El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 24 de mayo de 2008

Burocracia

Los franceses han inventado un montón de cosas buenas. El cine, por ejempo. No esta que me ocupa días y horas últimamente. Empiezo a coger cierta manía a todos los que se sienta detrás de un escritorio en un despacho y se creen los amos del país. No van muy desencaminados la verdad. El término les viene al dedillo: "gobierno de los despachos o de las oficinas". Tal cual. Nos tienen en su poder. Si ellos no quieren darnos un papel, o si deciden inventarse uno nuevo, paralizan todo el sistema hasta que consiguen que todo el mundo se incline ante ellos y diga "muy bien, voy a bailar la conga, y sellarme la frente y fotocopiarme la retina cuarenta veces, y lo enviaré todo certificado, pero por favor, deme ese papel."
Es increible el alcance del papeleo. Para la cosa más insignificante necesita uno rellenar un impreso, y pagar una tasa, y entregarlo en persona o hacer un poder notarial (pague usted otra tasa) para que otra persona lo haga por tí. Y encima cada vez lo lían más: este papel tiene que ir sellado, este otro no, este tiene usted que recogerlo en Madrid, este se lo dan en hacienda en su provincia, el otro de más allá lo expiden el la luna... para esto tiene que pedir cita previa, no yo no se la puedo dar, tiene que llamar por teléfono....
Sin olvidar que a todo el complicado embrollo de trámites hay que sumar la posibilidad de toparse con un burócrata cabezón y aburrido que se ensaña con el ciudadano y le manda a paseo o le manda a otra oficina para que ahí le digan que tiene que volver a otro lado o que tiene que llamar a no se dónde y pelearse con una de esas centralitas telefónicas automáticas de "si quiere irse a la mierda pulse 9"
Para sacar el DNI un papel. Para irse de vacaciones al estranjero, un papel. Para irse de voluntario un año, doscientos impresos. Dentro de poco, para mear, un impreso amarillo... ¡Ay!
Con lo facil que serían las cosas si todos fuesemos un poco más honestos o por lo menos amables con el prójimo.
He de ser sincero, eso sí, y reconocer que cada vez hay menos burócratas-morugos y por suerte la gente de la administración es cada vez más amable y están dispuestos a ayudar al ciudadano. Al menos esa es de momento mi experiencia. Lo que no deja de sorprenderme es la cantidad de trámites necesarios, y lo complicados que pueden llegar a ser, para obtener un papel que, por ejemplo diga que puedes viajar al extranjero. Y sobre todo, la demora de muchos de esos trámites. ¡2 horas para poner una apostilla! Ni que tuviesen que mandar el papel a la Haya.
Supongo que todos estos árduos trámites son necesarios para el buen funcionamiento de nuestra sociedad, pero a veces envidio a eso viajeros del siglo XIX y anteriores que podian moverse por casi medio mundo sin fronteras y papeleos, sobre todo cuando me veo enredado en mil impresos y me veo camino del ministerio de información de una sociedad excesivamente burocratizada.
"Este es el recibo por su marido, y este mi recibo por su recibo. Que tenga un buen día."
No será la primera ni la última vez que tenga que verme en estos jaleos. Es algo congénito en nuestra sociedad. No podemos vivir sin papeleo, y no podemos hacerlo sencillo, sería muy aburrido entonces...
Yo prometo no acabar de insoportable burócrata. Y a los que reinan ya tras la puerta de sus despachos, les pido desde aquí un poco más de amabilidad. Pongan un jarrón con flores encima de la mesa, y, cuando se aburran, piensen un poco en el prójimo y trabajen para hacer todo el papeleo más sencillo. Son los culpables de gran parte del estress propio y ajeno de que adolece esta sociedad.

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