No sé bien porqué. Nunca me lo había preguntado, es algo tan natural (en el sentido estricto y lingüístico del término) que nunca me había dado cuenta de lo mal que huele el idioma español que hablamos los españoles.
Tuvo que ser a este otro lado del charco, en este otro país, uno de español amable y rimbombante (a veces) dónde después de soltar un "eso está lleno de mierda" o "vaya mierda de chisme" o "no se escucha una mierda", ante los rostros colorados del público y alguna carcajada cercana, me di cuenta de que no, acá no se puede decir "mierda" con la naturalidad con que decimos esta palabra en España.
No es la única palabra, por supuesto, que para los nacidos en España no tiene nada de especial y acá se torna en el término más obsceno del diccionario o cambia completamente su significado. Pero tampoco es esa diferencia de matices y significados de lo que vengo a hablar aquí, ni esa esa diferencia algo que me llame la atención: la diferencia es parte de la riqueza que nos confunde y nos une, es parte del aprender de nuevo, ese aprender a conocernos y redescubrirnos en nuestros semejantes.
El caso es que después de aprender que no se puede decir mierda en voz alta, y de intentar (reconozco que sin mucho éxito) no olvidar lo aprendido, me doy cuenta de que el español cotidiano que hablamos en España está plagado de expresiones escatológicas que hacen referencia directa o no al zurullo o desecho orgánico similar, y que las usamos sin pudor ni asco alguno. Nos cagamos cada dos por tres en diferentes sitios si darnos cuenta de cual mentamos cada vez, añadimos "y una mierda" a cualquier lista de cosas o sucesos del mismo modo de que Chico Marx añadía huevos duros al menú de la cena, y vamos y venimos de un lugar cuyo toponimio no aparece en ningún mapa pero que todo el mundo debe conocer muy bien por las veces que ha mandado a alguien o le han mandado ahí.
Y para rematar el asunto, resulta que este gusto por la mierda no se cierra en el español vulgar, el dialecto de la calle, no este hablar con mierda por medio se usa en todos los niveles sociales y en cualquier ámbito. Desde conversaciones serias hasta la charla despreocupada en la barra del bar.
¡Vaya país de mierda! Exclamará más de uno, y sobre todo ahora con los políticos de mierda que tenemos, pero el caso es que ni nos sonrojamos ni nos escandalizamos. Ni venimos a judgar nuestro lenguaje -no es esa mi intención aquí-; es más es casi como una marca de la casa, esa que no podemos perder porque dejaríamos de ser nosotros mismos, una que no nos hace maleducados o mal hablados, sino españoles. ¿Qué sería de nosotros sin poder mandar a alguien a la mierda de vez en cuando, sin poder hacer parodias de lo bueno y sobre todo de lo malo, sin poder pasar el verano "cagando" al ritmo de Enrique Iglesias, contada nuestra gracia y humor? Algo tiene que tener de especial este habla española cuando hasta los extranjeros se enamora de ella, y si no que se lo pregunta a Gerogie Dann, que llegó a hacer aquel "mecagüentó" que sonó varios veranos.
Empecé a escribir esto en Ecuador hace unos meses. Hoy, el último día del año, y desde esta España que me enseñó a decir "mierda", me levanto y lo acabo. Justo antes de que se acabe el año. Antes de que quizá todo se vaya definitivamente a la mierda como apuntan las cosas. Que no nos cojan desprevenidos y seamos nosotros los que con las campanadas mandemos todo a la mierda, y podamos decir dentro de unas horas: sí el año pasado fue una mierda, pero este 2015 va a ser mejor, vamos a mandar a todos los gilipollas que nos gobiernan a la mierda, vamos a mandar a todos los banqueros y empresarios giliflautas de viaje con ellos al mismo sitio, y vamos a hacer que las cosas cambien.
Por cierto, "gilipollas". Una palabra muy nuestra que se merece un artículo propio en el blog. A ver si los de esa especie -que abundan demasiado- entran extinción el próximo año.
Con mis mejores deseos a todos, feliz 2015. ¡Mucha mierda!
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