El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

martes, 31 de diciembre de 2019

Puerto Libre, 31 dic. 2019

Libre... unido al mundo.
Al mundo cuidando.
Espíritu libre, escuando,
sanando al mundo,
por él, con Él velando
por estas tierras; orando.

Por estas mujeres,
por estos hombres,
y su espíritu,
y su trabajo,
siempre presente,
siempre velante,
siempre consciente
como la fonte
que siempre mana
aunque es de noche.

Aunque lluevan palos
y el sol se esconda,
aunque algunos se olviden
de ser humanos
y nos amenancen aterrorizados,
el espíritu siempre es libre,
siempres es humano
y fluye con Él todas y cada noche
reconfortándonos:

un sólo espíritu,
un sólo cuerpo
nos hace libres,
nos vuelve humanos.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Para el nuevo año

Caen las hojas como si fuera otoño
en el calendario de estos días de sol
calentado para muchos, para otros un poco
su calor alberga sueño o los parte en dos.

Caen las hojas, se acaba otro año,
la balanza esta llena de golpes, dolor.
De promesas y vítores y engaños,
también de sueños, de rabia y de voz.

Y mientras preparamos luces y vinos,
y el cielo se tiñe de púrpura diciendo adiós,
yo miro al horizonte, y al nuevo año le pido
buena suerte, salud, fortuna y amor:

que repartan suero en todos los hospitales
que el agua como el aire sea de todos,
que no falten libros, tampoco pupitres
que no importe la raza, sexo o condición.

Que hagamos un viaje de lujo en metro
y caminemos como señores el domingo
por las calles y parques del centro
y nuestro festín sea helados y nubes de algodón,

Que después de ocho horas tengamos descanso
vacaciones pagadas y derecho a jubilación,
que la enfermada no venga con miedos,
con despidos ni amenazas de destitución.

Y fruta y pan en las tiendas del barrio,
y teatros y cines con doble función,
carril bici para ir a cualquier lado,
un cielo más azul, sin polución.

Que no me hipotequen el año,
que no inviertan mi pensión,
en mentiras y tarjetas de plástico;
quiero salud, bienestar y educación.

Salud y bienestar para todos,
la misma educación, sin condición,
calle libre con derecho a protesta,
sin censura, sin violencia, sin represión.

Repartamos la pobreza en el nuevo año:
que la riqueza sea tesoros en bolsillos de niños
que el dinero estén en los bancos de la plaza
donde las palomas y los viejos disfrutan del sol.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

¿Has visto las estrellas?

¿Has visto las estrellas?
¿Todas, cada una de ellas?
Mira cómo brillan,
como danzan contentas,
girando en torno a la luna,
o iluminándole a ella,
saltando entre los charcos
de nubes de lluvia,
mojándote de estrellas.

¿Has visto las estrellas?
Todas, cada una de ellas,
hasta la más pequeña,
brillan como un niño
esparcen sobre la tierra
la luz, la sal, la vida misma
que restalla en tus huesos,
sacudiendo tu alma,
devolviendo la esperanza.

¿Has visto las estrellas?
Esta noche, todas ellas,
te dicen que no estás sola
nacen de nuevo contigo
sobre la tierra;
como polen que libas,
como semilla que trae el viento
y se mezcla en tu greda
reconfortando tu alama.

¿Has visto la estrellas?
Caminan hacia la madrugada,
donde despertarás como niña
para cambiar el mundo,
para callar las penas,
para apagar las guerras,
en tu interior, en el mundo;
respira, deja que sean verdad,
en el día de tu Navidad.

martes, 24 de diciembre de 2019

Micrococa # 14: Teleconito

A Joseín Morán

- Hola veci.
- Veci.
- ¿Cuanto es la cola?
- 50 centavitos veci. ¿Se la destapo?
- Por favor. Vea, están dando el festival de navidad en el parque por el canal municipal. ¿Qué tal?
- De momento bien, veci.
- Jaja. Bueno esperemos que todo vaya bien hasta el final.
- Vah. Ya mismo sale el conito.
- ¿El conito?
- El conito, veci. Todo está bien hasta que sale el conito. Entonces se queda ahí y ya se acabó. A cambiar de canal hasta que se vaya el conito. Ya mismo sale, verá.
- El conito.
- Ya verá, ya mismo sale.
- Es un comercial.
- Es el conito ese. ¿No verá ud. el canal municipal?
- No tengo televisor. Todavía no me instalo del todo. Y digo yo, ¿por qué no cierra la tienda y se van un ratito al parque y ven en directo el programa? Está a dos cuadras de acá.
- Na, veci. Es muy para niños. Además hay que cuidar las ventas. ¿Quiere otra cola?
- Por favor. Y entonces ¿por qué lo ven? Cambien a ver si hay hay algún noticiero, o un partido, o una buena película.
- Na. No hay nada que merezca la pena a esta hora, pero ya mismo sale el conito y cambiamos.
- El conito. ¿pero qué es?
- Ay veci, el conito es el conito. Ya mismo sale. Está tardando hoy.
- Yo creo que es un invento suyo para tener a la gente acá tomando colas jaja. ¡Anda!
- Lo ve, el conito. 25 minutos y 34 segundos. ¡Gane ñaña, me debes 25 centavos! Ya podemos cambiar.
- ¡El conito!
- El conito veci. Ayer tardo 40 minutos, anteayer 21. Siempre apuesto con mi hermana, el que se acerca más al tiempo exacto se lleva la plata.
- Jajaja. ¡El canal municipal ahora incitando a las apuestas ilegales!
- Jajaja. Ud. se pasa veci. Sólo apostamos un centavo por minuto hasta que sale conito. Es un juego.
- Un juego lucrativo jajaja. ¿Y ahora?
- Pues a veces se va el conito y regresa la transmisión, otras se queda ahí tooooda la noche. Quién sabe.
- El conito. Todo un espectáculo oiga.
- Y que lo diga veci. ¿Otra cola?
- No, no. Ya me está enganchando ud. otra vez. Ya salió el conito. Mañana.
- Mañana pues. Si quiere apostemos.
- ¿Al conito?
- Al conito. A las 15:00. Ahí sintonizo y ya sabe.
- Pero si yo gano, no pago las colas.
- No abuse, veci, que es un juego pues.
- El conito.
- El conito.

***


- ¡Salió el conito! Quiero decir, se cortó. Déjame. -Un técnico entraba apurado en la sala de control del canal de tv.- A ver si lo arreglo. Llama al parque, me demoraré un rato.
- Ya le estoy diciendo, ya.
En el parque central un grinch deshilachado y con voz en off intentaba robarse la navidad delante de los transeúntes y del camarógrafo y del presentador de la televisión municipal, que ahora escuchaba con aire serio el audífono de su oreja derecha.
- "Pablo, que salió el conito."
- "Ok, lo paro. Paso a los caramelos. Me dices cuando estemos de nuevo en el aire."
El presentador da un paso al frente por encima del grinch que mira mudo la interrupción, y se dirigen al público.
- Bueno señoras y señores, niños y niñas, ¿qué creen, creen que se va a robar la navidad el grinch? Ahora lo vamos a saber, pero antes, nuestros auspiciantes nos va a obsequiar con una funda de caramelos para todos los niños...

- Coge los caramelos -una madre apura a su hijo-. Dale, que nos vamos a casa. Esto va para largo. Seguro que ya salió el conito.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Profe

Un encuentro fortuito en un aeropuerto. "Álvaro". Suena como un eco. "Profe". Alzo los ojos de mi celular y sonrío al ver a Luis, el también sonriente, tranquilo, callado y sin expresar gran emoción en su rostro o sus actos como buen kichwa.
A mi se me debe haber pegado algo de eso, de lo de kichwa, porque tampoco suelo expresar efusivamente mis emociones. "Luis" -le digo con la sonrisa en mis labios "¿Qué estás haciendo acá?". Una pregunta ingenua, sin pensar, todavía anclada hace diez años, cuando yo era el profe, el educador del internado, siempre velando por 60 adolescentes; o el profe de historia o geografía, o inglés, o el estudiante-cómplice de kichwa. El tiempo ha pasado, y aquellos adolescentes que me encontré a mi llegada a este país, aquellos que me sacaron algún año y que bebían de mi cansancio, aquellos que me sacaron también alguna sana locura de cómplice son ahora adultos, aunque a través del cristalino de mis ojos sigan siendo aquellos adolescentes preparándose para enfrentar la vida.

Intercambiamos algunas palabras. Luis me mira como una aparición, como un objeto preciado de esos que se tratan con cuidado para que no se gasten, o no se pierdan y desaparezcan. Yo no acierto qué preguntar. Recordamos los viejos tiempos, nos podemos rápidamente al día y la llamada de embarque nos separa con un intercambio de números de teléfono y un breve apretón de manos y otra sonrisa.

Luis. Luis y todos sus compañeros y compañeras. Ahora deben tener ¿cuántos? ¿25, 26 años? Más o menos la edad que yo tenía cuando me puse al frente de aquella clase a enseñar historia e inglés. No sé bien de la vida de la mayoría de ellos. Muchos tienen hijos, alguno sigue de profesor, otro es un destacado líder indígena que lucha por sus tierra y su pueblo, Luis está en un programa de la ONU... cómo pasa el tiempo. Y al final, da igual dónde estén: en algún recodo de este camino que llamamos vida, aparecen de nuevo, y con sonrisa dicen "profe" y estrechan la mano o me dan un abrazo, y siguen caminado. "Profe".

Aún no sé qué hice en mis nerviosos 26 o 27 años cuando yo era profesor y ellos alumnos, para que hoy todavía me sigan sonriendo y llamando profe. Creo que nunca lo sabré. Es algo mágico, como todo lo humano que hacemos, todo lo que hacemos con el corazón, todo lo que entregamos con el corazón, todo lo que entregamos sin esperar recibir nada a cambio. Cuando pienso en todo lo que he hecho en esta vida, todas las labores y luchas a las que me he dedicado, la que más recuerdo es esa: la de profesor, y si alguna tarea nunca he dejado de hacer desde entonces es la de profesor, de propios y extraños, oficial o extraoficialmente. Sé que nunca dejaré de serlo. Si uno no puede transmitir su saber, su arte, su pasión a los demás haciendo lo que hace ¿de qué sirve todo eso que hace?

Si trabajamos para nosotros mismos, no trabajamos para nadie, ni siquiera para nosotros; si trabajamos para los demás, trabajamos para nosotros también. Cada vez veo eso más claro. Y cuando trabajamos para los demás, hacemos aún más si enseñamos a los demás lo que sabemos para que ellos aprendan a hacerlo también.

Por eso, entre todas las cosas que podría ser, elegiré siempre ser profesor, y en todas las cosas que haré, pondré siempre unas gotas de ese elixir de profe, para que la vida se haga fuerte, y el pago no sea un pago, sino una sonrisa y un apretón de manos, siempre todos hermanos como eslabones de esta cada que la cadena humana.

