Esta es una de esas fotos que me devuelve la sonrisa y la fe en que la naturaleza es sabia, y que, por más que hagamos por destruirla, al final se adueñará de nuestros oxidados huesos.
La naturaleza todo lo puede. Si no se lo traga todo la selva (como sucedió con las ciudades mayas), lo hará las arenas del desierto.
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