El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 27 de octubre de 2019

¡El Dìa de los Muertos!

Se acerca el 31 y volvemos a desempolvar unas lonas que creamos hace dos años para una exhibición temporal en el museo. Las colocamos en la entrada del museo arqueológico, acá en el MACCO durante toda la semana previa y feriado de difuntos.
El recorrido comienza con este poema, El Día de los Muertos. Me he dando cuenta que cuando lo escribí en el 2017, no lo publiqué en el blog. Lo hago ahora, para todos aquellos que quizá no puedan ver la exposición, y para que quede en este archivo digital.

El resto de textos de museografía, y los guiones de teatro que escribí para el museo, no los voy a publicar todavía. De momento quedarán sólo vivos allá en las paredes, las voces y la experiencia de todos los que hacemos el MACCO. Asómense por el museo y ayúndennos a darles vida estos días.

¡El día de los Muertos!


En las arenas del desierto
el faraón, Tutankamón despierto
recoge el polvo y sopla al viento
inmortal elixir de tiempo.

Junto a las pirámides en México
se escucha el replicar de huesos:
¡Fiesta y banquete en el cementerio
en el día de los muertos!

En el día en que todos, despiertos
recuerdan que lo que somos, fueron:
las brujas, las momias, el silencio
en el rostro del shamán sonriendo.

Es la fiesta del adiós y el recuerdo,
es el primer y el último entierro,
los huesos en barro envueltos,
semillas que germinan de nuevo.

Enciende las teas sin miedo,
dale tu última moneda al barquero:
ya llueven estrellas y tiembla el suelo,
¡Comienza la fiesta de los muertos!

lunes, 21 de octubre de 2019

El mañana

Te lo prometo Sara. Te prometo que esta será la última foto. La última que te toman en la azotea, cargando una cazuela y un cazo en tus manos de dos años, ahí en medio de la noche mientras los mayores gritan y la ciudad grita aún con más fuerza.

Esas no son canciones de cuna. No son las voces de la mama que duerme en las volcanes de los Andes, no es el rumor del maíz en el campo. No, no lo es. Y tampoco quiero que sea la escuela, la preparación para la vida. No, nunca más. Prometido.

Voy a soñar Sara, como en la canción, sí, voy a soñar en la lucha del cambio, en la lucha de conseguirte un sueño para ti, voy a soñar en esas sueños de carne y hueso, de asfalto y sudor, de sonrisas cansadas y pero satisfechas, de manos curtidas y de abrazos.

El camino no va ser fácil, harán falta muchas calles, muchas ollas, muchos desvelos, muchos hermanos y hermanas, pero también muchas playas que alcanzar. Muchas selvas que respirar, muchos necios a los que contestar y abrir los ojos.

Lo sé Sara. Sé que quizá ni tú ni yo lleguemos a ver esa foto, sin luces amarillas, sin ruidos, sólo con estrellas y lunas y el viento fresco de los Andes, pero habrá que empezar a soñar, a cuadrar la escena, a preparar ese disparador que no dispara, a fotografiar ese sueño que ya no será sueño porque será el mañana.

El mundo está revuelto

El mundo está revuelto. Otra vez. Llevo escuchando eso desde que soy niño: la guerra en la ex-Yugoslavia, las matanzas entre utus y tutsis en Rwanda, la sequía y el hambre en Somalia, Sudán (entonces sólo un Sudán) siempre en conflicto, los atentados en Argel o El Cairo, más tarde Afganistán, luego Iráq (dos veces, por cierto)... Y sí, también otros procesos más esperanzadores como la unificación de Alemania, la disolución de la Unión Soviética y el bloque del Este, el fin del aparheit en Sudáfrica... El mundo está revuelto. Bien revuelto, desde niño. Revuelto en noticieros, en mapas de clase de ciencias sociales, en películas de ficción basadas en hechos reales, revuelto pero seimpre lejos, salvo cuando algún coche bomba explotaba en Belfast o aún más cerca, en alguna ciudad de mi país.

Esa distancia nos hizo creernos inmunes, ausentes al conflicto, a la tensión. Incluso las civilizadas protestas de los mineros en el pueblo, donde (aprendan a hacer las cosas) se cortan carreteras, se enfrentaba a las fuerzas del (des)orden sin destrozar el pueblo (soy testigo), parecen pequeñas escaramuzas de fin de semana, colecciones de pelotas de antidisturbios de adolescentes, de adolescentes aún lejos del conflicto, de esa revuelta vida de adultos. Nos creíamos inmunes y aún nos creemos así. Somos una generación criada entre algodones, como dijo una vez Julio Anguita. Una generación que se conforma con ver el conflicto, la protesta, la manifestación desde la pantalla de su televisión, desde la tertulia de análisis político, desde las columnas de opinión, o desde las -desde luego muy acertadas- disertaciones de politólogos, filósofos, o doctores universitarios; desde las siempre cómodas conversaciones del bar de la esquina (perdón digamos mejor café o pub, lo de bar suena a pueblo, a viejos y tute) o desde las interminables discusiones del partido, o movimiento o sindicato que tan bien representó en el cine el Frente Popular de Judea.

