Mi uniforme de parada
grueso y de manga larga,
casi camisa antibalas
parece cota de malla.
Sólo me falta la lanza,
el yelmo y la armadura,
y un corcel negro
para entrar en el torneo.
Ya oigo los vítores, los aplausos,
ya ondean los pendones
y las trompetas al viento
escuchen: ¡juglares, trovadores!
Pongo mi lanza en ristre,
¡adelante rocín, al galope!
Siento el corazón en el cogote,
nada se nos resiste.
El sudor bajo la malla,
y en el rostro, no veo nada,
el caballo relincha y salta,
golpea el peto mi lanza.
Tremenda lid, ¡que acometida!
me he caído de la silla,
menos mal que estaba
sentado en la oficina.
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