Paso la página. Comienzo un nuevo capítulo de la
novela, lleno de emociones, intriga, miedo. Quiero ojear el libro,
pasar rápido varias páginas del final para hacerme una idea de lo
que va a suceder, buscar el índice para intentar adivinar el
contenido de los futuros capítulos a través del título.
Nada de esto sirve en este caso. Este libro es mi
propio libro, un libro en el que sólo puedo volver atrás y leer las
páginas que he escrito. Las siguientes, permanecen todavía en
blanco, esperanzo impacientes a que los días de mi vida las rellenen
poco a poco, sin pausa, unas veces con la letra apretada cargada de
la velocidad y la impaciencia de la emoción, otras con letras
temblorosas que ocultan miedos e incertidumbres, otras con letras
bien formadas, escritas en días esos días en los que el corazón
latió con el ritmo del sol, viajando en ese carro celeste, de
oriente a poniente, para descansar en plácidas noches de luz de
luna.
Hay veces que quisiera volver atrás, borrar algún
capítulo, arrancar alguna página, reescribir mi historia pasada.
Tampoco eso es posible. La vida es única e irrepetible, y está
grabada en nuestros huesos y nuestra alma, y permanecerá ahí como
un libro impertérrito al tiempo, hasta que llegue ese día en que
alguien escriba por nosotros la última página esparza las
anteriores al viento.
Hoy siento sosiego y descanso al pasar la página. Es
una de esas ocasiones en que uno siente haberse liberado de un peso,
síntoma de que finalmente ha hecho las paces con un pasado -remoto o
cercano- y ha aceptado a su vez su presente. Sólo entonces puede uno
continuar escribiendo el futuro. Atrás quedan unas páginas, algunas
de las cuales me gustaría volver a escribir, pero en general, no me
avergüenzo ni arrepiento de ninguna de las páginas de estos tres
últimos años: es más la insatisfacción del pintor protagonista
que quisiera retocar una y otra vez su obra hasta lograr esa
perfección que no logrará porque la perfección no existe.
Tres años, algo más. Gentes, vivencias enseñanzas.
Mi miedo estaba en que quedasen olvidados y enterrados, en quedar
olvidado y enterrado en ellos, en no poder volver quizá a leerlos, a
caminar por esos caminos que ya caminé sin la sensación de que ya
no existen más. Hoy me doy cuenta que no es así. Nunca podré
volver a caminar los años pasados, pero no me importa. No es eso lo
que anhelo. Quiero ver las semillas crecer, quiero volver al árbol
que sembré, al amigo que cultivé, y reconocerle a pesar del paso de
los años, compartir con el un instante de tiempo, un abrazo una
sonrisa... y caminar, seguir caminando por la senda de la vida, esa
que mancha nuestros pies con una sangre vital que se torna tinta
indeleble sobre el libro que cada uno de nosotros escribimos.
Se que volveré a los lugares que caminé en el
pasado, y sé que me reconfortaré en ellos en el presente, sentado
bajo la sombra de un viejo árbol, con viejo amigo. Sin añoranza de
años que fueron, de años que pudieron haber sido. Satisfecho de mis
hojas pasadas, sereno en mi presente, caminando en mi futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario