Estos días, en este país, escucho otra vez voces y más voces que
hablan de Iglesia, de creencias, de Dios, con cierto tono amargo. Y
cuando acaban de hablar, me doy cuenta de que no hablan de creencias, ni
de Dios, sino de política y de mundanos asuntos.
Y, al mismo
tiempo, me miran de soslayo, propios y extraños, intentando discernir
mis creencias a través de mis poemas, de mis palabras, de mis gustos
musicales.
¿Por qué, por qué esta pelea en torno a "lo que uno cree"?
Todos,
sí, creo que todos, necesitamos poner nuestra esperanza en algo: en
nuestros seres queridos (familia, amigos), en el "sistema" o nuestro
modo de vida, en nuestras posesiones, o en una presencia no humana, ya
sea superior, o un sentimiento de energía, de unión con los demás, con
las demás formas de vida, con los demás objetos de nuestro entorno, con
el arte, con el viento. Este mundo nuestro es suficientemente grande
para albergar a todas las personas, con todas sus peculiaridades, y,
dejando además suficiente espacio para que unos no se molesten a los
otros, para que unos se busquen y se junten en un abrazo o en comunión,
para que otros se miren sin miedo ni envidia desde los flancos de una
línea imaginaria que los separa.
Esa fuerza, ese sentir
en que ponemos nuestra esperanza diaria, es nuestro dios. Con
mayúsculas o con minúsculas como prefiramos.Y, como es nuestro, lo
buscamos y lo representamos de mil y un maneras distinas. Y, como somos
gregarios y vivimos en una ceremonia contínua buscamos a otros que
siente de una manera similar a la nuestra, y compartimos ritos: en
templos que llamamos iglesias, mezquitas, bares, clubes, estadios,
patios, o calles. Y encontramos la energía y la fuerza para seguir cada
día en un abrazo, en un pedazo de pan, en el abrir los brados al viento
en la cima de una montaña, o en la alegría de unos amigos que comparten
unas cervezas o unos comentarios en torno a un libro o una película; nos
reconfortamos, y caminamos unos pasos más, y volvemos otra vez al
ritual: la ronda de vinos a las 7 de la tarde, la misa mayor el domingo a
las 12, la despedida interminable a las 3 de la mañana, cuando, algo
nos dice que es hora de volver a casa. Toda nuestra vida está marcada
por ritos, los cuales, aunque nos neguemos a reconocerlo, están marcados
por una creencia que, en mayor o menor medida está presente en
nosotros. Necesitamos ceremonias, celebraciones, festejos, que van
marcando las disntintas etapas de nuestra vida. Podemos enmarcarlas en
un contexto religioso o podemos no hacerlo, pero el rito está ahí, lo ha
estado desde el comienzo de la existencia del ser humano, y seguirá
ahí, en todas y cada una de las culturas, por muy distitnas que sean
entre sí, y por muy diferentes que sean las distitnas creencias.
El
problema, en esta sociedad, en este país (o paises) en los que me ha
tocado vivir, es que la gente confunde continuamente religión con
política, y no sin razón, pues, muchos de los hombres de religión,
parecen caer en el mismo error. Hoy día, la Iglesia Católica, que es la
que levanta o es el centro de la mayoría de polémicas o discusiones en
torno a la religión, ha olvidado lo que realmente debe ser, y ahora no
es más que una supraorganización política más, con intereses de poder
político y enconómico como cualquier otra. Es una pena, al menos así me
lo parece a mí, pero esa es la realidad. Esa es la triste realidad de
toda organización, todo grupo, que crece, y en el crecer olvida su
motivo, su razón de existencia y empieza a querer ocupar otras esferas,
que, si pensase con calma, vería que no necesita. El caso de España va
incluso más allá, porque en este país la presencia de la Iglesia
Católica en el juego político lleva encardinada siglos.
Parece
mentira que puedan haber olvidado aquello "Al cesar lo que es del Cesar
y a Dios lo que es de Dios". Y parece también mentira que todavía esos
que se hacen llamar respetuosos con todas las creencias y puntos de
vista, no hayan aprendido a separar religión de Iglesia, a ver que esa
Iglesia tiene muchas opiniones, y que, son opiniones todas ellas de
humanos, no de Dios. Por eso, como creyente, críado en un seno católico,
y, aunque muy descontento y contario como muchos "ateos" a la mayoría
de inicaciones y actos de la Iglesia, me duele cuando alguien alza la
voz, sin fundamento, arremetiendo contra presonas creyentes, religiosas,
como si fueran todas la misma "cosa" despreciable o sin sentido.
Solo
cuando consigamos separar nuestras ambiciones -política, dinero, poder-
de nuestro corazón, conseguiremos ver en los ojos del otro y aceptarlo
como es. Y entonces, sólo entonces, seremos aceptados, porque además nos
aceptaremos a nosotros mismos.
"Porque esta rosa es mía
la corto y me la llevo.
Porque esta rosa es tuya
mustia te la devuelvo.
Y entre lo tuyo y lo mío
sin rosas nos quedaremos"
-Pedro Casaldáliga
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