El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

viernes, 5 de junio de 2020

5 de junio

La lluvia torrencial creaba una cortina gris en la calle, la calzada corría como un río estrepitoso llevando felices gotas de agua que saltaban si parar formando gorgoritos, y en la acera cinco rostros cubiertos probando suerte bajo la lluvia de la mañana, nerviosos y excitados como wambras robando unos minutos a la salida del colegio.
En la esquina la verja estaba abierta. En el interior, la escena indecisa y recogida se comenzó a cambiar ante la visita de paraguas plegados, de rostros mojados y ropas salpicadas de lluvia buscando un café. En un instante se volvió en un lugar acogedor: ruido de sillas, ruido de mesas, de charlas y risas, del chisporroteo del aceite en la sartén y el gorgojeo del agua hirviendo.
Comenzó como una confesión entre amigas siempre con un ojo avizor, como un comer a hurtadillas, y terminó como un café programado en la mañana, uno de esos que nunca se acaba, un intercambio de vidas encerradas y verdades guardadas esperando para ser contadas cara a cara, sin más máscara que la risa, pues no se pueden contar de otro modo.
Terminó siendo una vuelta a la vida, un florecer bajo la lluvia de junio, lavando miedos y arriesgando al aire esas ganas de vivir el día, de afrontar los retos de la vida y aprovechar cada minuto, saboreando cada sorbo, cada gota de agua que rueda por el rostro hasta penetrar por la comisura de los labios.
Y después el temporal amainó y las risas se volvieron adioses y hasta luegos, y bajo las últimas gotas de lluvia, rodando, caminando bajo unos paraguas felices de estar de nuevo mojados, caminaron lentamente, aprovechando el tiempo que daba la calle hasta llegar a la esquina, para seguir conversando y comenzar detalles, esbozando frases, aprovechando la nueva vida, caminando luego cada uno a su casa, felices, como si llevaran consigo un ramo de flores.

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