Hay una veintena de rostros
que ocultan pícaros su mirada
entre mil libros y cuadernos
sus risas y secretos guardan
pues son ellos sus únicos dueños
ellos, la adolescencia, la infancia.
Y yo parado frente a ellos
hablo con voz seria y clara
que resuena en muros y techos,
que el silencio rompe y reclama.
regañando con rostro serio,
sonriendo en el fondo del alma.
Y es que a menudo me veo
reflejado en esas caras
que leo como un libro abierto
diario de mi vida pasada
de cuando tenia dieciséis y medio
y miraba de frente la pizarra.
Por eso aunque soy serio
también me suelto la corbata,
comprendo las risas y sueños
y los aliento con palabras mágicas,
y doy gracias al Dios del cielo
por mantener en mi viva la infancia.
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