El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

viernes, 1 de febrero de 2019

Somos pueblo

Quejás y más quejas. Siempre quejas contra el anterior gobierno. Insultos o adjetivos que quieren encasillarlo en viejas clasificaciones caducas vinculadas a otras épocas y otros procesos históricos que ya no son más que hechos del s. XX para estudio en colegios y universidades: socialismo y comunismo.
Miren, no estoy afiliado a ninguna corriente, ningún partido político, y no creo que ninguno de los partidos políticos actuales esté identificado o vinculado con esas viejas concepciones del s. XIX o XX ni con rimbombantes "neo actualizaciones". Sí estoy afiliado con el pueblo: la razón de nuestro sistema político, esa llamada democracia, es el pueblo y nuestro modelo de país -el de todos los países de la vieja Europa, salvo en Imperio Británico que siempre ha seguido (y sigue) otros caminos, y también el de otros muchos países surgidos siguiendo el ejemplo de las revoluciones burguesas (luego nacionales) que estallaran en Europa en el s. XIX- es la Ilustración, ese movimiento filosófico y científico que se desarrolló primero en Francia y luego por toda la vieja Europa entre los ss. XVII y XVIII. La maltrecha, maltratada, vendida y tergiversada Unión Europea todavía habla de esa Ilustración, a pesar de que otros "estados unidos", que, olvidándose de ella tras la "gloriosa" independencia, abrazaron al británico Adam Smith con todo lo que de imperialista tenía aquella Gran Bretaña de Adam Smith.
El Estado, como producto de esta Ilustración que nutrió la Revolución Francesa, surgía como una super.estructura para proteger a todos los ciudadanos, aceptada por todos los ciudadanos (digo ciudadanos, no nobleza y súbditos), y mantenida gracias a ellos. Y la forma de gobierno de este Estado, la democracia, es decir el gobierno del pueblo.

El Estado surge con y por el pueblo y sirve al pueblo y el pueblo es quien lo gobierna. Y todos aquellos que critican y destruyen esta concepción no son otra cosa que personas egoístas que conspiran contra el pueblo, en favor de sus propios intereses, o lo intereses de un pequeño grupo al que ellos mismos pertenecen. Son aquello que denominamos  agresores, opresores, personas que piensa en si mismos, en Dios, entendido como ese dios judaico sediento de sangre y pleitesía, destinado a unos pocos, y nunca como dios de todo el grupo humano, que por ser grupo, seres gregarios, han hecho posible este viaje de años a través de la evolución y la historia para llegar a este ahora. O dicho de otro modo, y haciendo mías las palabras de un estimado amigo, "O estás con los oprimidos, o con los opresores".

Desde el inicio estoy con el primer grupo: el pueblo, oprimido por personas, clases, oligarquías que lo oprimen para destruirlo y buscar fines y metas que no sirven a todos , sino a unos pocos solamente. Por eso cuando veo al gobierno vendiendo aquello que es del pueblo a unas personas o grupos, opresores, que no buscan como fin el pueblo mismo, sino su propio fin o el de unos grupos muy concretos, entro en iras y alzo la voz. Cuando veo al pueblo, peleando, divido entre si mismo, por causa de las cizañas que han sembrado estos opresores, o tergiversados por las mentiras o veneno de estos opresores, entro en cólera.

No se trata de partidos políticos, no se trata de economía, de vender o comprar. Se trata de mirar quién hace algo por el pueblo, quién, con los recursos del pueblo, incluidos en ellos sus propios impuestos, dedica sus esfuerzos a proteger al pueblo y velar por el bienestar del pueblo al que él también pertenece. ¿Cómo? Con diversas acciones: brindando educación pública (es decir, educación del pueblo, para el pueblo; eso es pública), sanidad pública, fomento, cultura, derechos, todo hecho y mantenido para los intereses del pueblo.
Mientras escribo este ensayo estoy convaleciente de un accidente involuntario (fui víctima de un atropello de tránsito) y estoy acá gracias pueblo: fue en un hospital público donde recibí la necesaria atención a mis heridas, traumatismos y secuelas del accidente. Me trasladaron en una ambulancia pública (del pueblo) a un hospital público (del pueblo) donde se me brindaron todos los medios de sanidad y medicina pública (del pueblo) para restablecer mi saludos (exámenes, operaciones, medicinas, cuidados diarios...) de manera totalmente gratuita. ¿Por qué? Porque yo soy parte de ese pueblo que mira por el bienestar de todos sus miembros (ciudadanos del estado, migrantes también, turistas,...) y como tal aporto (pago mis impuestos) para que el pueblo -incluido yo- mejoremos y sobrevivamos. No es algo perfecto, es verdad, en el sistema hay corrupción (las mentiras de los opresores nos minan y envenenan por doquier) y en nuestro crecimiento y nuestra lucha contra los opresores, los medios que tenemos para "cuidar al pueblo" son escasos, insuficientes, pero lo irán dejando de ser en la medida que los envenenados y los ciegos por las mentiras se miren al espejo y en el reflejo, no se vean solo a sí mismos, sino a ellos como parte del pueblo.