El tiempo está revuelto. Un trago de cerveza, para casa. Sin prisa, los cristales no estallarán bajo ninguna bomba. Hasta que estallan.

Un día, el supermercado amanece casi vacío. La gente sale del mismo con los carritos repletos de alimentos como en alguna película de catástrofes estadounidense, se anuncia que habrá cortes de agua, se cierran calles aledañas con vallas, se establece un toque de queda y los policías y los militares (de repente son los mismos) patrullan la ciudad. A los pocos días, ya no quedan alimentos frescos, escasean los embutidos y ultracongelados, no hay pan. El gobierno desaconseja ir a trabajar, prohíbe acercarse a sitios de valor estratégico, y la gente, la gente se echa finalmente a la calle armada de su voz, sus manos, su cara de miedo, de rabia, de impotencia, de disgusto, la cara al viento, como en la canción de Raimon que por fin toma sentido; armada de palos, de piedras, de cucharas y cazuelas para hace ruido.

Ahora, ahora el mundo si está revuelto. Revuelto en la calle y en el estómago. Ahora los cristales de la ventada empiezan a hacerse añicos, poco a poco. La seguridad social, el estado de bienestar, la escuela (cerrada por los disturbios), el hospital (con menos médicos por los recortes) la carretera (hoy cortada por los manifestantes pero antes igualmente intransitable por la falta de mantenimiento), los alimentos cada vez más caros y el pobre cada vez más pobre, y el rico cada vez más alto, cada vez más inalcanzable. Los del medio no existen. No son ricos, tampoco pobres pues temen que tienen mucho que perder y en ese miedo, desaparecen...

El mundo está revuelto. Y nosotros vacíos, sin ideologías, sin opinión propia, sin fin, sin motivo, sin ideales, sin valor, sin lucha. Ni teclear sabemos ya. Sólo movemos el dedo gordo, un dedo por cierto que ya se pincho con la rueca...

Quiero acabar este pequeño escrito con algo positivo, con algo de esperanza. Quiero encontrar de nuevo la fuerza en alguna canción, en algún poema. Quiero pensar que en algún lugar aún es posible, pero sin embargo no encuentro salida: Ecuador, Honk Kong, Haití, Santiago de Chile, Cataluña, los jubilados recorriendo las carreteras de España, la selva brasileña ardiendo. El mundo está revuelto. De repente nos hemos dado cuenta de que ese mundo que está revuelto es el nuestro mismo y estamos en medio. ¿Qué vamos a hacer?

martes, 15 de octubre de 2019

Ese 2 que son 3

¿Cómo se escribe un 2 que son 3?
Dímelo, atrévete.
¿Cómo se escribe un 2 que son 3?

Aún no sabes leer.
Bueno, yo lo explicaré:
Se escribe primero la D
"O" en medio debe ser,
luego la "S" del revés.
¡Oye! Atiéndeme.
Borra esa serieded,
ese rojo de tu tez;
¡soy experto en matematiqués!
(clago en fgancés)

Te lo explico otra vez:
Parece que fue ayer:
Mamá, tú, y el pastel
paso un año sin querer
y en un tris ya sois tres:
Mamá, tú, la bebé y el pastel.
¡Quién dijo cuatro! ¡Que sandez!
¡Tres, suman tres!
Mamá, tú, la bebé...
el pastel...¡os lo coméis!

domingo, 13 de octubre de 2019

Ruido

Ruido, ruido,
hay que hacer ruido.
ruido más alto que las balas
ruido más alto que las palas
que entierran a los caídos.

Ruido y más ruido,
hay que hacer ruido,
ruido más alto que las mentiras
ruido más alto que las patrañas
con que nos han sometido.

Ruido, más y más ruido,
hay que hacer ruido,
ruido de cazuelas y pitos,
ruido de gritos quebrados
ruido de corazones heridos.

Ruido, más y más ruido,
hay que hacer ruido,
ruido de cigarras y grillos,
ruido de razón y compromiso,
ruido de perdón, no de olvido.

Ruido, ruido.
hay que hacer ruido.
La noche ataca con amenazas,
que sean nuestras lanzas
ruido, más y más ruido.