No encuentro finales para esta pequeña reflexión, quizá porque no hay final sino un continuar y un pasar el testigo en esta tarea humana, así que me despediré recordando aquellos versos de una canción que tantas veces cantamos cuando era niño, yo alumno, con y a mis profesores en su día:
"te han robado el corazón, los muchachos en la escuela..."

jueves, 21 de noviembre de 2019

Mi pueblo

Noviembre. Casi tres años sin venir al pueblo, muchos años sin sentir el otoño, sin ver ese cielo gris y sin respirar ese aire húmedo que sabe a infancia. Y bajo ese cielo, esas casas, las mismas casas, las mismas calles. Calles y casas ahora casi silentes en calles frías con poca gente, decoradas con escapartes vacios con letreros de se vende o se alquila. La poca gente vive por dentro. Nadie se asoma a la calle, quizá por el tiempo, pero también por ese otro tiempo, esos años que con la edad mete a la gente dentro de las casas, para ver pasar las estaciones tras los cristales: antes mineros caminos del trabajo, mujeres cargadas de compras, niños en los parques -llueva o haga sol-, estudiantes y jóvenes despertando al pueblo; ahora sólo las casas, impasíbles viendo cómo se quedan frías y se rescrebajan seis meses después bajo el sol del verano.

Ya no hay minas. El dinero de la reconversión minera duerme el sueño de los justos en edificios monumentales en los que sólo se oye el eco, duerme enterrado en polígonos industriales con solares y edificios en venta, duerme en opulentas cuentas bancarias en paraísos fiscales. El espejismo de la ciudad, cada vez más cerca y más conectada, embelesa a todos y convierte al pueblo en una especie de recinto dormitorio en el mejor de los casos.

El pueblo bosteza. Quiero sentirlo llorar al menos, o estremecerse bajo el frío de un otoño que parece querer dar paso al invierno demasiado rápido, pero no hay nadie para bostezar o temblar de frio. El pueblo y sus gentes, envejecidas, parecen haberse resigando a lo que hay, conformado con lo que hay. ¿Y mañana? Quizá una exposición de cómo era el pueblo antes, una que ya no estará colgada en las paredes del museo local, sino esparcida por un valle a lo largo de un río donde ya sólo se oyen cantar a los pájaros porque ya no hay nadie con la dulce malicia de un niño que quiera cazar pardales.

Hoy según se va el bus dejando atrás el pueblo, siento cierta pena. Ya no es nostalgia. Y mientras escribo estas líneas, viene a mi mente aquella canción de Bruce Springsteen, que ya no suena a nostalgia o imágenes de película americana si no a una realizadad se palapa en el aire:

[...] Hoy los escaparates de la Calle Mayor están pintados de blanco y las tiendas vacías,
parece que ya no hay nadie que quiera venir hasta aquí.
Han cerrado la vieja fábrica textil al otro lado de las vías del tren,
el capataz dice que los empleos se vuelven chicos y los chicos se van y regresan
a tu pueblo [...] 
(My Hometown, Bruce Springsteen. En Born In The U.S.A., 1984)

Se fue el trabajo y los hombres y las mujeres con él. Mejor dicho, nos quitaron el trabajo. Lo movieron a otro lugar donde aumenten los benficios de los empresarios y banqueros, donde cada vez menos necesiten hombres y mujeres para trabajar, donde los pocos que quedan trabajando y dando vida a otros pueblos -y ciudades- se convierten en engranajes de una maquinaria enorme, engranajes cada vez más pequeños que se pueden reemplazar o declarar obsoletos cuando la teconología avanza y damos el siguiente paso hacia el "progreso". 

Pueblos sin gente y ciudades deshumanizadas. Calles vacias y calles abarrotadas donde la gente vive sin vivir, gente que añora cómo fue su vida de niños pero que, atrapada por la cómoda postmodernidad no hace nada por salir de un círculo vicioso. Como siempre, sigo pensando que todo está en nuetras manos, en nuestra voluntad de elección y de arriesgarnos (porque sin riesgo no existe la elección) Pero las luchas pasaron, las ideologías se difumaron en resúmenes de dos líneas y sus consignas fueron etiquietadas como radicales, anárquicas y anti-sistema. Nadie lucha. Las luchas son ahora peleas desordandas, al menos según nos dicen los medios de comunicación y el sistema, y pelear es malo, siempre lo fue. Pero ¿y la Lucha? 

Creo que no voy a escribir más. No voy a dar más ejemplos ni intentar explicarlo todo. Voy a acabar este pequeño arículo de blog con una pregunta. Piensen en ella. Búsquela en el diccionario. Piensen que siginifca para cada uno de ustedes o qué podría signficar:

¿La Lucha?


domingo, 27 de octubre de 2019

¡El Dìa de los Muertos!

Se acerca el 31 y volvemos a desempolvar unas lonas que creamos hace dos años para una exhibición temporal en el museo. Las colocamos en la entrada del museo arqueológico, acá en el MACCO durante toda la semana previa y feriado de difuntos.
El recorrido comienza con este poema, El Día de los Muertos. Me he dando cuenta que cuando lo escribí en el 2017, no lo publiqué en el blog. Lo hago ahora, para todos aquellos que quizá no puedan ver la exposición, y para que quede en este archivo digital.

El resto de textos de museografía, y los guiones de teatro que escribí para el museo, no los voy a publicar todavía. De momento quedarán sólo vivos allá en las paredes, las voces y la experiencia de todos los que hacemos el MACCO. Asómense por el museo y ayúndennos a darles vida estos días.

¡El día de los Muertos!


En las arenas del desierto
el faraón, Tutankamón despierto
recoge el polvo y sopla al viento
inmortal elixir de tiempo.

Junto a las pirámides en México
se escucha el replicar de huesos:
¡Fiesta y banquete en el cementerio
en el día de los muertos!

En el día en que todos, despiertos
recuerdan que lo que somos, fueron:
las brujas, las momias, el silencio
en el rostro del shamán sonriendo.

Es la fiesta del adiós y el recuerdo,
es el primer y el último entierro,
los huesos en barro envueltos,
semillas que germinan de nuevo.

Enciende las teas sin miedo,
dale tu última moneda al barquero:
ya llueven estrellas y tiembla el suelo,
¡Comienza la fiesta de los muertos!

lunes, 21 de octubre de 2019

El mañana

Te lo prometo Sara. Te prometo que esta será la última foto. La última que te toman en la azotea, cargando una cazuela y un cazo en tus manos de dos años, ahí en medio de la noche mientras los mayores gritan y la ciudad grita aún con más fuerza.

Esas no son canciones de cuna. No son las voces de la mama que duerme en las volcanes de los Andes, no es el rumor del maíz en el campo. No, no lo es. Y tampoco quiero que sea la escuela, la preparación para la vida. No, nunca más. Prometido.

Voy a soñar Sara, como en la canción, sí, voy a soñar en la lucha del cambio, en la lucha de conseguirte un sueño para ti, voy a soñar en esas sueños de carne y hueso, de asfalto y sudor, de sonrisas cansadas y pero satisfechas, de manos curtidas y de abrazos.

El camino no va ser fácil, harán falta muchas calles, muchas ollas, muchos desvelos, muchos hermanos y hermanas, pero también muchas playas que alcanzar. Muchas selvas que respirar, muchos necios a los que contestar y abrir los ojos.

Lo sé Sara. Sé que quizá ni tú ni yo lleguemos a ver esa foto, sin luces amarillas, sin ruidos, sólo con estrellas y lunas y el viento fresco de los Andes, pero habrá que empezar a soñar, a cuadrar la escena, a preparar ese disparador que no dispara, a fotografiar ese sueño que ya no será sueño porque será el mañana.

El mundo está revuelto

El mundo está revuelto. Otra vez. Llevo escuchando eso desde que soy niño: la guerra en la ex-Yugoslavia, las matanzas entre utus y tutsis en Rwanda, la sequía y el hambre en Somalia, Sudán (entonces sólo un Sudán) siempre en conflicto, los atentados en Argel o El Cairo, más tarde Afganistán, luego Iráq (dos veces, por cierto)... Y sí, también otros procesos más esperanzadores como la unificación de Alemania, la disolución de la Unión Soviética y el bloque del Este, el fin del aparheit en Sudáfrica... El mundo está revuelto. Bien revuelto, desde niño. Revuelto en noticieros, en mapas de clase de ciencias sociales, en películas de ficción basadas en hechos reales, revuelto pero seimpre lejos, salvo cuando algún coche bomba explotaba en Belfast o aún más cerca, en alguna ciudad de mi país.

Esa distancia nos hizo creernos inmunes, ausentes al conflicto, a la tensión. Incluso las civilizadas protestas de los mineros en el pueblo, donde (aprendan a hacer las cosas) se cortan carreteras, se enfrentaba a las fuerzas del (des)orden sin destrozar el pueblo (soy testigo), parecen pequeñas escaramuzas de fin de semana, colecciones de pelotas de antidisturbios de adolescentes, de adolescentes aún lejos del conflicto, de esa revuelta vida de adultos. Nos creíamos inmunes y aún nos creemos así. Somos una generación criada entre algodones, como dijo una vez Julio Anguita. Una generación que se conforma con ver el conflicto, la protesta, la manifestación desde la pantalla de su televisión, desde la tertulia de análisis político, desde las columnas de opinión, o desde las -desde luego muy acertadas- disertaciones de politólogos, filósofos, o doctores universitarios; desde las siempre cómodas conversaciones del bar de la esquina (perdón digamos mejor café o pub, lo de bar suena a pueblo, a viejos y tute) o desde las interminables discusiones del partido, o movimiento o sindicato que tan bien representó en el cine el Frente Popular de Judea.

El tiempo está revuelto. Un trago de cerveza, para casa. Sin prisa, los cristales no estallarán bajo ninguna bomba. Hasta que estallan.

Un día, el supermercado amanece casi vacío. La gente sale del mismo con los carritos repletos de alimentos como en alguna película de catástrofes estadounidense, se anuncia que habrá cortes de agua, se cierran calles aledañas con vallas, se establece un toque de queda y los policías y los militares (de repente son los mismos) patrullan la ciudad. A los pocos días, ya no quedan alimentos frescos, escasean los embutidos y ultracongelados, no hay pan. El gobierno desaconseja ir a trabajar, prohíbe acercarse a sitios de valor estratégico, y la gente, la gente se echa finalmente a la calle armada de su voz, sus manos, su cara de miedo, de rabia, de impotencia, de disgusto, la cara al viento, como en la canción de Raimon que por fin toma sentido; armada de palos, de piedras, de cucharas y cazuelas para hace ruido.

Ahora, ahora el mundo si está revuelto. Revuelto en la calle y en el estómago. Ahora los cristales de la ventada empiezan a hacerse añicos, poco a poco. La seguridad social, el estado de bienestar, la escuela (cerrada por los disturbios), el hospital (con menos médicos por los recortes) la carretera (hoy cortada por los manifestantes pero antes igualmente intransitable por la falta de mantenimiento), los alimentos cada vez más caros y el pobre cada vez más pobre, y el rico cada vez más alto, cada vez más inalcanzable. Los del medio no existen. No son ricos, tampoco pobres pues temen que tienen mucho que perder y en ese miedo, desaparecen...

