Realidad y ficción, una mirada personal al mundo exterior, una puerta de salida para pensamientos atrapados.
Páginas
sábado, 24 de diciembre de 2022
Y la luz
viernes, 2 de diciembre de 2022
¡Vaya susto!
miércoles, 30 de noviembre de 2022
Un duende verde
Sofo
Miau dijo el gato
y escribió poesía
dormida la musa
sobre versos desordenados,
ronronea la música.
brilla la luna sobre el tejado.
Un ovillo de palabras
para tejer bufandas
donde escapar del frío
y esconder el sonrojo,
y el ronroneo del gato.
Luna llena
miércoles, 9 de noviembre de 2022
41
Luna llena
sábado, 15 de octubre de 2022
Niños de plástico
domingo, 9 de octubre de 2022
Flores azules
lunes, 26 de septiembre de 2022
Nada que contarte
martes, 13 de septiembre de 2022
Poema de las 2 y cuarto (p.m.)
miércoles, 7 de septiembre de 2022
Sueltitos
Umbrella
viernes, 2 de septiembre de 2022
Dulces sueños
martes, 16 de agosto de 2022
Madre
lunes, 15 de agosto de 2022
Bogotá
domingo, 7 de agosto de 2022
Mi amiga de tres colores
viernes, 29 de julio de 2022
El nuevo descubrimiento
jueves, 28 de julio de 2022
Modelo de serie
miércoles, 27 de julio de 2022
Caracolita en la selva
Escondido en un zapato
Somos cosa especial...
Filomena, con su hijo en brazos dándole el pecho; con su padre y sus familiares; Filomena que vive en una remota comunidad waorani en río Yasuní; Filomena, que encontró al "Ultimo Omagua" viene hasta el MACCO y me dice "sólo vengo a ver el museo, ellos (señalando a su familia) aún no conocen. Y entra feliz y señala a las vasijas, y busca a ese "ultimo omagua" que ella encontró y sonríe al verlo.
La hacienda
domingo, 10 de julio de 2022
El escritor
domingo, 19 de junio de 2022
Somos
martes, 14 de junio de 2022
Mártires de cartón
domingo, 22 de mayo de 2022
Waponi
martes, 3 de mayo de 2022
Menguar
Querer ser más es querer ser mentira,
querer ser ser más es renegar
de rus raíces, de tus gentes,
querer ser más es renegar
de aquello que hace crecer
sin ser más.
Primero de Mayo
Marchamos
siempre marchamos
un primero de mayo
recordamos
reclamamos
luchamos
hasta que llegue ese día
en que la lucha se torne dicha,
las veredas y las esquinas vacías,
y en la calzada nosotros
hermanos y hermanas en el asfalto
en un primero de mayo
marchamos
siempre marchamos.
miércoles, 27 de abril de 2022
Espíritu de la piedra.
sábado, 23 de abril de 2022
Buenas noches
Origen
viernes, 15 de abril de 2022
Humanos
de grupo donde nadie es abandonado.
El éxodo
Llueve. Llueve a mares estos día en la Amazonía. Es una sensación extraña en este clima tropical de calor húmedo y sol. No hace frío, pero las noches y a veces el día también, refrescan y un aire frío se mete en el cuerpo y no quiere salir. La humedad trepa por las paredes, penetra en ellos, gotea por todas partes.
Y afuera, entre el frío húmedo de la Amazonía están ellos. Les miro con impotencia, sin saber qué decir. Una familia entera seguramente: padre, madre, hijos e hijas, algún tío o quizá algún vecino que se les ha unido. No cargan grandes mochilas, no visten como los viajeros y aventureros que se mueven "a dedo" por la selva y que de vez suelen pasar por la ciudad vendiendo artesanías, malabares o canciones. No, no son el músico transeúnte que cambia unas monedas por un café y un cuarto donde pasar la noche hasta emprender el viaje a la mañana siguiente.
Ellos viste casi como tú y como yo. Casi porque seguramente llevan día sin poder cambiarse y lavar la ropa. Caminan cargando los wawas, empujando un carrito de bebé, se sientan estratégicamente en algunos puntos de la ciudad y piden dinero a cambio de un caramelo o por caridad. Y cuando llega la noche, se instala en el frío soportal embaldosado, y espera a que pase la noche: las pocas cobijas son para los niños, los adultos se hace un ovillo y aguantan estoicamente las inclemencias del tiempo.
