Para poner fin a los picotazos nocturnos decidí colocar por fín un mosquitero. Como en el colegio no hay problemas con el paludismo o el dengue, en un principio pasé del tradicional toldillo que por otra parte casi nadie usa, pero al fin he decidido invertir 7,50 de mis 35 dólares del mes de octubre en aislarme del mundo al menos en horario nocturno.
Así, encerrado una noche en mi mosquitero leyendo, mi mente empezó a pensar en esto y aquello y de pronto, me di cuenta de que hasta que aterricé en este país, o hasta que llegué al oriente, vivía encerrado en un mosquitero. Nuestras casas, nuestro bienestar personal allá en el primer mundo, constituyen el mayor mosquitero de todos.
Me explico. Todos somos conscientes o no del mundo más allá de nuestras "civilizadas" fronteras. Todos somos conscientes del hambre, de la pobreza, de la miseria, de las guerras interminables, de las compañías explotadoras de niños y adultos, de la imparable contaminación y deforestación de santuarios naturales, de la corrupción política, que tiene lugar en el llamado tercer mundo, ese que parece tan lejano pero esta a apenas unos kilómetros al otro lado de estrecho o a unas cuantas horas de avión al otro lado del charco. Incluso somos conscientes de los continuos atropellos y usos de fuerza indebidos que nuestros gobiernos "civilizados" cometen en países "subdesarrollados", más débiles. Y sin embargo, no hacemos nada, o hacemos un poco, pero siempre desde la comodidad y seguridad que nos ofrecen nuestras casas, nuestras calles con policía, siguiendo por televisión esas horribles imágenes que nos hacen decir no con la cabeza.
En resumidas cuentas, maldecimos a los esplotadores, criticamos gobiernos corruptos, nos compadecemos de los que sufren, pero siempre a través de nuestro mosquitero. Primero nos cubrimos bien las espaldas, luego intentamos ayudar, de la manera más segura para nosotros mismos, a veces dándo la sensación de querer simplemente quitarnos un cargo de nuestra conciencia. Son muy pocos los que se atreven a romper el mosquitero y arriesgarse.
No me quiero echar flores, ni a mi, ni a ninguna de las personas que caminan conmigo, una vez que sales, te das cuenta de que el riesgo no es tal, o lo asumes, no piensas en el porque la recompensa día a día es inmensa. Y te das cuenta además de que es necesario dejar que te piquen los mosquitos, no sacrificarse, sino aprender a vivir en perores situaciones, porque encerrarse en el mosquitero y aislarse de las picaduras no es solucción: siempre hay un mosquito que de algún modo u otro consigue entrar. Así que caminas por los charcos, por las calles con edificios que se caen y niños que juegan entre los escombros, y poco a poco vas levantando de nuevo el edificio para conseguir erradicar todos los mosquitos, de manera que llegue un día en que nadie necesite un mosquitero.
La solucción no está en construir muros y alambradas que nos separen. No está en colocar más y más policias, en endurecer las leyes de inmigración, en expulsar a aquellos que se cuelan por las rendijas de nuestro mosquitero, no para picarnos, si no para impedir morir de picaduras ellos mismos. Esta línea de división férrea del mundo por la que han apostado los gobiernos de nuestro primer mundo "civilizado" si que es un acto de barbarie y un sueño utópico. Me escribía uno de estos días pasados un compañero de armas que quedó en España y me contaba que ya empezaba el frío allá y que cada vez había más indigentes pasando la noche en cajeros automáticos, algo raro de ver hace apenas dos años en mi ciudad. Ésa es una de las pruebas de que las cosas no funcionan.
La solucción está en ese sueño utópico de un mundo sin fronteras y sin desiguadades, el único posible, el que se construye renunciando a parte de nuestras comodidades y dejando que nos piquen un poco los mosquitos. Apagad vuestro pc, mandad a la porra vuestro trabajo cómodo y venid unos meses ha hacer voto de pobreza. Y si no es posible, exigid, pero exigid de verdad a vuestro alcalde, a vuestro gobierno, a vuestros venenosos medios de comunicación que cambien de dirección y caminen en pro del cambio. "Eso exije un gran sacrificio, no puede ser" os contestarán. Vostros debéis contestar con fuerza: "Lo sabemos, estamos dispuestos a sacrificarnos, tú te sacrificarás con nosotros".
Pete Seeger, cantando Over the Rainbow, le contestaba a la pequeña Dorothy cuando ella preguntaba por qué no podía llegar más allá del arco iris: Todos tenemos que poder llegar más allá del arco iris, porque si no podemos todos, entonces nadie podrá llegar allí.
Comencemos el camino. Ya.
Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.
Y arriba del puente
las cosas pendientes,
la gente que pasa,
que mira y no siente.
Tomates, lechugas
y pan del mercado,
te quiero, te odio,
me tienes cansado.
Y arriba del puente
las cosas de siempre,
no quiero mirarte,
no quiero quererte,
café con azúcar,
quiniela y olvido,
quién sabe del mundo
debajo del río.
Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.
Y arriba del puente
la calle, el colegio,
los niños, los gritos,
te vas sin un beso,
tu amor y el atasco,
me agobia la prisa,
los días que pasan,
la mierda que pisas.
Y arriba del puente
las ocho con frío,
lo tuyo es lo tuyo,
lo mío es lo mío,
carteles y bolsos,
tirones y olvido,
cualquiera te vende
un billete hasta el río.
Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.
Y arriba del puente
están los de arriba,
están los de abajo,
que es menos que arriba,
y luego está el puente,
que es menos que abajo.
Yo pienso en mi casa,
mi amor, mi trabajo.
Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente
Debado del puente (Pedro Guerra) en el CD Tan Cerca de Mí (1997)
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.
Y arriba del puente
las cosas pendientes,
la gente que pasa,
que mira y no siente.
Tomates, lechugas
y pan del mercado,
te quiero, te odio,
me tienes cansado.
Y arriba del puente
las cosas de siempre,
no quiero mirarte,
no quiero quererte,
café con azúcar,
quiniela y olvido,
quién sabe del mundo
debajo del río.
Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.
Y arriba del puente
la calle, el colegio,
los niños, los gritos,
te vas sin un beso,
tu amor y el atasco,
me agobia la prisa,
los días que pasan,
la mierda que pisas.
Y arriba del puente
las ocho con frío,
lo tuyo es lo tuyo,
lo mío es lo mío,
carteles y bolsos,
tirones y olvido,
cualquiera te vende
un billete hasta el río.
Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.
Y arriba del puente
están los de arriba,
están los de abajo,
que es menos que arriba,
y luego está el puente,
que es menos que abajo.
Yo pienso en mi casa,
mi amor, mi trabajo.
Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente
Debado del puente (Pedro Guerra) en el CD Tan Cerca de Mí (1997)
1 comentario:
Kiko: Qué bueno ese mosquitero, voy a hacreme yo uno aquí para el verano jaja.
Por cierto te has llevado para allá mi camisa zombie y la usas de manta? :)
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