos Civiles, que criticaba el intervencionismo militar oponiéndose a la guerra de Vietnam, que no tenía miedo a esgrimir consignas pacifistas o revolucionarias, que reivindicaba la figura de aquellos que, décadas antes y por haberse atrevido a hablar, fueron silenciados acusados de falsos crímenes como el ser comunista.

Una generación abierta también a la experiencia, a experimentar nuevas formas de vivir, de organizarse como sociedad, de expresar su sexualidad, de manifestar su arte, de tener otras vivencias a través de el abrazo de otras religiones o experiencias místicas o espirituales, a través de la experimentación con drogas, o con otras sustancias también.

En las raíces de esa generación estaban quizá las letras de aquel The Times They're a-changing de Bob Dylan, o de aquel If I Had a Hammer de Pete Seeger, padrino de toda una nueva generación de cantautores. Y es que la música fue una parte esencial y aglutinante de todo ese movimiento: cualquier manifestación cultural y social iba acompañada de música: We Shall Overcome, himno del movimiento pro Derechos Civiles, es quizá el mejor ejemplo. En la música se daba además ese mestizaje que el establishment, la sociedad tradicional no permitía: el rock 'n' roll era la fusión de ritmos negros y blancos, el blues empezaba a saltar las barreras étnicas, el jazz lo haría poco después, como poco después aparecería también el country-rock, sin olvidar que fue la época en que se dio el salto y se abrieron las puertas a la fusión con otros músicas del mundo: artistas sudafricanos como Miriam Makeba o Hugh Masekela traían sus ritmos, Ravi Shankar sonaba en todos los festivales hippies, y canciones como Guantanamera se convertían en éxitos en una sociedad anglosajona donde lo latino todavía tenía un gran camino por recorrer.

Esta auténtica explosión y fusión musical de aquellos años 60 del siglo XX es quizá lo que más ha permanecido patente en nuestra sociedad de consumo actual, y es quizá por eso que se ha desvirtuado la herencia de aquella generación y aquel movimiento cultural que fueron los hippies: no todos los artistas que surgieron en los 60 eran representantes de este movimiento o vivían de acuerdo a sus principios, sucediendo además que los grandes iconos musicales, entronados en el Olimpo, fallecidos jóvenes (Hendrix, Joplin, Jim Morrison) no eran los grandes representantes del movimiento. Una herencia desvirtuada porque en nuestro afán por lo escabroso y lo prohibido, mucha de la prensa y la literatura se ha centrado en la cultura de las drogas ("la única cosa en la que nos equivocamos", en palabras de David Crosby, uno de los mayores representantes de aquella cultura hippie). Una herencia desvirtuada porque los que hoy día reciben el nombre hippies (los jóvenes de aspecto desaliñado, vistiendo diferente, fumando, viajando a lo mochilero, etc.) poco o nada tienen que ver en su forma de vida con la filosofía de aquel movimiento contracultural de los 60. ¿Dónde está, por ejemplo en estos nuevos hippies, el compromiso social, de lucha, de pacifismo, dónde la filosofía de un Sartre, o el discurso de un Martin Luther King? Evaporado y olvidado tras una apariencia estética que, tras una imagen superficial oculta un interior hueco.

En la década de 1960 el interior estaba lleno de un compromiso social y personal marco por una serie de valores, que junto a esa nueva forma de vida, a esa nueva forma de organizar la sociedad, de vivir, hacía de los miembros de este movimiento personas comprometidas con la lucha pro Derechos Civiles, el pacifismo, o un primer ecologismo. No es de extrañar que muchos de ellos desfilasen en las marchan en contra de la discriminación racial, protestasen en contra de la guerra de Vietnam, contra el bloqueo a Cuba, o que, ya en los 70, encabezasen algunos de los principales movimientos ecologistas como aquel No Nukes en contra de la energía atómica. Y no es de extrañar que las letras de muchas de esas canciones hablasen precisamente de estos temas: canciones protesta, canciones con contenido social, canciones políticamente no correctas.

¿Qué queda hoy de todo esto? Queda el testimonio: las canciones, las películas, los documentos, las historias, todo eso que los mass media y esta sociedad de consumo trivializan difundiendo únicamente la superficie, la imagen de ruptura hoy ya idílica, haciendo de serigrafías del Ché o de Jim Morrison estandartes de "algo" que en realidad no es "nada". Y quedan también las voces, aún vivas de muchos de esos hippies que, ya quizá fuera del candelero de la fama, han seguido cultivando un estilo de vida, o han seguido manteniendo una filosofía personal, un compromiso social y político. Quizá no aparezcan ya en la televisión, quizá no convoquen masivamente a jóvenes en conciertos, quizá su música ya no suene en todas las radios, pues sigue siendo una música incómoda (quizás mucho más incómoda ahora, pues el ejemplo de quien canta es totalmente incómoda a los ojos del orden social actual), pero están ahí.

Estos días se publica el primer sencillo del nuevo LP de David Crosby. Una canción, un ejemplo que me ha hecho soltar la pluma y escribir este pequeño artículo. Que 50 años después, este hippie de corazón siga haciendo música, y lo haga por amor al arte, floreciendo de nuevo creativamente, rodeándose de músicos jóvenes, reinventándose una vez más, me ha parecido uno de esos ejemplos indelebles de que la esperanza nunca se pierde, de que todo cambio es posible, y de que siempre, siempre queda algo. Algo se mueve un milímetro, algo cambia, imperceptiblemente, pero lo hace. Después de las drogas, de los excesos, de la fama, de los millones de discos dólares, si en el fondo estaba el compromiso y el arte, estos son los que quedan, los que permanecen, y esa energía y vitalidad de She's got to be somwhere, el nuevo sencillo de David Crosby, y esa sonrisa en el directo, son la prueba de ello. 50 veranos después del verano del amor.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Aire y agua

Aire y agua
lluvia y sed
pasión en gotas
sobre la piel.

Aire y agua
yo en tu sed
tú en mi cuerpo
bebiéndome.

Aire y agua
yo el mar, el bajel
contigo en mis velas
vuelvo a nacer.

Aire y agua
no hay timonel,
mapas ni estrellas
guiándome,

sólo tu viento,
yo, la lluvia en él,
aire y agua
fundiéndose.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Besos robados

Un beso
robado al tiempo
que no teníamos
para mirarnos
y desnudarnos
en el silencio.

Un beso
casi en secreto,
los ojos cerrados
reconociéndonos
con nuestros labios,
caricias de fuego.

Un beso;
luego el recuerdo:
tú en mis labios
yo en tus besos,
besos robados,
dos veces besos.