El mundo está revuelto. Y nosotros vacíos, sin ideologías, sin opinión propia, sin fin, sin motivo, sin ideales, sin valor, sin lucha. Ni teclear sabemos ya. Sólo movemos el dedo gordo, un dedo por cierto que ya se pincho con la rueca...

Quiero acabar este pequeño escrito con algo positivo, con algo de esperanza. Quiero encontrar de nuevo la fuerza en alguna canción, en algún poema. Quiero pensar que en algún lugar aún es posible, pero sin embargo no encuentro salida: Ecuador, Honk Kong, Haití, Santiago de Chile, Cataluña, los jubilados recorriendo las carreteras de España, la selva brasileña ardiendo. El mundo está revuelto. De repente nos hemos dado cuenta de que ese mundo que está revuelto es el nuestro mismo y estamos en medio. ¿Qué vamos a hacer?

martes, 15 de octubre de 2019

Ese 2 que son 3

¿Cómo se escribe un 2 que son 3?
Dímelo, atrévete.
¿Cómo se escribe un 2 que son 3?

Aún no sabes leer.
Bueno, yo lo explicaré:
Se escribe primero la D
"O" en medio debe ser,
luego la "S" del revés.
¡Oye! Atiéndeme.
Borra esa serieded,
ese rojo de tu tez;
¡soy experto en matematiqués!
(clago en fgancés)

Te lo explico otra vez:
Parece que fue ayer:
Mamá, tú, y el pastel
paso un año sin querer
y en un tris ya sois tres:
Mamá, tú, la bebé y el pastel.
¡Quién dijo cuatro! ¡Que sandez!
¡Tres, suman tres!
Mamá, tú, la bebé...
el pastel...¡os lo coméis!

domingo, 13 de octubre de 2019

Ruido

Ruido, ruido,
hay que hacer ruido.
ruido más alto que las balas
ruido más alto que las palas
que entierran a los caídos.

Ruido y más ruido,
hay que hacer ruido,
ruido más alto que las mentiras
ruido más alto que las patrañas
con que nos han sometido.

Ruido, más y más ruido,
hay que hacer ruido,
ruido de cazuelas y pitos,
ruido de gritos quebrados
ruido de corazones heridos.

Ruido, más y más ruido,
hay que hacer ruido,
ruido de cigarras y grillos,
ruido de razón y compromiso,
ruido de perdón, no de olvido.

Ruido, ruido.
hay que hacer ruido.
La noche ataca con amenazas,
que sean nuestras lanzas
ruido, más y más ruido.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Corazones inexplorados

Cuando el cielo sólo era cielo
y las nubes eran sólo sueños
cuando la risa de aquellas niñas
era como la nuestra, ingenua,
y en salón pintábamos el mundo
con tiza de colores imposibles
y escondíamos otros colores
en poemas a mano alzada
y en miradas.

Cuando aún estábamos por nacer
y nuestro mundo aprendiendo a caminar
y las noches eran tranquilas
colmadas de de mil sonidos
cubiertas de mi estrellas,
y los latidos acompasados
de corazones inexplorados
en tierra de piel canela
y oro.

Cuando el llano se volvía arroyo
y fluía cristalino en la mañana,
la vida era sencilla y clara,
seguros en nuestro jardín
sin esas rosas que sangran,
con todo aún por decidir:
el beso o la charla,
el viento o las alas,
el camino, la casa.

Ahora miro al jardín, bicho
y a veces quiero volver a él
aunque sea sólo un segundo
quiero soñar que desperté,
en su regazo, aún sin saber los misterios.
No me arrepiento de ninguno de ellos,
pero ahora que los conozco, bicho
siento que necesitamos unos nuevos,
que el volver no es sueño, y tú y yo aún
soñamos.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Un país que no camina

Un concierto, líderes bailando a una vieja música con una letra nueva hecha para la ocasión, una foto, aires de cambio, una nueva foto, los que nunca han salido en la foto ahora en el frente. Borrón y cuenta nueva. Aires de revolución, de renovación, cambio.

Esa es la vida política de este país que me ha acogido durante ya más de 11 años, poco tiempo quizá, pero lo suficiente como para hacer una pequeña crítica constructiva a estos procesos "democráticos" (las comillas, verán, están completamente justificadas) desde el punto de vista de un ciudadano, residente, con derecho a voto, y siempre comprometido con la vida política del país: por encima de partidos, ve y vota: ejerce tu deber como ciudadano. Sigo convencido de que éste es el menos malo de los sistemas.

Acá el sistema democrático se da. La gente vota (por obligación, por desgracia) y elige sus líderes y respeta la decisión de sus líderes, que son en mayor o menor medida títeres de lobbys financieros internacionales. Todo normal. Pero aquí también tienen la costumbre de destruir el pasado. Sí, destruir. No olvidarlo (de eso se encarga el tiempo) sino de destruirlo: cada nuevo líder, cada nuevo gobierno, se dedica a difamar, desarmar y destruir toda obra o proyecto del anterior gobierno. No hay ni siquiera un análisis del proceso y de la gestión anterior, simplemente hay que crear algo "nuevo". Así, se derrumban puentes, se cambian modelos de gestión, se crean nuevos procesos burocráticos, se apropian (en el sentido etimológico de la palabra) de proyectos e instituciones, y -si la coyuntura económica internacional lo permite- se construye alguito.
Uno podría pensar que todo esto se hace por el bien del pueblo, pero uno tiene siempre la sensación de que se hace por la foto, por el ego. O al menos que siempre se pone por delante la foto en las prioridades: hay que demostrar rápidamente que se está haciendo algo nuevo, para ganarse no al público, sino para demostrar a los que nos votaron de que se está cumpliendo con sus expectativas de cambio.

Así, cada vez que hay un cambio, nacional o seccional, se comienza de nuevo. Se destruye el pasado para que nadie dude de que por fin llegó el cambio y por fin se hace algo. Si todo lo que se hizo estaba mal, y se destruye para que no haya nada, y se hace algo nuevo, desde luego que a todos les parecerá que ahora sí se hace algo. Pero, por debajo de ese algo ¿qué hay, dónde están las raíces, el proceso de desarrollo, de cambio, la supuesta mejora, si no se parte de nada? Si todo se comienza de cero cada cuatro años, dónde está el proceso de desarrollo del país, de la sociedad?

En estos días, a algo más de 100 días de gobierno de los nuevos gobiernos municipales y provinciales, todo se construye de nuevo, ahora todo funciona por fin después de años de desidia. Incluso hasta lo que funcionaba se tilda de "no funciona" para llevarse el crédito. Vivimos en un país en el que se destruye y se olvida el pasado reciente para crear un presente efímero, construido en personas, en caras con nombres y apellidos, y con una expectativa de futuro de cuatro años a lo sumo. Es el populismo llevado al extremo, en el que el líder y su proyecto es uno mismo, en el que se lleva al frente no a los oprimidos y olvidados, sino a aquellos que durante años no sacaron el boleto ganador en la rifa y a los que ahora, por la mano magnánima omnipotente se les pone al frente: caras nuevas, proyectos nuevos. ¿Son caras nuevas, o es la misma cara con una nueva careta? ¿Cómo podemos estar seguros de hacer lago nuevo, de cambiar si destruimos el pasado? ¿No nos quedaremos sin saberlo en el mismo sitio?

El baile político, el baile de la sociedad se me parece tanto a aquel two-step estadounidense en el que todo se me un paso adelante y dos atrás. Quizá sea eso. Quizá sea esa herencia colonial (o neocolonial) de Estados Unidos, esa que veo en la morfología de las calles y la fisionomía de las ciudades de este país, en los modelos últimos de las relaciones sociales, económicas y sí, cada vez más las culturales de este país, un país que sigue todavía luchando contra la herencia cultural y el yugo hispánico sin darse cuenta de que ya ganaron la batalla a la Corona, que el sincretismo les hizo suyos, y que la colonia -invisible, pero siempre presente-, es otra.

Miren, nada progresa si no se parte de un pasado. Nada cambia si se cortan las raíces en lugar de trasplantarlas. Nada mejora y se fortalece si no hay un buen análisis del proceso previo. No se construye ni se diseña nada nuevo si no se parte de lo que crearon e inventaron los que vinieron antes. Conservemos el pasado. Reivindiquemos el no el pasado, sino el conservar el pasado. Hemos heredado una casa, tiene muchas imperfecciones, es cierto, pero también muchos aciertos. Aprendamos de ambos y sigamos mejorando la casa, acreditando adecuadamente a todos los que vinieron antes, siempre para bien de la sociedad que está creciendo y configurándose con nuestro hacer. Saldremos en la foto, bailaremos, se lo puedo asegurar: todos y cada uno de nosotros, a la vez.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Retrato

Quiero escribir tu rostro y no puedo.
¿Sabes? se quedó prendido en mi recuerdo,
y aunque quiero robar el abrazo
y sentir la caricia de ese beso,
la mirada de tus ojos coquetos y sabios,
se bien que no puedo.
Lo robaron dos lunas llenas,
de vida, de luces, de risas.

Veo su llanto pintado en tus canas,
sus flores poblando tus pupilas,
enredándose en tu sonrisa
mientras cargas el peso
de un mundo que no cansa,
que reconforta cada momento:
vida que brota en tu pecho
y calma todos los llantos.

Recuéstala en tu regazo,
déjame mirate madonna,
una luna en ti, la otra a tu lado.
Quiero pintar este cuadro,
usaré mis mejores letras,
para decirles cuánto les quiero
Sara, Kamila y Daniela.

sábado, 7 de septiembre de 2019

En femenino

Un tranvía sin rieles que va lento hacia el sur. Un tranvía sin rieles ni orden, gastado, lleno de pasajeros, de vendedores y ruido, rodando lento por calles llenas de baches, brincando y frenando... Y el calor... El calor de un sol en las alturas filtrándose por las ventadas de cristal sucio y rallado, y mezclándose con el olor a monóxido de carbono.
Adormecido sobre mi asiendo, vigilo mis pertenencias y observo a la mujer con niño en brazos que se sienta a mi lado, al joven músico que ocupa su puesto después, al vendedor de aplicaciones para celulares o de galletas. La ciudad cambia a través de las ventanas: el casco histórico, la estación de tren y el barrio obrero justo después de cruzar la quebrada que alguna vez puso fin a la ciudad, la ciudad "de segunda clase" poco después: enorme y larga hasta el infinito.

Despierto aturdido en un terminal de buses en el que no tengo que coger ningún bus. Busco la salida. Cuando la encuentro, en una calle desierta de sábado me asalta un abrazo y una sonrisa que me lleva aun carro donde mamá Mercedes cuida de tres niñas ¿o cuatro? Saludos y besos y miradas e historias de días que no nos hemos visto, días donde el tiempo pasa y renace y crece, y florece. Siempre florece.
Mi carro de mujeres también crece y cambia de carro y se llena de tías y primas e hijas y nietas que se mueven como abejas en un panal entre el tráfico, laboriosas, viajeras, dulces, atravesando calles, túneles, recorriendo la ciudad. Es día de compras de presentes, de aguas y colas y de paseo. Yo las observo en silencio, intercambio alguna sonrisa, busco monedas de padrino-en-potencia en mis bolsillos y camino de la mano de unos deditos que apenas alcanzan a tocar los míos.
Seis mujeres y yo en medio, caminando por un mundo que funciona acompasado a seis revoluciones distintas, intentando seguir a las seis, sentir como las seis, pensar como las seis: con sabiduría de vida, con la confianza de saber dar vida, con la decisión y la valentía de enfrentar la vida y decir "estoy cansada" y sonreír, seguir siempre adelante: las niñas, las fundas, el almuerzo, la sonrisa, los besos, el abrazo, y la vida que crece y crece, y sigue y sigue siempre floreciendo con ellas.

