El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 4 de mayo de 2019

Canciones

Canciones
sólo canciones
siempre canciones
noche tras noche.
Canciones...
para encontrar las palabras
para llenarme de arrojo
y dedicarte la música
que falta en mi prosa.
Canciones que dedicarte,
canciones que no encuentro
para decirte aquello
que callan mis versos
que callan mis labios, mis ojos
cuando te veo:
un beso,
cadente, en silencio,
...
un beso.

1º de Mayo

Carbón en el trabajo,
carbón manchando calles,
botas, overoles,
rostros cubiertos de carbón.

Rostros todos iguales,
sin piel ni religión,
trabajo de salario justo,
el mismo sueldo, sin distinción,

y una sola gavia sin preferencia
descendiendo el pueblo;
las mimas penas, los mismos derechos,
sangre cubriendo el carbón.

Todos, la misma clase,
no importa el oficio,
las partes son a iguales,
el mimo dinero, carbón.

Un solo pueblo que lucha,
el mismo destino que grita,
desde el suelo con las bocas abiertas
mientras aún les quede pulmón,

agua para lavar las heridas,
una vejez digna,
tierra para enterar los muertos,
tierra para que crezcan los hijos.

Carbón calentando las casas,
y en la escuela todos iguales,
tienen todos la misma historia;
lápices, por dentro carbón.

viernes, 3 de mayo de 2019

Micrococa # 12

Qué maravilloso es trabajar cuando nadie más trabaja. Hay una sensación de paz cuando uno ingresa a la oficina y ésta está en silencio, casi prístina, que empiezan a bullir en la cabeza miles de sueños de producción, creación, elaboración, de mil y un documentos, de mil y una actividades, todas con tanta efusión y adrenalina que no importan ni siquiera las horas extras: uno se quedaría trabajando así para siempre.

Ni siquiera hay nadie en el edificio, sólo el guarda y la señorita de limpieza ya guardando sus trastos y sacándose los guantes, mirándote porque le sonríes con una sonrisa aún más grande que a diario; mientras haces reverencia y saludas cortésmente con tu sombrero imaginario al reloj biométrico cuando éste contesta su "Gracias" habitual.

Caminas después por la oficina y te sientas en en tu silla giratoria y aprietas el boto de encendido de la computadora que parece nueva y sin estrenar, y te reclinas hacia atrás en la silla con los brazos cruzados en la nunca mientras se enciende. Falta el té encima de la mesa, pero seamos formales. Revisamos los oficios pendientes, los ordenamos con precisión milimétrica, cogemos el mouse, hacemos clic en documento nuevo, y restallamos nuestros dedos dispuestos a empezar.

Suena un mensaje en el celular. "Que sea un meme", piensas.
- "Lic., están en la oficina? Vengo a que me revise los textos."
Dudas entre decirle que sí o que no, y antes de contestar, llega otra línea que dice:
- "Estoy abajo".
Miras para un lado y luego para el otro, pero no ves ningún machete o similar para cortarle la cabeza al guarda, así que resignado, le llamas para que deje pasar a la de los textos sin revisar.

20 minutos después despides a la pasante en la puerta de la oficina y regresas al escritorio, te mesas el cabello, estiras los brazos como director de orquesta y con impecable precisión suenan dos golpes en la puerta como obertura de la obra. Te sientes como si fueses Von Karajan y unos zotes estuvieran raspando los violines.
Caminas hasta la puerta de la oficina y te encuentras con un tipo cargado una mochila y dos enormes cajas de herramientas, esperando con cara de despistado al otro lado del vidrio de la puerta. Si le pusieran una gorra parecería el hermano más alto de Super Mario.
 - Vengo a revisar las impresoras.
Tu sonrisa y ademán cortés al abrir la puerta se quedan aún más fingidos y petrificados. Cuando la comisura de los labios vuelve a su posición normal, articulas:
- ¿Las impresoras?
- Sí, mantenimiento de impresoras. - El tipo te da una tarjeta, que bien podría ser de la empresa de los Hnos. Mario. La miras y luego le miras él, directo a los ojos.
- ¿Hoy?
- Sí, está programado. - Saca una orden de trabajo colgada en un portapapeles plástico y te la muestra.
- Pero hoy es fiesta.
- Sí, pero está programado.
- Ya. Déjeme llamar al administrador. Hoy nadie trabaja. Yo no trabajo.

Desapareces de la escena con el celular en la oreja y vuelves a los pocos minutos.
- Ya viene el administrador. Espérelo acá. Yo no trabajo, estoy ahí al fondo, ¿sí?. Por... por cualquier cosa.
Señalas el fondo de la oficina y despareces en tu escritorio.

Comienzas por fin a escribir. Escuchas la voz de administrado hablar con el tipo de las impresoras, escuchas que dejan caer en el suelo las cajas de herramientas (si había algo frágil dentro de ellas ya está roto) y escuchas como encienden la impresora dañada, esa que hace un ruido infernal. "En algún lado están mis audífonos". Empieza a sonar Bach y vuelves al paraíso y sigues tecleando. De pronto notas como una presencia en el aire, apartas la cabeza del monitor y te encuentras con el administrador, vestido con uniforme de indor (camiseta, pantaloneta, botas de indor y hasta medias altas) tapando sonrientemente la luz que entra por la ventana. Te sacas cortésmente los audífonos y escuchas algo un poco menos melódico que los cellos de Bach:
- ¿Está trabajando?
- Algo mismo.
- Ya... Vino el técnico de las impresoras.
- ¿No me diga?
- Sí... yo estoy ocupado, afuera, así como ocupado. ¿Le importaría estar pendiente de él? Ya está trabajando, el técnico digo. Ya tiene todo. No se preocupe.
- Bueno, no se preocupe.

