El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

miércoles, 27 de julio de 2011

Privatizando lo que es de todos; apropiándose de lo que es de uno

Oímos hablar de que hay bienes que son de tdos y no deben convertirse en privados: el agua, el aire, por ejemplo. Es una preocupación constante, creo, el ver que estos bienes no se privaticen en el futuro o estén siendo privatizados ya, aunque a veces lo vemos como algo lejano.
¿Y Dios? ¿Acaso no es de todos? ¿Por qué se empeñan en ponerle nombre y casi rostro también, haciéndolo sólo de unos? Y en el mismo sentido ¿Quién se creen que son algunos para apropiarse de las creencias e ideas de otros e intentar comprarlas, cambiarlas, manipularlas a la fuerza?

Con todo el lío que está teniendo lugar acá en este pezado recóndito de selva, olvidado para unos, muy en mente para otros (propios y ajenos), no paro de preguntarme para qué tanta evangelización. ¿Quiénes se creen los que vienen que son para decirles a estas gentes que les traen la fe verdadera y la salvación? Me da la sensación de que han estado todos ciegos durante siglos: La Iglesia Católica, el ILV, y demás confesiones que proliferan entre la selva estos días, una selva que se va apagando su verdor al mismo tiempo que se apagan los colores de su gente para convertirse en tristes blancos y negros.

Estas gentes de selva ya tienen su espiritualidad. No necesitan que les traiga otros dioses más verdaderos, no necesitan sacramentos y rituales ajenos. Ellos tienen los suyos propios, los ciegos que vienen predicando al son de trompetas, mejor harían en callar esas trompetas y quitarse la venda de orgullo que llevan en los ojos para dejarse llevar y ver.
Lo que verían es que esas verdades que ellos dicen traer ya están aquí. Pintadas con otros colores, dibujadas con otras formas, pero siempre trazas por la mano del hombre, de un hombre tranquilo que aún sabía mirar a la naturaleza y encontrar el espíritu que vive en esta tierra y nos da vida a todos. Un espíritu universal, que muchos, por no querer aprender a ver, se empeñan en privatizar, y luego en imponer, claro.
Porque, si uno sólo quiere ver las cosas a su modo, si no reflexiona y reconoce que lo que el hermano le dice es lo mismo pero con otras palabras, porque cada uno tenemos nuestra propia forma de expresarnos, si nos encerramos en nuestra visión, entonces nos quedamos sólos. Y necesitamos convencer a otros de nuestra visión para poder volver a ser comunidad, pues el ser humano es gregario por naturaleza.
Pero esa comunidad que hemos creado ya no es una comunidad verdadera, es falsa, artifical, pues la hemos creado no a través del compartir, de una simbiosis entre todos los miembros de la comunidad, sino a través de la imposición personal y egoista.

Quizá por eso no puedo adscribirme a ningún culto. Me parecen todos egoístas. No quiero aceptar a ciegas las cosas. Quiero compartir lo que ya siento y recibir lo que otros quieran compartir conmigo. Eso es lo que debería hacer las iglesias de este mundo si de verdad les interesa llegar a la gente y crecer, crecer por la gente, crecer por dentro. Si siguen pensando en crecer sólo para ser más grandes y tener una lista de socios cada vez más gruesa, y llegar más alto, lo único que conseguirán es morir, porque en las alturas, subiendo en línea recta como ellas hacen, lo único que van a hallar es que no hay aire. Y sin aire no hay vida.

Sólo espero para este futuro nuestro que nos dejen respirar. Que nos dejen vivir nuestra vida. Que nadie venga con cruces para imponernos credos, que nadie nos recoja en aviones para llevarnos a vivir de otra manera o en otros lugares. El que venga, que venga desnudo. Para asimilar con cada poro de su piel la buena nueva que tenmos aquí, y para mostrarnos el brillo de su alma sin difraces ni corazas.

Dios es ubicuo. Está en todas partes, como el amor. Y como el amor, no tiene rostro, no tiene nombre, no puede ser comprado, cambiado, privatizado. No está en los sacramentos, en libros sagradas, en templos e iglesias. Él simplemente está. Y los únicos santos dignos de él, son los que le saben ver en los ojos del extraño, por muy diferentes que seamos los unos de los otros.

1 comentario:

Reformas Arias dijo...

Con la iglesia hemos topado.