La vida cada vez se parece más al futuro descrito en la película Rollerball de 1975. Recuerdo que el subtítulo en español de la película era ¿Un futuro próximo? Pues, casi 40 años después, la respuesta es sí. Casi lo estamos viviendo ya.
Hagamos recuento: ¿Cuántas compañías de avión conoces? ¿Cuántos bancos? ¿Cuantas empresas de informática? ¿Cuántas editoriales? La respuesta posiblemente sea "muchas". Sí, aparentemente son muchas, pero, cuando uno se para y lee la letra pequeña, se da cuenta de que no son tantas como parece: resulta que la mayoría ya no son más que marcas registradas, nombres cuyo "copyright" es propiedad de una misma empresa o persona, de modo que, en resumidas cuentas, acaba siendo un gigante con múltiples máscaras.
Resulta que LAN, Ibiera, American Airlines y seguro alguna compañía más son miembros de OneWorld, que los bancos y cajas de ahorro desaparecen para fusionarse en compañías más grandes, en el mercado editorial parecen existir a penas una docena de "grupos editoriales" que poseen lo que un día fueron pequeñas editoriales construidas con cariño de viejos libreros, que en el mundo de la informática todo es una dualidad Microsoft - Apple.
Parece no haber ya mucho donde elegir. Si no quieres blanco, entonces negro, y para colmo resulta que el dueño de blanco está conchabado con el dueño de negro. El consumidor, entre la espada y la pared, rebota de uno a otro, sin quedar nunca completamente satisfecho, intentado buscar en negro lo que blanco no ofrece, sin darse cuenta que realmente ambos ofrecen lo mismo: su propio egoísmo, ése que no intenta ayudar al consumidor sino sacarle jugo sin que el pobre consumidor se de cuenta.
Algunos me dirán que soy exagerado, que aún no hemos llegado a esos extremos, que hay otras alternativas. Si bien tienen parte de razón -existen las alternativas-, dichas alternativas tienen tan poca fuerza, tan poca voz, que prácticamente es como si no existiesen, y además, a menudo exigen sacrificios demasiado grandes para el acomodado (¿resignado, adoctrinado, manipulado,...?) consumidor. Y si no me creen, piensen: ¿Cuánta gente conoce linux en informática, o mejor dicho cuánta se ha atrevido a usarlo? ¿Cuántos conoces cooperativas o modelos bancarios alternativos, o regresan a formas económicas como la solidaridad familiar como alternativa al crédito? ¿Cuántos se unen al club de los libros viajeros, abogan por el crecimiento y gratuidad de las bibliotecas públicas, rebuscan libros de segunda mano? Si en la compañía aérea x son unos hijos de mala madre, pero en y sucede lo mismo y en z otro tanto ¿Como hago para volar de Europa a América, por ejemplo? Tomar un barco es algo ya imposible, aún pensando en el sacrificio (de tiempo) que eso supone.
El futuro, siguiendo estos caminos que parecemos seguir sin darnos cuenta (o sin querer darnos cuenta) parece conducirnos a ese mundo dirigido por dos grandes corporaciones que controlan todos y cada uno de los aspectos de la sociedad. ¿Cuánto tardará en llegar ese día? ¿Qué será entonces "sociedad", o quiénes serán entonces sociedad?
Son preguntas que me inquietan y me incomodan, pero no puede dejar de hacérmelas. Y a la par que acabo las líneas de este pequeño artículo, no puedo si no invitar a la gente a que rompa con las costumbres que han monopolizado su quehacer diario y su tiempo libre y se anime a caminar por otras sendas: frente al monopolio del caminar por los centros comerciales, caminen por las calles del centro, busquen pequeños restaurantes, pequeños cafés con identidad propia y única, degusten platos preparados con amor y filosofía personal, elijan aquel libro que alguien ya leyó y espera en la tienda de segunda mano con mil y una historias adicionales en sus páginas amarillas, hablen con aquel librero de mirada quijotesca,... Salgan y respiren un aire que no salga de un tubo y escuchen su propia música. Encuentren poco a poco su propia esencia y encontrarán caminos y formas de luchar poco a poco con este monopolio a veces autoimpuesto por nosotros mismos.
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