Regreso a este libro cada cierto tiempo. Pasan cuatro, cinco, siete años, y vuelo a leerlo. Hay algo que me atrae a él, que hace volver a leerlo, si volver a leerlo: no es releerlo, no voy buscando pasajes o citas para deleitarme con ellas o recordarlas, no; cada vez que lo leo empiezo desde el principio, es como si lo volviese a leer por primera vez. Me sorprendo con cada línea, con cada descripción, me meto en la psique de cada personaje y vivo y siento como ellos, me atrapa la trama, la intriga y lo vuelo a leer, sin parar, arañando minutos al sueño, a los tiempos para comer o beber un te, emocionado y enganchado como aquel adolescente de 16 años que lo leyó la vez primera.
Y cuando lo acabo... ¡Ah! Esa sensación de éxtasis, de placer, esa euforia de haber asistido de nuevo a un concierto donde el artista vibró con la música y lo dio todo en el escenario y se llevó con él al público, todos extasiados.
Pero no es sólo placer estético. No, no es sólo el deleite ante un escrito con mayúsculas. Es el contenido. ¿Cómo, cómo puede aún estremecerme esta historia, cómo puede todavía mostrame ante la cara, sin ningún tapujo, todos esos aspectos de la sociedad, del día a día, que no vemos o que no quieren que veamos, cómo puede grácilmente trazar con tanta exactitud una descripción de nuestra sociedad actual? ¿Y cómo puede seguir siendo tan actual cuando fue escrita hace casi 70 años?
Me emociona y me estremece. Intento negarlo, intento buscar la esperanza, decir "no todo está perdido", pero cuando encuentro esa esperanza me veo sentado entre uno más de esos "hombres libro" como los bautizó Truffaut cuando adaptó la novela al cine. ¿Estamos abocados algunos de nosotros a eso, a conservar la cultura, la humanidad en nuestro interior mientras que otros sucumben víctimas de la ceguera, la codicia, el poder, ...?
Qué viaje, señor, qué viaje. Una vez más bajo del camión de bomberos y el mundo y la cabeza me da vueltas. Quiero coger todas las páginas en la mano y correr a la calle, gritando, urgiendo a la gente para que las lea. Quiero mostrarles como cada página se transforma en imágenes, y como cada imagen podría ser una fotografía,una instantánea de nuestro día a día. Quiero sembrar las páginas en un macetero para que broten plantas-libro y algún niño o niña o adulto se siente y lea, y aprenda, "casi por ósmosis" como decía Bradbury en un precioso postfacio que escribió en el 40 aniversario de la novela.
En cierto modo lo hago. Cada vez que llego a una biblioteca que no tiene el libro, compro un ejemplar y lo dono. Es mi pequeño acto de rebeldía. "Si te dan papel rayado, escribe de través", escribió una vez Juan Ramón Jiménez. Bradbury eligió esta cita para comenzar la novela. Que así sea.
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