No había amazonas en la selva
no, no las había.
Había mujeres de rostros de barro
de piel de arcilla húmeda
de huesos de marfil pintado.
No había amazonas en la selva
las manos eran caricias
como las piedras pulidas por el río,
el viento en la casa de palma,
la piel y la risa de sus niños.
No había amazonas en la selva
sus pasos, semillas
sembraban la yuca, el grano.
Escogiendo la fina greda,
sus manos daban vida al barro.
No había amazonas en la selva
fueron sólo la sed y codicia
de hombres hirsutos con casco
que pisaron sin ver la selva
cautivos en su mito dorado.
No había amazonas en la selva
sus urnas de arcilla
huesos y rostros pintados
guardan esa paz sabia
de espíritus, de tiempos, de ríos.
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