Es un camino lento, y muy frágil. Las palabras mentirosas, el veneno de aquellos opresores que sólo piensan en sí mismos o en pequeños grupos matan. Matan al pueblo, nos matan a nosotros mismos y algún día si les dejamos les matarán a ellos mismos también.. La muerte no puede ser. Sólo el progreso de todos como grupo humano gregario puede ser.
Por eso hay que estar con el ojo avizor y parar todas aquellas ideas políticas, acciones que quieren destruir al pueblo entregando lo que es del pueblo al servicio de unos pocos; con el ojo avizor para detectar a los insidiosos opresores y ponerles frente al espejo para que todos, incluidos ellos mismos, se miren, se sientan entre todos.

Cuando alguien habla de eximir de impuestos algunas personas, hablamos de opresores, cuando hablan de recortes en cultura, sanidad, educación pública, son opresores, cuando modifican leyes en favor de unos pocos, son opresores, cuando permiten que un trabajador tenga que soportar condiciones de trabajo que explotadoras para que crezcan los beneficios de la empresa (es decir, de unos pocos), son opresores.
El opresor es aquel que trata a los demás como mercancía como materiales y bienes que se pueden vender y comprar, eliminado al ser humano de todo lo que le hace ser humano e igualándolo a algo peor que un esclavo (ni siquiera es esclavo de alguien, es sólo materia, mercancía). El opresor es el que trata al pueblo (nosotros, los oprimidos) como mercancía, quien nos despoja de deberes y derechos porque a él, opresor, sólo le interesas sus propios beneficios o los de unos pocos (un pequeño grupo). El opresor es quien aboga, quien quiere acabar con todo lo  público para servir únicamente al fin de su empresa a o su grupo, quien tergiversa la democracia, el estado y hace esa un circo donde el pueblo vota a ciegas pero no gobierna, y el o su grupo, manejando el circo, las venenosas mentiras, se legitima y perpetúa con engaños en el poder.

Hoy miro y camino por orgullo por el hospital público en que me operaron. Tiene sus defectos, sí, es pequeño, sí, pero es nuestro, del pueblo, y sirve al pueblo. Veo al pueblo, al a gente de la calle, de distintos estratos paseando por él, veo a la gente entrado y saliendo de él, con cara de dolor pero con la esperanza de que se recuperarán. Camino por el centro de esta ciudad amazónica que hasta hace poco más de una década no figuraba en el estado (sólo los pozos petroleros, en manos de unos pocos -los opresores-) figuraban, y me encuentro con un compañero de habitación del hospital, operado de una fractura en su pie, caminando ya sin muletas aunque aún con paso lento, que me sonríe y me da la mano, y me dice que está feliz porque la operación salió muy bien y el médico le ha dado un mes más de baja para que se recupere sin apuros y siga luego como siempre, trabajando por el pueblo.

Seguimos pues, peleando. Las mentiras han calado y, a fin de que ciertos opresores, buscando sólo su beneficio y el de unos pocos, están vendiendo el país, el estado, aquello publico que es del pueblo. Seguiremos alzando la voz, en contra de las falacias, con nuestro huesos sanos, nuestra sonrisa en la calle, con los compañeros como antídoto contra el veneno de los opresores para reclamar y conservar lo que es nuestro, y recordarles a ellos que se deben mirar en el espejo y buscar y ver aquello que les han enseñado a no ver: el pueblo, y ellos entre el pueblo.

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