El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 4 de noviembre de 2012

La m con la o: mo

Estoy un tanto frustrado estos días, así que perdón si vengo a desahogarme al blog y le cuento a esta bitácora mis desesperaciones diarias. El psicólogo me enseñó que hablar con los demás ayuda, y, como aquí pocos escuchan este tipo de problemas -parece que sólo para mí son problemas- me voy a desahogar dejando que mis palabras resuenen por la web.

Resulta que trabajo en un colegio que se las da de colegio puntero en educación que busca la "excelencia académica" de sus alumnos. Eso, sobre el papel. En la práctica los resultados son bastante distintos: un fracaso escolar que llega al 50% más o menos. Cuando sacamos el tema a relucir, unos agachan la cabeza, otros se quedan mudos con la vista perdida, y, después de que alguien insiste en seguir metiendo el dedo en la yaga, todos explotan echando la culpa a esto y aquello, pero, siempre echando la culpa afuera de los muros del colegio: que los estudiantes vienen con demasiadas carencias de las escuelas, porque en estas no hay buenos profesores, que los chicos no tienen hábitos de trabajo y estudio y pierden su tiempo libre miserablemente, que harían falta más horas de clase, que los profesores que tenemos en el colegio carecen de la formación académica/ pedagógica/ didáctica suficiente; que no hay dinero, y otras respuestas similares.
La mayoría de las veces la discusión se queda en eso: una discusión de un martes por la tarde. En algunas -pocas- ocasiones, alguien, después de mucho hablar, de mucho sugerir, se para firme y dice "¿por qué no hacemos esto?" y todos se le quedan mirando como diciendo "aquí vino el listillo o el capullo que nos quiere hacer trabajar más".
Ahí es cuando a uno se le acaba la paciencia. Es como se a uno le dijesen: "los que no estudian, los que no aprenden, son los estudiantes, entonces, ¿por qué tengo que ser yo el que trabaje más duro, el que aprenda? "¡¡¡¡Pues porque tú eres el profesor pedazo de....!!!!", habría que contestar, pero uno, por decencia y buenos modales se calla y traga, se encierra en sus clases y las prepara lo mejor que puede, y se desvive para que los chicos aprendan inglés, o historia, o la materia que sea, y así, cada uno por su lado, el barco medio zozobra, medio sale adelante, sin llegar nunca a puerto, con los pasajeros vomitando mareados, y los remeros agotados y con dolor de cabeza.


Es realmente frustrante: todos estamos de acuerdo en que las cosas no funcionan, que lo que venimos haciendo hasta ahora no da lo resultados esperados, y cuando uno habla de cambios, de adaptaciones curriculares, de revisar el proyecto educativo, de introducir nuevas metodologías didácticas, de intentar algo distinto, todo el mundo se bloquea, asiente como borregos, y luego continua haciendo lo mismito que viene haciendo desde siempre: eso que no está dando los resultados deseados.
A mi no me acaba de entrar en la cabeza. Quizá sea porque siempre he sido un tanto duro de mollera, en lo que se refiere a aceptar las cosas porque sí, sin preguntar nada. Quizá por eso no encajo con los militares, ni con ninguna otra postura autoritaria. Si me explican las cosas, las hago, pero si me dicen "hazlas y calla", mi cerebro se bloquea.

Vivimos esclavos de nuestro propio error, me atrevería a decir que gran parte de las acciones que realizamos en nuestra vida son un error, pero un error que nos hemos acostumbrado a repetir una y otra vez, através de los años, de las décadas de nuestra existencia y la de los que nos precedieron, que ya no nos damos cuenta de que es un error, y lo asumimos, y repetimos como la única verdaad válida.

Si el ministerio de educación publica un diseño curricular base y dice que a los 12 años los niños tiene que resolver quebrados, no hay más que hablar. Igual da que "nuestros niños de 12 años" por circunstancias ajenas a ellos no sepan sumar o multiplicar, el libro de 8º dice en la unidad 1 "Quebrados" y quebrados es lo que les daremos, hasta que aaprendan, hasta que les quebremos el cráneo y se conviertan en dóciles borreguitos.
La m con la a, ma. Ese es el resumen de la pedagogía del lugar donde trabajo. Y si pregunta porqué, les dirán que es así como les enseñaron a los maestros: hace 30, 40 o 50 años, algún profesor les enseño a leer con la cartilla, y ellos, como si no hubiese sucedido nada a lo largo de los 40 o 50 años de sus vidas, como si ellos fuesen igualitos que los niños a los que ahora enseñan, repiten la gran enseñanza: la m con la a: ma, la m con la e: me...

... la m con la i: mi, la e con la r: er, la d con la a; da. ¿y si ahora lo juntamos todo, que da?
A lo mejor si que funciona la pedagogía de llenar la supestamente vacía cabeza de nuestros niños con lógica estúpida y miles de palabras memoerizadas con sangre, y por eso, nuestros niños son tan mal hablados desde pequeños. O a lo mejor no funciona y les estamos llenando la cabeza de el resultado de sumar todas esas letras.

Al final, supongo que como seres humanos, somos tan orgullosos y soberbios que seguimos que pasamos por esta vida creyéndonos el rey de todos los animales, los dueños absolutos de la única verdad, el único camino válido, pero sin llegar a estar, sin llegar a sentirnos nunca plenamente vivos, parte de un todo distinto y único que nos negamos a reconocer y sentir.

1 comentario:

Kiko dijo...

jeje. Has propuesto algún método didáctico nuevo y no te han hecho caso?
La gente tiene miedo al cambio siempre