El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 5 de enero de 2013

Creencias

Estos días, en este país, escucho otra vez voces y más voces que hablan de Iglesia, de creencias, de Dios, con cierto tono amargo. Y cuando acaban de hablar, me doy cuenta de que no hablan de creencias, ni de Dios, sino de política y de mundanos asuntos.
Y, al mismo tiempo, me miran de soslayo, propios y extraños, intentando discernir mis creencias a través de mis poemas, de mis palabras, de mis gustos musicales.

¿Por qué, por qué esta pelea en torno a "lo que uno cree"?

Todos, sí, creo que todos, necesitamos poner nuestra esperanza en algo: en nuestros seres queridos (familia, amigos), en el "sistema" o nuestro modo de vida, en nuestras posesiones, o en una presencia no humana, ya sea superior, o un sentimiento de energía, de unión con los demás, con las demás formas de vida, con los demás objetos de nuestro entorno, con el arte, con el viento. Este mundo nuestro es suficientemente grande para albergar a todas las personas, con todas sus peculiaridades, y, dejando además suficiente espacio para que unos no se molesten a los otros, para que unos se busquen y se junten en un abrazo o en comunión, para que otros se miren sin miedo ni envidia desde los flancos de una línea imaginaria que los separa.

Esa fuerza, ese sentir en que ponemos nuestra esperanza diaria, es nuestro dios. Con mayúsculas o con minúsculas como prefiramos.Y, como es nuestro, lo buscamos y lo representamos de mil y un maneras distinas. Y, como somos gregarios y vivimos en una ceremonia contínua buscamos a otros que siente de una manera similar a la nuestra, y compartimos ritos: en templos que llamamos iglesias, mezquitas, bares, clubes, estadios, patios, o calles. Y encontramos la energía y la fuerza para seguir cada día en un abrazo, en un pedazo de pan, en el abrir los brados al viento en la cima de una montaña, o en la alegría de unos amigos que comparten unas cervezas o unos comentarios en torno a un libro o una película; nos reconfortamos, y caminamos unos pasos más, y volvemos otra vez al ritual: la ronda de vinos a las 7 de la tarde, la misa mayor el domingo a las 12, la despedida interminable a las 3 de la mañana, cuando, algo nos dice que es hora de volver a casa. Toda nuestra vida está marcada por ritos, los cuales, aunque nos neguemos a reconocerlo, están marcados por una creencia que, en mayor o menor medida está presente en nosotros. Necesitamos ceremonias, celebraciones, festejos, que van marcando las disntintas etapas de nuestra vida. Podemos enmarcarlas en un contexto religioso o podemos no hacerlo, pero el rito está ahí, lo ha estado desde el comienzo de la existencia del ser humano, y seguirá ahí, en todas y cada una de las culturas, por muy distitnas que sean entre sí, y por muy diferentes que sean las distitnas creencias.

El problema, en esta sociedad, en este país (o paises) en los que me ha tocado vivir, es que la gente confunde continuamente religión con política, y no sin razón, pues, muchos de los hombres de religión, parecen caer en el mismo error. Hoy día, la Iglesia Católica, que es la que levanta o es el centro de la mayoría de polémicas o discusiones en torno a la religión, ha olvidado lo que realmente debe ser, y ahora no es más que una supraorganización política más, con intereses de poder político y enconómico como cualquier otra. Es una pena, al menos así me lo parece a mí, pero esa es la realidad. Esa es la triste realidad de toda organización, todo grupo, que crece, y en el crecer olvida su motivo, su razón de existencia y empieza a querer ocupar otras esferas, que, si pensase con calma, vería que no necesita. El caso de España va incluso más allá, porque en este país la presencia de la Iglesia Católica en el juego político lleva encardinada siglos.

Parece mentira que puedan haber olvidado aquello "Al cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios". Y parece también mentira que todavía esos que se hacen llamar respetuosos con todas las creencias y puntos de vista, no hayan aprendido a separar religión de Iglesia, a ver que esa Iglesia tiene muchas opiniones, y que, son opiniones todas ellas de humanos, no de Dios. Por eso, como creyente, críado en un seno católico, y, aunque muy descontento y contario como muchos "ateos" a la mayoría de inicaciones y actos de la Iglesia, me duele cuando alguien alza la voz, sin fundamento, arremetiendo contra presonas creyentes, religiosas, como si fueran todas la misma "cosa" despreciable o sin sentido.

Solo cuando consigamos separar nuestras ambiciones -política, dinero, poder- de nuestro corazón, conseguiremos ver en los ojos del otro y aceptarlo como es. Y entonces, sólo entonces, seremos aceptados, porque además nos aceptaremos a nosotros mismos.

"Porque esta rosa es mía
la corto y me la llevo.

Porque esta rosa es tuya
mustia te la devuelvo.

Y entre lo tuyo y lo mío
sin rosas nos quedaremos"
-Pedro Casaldáliga

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