No te has vuelto a poner los audífonos cuando escuchas al administrador intercambiar saludos con la persona que trabaja en el departamento contiguo al tuyo. Risas. Saludos. Chistes sobre la impresora.
- ¡Hola!- - Una cara sonriente, la misma cara sonriente de todas las mañana de lunes a viernes, se asoma a por encima del panel que separa las estaciones de trabajo.
- ¿Ud. también trabaja?
- No, vengo por otras cosas. -contestó- ¿Y ud.?
- Yo... yo voy a la tienda a comprar un agua.

No fumas. Nunca has fumando. Pero de repente sienes la necesidad de fumar y estar un rato fuera del bendito edificio. La calle está desierta. No llueve. Tampoco hacia calor. Fin del programa meteorológico. Cruzas la calle y entras en la tienda de enfrente.
- ¿Tiene trago? -el vendedor te mira divertido- Olvídelo, cóbreme un agua mineral.

Cuando regresas a la oficina alguien está tarareando mientras trabaja, y el tipo de la impresora parece perder la paciencia agarrando el playo como si fuera un martillo. Ritual de emergencia: Te sientas, colocas bien la silla otra vez, colocas bien el monitor de la computadora otra vez, te pones los audífonos, coges el mouse con la mano derecha y...
- Disculpe. - Apartas de nuevo la cara del computador y te quedas mirando sin decir nada. - Disculpe. Se fue el internet. Debe ser que hoy no tampoco trabaja ji ji.

Respiras profundo. Miras el reloj. Son las 10:00 Aún faltan 7 emocionantes horas para la hora de salir...

jueves, 2 de mayo de 2019

Micrococa # 11: El día de fiesta que no era fiesta

Todo comenzó creo hace más o menos un mes, quizás algo más, cuando apresuradamente desde la gerencia se solicitó todas las actividades programadas para el mes de abril, con el fin de incluirlas todas en la agenda de las fiestas cantonales. "¿Todo abril?", pregunté. "Sí, sí, todo lo que tenga en abril." fue la respuesta indefinida.
Decidí no seguir con la réplica. Las fiestas son el día 30, martes, la fiesta debería empezar el fin de semana previo; exageradamente se podría estirar hasta el martes antes, pero ¿todo el mes de abril? ¿Qué tendrán que ver el Día de Libro, o el Día Nacional del Patrimonio Cultural, que también son en abril, con las fiestas del Cantón? ¿Qué tendrán que ver todas nuestras actividades, programas, conciertos, sesiones de cine, etc., que de desarrolla de manera habitual todas las semanas, todos los meses del año?

El resultado de todo el mes de abril fue una agenda, en forma de postal, en la que no había como escribir nada porque las letras, minúsculas por cierto, tan apretadas, ocupaban todo el reverso de la postal. Uno no sabía si empezar al leer por el principio, pues se iba a cansar leyendo tanto, o no leer y quedarse sólo con la foto e ir al museo a preguntar. Lo único indiscutible es que era un instrumento sin pérdida: ahí estaban todas las fechas, todas las actividades de abril. Todas así escritas de corrido. Parecía una maratón. Uno quedaba exhausto sólo de leerla.

Exhaustos quedamos todos: Cine todos los jueves y todos los sábados de abril. Conciertos o teatros todos los viernes de abril. Semana dedicada al Patrimonio Cultural, Día Nacional del Patrimonio Cultural lleno de visitas y juegos, semana de mediación y difusión de la literatura, Día del Libro dos veces porque así duplicado se fue en la agenda... Y al final, llegaron las fiestas. 29 y 30 de traca final, y el 1 de mayo para descansar.

Estábamos preparando los cohetes para el último día cuando empezaron a llegar los rumores y luego los decretos. "Se les informa que el 1º de mayo se celebrará el viernes día 3", dijo el Presidente de la Nación. Luego, para no quedarse corto, el alcalde o el gobernador, vaya usted a saber cuál de los dos, sacó otro decreto: "Se les informa que la festividad por el aniversario del Cantón, 30 de abril, se trasladará al jueves 2 de mayo". Toma ya. Fantástico feriado para irse a la playa, con la postal-agenda de fiestas de abanico, porque a eso quedó convertida con tanto cambio inesperado.

Nosotros claro, fieles a nuestra agenda, seguimos con las actividades de fiesta aunque ya no fuera fiesta: compromisos hay, visitas programadas hay, alguien vendrá, seguro. Y al alcalde también parece que se le atragantó tanto cambio: el 30 de abril, día de fiesta aunque ya no era fiesta, dijo que habría el desfile cívico y la sesión solemne: la ciudad amaneció con traca pirotécnica y todo el mundo, aunque ya no fuera fiesta, se echó a la calle, con bastoneras y tambores incluidos, al son de las bandas de de guerra. Los locales de negocios, abiertos porque ya no era fiesta, se vaciaban en el momento en el que el desfile pasa por delante de ellos, y en las oficinas, aquellos a los que les tocó quedarse hacían fiesta aunque no fuera fiesta mientras sus compañeros desfilaban por las calles de la ciudad.

Cuando llegó la tarde y acabó el día de fiesta que no era fiesta, nadie estaba seguro de si habían trabajado o no, los niños no sabían porqué se habían levantado para ir a clases en el día en que no había clases, y todos se iban a casa o al último concierto de las fiestas, aunque ya no era fiesta, para luego descansar porque tampoco se sabía a ciencia cierta si mañana el Día del Trabajo sería o no Día del Trabajo.

Así lo escribo, para que conste y quede registro, en este dos de mayo que debería ser día laboral pero que ya no lo es porque es fiesta.