El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 7 de septiembre de 2019

En femenino

Un tranvía sin rieles que va lento hacia el sur. Un tranvía sin rieles ni orden, gastado, lleno de pasajeros, de vendedores y ruido, rodando lento por calles llenas de baches, brincando y frenando... Y el calor... El calor de un sol en las alturas filtrándose por las ventadas de cristal sucio y rallado, y mezclándose con el olor a monóxido de carbono.
Adormecido sobre mi asiendo, vigilo mis pertenencias y observo a la mujer con niño en brazos que se sienta a mi lado, al joven músico que ocupa su puesto después, al vendedor de aplicaciones para celulares o de galletas. La ciudad cambia a través de las ventanas: el casco histórico, la estación de tren y el barrio obrero justo después de cruzar la quebrada que alguna vez puso fin a la ciudad, la ciudad "de segunda clase" poco después: enorme y larga hasta el infinito.

Despierto aturdido en un terminal de buses en el que no tengo que coger ningún bus. Busco la salida. Cuando la encuentro, en una calle desierta de sábado me asalta un abrazo y una sonrisa que me lleva aun carro donde mamá Mercedes cuida de tres niñas ¿o cuatro? Saludos y besos y miradas e historias de días que no nos hemos visto, días donde el tiempo pasa y renace y crece, y florece. Siempre florece.
Mi carro de mujeres también crece y cambia de carro y se llena de tías y primas e hijas y nietas que se mueven como abejas en un panal entre el tráfico, laboriosas, viajeras, dulces, atravesando calles, túneles, recorriendo la ciudad. Es día de compras de presentes, de aguas y colas y de paseo. Yo las observo en silencio, intercambio alguna sonrisa, busco monedas de padrino-en-potencia en mis bolsillos y camino de la mano de unos deditos que apenas alcanzan a tocar los míos.
Seis mujeres y yo en medio, caminando por un mundo que funciona acompasado a seis revoluciones distintas, intentando seguir a las seis, sentir como las seis, pensar como las seis: con sabiduría de vida, con la confianza de saber dar vida, con la decisión y la valentía de enfrentar la vida y decir "estoy cansada" y sonreír, seguir siempre adelante: las niñas, las fundas, el almuerzo, la sonrisa, los besos, el abrazo, y la vida que crece y crece, y sigue y sigue siempre floreciendo con ellas.

Cuando se van me quedo solo. La ciudad se apaga y se vuelve monótona. Mi bus me lleva a casa, donde en silencio acaba la tarde, dejando el mí el poso del día, como el sabor de un buen té, como esa paz que armoniza la vida y hace que comience a sonar de nuevo en mi computadora. Mis dedos, tranquilos y vivos bailando entre las teclas, recordando recodando aquellos deditos que se aferraban a los míos; mis brazos aún sintiendo aquel abrazo y en tu rostro bicho, la vida.

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