Cada vez nos movemos más por internet y menos por las calles. Nuestras relaciones sociales tienen ahora más amigos en el Facebook que en la vida real, y, aunque este mundo de unos y ceros disfrazados amenaza cada día con tornarse más real a fuerza de ser el único mundo, yo sigo reclamando ese otro mundo que espera en un café, un restaurant, una librería, una tertulia, o una esquina de cualquier calle.
Esta tarde, siguiendo el ritual, y en esta burocrática espera quiteña, reviso el e-mail y el Facebook, y mato el tiempo colocando en el último listado del facebú los nombres de algunas películas y libros que he visto o leído, quizá para despertar el gusanillo de alguno de mis amigos virtuales, o hacer algo de propaganda a obras no muy conocidas. Me he llevado un chasco al ver que el buscador del Facebook no registra algunos libros que leí de niño y que recuerdo con mucho cariño. Debe ser que no son muy "comerciales". A mi eso me importa un comino así que acá dejo los títulos para que los descubran los lectores asiduos o causales de este blog.
Sebastiá Sorribas escribió dos joyas que leí de niño y que recuerdo como si los hubiese leído ayer: El zoo de Pitus y Viaje al país de los Lacetas.
Orla Tragarranas. Así, como suena de Ole Lund Kirkegaard.Lo leí en la escuela, en 5 de EGB, y brinqué de alegría cuando ya adolescente lo encontré en una librería buscando otros libros.
Memorias de una vaca, de Bernardo Atxaga. Este es ya de mi adolescencia, pero me hizo llorar de la risa un verano. Aún tengo pendiente la visita a Balanzategui.
Hay más títulos, por supuesto, pero estos son los que han regresado a mi mente esta tarde abril...
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