El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

viernes, 30 de agosto de 2013

La espera

Acabo de terminar de leer el libro Elogio a la lentitud, de Carl Honoré. Me lo topé por casualidad revisando la biblioteca de mi tío, y como me han recomendado que me tome la vida con calma y no corra, me cayó simpático el título. El libro muestra distintos ejemplos que se están dando en nuestros días de desacelerar el ritmo de las diferentes facetas de la vida.
Después de leerlo, me identifico con prácticamente todas esas tendencias del llamado movimiento slow (lento, en inglés), incluso diría que practico inconscientemente algunas de ellas, y sin embargo, continuo acelerado. El título de esta entrada del blog es perfecto ejemplo de ello: después de escribir "La espera" en el encabezado de la entrada sufrí una especie de déjà vu: ¿no he escrito esto antes, aquí mismo en el blog? Una búsqueda rápida en mi blog no hizo sino confirmar mis sospechas: tengo otras dos entradas anteriores con el mismo nombre.

"¡Que impaciente eres! ¡Frena, relájate, compañero!". Me contestó mi voz interior otra vez. Luego surgieron de nuevo los interrogantes ¿Por qué, por qué me desespera tanto esperar, por qué lo quiero todo al instante? ¿Por inconformismo? ¿frustración? ¿miedo? ¿inseguridad? ¿velocidad inyectada en la sangre y la mente por un mundo que gira a una velocidad cada vez más vertiginosa? Quizá sea un poco de todo.

Estos días "descanso" mientras espero que llegue el momento de recoger los bártulos e irme a mi nuevo lugar de residencia y trabajo, y comenzar algo nuevo. Aunque me cuesta decidirme por los cambios, enseguida me emocionan las nuevas perspectivas, los nuevos retos. Sin embargo, siento que no es eso lo que hace que estos días me suba por las paredes, es más la necesidad de estar ya haciendo algo, de sentir la actividad y el movimiento, y por más que me repito, el "tranquilo, relájate", no logro hacerlo.
Nunca he sido la clase de persona capaz de sentarse en la playa estirando una cerveza y mirando el paisaje horas y horas, durante varios días, disfrutando de unas vacaciones. Tengo que hacer algo. No soy de los que se llevan trabajo en vacaciones, tampoco es eso, pero esté donde esté de vacaciones, acabo con un mapa turístico de la zona haciendo pequeñas excursiones diarias. Del hotel y todas sus comodidades, lo único que aprovecho es la cama para dormir en la noche después de estar todo el día en otros lugares. Incluso cuando me quedo sólo en algún lugar donde no hay nada que hacer, hago algo: escribo, leo, reorganizo del nuevo el cuarto para volverlo de nuevo a su orden original, formateo y reconfiguro por enésima vez mi conputadora, ... Lo que sea con tal de no estar quieto. Por eso, cuando la espera, el tiempo sin hacer nada, se alarga más de lo normal, no hay  libro, película, o pasatiempo vacacional que me distraiga.

"Aprende a aburrirte" me dijo un buen amigo.  Cada vez pienso más en su consejo, he intento aprender a aburrirme a diario, y doy gracias al gente que me dicen "tómate el tiempo que necesites para descansar", "te esperamos sin prisas" y otras frases similares, pero, en mi naturaleza de ser sigo queriendo correr y hacer las cosas "a tiempo".

Desde luego los parámetros de ese "a tiempo" son muy variables, según la época, la sociedad, la forma de encarar la vida, en resumidas cuentas. Yo sigo con el planteamiento de vida de este mundo moderno acelerado que exprime al máximo cada minuto del reloj. Desintoxicarse de este culto a la velocidad es difícil y requiere mucho, mucho tiempo, un tiempo "distinto" que hay que aprender a vivir. Por eso estos días, trato de borrar de mi mente el impaciente concepto de "espera" y retomo mi tantas veces abandonado curso de "aburrimiento".

3 comentarios:

Kiko dijo...

No he tenido mucho tiempo para hacer comentarios a muchas de tus entradas del blog, pero podría sintetizar lo que pienso.
No te empeñes en creer que somos tan diferentes a las hormigas, no te empeñes por quererlo todo ya, en ver al resto de la sociedad a través de ese prisma estereotípico y encasillante tan propio de ti.
En lo básico todos somos iguales: nacemos, crecemos, nos buscamos el pan como podemos y morimos, tratando en el mejor de los casos dejar nuestra huella genética a través de la descendencia. Con salvedades esta también es tu vida, tú también eres un animal. Somos seres sociales, y nos organizamos de una manera, y creo que sólo ves ciertos aspectos sociales generales, de fácil crítica. El problema es que detrás del rebaño hay una oveja, con su vida, con sus matices, con sus esperanzas, con sus ganas de cambiar el mundo a su manera, con sus sueños, sus manías, sus pensamientos atropellados y sus ansias. Como Tú.

Álvaro Gundín dijo...

Creo que no es solamente eso: crecer, vivir, reproducirse y mantener la especie. Si algo caracteriza al ser humano es su posibilidad de trascender ese planteamiento animal. Y creo que su evolución (me refiero aquí a su proceso de "progreso" a lo largo de los siglos, no a la evolución como especie) es una clara muestra de ello. La posibilidad de elegir cómo y cuando reproducirnos, la posibilidad de modificar el medio, de modificarnos a nosotros mismos para poder sobrevivir o simplemente vivir,..., la experiencia religiosa, la experiencia de reconocimiento humano del otro... los actos de barbarie también (por desgracia) todo eso nos hace humanos.

Y, en mi caso particular (y el de muchos otros como yo) no es rebeldía contra el rebaño, no es ansias siquiera de que el rebaño se amolde a uno. Es esa necesidad innata de salir y buscar. Pienso en tantas y tantas personas a lo largo de la historia que dejaron sus casas, su rebaño, su vida estructura y empezaron a vivir y pensar y soñar de otra manera. ¿Por qué lo hicieron? Porque algo en su interior les tenía inquietos, tenían que averiguar qué era eso. No creo que ninguno lo encontrase, pero son estas personas las que, a fin de cuentas, han hecho que seamos hoy tan diversos como somos y no estemos todavía encerrados dentro de pequeñas tribus nómadas cazando, reproduciéndose y subsistiendo.

Ghandi, Galileo, Miguel Servet, Mandela, Luther King,... son algunos pocos nombres que me vienen ahora a la mente... la lista es muy, muy larga.

H.D.Emperador dijo...

Soy amigo de Kiko, y he encontrato tu blog a través del suyo. Algunas veces te leo, y escribes ciertas cosas que me parecen interesantes.
La verdad es que yo estoy igual que tú con respecto a la impaciencia y la incapacidad para estar sin hacer nada.
Creo que no debes darle más vueltas que las que tiene: somos como somos, llámalo genética, educación, o destino. Solo trata de que no te dé un infarto, de que no te afecte a la salud. Yo estoy igual de condenado que tú. En serio.