Cuando se van me quedo solo. La ciudad se apaga y se vuelve monótona. Mi bus me lleva a casa, donde en silencio acaba la tarde, dejando el mí el poso del día, como el sabor de un buen té, como esa paz que armoniza la vida y hace que comience a sonar de nuevo en mi computadora. Mis dedos, tranquilos y vivos bailando entre las teclas, recordando recodando aquellos deditos que se aferraban a los míos; mis brazos aún sintiendo aquel abrazo y en tu rostro bicho, la vida.

domingo, 18 de agosto de 2019

Carola de mar

Carola de mar
Carola, en el mar nuestro,
mar de fenicios y griegos
de Roma y Cartago
y tantos pueblos.

Carola de mar,
Carola, recogiendo vidas
de una orilla a otra orilla,
enredadas en redes
en la marea cautivas.

Carola de mar,
Gracia en el cielo.
John Newton a lo lejos
guiando el barco,
Carola, al puerto.

Desembarcas tesoros
para que vean los ciegos,
los arrogantes, los necios;
el mar con sus gentes,
un mar nuestro.

John Newton fue un esclavista (y luego clérigo) inglés. Cuentan que en uno de sus viajes, arrepentido, dio la vuelta y regresó a África liberando a los esclavos. Es el autor del himno "Amazing Grace".

lunes, 29 de julio de 2019

Micrococa # 13: The End

Tarde de sábado. Sale el sol al medio día, parece que al fin acabó la lluvia y quedas para dar un paseo por la tarde. Pero el clima amazónico de esta ciudad es tan impredecible que dos horas más tarde, según sales a la calle ves venir un ejército negro en el horizonte. Poco después el viento levanta hojas y hace sonar la campana de incendios en los árboles y comienza a caer un aguacero de gotas tan gordas y frías que calan hasta los huesos.

Nos atrapa en una minúscula marquesina -no da para soportal- que se hace aún más pequeña por la cantidad de gente que se refugia bajo ella. Hay vendedores ambulantes que guardan sus mantas de artesanías en el piso sin siquiera doblarlas o recogerlas, familias con niños en brazos, y gente que entra (y ya no sale, aunque lo intenta) de la puerta del edificio, una subdirección del Ministerio del Deporte que, vaya ud. a saber por qué, está abierta un sábado a las 5 y media de la tarde.

Nos animamos a participar en el esprint bajo la lluvia hasta el centro comercial aledaño. Entramos con la lluvia chorreándonos por el rostro y el corazón empapado y agitado. Varias personas se refugian en la puerta mirando resignados al cielo ahora pintado del color "gris de no voy a parar". La lluvia a traído más gente que nunca al centro comercial, vacío y lleno de juegos para niños y máquinas de juegos ruidosas. Empezamos a subir por el edificio, buscando matar el tiempo hasta que deje de llover, y pronto olemos el aroma del canguil recién hecho. ¡Claro, vámonos al cine! ¡Qué mejor que hacer en una tarde de lluvia! Apuramos el paso y llegamos al último piso, doblamos la esquina y nos quedamos con cara de pánfilos mirado a la boletería: Tras el mostrador están a la izquierda la ocupada máquina de canguil vomitado, a la derecha una chica con delantal y gorro que nos mira intrigada. Nosotros ahí parados, con el cuello estirado mirando una cartelera atónitos: está en blanco. No hay ninguna película anunciada, el fondo blanco sin luz está más plano que nunca, las luces de las carteleras están apagadas, y el pie de foto de "próximamente" nos anuncia el vacío. Alguien se acerca por la derecha y recoge un cubo de canguil. Nos damos la vuelta y todas la mesas del cine están ocupadas por personas que comen tranquilamente canguiĺ, hot-dogs,  m &m's y beben cola o cerveza, No hay película. Ya no hay. No se estropeó el proyector, no se fue la luz. Simplemente ya no hay. La gente camina por la sala, observa el río a lo lejos, observa la lluvia, pasea y come y charla y ríe con los amigos, todo es bulla y vida en el ambigú de un cine en que ya no hay películas.

¿Cómo empezó todo esto? El dueño decidió reformar el cine en otra cosa sin reformarlo? ¿O fue alguien que, aunque no hubiese película, subió y pidió una cajita de canguil sin más? ¿Fue él el que encendió la mecha y despertó el espíritu de comerciante del dueño del cine?

Salimos de nuestro asombro, caminamos lentamente por la repleta entrada y ambigú de un cine que ya no muestra películas, y visto lo visto, y si nada más que ver, sin una mesa libre para unirnos a la última moda cinéfila siquiera, comenzamos a bajar por las escalera. Nos despide la boca abierta a la nada de una enorme cartelera, vacía, de fondo blanco. No se trata de una retrospectiva de Kieslowski, no. Se trata del vacío blanco y absoluto en anuncio de nada, sazonado con canguil, colas y duces.

- ¿Te gustó el canguil?
- Estaba un poco salado.
- Si. La cola estaba genial. Habrá que volver a verla.
- Sí.
- A las 21:00, ¿será la hamburguesa o la pizza?
- Voy a preguntar. A ver si nos da tiempo de ir a pasear.
- Dale, yo mientras tanto voy al baño. Si es que es ahora, me gritas.
- Hecho, yo te aviso.

jueves, 25 de julio de 2019

25 de julio

Caminas con el sol
esa es tu vida,
rio y limo en tus dedos
y una calle vecina.
Caminas en tus raíces
repartes vida:
llantos, luchas y penas,
también alegrías.

Y se te falta la sal
queda te quedas
y si te falta sol
buscas estrellas.
Buscas caminos,
gente sencilla,
Gente que grita
que no esta sola,
que en un puño
renace el día.

Caminas con el sol,
y con la brisa
cantas con los de abajo,
reclamas vida.
que el mundo no trajo
vidas elegidas,
vidas privilegiadas, amos,
eso es mentira.

Y si te falta lluvia
mustia de quedas
y si te falta el sol,
buscas estrellas,
Buscas caminos,
gente sencilla.
Gente que grita
que no está sola,
que en un puño
renace el día.

Renace el mundo
renace el día
año tras año
el mes de julio
renaces niña.

lunes, 22 de julio de 2019

Tanta agua

Agua, tanta agua:
selvas inmensas
el río más largo
verde esmeralda.

Tanta, tanta agua,
fluyendo cual luna,
nutriendo los rostros
nutriendo las plantas,

y verdes árboles
de espigada estampa
buscando el sol
devolviendo el agua.

Acá... tanta agua
hoy espejismo
de amazonas y mitos
sobre aguas claras,
reflejos de aceite
que ciega y engaña,
agua, tanta agua
envenenada.

Dios Mercurio vendiendo la selva,
minando sus entrañas,
desatando a Pandora
fluyendo en el agua.
Sed enferma que nos deja secos,
bañados en mentiras
nos quitan la vida,
nos quitan el agua.

domingo, 30 de junio de 2019

La hora de los perros

Cinco y media de la tarde. Cuarenta minutos antes de que el sol comience su vertiginoso descenso al ocaso, mientras la ciudad comienza su vida fuera del trabajo, ellos aparecen: despiertan de su sueño de sol y sombra, de zaguanes frescos y callejones húmedos y toman la calle. No son un ejército invasor, no caminan con paso marcial y toman posiciones. No. Ellos despiertan ante una llamada lejana, otean el cielo, y se lanzan a la carrera a un encuentro diario.

Las carreras, los ladridos, las jaurías, asustan a los transeúntes. Los perros corren entre los autos, por debajo de las sombrillas de los despistados, regatean entre las piernas de las peatones y amenazan con morder y si alguien interrumpe su momento. Asomando la cabeza la esquina, ladran frenéticamente a otros perros que cruzan, como pandillas de adolescentes, la calle para dirigirse a algún calle, o alguna otra calle del barrio, esa en la que no hay carros y algún solar se convierte en tierra de nadie sujeta a disputa, frontera infranqueable donde los adultos, los amos, no pueden entrar.

A veces pienso que se vana tomar la ciudad. Pienso también que la ciudad ya es de ellos: ocupan veredas, duermen o descansan plácidamente en las puertas de los comercios, se tumban el medio de la calle y observan entre ojos cómo los autos se apartan para no atropellarles. Me dan respeto. Yo camino guardando las distancias, cambiando de acera para no interrumpir el diálogo entre canes, su territorio antes nuestro, ahora marcado.

Les miro en silencio mientras espero a que cambie el semáforo. Ninguno de ellos va más allá de la esquina, ninguno camina más allá de una cuadra y media. Y no hay rugidos, sólo un ladrido, como si fueran gritos, que no puedo entender. Es como si, al caer el sol, los vecinos del barrio se sentasen en sus bancos y sus sillas de mimbre y conversar con el vecino sobre la vida, sobre el día monótono de jubilación forzosa y aceptada, sobre los hijos que ya se fueron y de los que se asoman para interrumpir el zumbido del monótono y analgésico televisor, sobre el tiempo o sobre la política siempre tan igual y siempre tan lejana.

Los perros, como los viejos, conversando de todo y nada con los vecinos, saludando al amigo tras una tarde de sol, espantando durante veinte minutos la galbana para luego tomar la cena y volver a broncearse frente al televisor antes de irse a la cama. Mañana, a la misma hora, aunque no pase nada, aunque el sol caliente más o menos igual que ayer, aunque no haya nada nuevo que decir, siempre habrá algo que decir al amigo, a aquel que pasa por delante de la puerta y que grita algo que no se entiende pero que es lo mismo que siempre y recibe siempre la misa respuesta, siempre con gusto, siempre con sonrisa, a esa misma hora, pues esa es la sal de la vida.

martes, 25 de junio de 2019

Mar calmo

En el mar calmo
ni una brisa, ni una estrella.
Sólo la inercia,
sólo la calma quieta
y en vaivén de la marea.
Una inmensidad azul que se pierde,
un mar marino y el horizonte
inabarcable.

No hay velas, no hay remos,
mi barca, serena.
Y el sol de mis noches
iluminándome despierto
con los ojos cerrados:
soy el tiempo,
el mar del cielo sin nubes,
cielo y mar y mar y cielo.

Espero
las olas de los náufragos
que pasan raudos
para navegar su cresta.
Doquiera que vayan
¿me llevarán con ellos?

domingo, 9 de junio de 2019

Carta a mi enfermera (menor)

Mándame esa pastilla
para el dolor de cabeza
y esa otra de dos colores
rojo y blanco por las noches.
Y dos veces al día
(aunque a veces se me olvida)
el jarabe para la tos:
nariz tapada, ¿lo tomo o no?
Aún hay frasco para rato
probé a dárselo al gato,
ahora tengo un arañazo,
le pondré agua bendita
que ese yodo pica, pica.
Mándame también la pomada
tanto teclear me salen escaras.
Sabes... mejor no mandes nada
sácame los puntos (y las comas),
y mis letras desordenadas,
guárdalas en el frasco de "cariño"
y cuando veas que no escribo,
envíamelas de vuelta.
Ahora tengo enfermera,
bueno, siempre la he tenido
(no se lo digas, ¿prometido?)
Mejor que siga siendo
mi hermana (menor)
y que sepa que yo mando
un abrazo,
felicitaciones,
y besos
de esos que curan hasta los huesos.

miércoles, 5 de junio de 2019

Bloomed in June

Para un amigo, ahora abuelo, que me escribe siempre en inglés desde Zarautz.

All the flowers bloomed in June,
And all the birdies sang in tune.
There's no rain, the wind so smooth,
Here's to life, sweet child, here's to you.

Todas las flores florecieron en junio / Todos los pájaros cantaron en armonía / No hay lluvia y el viendo es tan suave / Brindo por la vida, dulce niña, brindo por ti.

sábado, 4 de mayo de 2019

Canciones

Canciones
sólo canciones
siempre canciones
noche tras noche.
Canciones...
para encontrar las palabras
para llenarme de arrojo
y dedicarte la música
que falta en mi prosa.
Canciones que dedicarte,
canciones que no encuentro
para decirte aquello
que callan mis versos
que callan mis labios, mis ojos
cuando te veo:
un beso,
cadente, en silencio,
...
un beso.

1º de Mayo

Carbón en el trabajo,
carbón manchando calles,
botas, overoles,
rostros cubiertos de carbón.

Rostros todos iguales,
sin piel ni religión,
trabajo de salario justo,
el mismo sueldo, sin distinción,

y una sola gavia sin preferencia
descendiendo el pueblo;
las mimas penas, los mismos derechos,
sangre cubriendo el carbón.

Todos, la misma clase,
no importa el oficio,
las partes son a iguales,
el mimo dinero, carbón.

Un solo pueblo que lucha,
el mismo destino que grita,
desde el suelo con las bocas abiertas
mientras aún les quede pulmón,

agua para lavar las heridas,
una vejez digna,
tierra para enterar los muertos,
tierra para que crezcan los hijos.

Carbón calentando las casas,
y en la escuela todos iguales,
tienen todos la misma historia;
lápices, por dentro carbón.

viernes, 3 de mayo de 2019

Micrococa # 12

Qué maravilloso es trabajar cuando nadie más trabaja. Hay una sensación de paz cuando uno ingresa a la oficina y ésta está en silencio, casi prístina, que empiezan a bullir en la cabeza miles de sueños de producción, creación, elaboración, de mil y un documentos, de mil y una actividades, todas con tanta efusión y adrenalina que no importan ni siquiera las horas extras: uno se quedaría trabajando así para siempre.

Ni siquiera hay nadie en el edificio, sólo el guarda y la señorita de limpieza ya guardando sus trastos y sacándose los guantes, mirándote porque le sonríes con una sonrisa aún más grande que a diario; mientras haces reverencia y saludas cortésmente con tu sombrero imaginario al reloj biométrico cuando éste contesta su "Gracias" habitual.

Caminas después por la oficina y te sientas en en tu silla giratoria y aprietas el boto de encendido de la computadora que parece nueva y sin estrenar, y te reclinas hacia atrás en la silla con los brazos cruzados en la nunca mientras se enciende. Falta el té encima de la mesa, pero seamos formales. Revisamos los oficios pendientes, los ordenamos con precisión milimétrica, cogemos el mouse, hacemos clic en documento nuevo, y restallamos nuestros dedos dispuestos a empezar.

Suena un mensaje en el celular. "Que sea un meme", piensas.
- "Lic., están en la oficina? Vengo a que me revise los textos."
Dudas entre decirle que sí o que no, y antes de contestar, llega otra línea que dice:
- "Estoy abajo".
Miras para un lado y luego para el otro, pero no ves ningún machete o similar para cortarle la cabeza al guarda, así que resignado, le llamas para que deje pasar a la de los textos sin revisar.

20 minutos después despides a la pasante en la puerta de la oficina y regresas al escritorio, te mesas el cabello, estiras los brazos como director de orquesta y con impecable precisión suenan dos golpes en la puerta como obertura de la obra. Te sientes como si fueses Von Karajan y unos zotes estuvieran raspando los violines.
Caminas hasta la puerta de la oficina y te encuentras con un tipo cargado una mochila y dos enormes cajas de herramientas, esperando con cara de despistado al otro lado del vidrio de la puerta. Si le pusieran una gorra parecería el hermano más alto de Super Mario.
 - Vengo a revisar las impresoras.
Tu sonrisa y ademán cortés al abrir la puerta se quedan aún más fingidos y petrificados. Cuando la comisura de los labios vuelve a su posición normal, articulas:
- ¿Las impresoras?
- Sí, mantenimiento de impresoras. - El tipo te da una tarjeta, que bien podría ser de la empresa de los Hnos. Mario. La miras y luego le miras él, directo a los ojos.
- ¿Hoy?
- Sí, está programado. - Saca una orden de trabajo colgada en un portapapeles plástico y te la muestra.
- Pero hoy es fiesta.
- Sí, pero está programado.
- Ya. Déjeme llamar al administrador. Hoy nadie trabaja. Yo no trabajo.

Desapareces de la escena con el celular en la oreja y vuelves a los pocos minutos.
- Ya viene el administrador. Espérelo acá. Yo no trabajo, estoy ahí al fondo, ¿sí?. Por... por cualquier cosa.
Señalas el fondo de la oficina y despareces en tu escritorio.

Comienzas por fin a escribir. Escuchas la voz de administrado hablar con el tipo de las impresoras, escuchas que dejan caer en el suelo las cajas de herramientas (si había algo frágil dentro de ellas ya está roto) y escuchas como encienden la impresora dañada, esa que hace un ruido infernal. "En algún lado están mis audífonos". Empieza a sonar Bach y vuelves al paraíso y sigues tecleando. De pronto notas como una presencia en el aire, apartas la cabeza del monitor y te encuentras con el administrador, vestido con uniforme de indor (camiseta, pantaloneta, botas de indor y hasta medias altas) tapando sonrientemente la luz que entra por la ventana. Te sacas cortésmente los audífonos y escuchas algo un poco menos melódico que los cellos de Bach:
- ¿Está trabajando?
- Algo mismo.
- Ya... Vino el técnico de las impresoras.
- ¿No me diga?
- Sí... yo estoy ocupado, afuera, así como ocupado. ¿Le importaría estar pendiente de él? Ya está trabajando, el técnico digo. Ya tiene todo. No se preocupe.
- Bueno, no se preocupe.

No te has vuelto a poner los audífonos cuando escuchas al administrador intercambiar saludos con la persona que trabaja en el departamento contiguo al tuyo. Risas. Saludos. Chistes sobre la impresora.
- ¡Hola!- - Una cara sonriente, la misma cara sonriente de todas las mañana de lunes a viernes, se asoma a por encima del panel que separa las estaciones de trabajo.
- ¿Ud. también trabaja?
- No, vengo por otras cosas. -contestó- ¿Y ud.?
- Yo... yo voy a la tienda a comprar un agua.

No fumas. Nunca has fumando. Pero de repente sienes la necesidad de fumar y estar un rato fuera del bendito edificio. La calle está desierta. No llueve. Tampoco hacia calor. Fin del programa meteorológico. Cruzas la calle y entras en la tienda de enfrente.
- ¿Tiene trago? -el vendedor te mira divertido- Olvídelo, cóbreme un agua mineral.

Cuando regresas a la oficina alguien está tarareando mientras trabaja, y el tipo de la impresora parece perder la paciencia agarrando el playo como si fuera un martillo. Ritual de emergencia: Te sientas, colocas bien la silla otra vez, colocas bien el monitor de la computadora otra vez, te pones los audífonos, coges el mouse con la mano derecha y...
- Disculpe. - Apartas de nuevo la cara del computador y te quedas mirando sin decir nada. - Disculpe. Se fue el internet. Debe ser que hoy no tampoco trabaja ji ji.

Respiras profundo. Miras el reloj. Son las 10:00 Aún faltan 7 emocionantes horas para la hora de salir...

jueves, 2 de mayo de 2019

Micrococa # 11: El día de fiesta que no era fiesta

Todo comenzó creo hace más o menos un mes, quizás algo más, cuando apresuradamente desde la gerencia se solicitó todas las actividades programadas para el mes de abril, con el fin de incluirlas todas en la agenda de las fiestas cantonales. "¿Todo abril?", pregunté. "Sí, sí, todo lo que tenga en abril." fue la respuesta indefinida.
Decidí no seguir con la réplica. Las fiestas son el día 30, martes, la fiesta debería empezar el fin de semana previo; exageradamente se podría estirar hasta el martes antes, pero ¿todo el mes de abril? ¿Qué tendrán que ver el Día de Libro, o el Día Nacional del Patrimonio Cultural, que también son en abril, con las fiestas del Cantón? ¿Qué tendrán que ver todas nuestras actividades, programas, conciertos, sesiones de cine, etc., que de desarrolla de manera habitual todas las semanas, todos los meses del año?

El resultado de todo el mes de abril fue una agenda, en forma de postal, en la que no había como escribir nada porque las letras, minúsculas por cierto, tan apretadas, ocupaban todo el reverso de la postal. Uno no sabía si empezar al leer por el principio, pues se iba a cansar leyendo tanto, o no leer y quedarse sólo con la foto e ir al museo a preguntar. Lo único indiscutible es que era un instrumento sin pérdida: ahí estaban todas las fechas, todas las actividades de abril. Todas así escritas de corrido. Parecía una maratón. Uno quedaba exhausto sólo de leerla.

Exhaustos quedamos todos: Cine todos los jueves y todos los sábados de abril. Conciertos o teatros todos los viernes de abril. Semana dedicada al Patrimonio Cultural, Día Nacional del Patrimonio Cultural lleno de visitas y juegos, semana de mediación y difusión de la literatura, Día del Libro dos veces porque así duplicado se fue en la agenda... Y al final, llegaron las fiestas. 29 y 30 de traca final, y el 1 de mayo para descansar.

Estábamos preparando los cohetes para el último día cuando empezaron a llegar los rumores y luego los decretos. "Se les informa que el 1º de mayo se celebrará el viernes día 3", dijo el Presidente de la Nación. Luego, para no quedarse corto, el alcalde o el gobernador, vaya usted a saber cuál de los dos, sacó otro decreto: "Se les informa que la festividad por el aniversario del Cantón, 30 de abril, se trasladará al jueves 2 de mayo". Toma ya. Fantástico feriado para irse a la playa, con la postal-agenda de fiestas de abanico, porque a eso quedó convertida con tanto cambio inesperado.

