Una araña estaba
escondida en mi taza
me mira con mil ojos
mientras hace su casa.
¡Ay qué cosa más fea!
Dice la señora araña
y tiembla y se esconde
bajo su maraña
de hijos entretejidos
para atrapar mosquitos.
La devuelvo a la alacena
ahí donde nadie la vea.
Al poco la araña se asoma
al borde de la taza, inquieta.
Yo un ojo le guiño
y ella vuelve a su tela.
Busco otra taza, sin bicho,
y dejo a araña en su casa
teje que teje sin prisa
doña araña haciendo ganchillo.
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