Cuando la mano acaricia
y la lluvia lava las prisas
y la selva canta.
Cuando la luz de se hace tan pequeña
que se vuelve familia,
nada más falta.
Sólo eso basta:
la luz, la vela.
La cera que se derrama
y en Su amor nos unge:
la selva, viva
las casas, vivas
vivos en su abrazo
mujeres y hombres
de tierra, de espíritu
perenne.
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