Nosotros claro, fieles a nuestra agenda, seguimos con las actividades de fiesta aunque ya no fuera fiesta: compromisos hay, visitas programadas hay, alguien vendrá, seguro. Y al alcalde también parece que se le atragantó tanto cambio: el 30 de abril, día de fiesta aunque ya no era fiesta, dijo que habría el desfile cívico y la sesión solemne: la ciudad amaneció con traca pirotécnica y todo el mundo, aunque ya no fuera fiesta, se echó a la calle, con bastoneras y tambores incluidos, al son de las bandas de de guerra. Los locales de negocios, abiertos porque ya no era fiesta, se vaciaban en el momento en el que el desfile pasa por delante de ellos, y en las oficinas, aquellos a los que les tocó quedarse hacían fiesta aunque no fuera fiesta mientras sus compañeros desfilaban por las calles de la ciudad.

Cuando llegó la tarde y acabó el día de fiesta que no era fiesta, nadie estaba seguro de si habían trabajado o no, los niños no sabían porqué se habían levantado para ir a clases en el día en que no había clases, y todos se iban a casa o al último concierto de las fiestas, aunque ya no era fiesta, para luego descansar porque tampoco se sabía a ciencia cierta si mañana el Día del Trabajo sería o no Día del Trabajo.

Así lo escribo, para que conste y quede registro, en este dos de mayo que debería ser día laboral pero que ya no lo es porque es fiesta.

domingo, 21 de abril de 2019

La noche antes del Día del Libro

La noche antes del Día del Libro
esa noche, no dormimos:
viajamos en cohete a luna,
perseguimos al ballena blanca,
cazamos fieros tigres en Malasia,
fuimos príncipes de un asteroide
y también de Dinamarca.

La noche antes del Día del Libro,
peleamos contra molinos,
escuchamos jazz por los caminos
de Estados Unidos y en los campos
de la Vieja Castilla cantamos
a un olmo seco y a su vera
esperamos a la primavera.

La noche antes del Día del Libro
un inglés nos contó los mitos
de la Antigua Grecia y en Líbano
escuchamos vehemente al profeta.
Enamorados en algún lugar del tiempo,
luego nos encontró la guerra:
"¡Las salamandras!" gritó la prensa.

La noche antes del Día del Libro
los bomberos quemaban libros.
Sostiene un amigo que ocurrió
más o menos cuando ya nadie leía
cuando todo el mundo dormía:
los dedos enredados en celulares,
inertes, sin príncipe, sin rueca.

La noche antes del Día del Libro,
esa noche, no dormimos:
Cuando rompió la mañana
salimos a la calle en pijama
y con voces claras de barítono
en oficinas, buses y parques,
leímos.

La puerta violeta

Ven, hagamos una puerta,
juntas, con jirones de vida
del bosque de nuestra alegría.

Ven, pintemos esta puerta
con todos nuestros morados,
que sane la piel, la herida.

Ven, busquemos la llave
con la caricia de tantas manos
y un solo puño en la justicia.

Palabras

Me dejó la tristeza,
la casa en silencio
y la calle vacía.
Y las palabras no dichas,
y los abrazos en vilo
y con los ojos cuajados
escribo de ella.

Del tiempo que nos llevó encontrarnos.
Del tiempo que nos llevó lejos.
De las distancias nuca recorridas,
el uno junto al otro,
sin compartir un beso.

Me dejó acá en la playa
de adoquines y concreto
y una lluvia sin risa.
Una lluvia que no lava,
mientras cae, pienso
palabras, versos,
palabras para ella... caricias.

domingo, 14 de abril de 2019

Flores

Daniela, Kamila y Sara Manuela.
Las vi brotar en primavera,
entre el maíz aún tierno
de hojas verdes; por dentro,
Sara, Kamila y Daniela.

Tres rostros en la ventana
florecen con la mañana,
en los pétalos recién abiertos
el rocío crea reflejos,
Sara, Kamila y Daniela.

Tres razones y tres causas:
mujer, igualdad, y palabra,
dignidad, amor y respeto;
vidas plenas en derechos:
Sara, Kamila y Daniela.

Daniela, Kamila y Sara Manuela.
Flores libres sin maceta
el alfeizar se quedó estrecho,
su raíz se ancló al viento:
Sara, Kamila y Daniela.

martes, 2 de abril de 2019

Biobibliografía

Para Gloria y las maestras.
Feliz Día Internacional del Libro Infantil

Doña Pito Piturra
tenía unos guantes
los tejió la maestra
con mil retales.

Doña Pito Piturra
cosida con hilo
con pastas duras
para los niños.

Doña Pito Piturra
crujía sus dedos
si pasabas la página
y leías un verso.

Doña Pito Piturra
nos llevó de viaje
mil y un mundos,
sin salir de clase.

Doña Pito Piturra
nos presento amigos,
esperaban ansiosos
entre los libros.

Doña Pito Piturra
vivía en un cuento
Doña Pito Piturra
lo llevo dentro.

viernes, 22 de marzo de 2019

La amistad

Páginas de tu vida en verso,
cuando las abro,
me encuentro ante un espejo
reflejando, sintiendo
los mismos anhelos.

Soplos de la vida,
algunos que sabía
que eran siempre tuyos, y otros,
otros que quizá intuía,
sin saber eran tuyos
y míos.

Será que la amistad es
coincidir hasta en lo que no se dice,
todo lo que se escribe
sólo para tu ser.

Mi casa huele a KFC

Así, como dice el título. Desde el pasado viernes, mi casa huele a KFC. Ni me agrada ni me desagrada el olor o el sabor a pollo frito brosterizado, pero si suelo evitar ese tipo de comidas: prefiero siempre cualquier otro restaurante local, de esos que no pertenecen a ninguna cada y donde uno puede hacerse amigo del dueño o divertirse por dentro ante la impasividad del metre, pero la realidad esa: desde el viernes, en cuanto abro alguna ventana de la casa, el olor a KFC penetra por todos los rincones de la casa.

La razón de este olor que muchos pensarían que brotan de mi horno que estos días bosteza aburrimiento o de sartenes convertidas en pistas de patinaje para arañas, tiene que ver con un deslumbrante KFC que han abierto en la esquina de la calle, justo atravesando la calle al lado de la iglesia, y que desde que abrió parece el nuevo templo de alguna nueva religión dispuesta a llevarse a todos los creyentes: hay más personas comiendo en el KFC, haciendo fila en las interminables colas para entrar o saliendo cargadas de baldes desechables de pollo frito (en esencia, y fisiológicamente ambos balde y pollo frito, son desechables) que opaca y supera en numero a los feligreses de la iglesia vecina, el cutre "Circo Ruso" instalado en otro solar de la ciudad, o los programados, casi ensayados y podríamos decir prefabricados cierres de campaña de los partidos o listas políticas estos días.

Vota todo KFC. Ese es el resumen. Si mucha propaganda, sin hacer grandes alardes, en 3 meses han construido uno de esos edificios de una sola planta con típica cornisa sacados de cualquier ciudad estadounidense, propio de los decorados de un pueblo del lejano oeste, y lo han dejando como si algún mayordomo hubiese pasado el plumero por cada milímetro de la casa: todo brilla y luce reluciente, los colores están brillantes, las luces de neón o de led brillan con todo su fulgor, y el impecable y matemáticamente colocado interior parece el imposible decorado de una película o una de esas exhibiciones de muebles a la venta donde sólo falta el "no sentarse". Acá la indicación es la contraria: Haga fila frente a la urna electoral, elija su voto, inserte su aportación económica a la causa, retire su premio y siéntese con ello en una mesa para disfrutar con su familia o en su orgásmica soledad gastronómica.

Me han convencido. Y aunque ya no está permitido hacer pronósticos de ganadores o intención de voto de los comicios del domingo, yo voy a hacerlo: Si el domingo hubiese una papeleta que dijese "KFC", un señor de pelo blanco, lentes y perilla sería, por casi unanimidad, el nuevo alcalde de Coca.

Promesas de convertirse en una ciudad, en otra ciudad. Rápidas y convincentes promesas, luego desvanecidas bajo el humo como la novelería que dentro de unos días, quizá semanas dejará el local ocupado sólo por los parroquianos de siempre y algún que otro capricho de viernes o domingo por la noche. Coca Fried Chicken. Todo está ya en el asador. Muchos se quemarán en la parrilla, otros sabrán jugosos los primeros días y luego se convertirán en inmasticables suelas de zapato. Más tarde, sólo cenizas y entre ellas, hombres y mujeres escarbando por alguna promesa olvidada.

Los tubos de led o de neón parecen eternos, pero al final se apagan. ¿Alguien los cambiará cuando llegue cuando llegue la hora del mantenimiento?

viernes, 15 de marzo de 2019

Remedio para la depresión

Para una cocinera de yogurth vegano...

Cuando los ojos miren a los pies
y esos ojos miren sin ver,
cuando estés mustia como el día gris
como una planta sin agua ni sol
gemela del árabe Alí-Caído,
busca con el dedo tu ombligo:
no desparecerás como Lotte
pero antes que el viento sople
a carcajadas reirás sin sentido.
Ve y busca a un amigo,
y cuéntale que estás perdida
entre tu ombligo y tu risa,
que no sabes qué te pasa,
que escribes por decir nada
en particular y quizá todo,
en un día cualquiera sólo
porque no querías perder el hilo,
que no estás y tampoco te has ido.

jueves, 7 de marzo de 2019

8 de marzo

Si tienes un día en el calendario
es porque nunca tuviste ninguno:
en todos los días te mataron,
en todos los días te negaron,
y ahora te entregan uno:
8 de marzo.
Lucha por él sin miedo
siempre firme, es tu legado,
y en igualdad recuérdales a ellos
que aún nos faltan trescientos sesenta y cuatro.

domingo, 3 de marzo de 2019

Cuando llega

Escrito a fines de enero de 2019. Transcrito ahora.

"¡Ay, antes de que me olvide! Toma te traje chocolates, falta uno, si, pero es que me dio ansiedad y me lo comí, perdona. Pero los otros tres sí que están. Ya, lista, vamos."

Aún no reacciono, con la caja de chocolates en la mano, mirando una mochila con dos botas colgado atadas de uno de los cierres, mientras ella ya sale por la puerta. Sigo andando y mientras ella habla y pregunta cómo estoy y yo contesto casi en modo automático y relato el accidente que sufrí como si estuviese ensayando un papel de teatro, mi cabeza más que mis piernas, siguen lentas, ahí atrás en los chocolates y la mochila.
Cuando por fin salto al minuto presente, pienso que es mi contusión cerebral, y luego no estoy seguro y sonrío porque es ella. Siempre ha sido así: un montón de palabras, de gestos, de acciones que surgen como borbotones hasta que con un "Ya, lista", se calman en su sonrisa y rostro inquieto esperando a volver al punto de ebullición.

