Un acróstico quiero escribirte
pero tu nombre es tan breve
que no me alcanzan las letras
y me tienen perdido entre líneas
jugando contigo al escondite.
La primera letra nada me dice,
la segunda algo me esconde,
la tercera está justo en su sito,
y la cuarta me lleva al principio
del último verso, y el siguiente
es otra vuelta al laberinto
donde el poeta pierde el instinto
y sin poder salir de ti intenta
buscar la palabra perfecta
para decirte sonriendo al oído:
No pueden ser sólo cuatro letras,
algún día me dirás todo tu nombre:
tejeré con sus letras la estrellas
y la luna que iluminarán tus noches.
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