"Vaya mierda, diez minutos para ir a trabajar y deja de funcionar el secador y yo con estos pelos..." Seguro que les ha pasado alguna vez, y mientras se dan tirones con el peine o cepillo siguen pensando "a la salida del trabajo paso por el almacén y compro uno nuevo". ¡Alto el carro!
Séquense y péinense como puedan esa mañana, y vaya poco a poco deshaciéndose de su mal humor. Cuando regresen a casa en la tarde, ya más tranquilos, cojan un destornillador (si no tienen, cómprense uno por el camino) siéntense en una mesa vacía y con buena luz y desarmen su secador. La causa de todos sus males es posiblemente una maraña de pelos atascados en el interior del aparato o un cable suelto o cortado. Lo pueden arreglar en menos que canta un gallo. Y sí, puede que después se note que han abierto el secador, puede que las juntas del armazón no queden tan pegadas como antes, o que se haya estallado un poco el plástico. No son más que males menores. Tienen secador para rato.
Podríamos poner mi y un ejemplos como ese. Y créanme que todos estamos en capacidad de hacer eso. No hace falta ser primo-hermano del tipo de bricomanía o un chapuzas en casa, ni haber recibido un máster en electricidad. Lo que aprendieron en la escuela -porque por suerte son anteriores a la Ley Wert- les es suficiente. Sus hijos, lo tendrán peor, por culpa de ustedes además, pero eso ya otro cantar.
Yo aún recuerdo las clases de pretecnología, y doy gracias por todas las horas que mi padre me tuvo de "pinche" mientras él -relojero de profesión- le sacaba las tripas al radiocasete, el horno, la lavadora, el frigorífico, o cualquier otro aparato que se pusiese en huelga en casa. Aún hoy recuerdo cuando se estropeó la vitrocerámica y mi padre desmontó la resistencia quemada, la sacó y se fue al distribuidor a comprar otra igual: "¿Pero de dónde saco eso... quién.. quién lo va a montar?" El incrédulo tipo no sabía sin vendernos o no el repuesto. Yo me siento muy afortunado por tener a un padre "manitas" sin miedo a lo desconocido. Quizá ustedes no tienen esa suerte. Les toca entonces aprender. Echen mano de San Google cuando se pierdan, y caminen sin miedo, al final del camino la experiencia será para ustedes mucho más gratificante que volver del hipermercado con un secador nuevo bajo el brazo.
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