No quiero hacer comparaciones, pero aunque
suene a cliché repetido un millón de veces, ya no hacen películas como esas. Y,
digan lo que digan esos seres extraños a los que se les indigesta todo aquello
que tenga mas de 20 o 30 años, estas películas clásicas no tienen fecha de
caducidad, siguen igual de frescas como el primer día. Uno tiene la sensación
de estar leyendo una de esas novelas clásicas que nunca pasarán de moda, o uno
de esos cuentos tradicionales escritos o recopilados por alguien cuyo nombre se
pierde ya en el inconsciente colectivo, porque la magia está en el cuento y no
el mago.
Frente a las películas con historias anodinas,
chistes malos y humor zafio, seductores cuerpos desnudos, historias dirigidas a
un cierto tipo de público, o con ciertas pretensiones, estas películas de la
llamada edad dorada del cine, seducen con su mirada y llegan a todos, nos
enamoran y nos dejan una sonrisa en el rostro y el corazón.
Como decía aquella canción de Aute: Cine,
cine, cine, más cine por favor. Que toda la vida es cine y los sueños cine son.
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