El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 3 de febrero de 2013

Por culpa de una preposición

Llevo varios días riéndome para mis adentros cada vez que salgo de la ducha y me veo desnudo ante el espejo mientras me seco con la toalla. No le pasa nada a mi cuerpo, a mi sexo, ni me avergüenza mi desnudez; todo se debe a que, al verme desnudo ante el espejo, no puedo evitar recordar últimamente cierto chiste verbal, así que lo voy a escribir acá para no olvidarlo -aunque a mí este tipo chistes me suelen durar per secula seculorum-, con perdón de mi amiga Jovana.

Todo se remonta a hace más o menos 10 días, cuando durante el almuerzo, la Jova dijo que nos iba a invitar a un sitio donde servían arroz en bolas. No había acabado la Jova la frase y yo, ya estaba soltando tremenda carcajada y preguntando si la persona que servía arroz en bolas era hombre o mujer, para ver si me animaba o no a ir a tan “ligero” almuerzo.
Jovana se empeña en que ella dijo “arroz con bolas”, y no “en bolas”, y como los dos somos un tanto cabezones, no nos podremos de acuerdo, pero, lo que si haremos, seguro, es reírnos una y otra vez del “arroz en bolas”. Y como acá sirve arroz tres veces al día, y además todo apelotonado (es decir, hecho pelotas o bolas), pues el cachondeo diario está asegurado.

No se si hay algún restaurante en Ecuador en el que sirvan arroz en bolas. Acá son bastante pudorosos, así que lo dudo. Y menos aún que los restaurantes que ponen arroz, lo hagan servir en bolas. Imagínense el cuadro. No creo que haya un solo restaurante en Ecuador en el que no sirvan arroz, y si lo hiciesen en bolas... al final todos irían en bolas, porque prácticamente todos cocinan y comen arroz. ¡16 millones de personas en bolas! Ecuador sería así como un paraíso para las colonias de nudistas, claro que de nudistas de dieta arrocera.
No me parece tan descabellada la idea. En la sierra, la verdad, los pobres camareros rascarían algo de frío, pero acá en la amazonía y en la costa, el clima acompaña. Cuántas veces tiene uno tanto calor que le gustaría sacarse toda la ropa y quedarse como dios le trajo al mundo. Pues ya tiene usted la solución: monte un restaurante o hágase camarero o camarera y comience a servir arroz en bolas. Nudismo justificado y autorizado por el ministerio de comercio y sanidad. Lo malo va a ser lo de los pelos, porque si ahora los cocineros y cocineras tienen que ponerse cofias, velos, mascarillas y similares para envolver su cabello, a saber lo que tendrán que ponerse para evitar que los “otros pelos” también caigan a la sopa. (Antes del arroz, acá siempre sirven un plato de sopa, y no creo que lo sirviesen vestidos, porque imagínense el show del camarero despelotándose en medio del bar mientras sirve los segundos platos...)

La verdad es que tiene bolas el asunto. Pero, en fin, dejemos de decir boludeces y tonterías. A fin de cuentas, acá no sirven el arroz en bolas o -eliminemos la maldita preposición- hecho bolas. Siempre le sirven arroz sueltito o en forma de montañita cual Chimborazo chiquito. De momento, en ningún lugar lo he visto servir con forma de bola. Lo único que sirven en bola es el plato verde, que por cierto abunda casi tanto como el arroz en el menú de cada día, así que a lo mejor los que sirven bolones de verde lo hacen en...

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