Caminamos hacia el malecón y yo sigo sin estar presente. Algo en mi cerebro contesta de manera automática, mientras que en mi lentitud sigo reconstruyendo todos los mensajes de estos meses, todas las idas y venidas de estos años; mensajes recibidos de madrugada, interrumpidos por falta de conexión, por mis olvidos de las diferencias horarias, jalonados por fotografías con escuetos pies de foto. Modernos telegramas de un "estoy vivo" o un "no te pierdas" salpicados de un "no te pongas trágico" o un "ni tu ansiosa", seguidos en un "Tranquilo, ya voy" o un "Ya voy yo".
Yo nunca he ido, esa es mi falta. Me dio ahora cuenta. Atado a mi vida, quizá miedos, ahora a mis huesos rotos. Siempre es ella la que viene. Lo anuncia con antelación, preparando la escena, el encuentro que tendrá lugar en cualquier otra fecha que las descritas, porque así es su calendario: un almanaque que cambia día tras día según avanza, viaja, siente y vive, donde los viajes futuros, los planes futuros se escriben pero suceden cuando ella por fin llega. Lo demás, son sonrisas, cariños, abrazos escritos para decir en la distancia "estoy viva, te pienso, te quiero mucho".
Yo espero. Siempre espero. Estos días en cabestrillo y en cama, siempre espero. No se aún hacer nada más. Y luego escribo, siempre escribo cuando ella ya no está, y le digo "gracias, yo también te pienso y te quiero mucho", por escrito, como hago ahora cuando el cuarto se ha quedado quedo y encima de la mesita de noche descansan cuatro chocolates en su caja, uno de ellos comido; en ese, en el que no está, es en el que yo pienso.

"Gracias por el chocolate que te comiste. Por tu sabor, tu viento fresco recorriendo la estancia, por cambiar mis pensamientos de mártir por esos otros de fuerza para luchar por la vida -la mía misma y con ella las de los otros-, por recordarme que el camino sólo importa si llegas, que hay cosas que no se dicen, o a veces se dicen y se escriben, pero sólo son si vives y dejas que te vean vivir.

No voy a acabar estas letras manuscritas con una promesa. Lo dejaré con así como está, en presente: viviendo en mí y en ti."

sábado, 2 de marzo de 2019

Imágenes en el negro

Escrito enero 2019. Transcrito ahora.

Son sólo imágenes
que dejó el silencio
en el tiempo sin tiempo.
Sólo imágenes...

Escenas inacabadas
rostros tras un velo,
arista de borde romo,
imágenes sueltas...

Flotan prendidas en el aire.
Destellan en fondo negro
y sus palabras son el eco,
palabras aún ajenas...

Caricias que se sienten
a través de la pared útero,
de la crisálida en inverno.
Efímeras, constantes.

Escenas, sólo imágenes,
palabras, que no recuerdo
que se pierden en el tiempo
y nacen
en nuevas imágenes.

Raíz

Mi raíz está en las voces
pobladas de campos y montes
en arroyos que buscan la mar.

Mi raíz está en los árboles
en los estambres de sus flores
polen en el fruto que vendrá.

Mi raíz esta en las casas
en patios con tapiz de yedra
y el zaguán donde esperar.

Mi raíz está está en los viejos,
en ojos profundos y labios
que saben a frutos de un sembrar.

Mi raíz está en la lucha
de madres y padres que buscan
un futuro que dejar.

Mi raíz y también la tuya
moldean nuestra andadura
y las hacen germinar.

miércoles, 20 de febrero de 2019

No hay molinos

No hay molinos, no hay molinos
en España no hay molinos.
Los cuerdos están en el asilo
y los locos, los locos han desaparecido.

No hay molinos, ni lanzas, ni desafíos
sólo gigantes oscuros y pétreos
juntando todo el oro en sus huesos,
esparciendo hambre por los caminos.

No hay molinos, ni en La Mancha
ni en Castilla, no giran sus aspas,
no muele el trigo, no hacen nada.
Triste y muerta está España

Sin sueños está su destino,
los poetas son proscritos,
terrible país de cínicos,
hablan dentro de casa a gritos.

No hay molinos, los jamelgos
lucen escuálidos y desnutridos,
el pueblo en oxidados yelmos
esconde sus ojos de vidrio.

No hay molinos, no hay molinos
el único quijote, el viento
repite su llanto al eco:
no hay molinos, no hay molinos...

sábado, 16 de febrero de 2019

Coca se ha vuelto Lepanto

Escrito en enero 2019. Transcrito ahora.

Coca se ha vuelto Lepanto
y una moto mis turcos,
del suelo recogen mis huesos,
ciego en la batalla he estado.

Ciego y sin sentir espanto,
de la lid sin saber resultado,
ajeno la suerte de mis hados
juego a ordenar el mundo.

El mundo, el techo raso,
da vueltas aún sin rumbo,
yo, en la cama postrado,

lápiz en ristre y a mano
trozos de memoria junto
de un lugar y nombre olvidado.

lunes, 4 de febrero de 2019

Fundido en negro

Escrito en enero de 2019. Transcrito ahora

Fundido en negro. Una pausa. Unos segundos. La película continúa. Los actores son los mismos, la acción es ahora más lenta. Me siento como un espectador que se ha perdido en la acción, que no entiende uno de esos filmes alternativos. La acción antes del corte está clara, y puedo seguir la acción después de la pausa pero, ¿cómo unir las dos partes? Puedo intuir qué pasó en el fundido a negro pero no como cómo. Intento buscar imágenes en el negro pero no hay luces ni respuesta, sólo vacío y silencio. Una historia que acaba de golpe, sin final conciso, y otra que comienza de la nada, sin prefacio ni prólogo.
Y sin embargo, los personajes son los mismos y algo les une a cada parte.

Hago una pausa en mi escrito y una enorme cicatriz en mi brazo derecho hace que despierte de mi ensueño de espectador. No estoy en las butacas del cine, soy el protagonista, me he traslado a este mundo de ficción que de pronto es la realidad: la cruda, dura realidad que golpea mis huesos y que ahora está partida en dos: no los puedo juntar. Son pedazos de la misma historia. Los puedo reconstruir como se reconstruye la escena de un crimen, pero eso junta las dos mitades. No es como los hierros que juntan mis huesos.
Es como si las células óseas de mi vida creciesen en una dirección alternativa, lejos de juntar las dos mitades. ¿Será como renacer? ¿Tuve una segunda oportunidad?. Sí, puede ser. Estoy consciente de que pudo no haber segunda historia después del fundido a negro. Pero siento que no me han sido dados los poderes para comenzar de nuevo, para cambiar o borrar la primera historia; está ahí, escrita a piedra, y en algún modo condiciona eta segunda historia, por lo menos condiciona mi punto de partida y mis pasos.
Lo que me tiene pensativo como al espectador y al a vez protagonista es que esta segunda historia no es continuación de la primera, sigue otros rumbos. "Cuáles", me pregunto. No lo sé, pero lo siento. Es como si hubiese cambiado a algún paralelo alternativo de mi existencia, como si hubiese cambiado a una carretera paralela muy, muy parecida a aquella que camina, pero definitivamente no la misa.

Sería muy fácil, hasta típico decir que soy un hombre nuevo. Suena incluso a película o discurso barato. No no soy nuevo. Lo veo en el espejo, a pesar de quien me ve a las semanas dice que estoy mejorando mucho y tengo mejor aspecto. Nada de nuevo. Perdí muchas cosas, es verdad, o mejor dicho, muchas cosas dejaron de pesar, de tener importancia, y muchas otras que estaba ahí, en un segundo plano, comenzaron ahora a ser partir importante del guión.
Y sin embargo, esos actores que ahora quieren ser relevantes en mi guión siguen un tanto desordenados, un poco difusos todavía. Deber ser por mi convalecencia, mi dichoso cerebro golpeado, u otros golpes que no he permiten todavía ser autónomo para tomar mis propias decisiones. Mis propias decisiones. Eso es algo que ahora pesa cada vez más que nunca...

Así pasan estos días. Como un escritor que quiere seguir con el segundo acto pero que escribe y escribe más y más ideas sin llegar a ponerlas todas en el preciso orden para continuar la historia; y sin parar, lo intenta una y otra vez consciente de que algún día lo conseguirá, empezará a escribir ese segundo capítulo. Así me siento: dispuesto a lanzarme aun camino nuevo, sin pesos ni pesares de mi anterior historia, pero conscientemente de ella, caminando, intentando juntar de nuevo todos los huesos, apaciguar la mente para pintar luces en el negro. Creo que ya sé de dónde vengo. A dónde irá mi historia dependerá de mi. Este mismo escrito, comenzado hace semanas a mano y pulso emborronado, y que hoy acabo a máquina, acaba ya desde "otro lado". Quizá esta selva sea como aquellos Campos de Castilla que pintó otro poeta...

viernes, 1 de febrero de 2019

Somos pueblo

Quejás y más quejas. Siempre quejas contra el anterior gobierno. Insultos o adjetivos que quieren encasillarlo en viejas clasificaciones caducas vinculadas a otras épocas y otros procesos históricos que ya no son más que hechos del s. XX para estudio en colegios y universidades: socialismo y comunismo.
Miren, no estoy afiliado a ninguna corriente, ningún partido político, y no creo que ninguno de los partidos políticos actuales esté identificado o vinculado con esas viejas concepciones del s. XIX o XX ni con rimbombantes "neo actualizaciones". Sí estoy afiliado con el pueblo: la razón de nuestro sistema político, esa llamada democracia, es el pueblo y nuestro modelo de país -el de todos los países de la vieja Europa, salvo en Imperio Británico que siempre ha seguido (y sigue) otros caminos, y también el de otros muchos países surgidos siguiendo el ejemplo de las revoluciones burguesas (luego nacionales) que estallaran en Europa en el s. XIX- es la Ilustración, ese movimiento filosófico y científico que se desarrolló primero en Francia y luego por toda la vieja Europa entre los ss. XVII y XVIII. La maltrecha, maltratada, vendida y tergiversada Unión Europea todavía habla de esa Ilustración, a pesar de que otros "estados unidos", que, olvidándose de ella tras la "gloriosa" independencia, abrazaron al británico Adam Smith con todo lo que de imperialista tenía aquella Gran Bretaña de Adam Smith.
El Estado, como producto de esta Ilustración que nutrió la Revolución Francesa, surgía como una super.estructura para proteger a todos los ciudadanos, aceptada por todos los ciudadanos (digo ciudadanos, no nobleza y súbditos), y mantenida gracias a ellos. Y la forma de gobierno de este Estado, la democracia, es decir el gobierno del pueblo.

El Estado surge con y por el pueblo y sirve al pueblo y el pueblo es quien lo gobierna. Y todos aquellos que critican y destruyen esta concepción no son otra cosa que personas egoístas que conspiran contra el pueblo, en favor de sus propios intereses, o lo intereses de un pequeño grupo al que ellos mismos pertenecen. Son aquello que denominamos  agresores, opresores, personas que piensa en si mismos, en Dios, entendido como ese dios judaico sediento de sangre y pleitesía, destinado a unos pocos, y nunca como dios de todo el grupo humano, que por ser grupo, seres gregarios, han hecho posible este viaje de años a través de la evolución y la historia para llegar a este ahora. O dicho de otro modo, y haciendo mías las palabras de un estimado amigo, "O estás con los oprimidos, o con los opresores".