Siento un escalofrío que me parte el alma. ¿Cómo pueden llegar hasta tal punto? ¿Qué puede haber pasado en su historia para qué, unas personas que a todos rasgos son como tú y como yo, se haya visto obligada a dejar su casa, coger su pertenencias y buscar fortuna y vida en otro país? No puedo sacarme eso de la cabeza: no son pobres de solemnidad, son la clase baja de la clase baja salida de un suburbio o un barrio de chabolas, no pertenecen a ningún grupo étnico o social con que pueda carga algún estigma o algunas tradiciones y formas de vida milenarias. No, ellos son como tú y como yo. Quiero acercarme y preguntar su historia, pero realmente no tengo mucho a cambio, y no puedo arreglar su situación. Finalmente, hago como muchos otros, miro hacia otro lado, corro la cortina y dejo que el tiempo pase y se los lleve.
¿Cómo hemos llegado hasta este punto? ¿Cómo podemos ignorar la desgracia y problemas de los demás fingiendo que no les hemos visto? Este pensamiento acaba rematándome. No puedo, no puedo entenderlo. Entiendo que uno solo con sus medios no puede hacer nada, sólo puede retrasar lo inevitable, pero como grupo, ah, en grupo el asunto cambia: podemos, sí, como grupo, como sociedad podemos cambiar el problema de raíz.
Y es que el problema no está en las necesidades coyunturales de estos inmigrantes (comida, un techo que les de cobijo por una noche o unos días) sino en los motivos que les obligaron a dejar una vida en otro país y migrar con lo puesto a un país al norte o al sur de su patria. El problema está siempre por debajo, penetrando por la médula de toda la estructura, política, social y económica de los países. Pueden llamarlo corrupción, egolatría, malas decisiones (según quien las mire, claro) económicas, crisis, guerras, ... La lista es grande, pero lo llamen como lo llamen, el problema es también nuestro: no es un problema interno de cada país: la corrupción, las crisis económicas, las guerras no son producto de las acciones de unos dirigentes o un pueblo aislado, son el producto de toda la interacción de ese país con los otros países, esa comunidad internacional, donde sí, estamos nosotros.
No me miren así. En el fondo saben que no les descubro nada nuevo. La política internacional es la que motiva casi todas las crisis políticas y socioeconómicas del mundo, es la que está detrás de casi todos los flujos migratorios: el bienestar de unos pocos, en nuestro modelo actual de bienestar, requiere el empobrecimiento de muchos. No es un sistema equitativo. Lo saben. Si queremos que lo sea, si queremos realmente ayudar a esos migrantes que duermen en los soportales, debemos cambiar nuestra cómoda beneficencia por otras acciones, estructurales, en nuestra vida: guárdate la calderilla de las limosnas y piensa bien cómo y en qué estas gastando tu dinero. Piensa en cómo y en qué políticas y acciones estás apoyando cuando compras cualquier bien o servicio, y cómo y a quién estás realmente apoyando cuando votas.
Ecuador está vendiendo la explotación de su petróleo a empresas extranjeras (otra vez) que se están enriqueciendo llevándose el mayor porcentaje de riqueza, y dejando el porcentaje menor en el país. Ahí tienen ese reparto: el bienestar de unos pocos (la impresa internacional) y el empobrecimiento de muchos (el pueblo ecuatoriano) También aquí en Ecuador las políticas y acuerdos económicos internacionales están inundando los supermercados de productos extranjeros: productos que sí se producen en Ecuador, están desapareciendo sustituidos por los mismos productos pero producidos (es decir, importados) desde el extranjero, y lo hacen a precios similares (normalmente, sólo unos céntimos más) al producto nacional. De nuevo tenemos el enriquecimiento de unos pocos (la empresa internacional, el importador) y el empobrecimiento de muchos (el pueblo ecuatoriano).
Una simple mirada a nuestra política local, y una simple mirada a nuestra canasta mensual, nos puede dar luces de porqué la gente migra, porqué se van sólo con lo puesto, buscando algo mejor. Son muchos los ecuatorianos que vuelve a pensar migrar hacia el norte. Allá, cuando lleguen al norte, no serán muy distintos de estos migrantes venezolanos o colombianos que duermen en los soportales de esta ciudad ecuatoriana, y los motivos de su éxodo no serán muy distintos a los de ellos.
jueves, 7 de abril de 2022
El hombre orquesta
El hombre orquesta
se escucha a sí, solo,
toca para él, solo,
compone partituras
e inventa acordes
sólo para él
El hombre orquesta
y el ruido que le rodea.
Nadie le escucha,
nadie tararea sus canciones.
