El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 3 de junio de 2023

Xipixapa

Era un terminal de buses, en algún punto de la cosa. La noche pesaba, y el terminal casi desierto, en penumbra y sin barrer. Apenas iluminado por unos fluorescentes blancos y la luz de la última tienda abierta. Yo me acerqué a comprar un agua por el camino, y tú te fijaste en ellos: estaban tumbados queriendo dormir pero sin poder dormir, tumbados y cansados no por el calor de la noche, sino por el peso de una vida cruel que les había tocado vivir, tumbados sin esperar nada, salvo quizá seguir viviendo, aunque fuera por instinto.
Tú te acercarse a ellos y yo pude ver tu sonrisa según les mirabas. No era una sonrisa de pena, ni de condescendimiento, era una sonrisa de amor. “Amor, compra una leche” me dijiste mientras me alcanzabas unas monedas con la mano.
Leche, galletas saldas, lo que hubiese en la tienda a esas horas. Los dos perros no parecían reaccionar al principio. El dependiente de la tienda no parecía importarle mucho la escena, tampoco nos miraba como a dos raros. Regresé unos minutos después, con la tarrina usada que nos dió el dependiente, ya limpia. El perro lamía algunas galletas de tu mano, y luego bebía un poco de leche de la tarrina.

Les dejamos ahí, en la penumbra de un terminal de buses, solitario, con una tienda a punto de cerrar, en una noche de calor en la cosa. Nos subimos a un bus poco después, camino del frío de la sierra. Tú te acurrucaste a mi lado, envuelta en tu manta. Yo no paraba de mirarte. De mirarte y de dar gracias: por tí, por haberte conocido, por poder compartir la vida contigo. Por haber sido parte contigo de ese gesto tan hermoso de desprendimiento, de amor por todos los seres que conforma este mundo junto con nosotros.

Ahora, después de un mes de aquella playa, lo que más recuerdo del viaje es aquel terminal de buses, aquella noche y la expresión de tu rostro mientras compartías algunas monedas y algunos minutos con aquellos dos perros. Supongo que te besé en aquel bus, aunque no recuerdo bien si lo hice. Sí recuerdo que quería hacerlo, igual que quiero ahora abrazarte y besarte cada vez esta escena de amor incondicional y desinteresado bien a mi mente.