Hay gente que no sabe qué hacer para
matar el tiempo, y de tanto pensar, acaba haciendo las cosas más
inverosímiles. No se si es bueno o malo, si es de alabar o no.
Recién ha llegado el telecable “vía
satélite” a este rincón de la selva. Y hemos pasado de tener tres
canales que van y vienen a merced del viento, ver tropecientos
nítidos canales. A mi ni me va ni mie viene, cada vez gasto menos
tiempo delante del televisor, y estoy contento de que en mi
residencia no haya ni aparato de televisión, pero, esta semana
pasada, mientras esperaba a que las cocineras de turno colocasen la
olla sobre la mesa, me senté con el resto de la tropa a ver las
maravillas de la ciencia y la tecnología en nuestra “nueva ventana
abierta al mundo”.
¡Válgame Dios que mundo! Me dan ganas
de cerrar la ventana, de tapiarla para no ver más. Claro que con
tanto canal, al final los programadores ya no deben saber que emitir,
y acaban sacando las cosas más inverosímiles: en menos de una hora
puede usted aprender a doblar tubos de acero, descubrir el fascinante
mundo del ensamblaje de cajas de herramientas, conocer a un tipo que
es “maestro” en una escuela de francotiradores, o compartir las
obsesiones de varias familias que se preparan para afrontar la
próxima apocalipsis en refugios imposibles y granjas autosuficientes
perdidas en medio en un bosque. Todo ello en un canal de verídicos
documentales. No sabía si reir o llorar. Si cambiar de canal, con
miedo a encontrarme con alguna locura mayor, si apagar la tele,...
¿Cómo puede haber semejantes
esperpentos sueltos por este mundo? Al final, la realidad supera con
creces a la ficción.
Pero, después del susto que supone el
encontrarse con que de verdad existen ese tipo de personas que
inspiran las más escalofriantes películas, lo que me deja pensativo
es la necesidad de llenar nuestra vida con 300 canales de televisión,
todos ellos emitiendo a la vez cosas parecidas. Porque, ¿Quién
puede ser capaz de ver todo el día película tras película? ¿A
quién le puede interesar el funcionamiento de una fábrica de
galletas de higo, el proceso de doblaje de tubos de acero, o si Luis
XVI y su santa esposa tenían problemas sexuales? De verdad que ya no
saben qué inventar para sacar por televisión.
Y lo más triste, es que si lo sacan,
es que hay alguien fagocitando programa tras programa, absorbiendo
cada rayo de luz de los LED de la pantalla, mañana y tarde. ¿No
podría alguien inventar o promocionar otra forma de pasatiempos para
toda esa gente que pasa las horas en casa sin nada que hacer?
Si no queremos que los que están
delante de la televisión acaben siendo mañana los locos que hoy
salen por ella, habrá que empezar a hacer algo. ¿O ya es demasiado
tarde?
1 comentario:
Hola Álvaro, perdón que no te haya respondido, es que al igual que tú, el trabajo absorbe, incluso los fines de semana. En esta que pasó y la presente hemos estado preparando un sinnúmero de cosas por el aniversario de la institución. He leído tu escrito y me parecen como siempre cómicas y a la vez profundas, tus aseveraciones. Me alegro (no sé si será alegría) que ya cuenten con el embeleso de la TV,aunque como bien dices, hay canales que deberían ser censurados por las tonterías que emiten.
Álvaro, en este sábado por fin voy a estar un poco relajado (ya rimé sin querer) y quisiéramos invitarte a un almuerzo con arroz a nuestro hogar. Por supuesto, depende de que si no tienes otros planes, caso contrario, planearíamos otro día.
Me gustaría platicar contigo ye intercambiar anécdotas de estos meses que han pasado.
Te envío mis sinceros saludos
Jorge.
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