Nadie sigue su ritmo,
sus pies zapatean solos.
El hombre orquesta…
Piensa en las lluvias
pide que le lloren,
que se ahoguen las voces.
Quizás así florezcan
emociones.
sábado, 2 de abril de 2022
Dona
2 de abril
Reporte de un bibliotecario anónimo, 2 de abril de 2022
lunes, 28 de marzo de 2022
La luna es un ovillo donde se enredan todos los sueños
lunes, 21 de marzo de 2022
Mushuk nina
lunes, 14 de febrero de 2022
Poemaraña
domingo, 13 de febrero de 2022
Abre mis ojos al viento
sábado, 12 de febrero de 2022
Ardiendo de nuevo: Fahrenheit 451
Regreso a este libro cada cierto tiempo. Pasan cuatro, cinco, siete años, y vuelo a leerlo. Hay algo que me atrae a él, que hace volver a leerlo, si volver a leerlo: no es releerlo, no voy buscando pasajes o citas para deleitarme con ellas o recordarlas, no; cada vez que lo leo empiezo desde el principio, es como si lo volviese a leer por primera vez. Me sorprendo con cada línea, con cada descripción, me meto en la psique de cada personaje y vivo y siento como ellos, me atrapa la trama, la intriga y lo vuelo a leer, sin parar, arañando minutos al sueño, a los tiempos para comer o beber un te, emocionado y enganchado como aquel adolescente de 16 años que lo leyó la vez primera.
Y cuando lo acabo... ¡Ah! Esa sensación de éxtasis, de placer, esa euforia de haber asistido de nuevo a un concierto donde el artista vibró con la música y lo dio todo en el escenario y se llevó con él al público, todos extasiados.
Pero no es sólo placer estético. No, no es sólo el deleite ante un escrito con mayúsculas. Es el contenido. ¿Cómo, cómo puede aún estremecerme esta historia, cómo puede todavía mostrame ante la cara, sin ningún tapujo, todos esos aspectos de la sociedad, del día a día, que no vemos o que no quieren que veamos, cómo puede grácilmente trazar con tanta exactitud una descripción de nuestra sociedad actual? ¿Y cómo puede seguir siendo tan actual cuando fue escrita hace casi 70 años?
Me emociona y me estremece. Intento negarlo, intento buscar la esperanza, decir "no todo está perdido", pero cuando encuentro esa esperanza me veo sentado entre uno más de esos "hombres libro" como los bautizó Truffaut cuando adaptó la novela al cine. ¿Estamos abocados algunos de nosotros a eso, a conservar la cultura, la humanidad en nuestro interior mientras que otros sucumben víctimas de la ceguera, la codicia, el poder, ...?
Qué viaje, señor, qué viaje. Una vez más bajo del camión de bomberos y el mundo y la cabeza me da vueltas. Quiero coger todas las páginas en la mano y correr a la calle, gritando, urgiendo a la gente para que las lea. Quiero mostrarles como cada página se transforma en imágenes, y como cada imagen podría ser una fotografía,una instantánea de nuestro día a día. Quiero sembrar las páginas en un macetero para que broten plantas-libro y algún niño o niña o adulto se siente y lea, y aprenda, "casi por ósmosis" como decía Bradbury en un precioso postfacio que escribió en el 40 aniversario de la novela.
En cierto modo lo hago. Cada vez que llego a una biblioteca que no tiene el libro, compro un ejemplar y lo dono. Es mi pequeño acto de rebeldía. "Si te dan papel rayado, escribe de través", escribió una vez Juan Ramón Jiménez. Bradbury eligió esta cita para comenzar la novela. Que así sea.
Los que escuchan los cantos de la selva
viernes, 28 de enero de 2022
La maldición de la enfermera
Señor doctor, moreno o rubio,
desde hoy todo los días,
harás caligrafía.
Señor supervisora:
cambia usted de parecer cada hora:
¡al manicomio por loca!
Pincho, suturo y lavo
mis muñecos vudú están hartos,
y harta estoy yo con tantos,
somos pocas en el trabajo,
¡los casos se están multiplicando!
¡Cuántos pacientes esperando!
¡Cuantas enfermeras al borde del colapso!
¡Celadores, TCAES, limpiadores mal pagados!
Miren, ya levanté la mano.
¡Abracadabra, pata de cabra!
Que sea yo la que manda,
el doctor que vaya a la escuela,
que aprenda a escribir de una vez,
¡y la supervisora también!…
¡mirando de cara a la pared!