Desde el inicio estoy con el primer grupo: el pueblo, oprimido por personas, clases, oligarquías que lo oprimen para destruirlo y buscar fines y metas que no sirven a todos , sino a unos pocos solamente. Por eso cuando veo al gobierno vendiendo aquello que es del pueblo a unas personas o grupos, opresores, que no buscan como fin el pueblo mismo, sino su propio fin o el de unos grupos muy concretos, entro en iras y alzo la voz. Cuando veo al pueblo, peleando, divido entre si mismo, por causa de las cizañas que han sembrado estos opresores, o tergiversados por las mentiras o veneno de estos opresores, entro en cólera.

No se trata de partidos políticos, no se trata de economía, de vender o comprar. Se trata de mirar quién hace algo por el pueblo, quién, con los recursos del pueblo, incluidos en ellos sus propios impuestos, dedica sus esfuerzos a proteger al pueblo y velar por el bienestar del pueblo al que él también pertenece. ¿Cómo? Con diversas acciones: brindando educación pública (es decir, educación del pueblo, para el pueblo; eso es pública), sanidad pública, fomento, cultura, derechos, todo hecho y mantenido para los intereses del pueblo.
Mientras escribo este ensayo estoy convaleciente de un accidente involuntario (fui víctima de un atropello de tránsito) y estoy acá gracias pueblo: fue en un hospital público donde recibí la necesaria atención a mis heridas, traumatismos y secuelas del accidente. Me trasladaron en una ambulancia pública (del pueblo) a un hospital público (del pueblo) donde se me brindaron todos los medios de sanidad y medicina pública (del pueblo) para restablecer mi saludos (exámenes, operaciones, medicinas, cuidados diarios...) de manera totalmente gratuita. ¿Por qué? Porque yo soy parte de ese pueblo que mira por el bienestar de todos sus miembros (ciudadanos del estado, migrantes también, turistas,...) y como tal aporto (pago mis impuestos) para que el pueblo -incluido yo- mejoremos y sobrevivamos. No es algo perfecto, es verdad, en el sistema hay corrupción (las mentiras de los opresores nos minan y envenenan por doquier) y en nuestro crecimiento y nuestra lucha contra los opresores, los medios que tenemos para "cuidar al pueblo" son escasos, insuficientes, pero lo irán dejando de ser en la medida que los envenenados y los ciegos por las mentiras se miren al espejo y en el reflejo, no se vean solo a sí mismos, sino a ellos como parte del pueblo.

Es un camino lento, y muy frágil. Las palabras mentirosas, el veneno de aquellos opresores que sólo piensan en sí mismos o en pequeños grupos matan. Matan al pueblo, nos matan a nosotros mismos y algún día si les dejamos les matarán a ellos mismos también.. La muerte no puede ser. Sólo el progreso de todos como grupo humano gregario puede ser.
Por eso hay que estar con el ojo avizor y parar todas aquellas ideas políticas, acciones que quieren destruir al pueblo entregando lo que es del pueblo al servicio de unos pocos; con el ojo avizor para detectar a los insidiosos opresores y ponerles frente al espejo para que todos, incluidos ellos mismos, se miren, se sientan entre todos.

Cuando alguien habla de eximir de impuestos algunas personas, hablamos de opresores, cuando hablan de recortes en cultura, sanidad, educación pública, son opresores, cuando modifican leyes en favor de unos pocos, son opresores, cuando permiten que un trabajador tenga que soportar condiciones de trabajo que explotadoras para que crezcan los beneficios de la empresa (es decir, de unos pocos), son opresores.
El opresor es aquel que trata a los demás como mercancía como materiales y bienes que se pueden vender y comprar, eliminado al ser humano de todo lo que le hace ser humano e igualándolo a algo peor que un esclavo (ni siquiera es esclavo de alguien, es sólo materia, mercancía). El opresor es el que trata al pueblo (nosotros, los oprimidos) como mercancía, quien nos despoja de deberes y derechos porque a él, opresor, sólo le interesas sus propios beneficios o los de unos pocos (un pequeño grupo). El opresor es quien aboga, quien quiere acabar con todo lo  público para servir únicamente al fin de su empresa a o su grupo, quien tergiversa la democracia, el estado y hace esa un circo donde el pueblo vota a ciegas pero no gobierna, y el o su grupo, manejando el circo, las venenosas mentiras, se legitima y perpetúa con engaños en el poder.

Hoy miro y camino por orgullo por el hospital público en que me operaron. Tiene sus defectos, sí, es pequeño, sí, pero es nuestro, del pueblo, y sirve al pueblo. Veo al pueblo, al a gente de la calle, de distintos estratos paseando por él, veo a la gente entrado y saliendo de él, con cara de dolor pero con la esperanza de que se recuperarán. Camino por el centro de esta ciudad amazónica que hasta hace poco más de una década no figuraba en el estado (sólo los pozos petroleros, en manos de unos pocos -los opresores-) figuraban, y me encuentro con un compañero de habitación del hospital, operado de una fractura en su pie, caminando ya sin muletas aunque aún con paso lento, que me sonríe y me da la mano, y me dice que está feliz porque la operación salió muy bien y el médico le ha dado un mes más de baja para que se recupere sin apuros y siga luego como siempre, trabajando por el pueblo.

Seguimos pues, peleando. Las mentiras han calado y, a fin de que ciertos opresores, buscando sólo su beneficio y el de unos pocos, están vendiendo el país, el estado, aquello publico que es del pueblo. Seguiremos alzando la voz, en contra de las falacias, con nuestro huesos sanos, nuestra sonrisa en la calle, con los compañeros como antídoto contra el veneno de los opresores para reclamar y conservar lo que es nuestro, y recordarles a ellos que se deben mirar en el espejo y buscar y ver aquello que les han enseñado a no ver: el pueblo, y ellos entre el pueblo.

jueves, 31 de enero de 2019

Descerebrado (II)

- ¡Serás descerebrado! ¡Tú, y el de la moto, aún más descerebrad! ¡Qué estarías haciendo por ahí a esas horas!

Ya te oigo decir, ya. Que me atropelló una moto, oye. Y aunque no lo creas no estaba haciendo nada malo.Sí, ya sé que no me crees, pero el caso es que acá estoy con cabestrillo, cicatriz para fardar y rodilla hinchada, en la cama, y acordándome de ti.

-¡Descerebrao!

Sí, ya sé. Gracias, Esas exhortaciones tuya son infalibles. Espero que desde ahí arriba intercedas por los necios como, aunque cierta persona ahí arriba ya debe estar cansado o acostumbrado a cierta palabra muy tuya que pronuncias cada vez que miras para abajo y ves semejantes desaguisaos... ¡pero qué le vamos a hacer! Yo y el de la moto, digo.
Gracias a Dios y tus improperios sé que esto y acá, seguro. Acá deberías estar tú también para jalarme de las orejas cada día, en esta casa de p... (de locos, perdón), pero se ve que te gusta gritarlo desde arriba. Y no sé que hiciste, pero la ambulancia llego a tiempo, y en el hospital todo salió perfecto, como si cierto bruto de Bilbao estuviese por ahí detrás de los médicos, reclamando a las enfermeras, y diciendo que sirviesen más gelatina a esta cosa inútil y que hoy escribe con brazo nuevo.

Así va la vida. Yo desvencijado desde una cama, tú con una sonrisa desde arriba. Te cuento que estos días acá tratan de entrar en tu conciencia virtual para poder resolver todos esos casos de posibles nulidades de matrimonio que tanto te gustan, pero nada, oye. Se ve a quedar todos en el limbo del matrimonio porque tienes la cabeza electrónica más dura que la otra. Haber, descerebrado, ¿a quién se le ocurre irse bloqueando tu correo a los mortales? ¿Qué hacemos con todas esas personas que esperan a tu visto bueno para la nulidad de su matrimonio, o a que  les mandes a la mierda por brutos? Pobres personas. Yo ya empiezo a sufrir por ellos porque acá ya sabes que acaban las cosas a hostias -perdón- o mentando a cierto padrecito para que medie.

En fin, no te escribo más. La casa sigue en pie, tú te ríes con tu conciencia tranquila, y a mi me cuesta escribir con e cerebro inflamado.Sí, yo sé, ahora si que estoy realmente descerebrao. Lo reconozco. Gracias por recordármelo, y mira a ver si me das un poco de materia gris entre tanto para ir llenando huecos.

Abrazos. Aunque te diga que cambies sé que no servirá de nada, así que sigue igual, recordándonos lo brutos y descerebrados que somos. Nos hace falta.

lunes, 28 de enero de 2019

Como el rio, lento.

Fundido en negro.
Abro los ojos,
el tiempo lento,
el silencio que cambia,
como Braudel, entiendo
mi historia anclada al río.
Un paisaje, desde lo alto,
que toma sentido,
se encadena y encaja sólo
si percibimos todo,
ideas, vida, río,
en el mismo tiempo.

Nada se alcanza
si miramos adentro
y con ojos obtusos
vemos la parte sin el todo,
sin tierra ni tiempo,
sin amores o amigos,
sin caricias y alientos,
sin rostros que buscan
y hogares abiertos.

El fluir no es rápido,
el limo siempre descansa
en las orillas del lecho;
lluvias, vidas, dejando semillas
como las charapas dejan su huevos
en las arenas de la orilla.
Los hombres, ni malos ni buenos
cambian el curso del río
y el rio les cambia a ellos.

Un comienzo

2 de noviembre:
Así comienza este cuaderno.
Tú escribiste mi nombre
mano alzada por dentro,
y en la playa sin saber que buscaba
-si el mar o el cielo-
sobre las arenas blancas
mientras tu paseabas
surgieron los versos.

Versos de la gente de un pueblo
y turistas mezclados con ellos.
Tú y yo mirando a la vida
por dentro.
Tú casi decidida
y yo aún perdido,
las gotas en tu piel reflejaban
un mar profundo de miedo
y la nueva puerta entreabierta.

Mares y luces en el ocaso
y la paya poblandose de noche;
los puestos de comida,
la música tranquila:
risas, palabras y el viento,
tú mirándome por dentro,
yo sin querer reconocerlo
había crecido.

viernes, 25 de enero de 2019

Las tres en ti

Pensando en las tres en ti,
tres versos con ojos que riman
y labios que callan sonrisas
escribo este poema. Dice así:

Que la espera no es prisa
ni el alboroto bullicio
cuando tu casa está llena
de dos bichos chiquitos
cual dos mitades de ti.

Que es lucha y es dicha
como siempre han sido los libros,
esos que cuentan tu vida
y me hacen quererte bicho,
a ti y a las tres en ti.

jueves, 3 de enero de 2019

Discos 2018

Todo mi día es música. Estos son algunos que nos regaló el 2018. Como siempre, compren alguno de estos u otros discos envueltos en fundas de cartón y papel con mucho cariño. Mi mesa está siempre con varios estos días.

  David Crosby, Becca Stevens, Michelle Willis, Michael League: Here I You Listen (BMG)




Joan Baez: Whistle Down The Wind (Proper)
https://www.youtube.com/watch?v=B5-e4qqvKck

Christina Rosenvinge: Un hombre rubio (El Segell de Primavera)
https://open.spotify.com/album/43em8waJy0A4Uv2VDmzbAF?si=qwwckuzvSDKkoqz8gIWG5w

Taller La Bola: Resonando en el tiempo (Taller La Bola)