El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

lunes, 4 de febrero de 2019

Fundido en negro

Escrito en enero de 2019. Transcrito ahora

Fundido en negro. Una pausa. Unos segundos. La película continúa. Los actores son los mismos, la acción es ahora más lenta. Me siento como un espectador que se ha perdido en la acción, que no entiende uno de esos filmes alternativos. La acción antes del corte está clara, y puedo seguir la acción después de la pausa pero, ¿cómo unir las dos partes? Puedo intuir qué pasó en el fundido a negro pero no como cómo. Intento buscar imágenes en el negro pero no hay luces ni respuesta, sólo vacío y silencio. Una historia que acaba de golpe, sin final conciso, y otra que comienza de la nada, sin prefacio ni prólogo.
Y sin embargo, los personajes son los mismos y algo les une a cada parte.

Hago una pausa en mi escrito y una enorme cicatriz en mi brazo derecho hace que despierte de mi ensueño de espectador. No estoy en las butacas del cine, soy el protagonista, me he traslado a este mundo de ficción que de pronto es la realidad: la cruda, dura realidad que golpea mis huesos y que ahora está partida en dos: no los puedo juntar. Son pedazos de la misma historia. Los puedo reconstruir como se reconstruye la escena de un crimen, pero eso junta las dos mitades. No es como los hierros que juntan mis huesos.
Es como si las células óseas de mi vida creciesen en una dirección alternativa, lejos de juntar las dos mitades. ¿Será como renacer? ¿Tuve una segunda oportunidad?. Sí, puede ser. Estoy consciente de que pudo no haber segunda historia después del fundido a negro. Pero siento que no me han sido dados los poderes para comenzar de nuevo, para cambiar o borrar la primera historia; está ahí, escrita a piedra, y en algún modo condiciona eta segunda historia, por lo menos condiciona mi punto de partida y mis pasos.
Lo que me tiene pensativo como al espectador y al a vez protagonista es que esta segunda historia no es continuación de la primera, sigue otros rumbos. "Cuáles", me pregunto. No lo sé, pero lo siento. Es como si hubiese cambiado a algún paralelo alternativo de mi existencia, como si hubiese cambiado a una carretera paralela muy, muy parecida a aquella que camina, pero definitivamente no la misa.

Sería muy fácil, hasta típico decir que soy un hombre nuevo. Suena incluso a película o discurso barato. No no soy nuevo. Lo veo en el espejo, a pesar de quien me ve a las semanas dice que estoy mejorando mucho y tengo mejor aspecto. Nada de nuevo. Perdí muchas cosas, es verdad, o mejor dicho, muchas cosas dejaron de pesar, de tener importancia, y muchas otras que estaba ahí, en un segundo plano, comenzaron ahora a ser partir importante del guión.
Y sin embargo, esos actores que ahora quieren ser relevantes en mi guión siguen un tanto desordenados, un poco difusos todavía. Deber ser por mi convalecencia, mi dichoso cerebro golpeado, u otros golpes que no he permiten todavía ser autónomo para tomar mis propias decisiones. Mis propias decisiones. Eso es algo que ahora pesa cada vez más que nunca...

Así pasan estos días. Como un escritor que quiere seguir con el segundo acto pero que escribe y escribe más y más ideas sin llegar a ponerlas todas en el preciso orden para continuar la historia; y sin parar, lo intenta una y otra vez consciente de que algún día lo conseguirá, empezará a escribir ese segundo capítulo. Así me siento: dispuesto a lanzarme aun camino nuevo, sin pesos ni pesares de mi anterior historia, pero conscientemente de ella, caminando, intentando juntar de nuevo todos los huesos, apaciguar la mente para pintar luces en el negro. Creo que ya sé de dónde vengo. A dónde irá mi historia dependerá de mi. Este mismo escrito, comenzado hace semanas a mano y pulso emborronado, y que hoy acabo a máquina, acaba ya desde "otro lado". Quizá esta selva sea como aquellos Campos de Castilla que pintó otro poeta...

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