El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 14 de septiembre de 2008

Abya Yala

¿Hace cuánto no escribo? ¿2, 3 semanas? Más o menos. La verdad es que el tiempo pasa sin que me dé cuenta.

La razón de la ausencia de nuevas historias y comentarios en este blog es sencilla. No tengo mucho tiempo libre, no tengo ordenador siempre, no tengo internet. Y lo que es más importante, tengo muchas otras cosas que ocupan mi mente y mi tiempo a diario.
Escribo desde un computador en el hall de la residencia de voluntarios en el Colegio Abya Yala, en plena selva amazónica del Ecuador. Aquí son casi las 7 de la mañana y hace ya cosa de hora y media que ha amanecido. Aprovecho este rato libre para escribir por fin algo.

El colegio Abya Yala está a 6 km. de Lago Agrio, la capital de la provincia de Sucumbíos, al norte de Ecuador, casi en la frontera con Colombia. Lago es una ciudad fea, desordenada, un pueblo grande construido al rito de pozos de extracción de crudo. Poco a poco parece que va tomando forma, pero, comparada con otras ciudades de la zona, parece como si fuese un campamento provisional, como si todos sus habitantes estuviesen de paso y no se preocupasen mucho por el aspecto de su ciudad. Es de remarcar aquí que esta y otras ciudades de la provincia que visitado son ya urbes o pueblos del siglo XXI con cibers, locutorios, cabinas, centros médicos, bancos, y los ya típicos –y elegantes- edificios de la burocracia. Lo escribo porque entre los que viven al otro lado del charco sigue vigente la imagen de Sudamérica como lugar atrasado, de aspecto decimonónico, salido de una novela de García Marquez o aún más romántico como una aventura de Edgar Rice Burroughs en medio de la selva.
Comparado con Lago Agrio, el Colegio Abya Yala es como un paraíso. Una finca enorme, con una serie de construcciones –residencias, aulas, comedor, centro cultural- diseminadas a lo largo y ancho, con muchos espacios verdes, con un río; todo ello rodeado por selva, manteniendo así un equilibrio entre naturaleza y progreso. Me dicen que cuando me vaya de aquí echaré de menos el arrullo constante de los insectos y pájaros, que transmiten una sensación de tranquilidad y de creación de vida constante.

En el colegio somos una 20 de profesores/trabajadores, la mayoría voluntarios laicos o religiosos, de Ecuador, Colombia, Chile, España,…. Voluntario quiere decir que no nos pagan, que trabajamos gratis, compartiendo nuestra vida con los demás, dando lo que tenemos sin esperar recibir nada a cambio. Un concepto el compartir, que por desgracia a desaparecido de ese mundo occidental que abandoné hace 3 semanas. Una de las cosas más bonitas de esta experiencia es encontrarse con un grupo de personas completamente diferentes en sus orígenes, formación, creencias,…, pero trabajando codo con codo por un mismo fin, ayudándose los unos a los otros, compartiendo trabajo y preocupaciones.

Los alumnos, unos 140 este curso, son todos indígenas (a ellos no les gusta esta palabra, así que procuraré no usarla de ahora en adelante) pertenecientes a cada una de las cinco nacionalidades que existen en la amazonía ecuatoriana: Kichwa, Shuar, Secoya, Cofán y Siona. El Colegio Abya Yala de Lago Agrio, Sucumbíos, Ecuador, es en este sentido una experiencia único, un colegio multiétnico y multilingüe, pues los alumnos al margen de estudiar las asignaturas al uso, aprenden también su propia lengua y sus costumbres y tradiciones. Uno de los peores efectos que ha tenido la civilización occidental sobre estos pueblos ha sido que las generaciones jóvenes se avergüencen de sus orígenes. A los alumnos del colegio les da pudor usar sus trajes típicos, hablar su lengua en público, etc. Entre ellos la cosa cambia un poco y a veces uno tiene la sensación de estar en un país extraño al no entender que cuchichean sus alumnos (nada bueno, porque hace esto cuando no quieren que el profe se entere de que traman J ) También siguen teniendo muy presentes creencias animistas, en demonios, curaciones a través del chamán,… Hace unas noches (aquí anochece a las 6:30 de la tarde y amanece a las 5:30 de la mañana) dos alumnas se me cogieron del brazo cruzando el puente de pequeño río que cruza el colegio porque había un demonio en un árbol. Yo me lo tomé a chiste, pero resultó no ser así: van a traer a un chamán para que expulse al espíritu maligno. Todo un choque de culturas.
En el plano académico hay que trabajar duro con los alumnos, hay que armarse de paciencia. El colegio es pionero en las últimas técnicas pedagógicas, hasta a evaluamos por competencias cualitativamente en vez de cuantitativamente. Es un esfuerzo diario luchando por adaptar el saber de manera que los muchachos le entiendan a uno. Son jóvenes que no han tenido una escolarización constante o que han sufrido la mala calidad de la educación pública del país, que si bien general, es aún mayor en áreas rurales y no digamos ya en plena selva. El año académico es una adaptación curricular constante a las necesidades de los alumnos, buscando las mil y una maneras de dar clase de una manera sencilla y fácil de entender por parte de los alumnos; y a ello hay que añadir las limitaciones de recursos. Aquí no se puede acceder a internet o a una librería o biblioteca, no hay presupuesto para sacar fotocopias a diario, ni siquiera libros de texto para muchas asignaturas.
A este respecto hay que decir que el Colegio Abya Yala engloba también un Centro Cultural y un Internado. El Centro Cultural es una básicamente una biblioteca muy bien dotada pero con las limitaciones propias del lugar y del origen del Colegio. Faltan aún textos básicos para algunas asignaturas, y aquí uno no puede adquirirlos ni pedirlos al día siguiente en una librería. Son todo donaciones desinteresadas de instituciones y particulares. También se tiene en proyecto la creación de un museo etnográfico de las cinco nacionalidades, aunque eso va a tardar aún uno o dos años. Al que aquí escribe seguro que le toca trabajar en ese proyecto.

El internado es el único órgano que no es gratuito, aunque lo que se cobra a los alumnos (20 dólares al mes) es un precio simbólico para que las familias tomen conciencia del valor de la educación. Uno de los principales problemas aquí es que los estudiantes se casan a los 15 o 16 años (o incluso antes) y dejan de estudiar; no valoran la educación. El internado, como no, también lo llevamos los voluntarios que estamos dando clases en el colegio. Aquí el reparto de cargos es ecuánime para reducir así al máximo en número de trabajadores externos a los que hay que pagar.
Creo que con estas líneas y con las fotos que las acompañan os podéis hacer una idea de cómo es el lugar y la gente. Como colegio-internado, el calendario es aquí un tanto raro e intensivo, así que no sé bien cuando podré volver a Lago Agrio a conectarme a internet (en el colegio no hay) así que no os extrañe si pasan otras 3 semanas. Mejor incluso. Así habrá más que contar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Kiko: Bueno pues paciencia y a seguir dando caña por allí. Cuídate!

Anónimo dijo...

Hola, te hice un comentario antes, ahora que veo las fotos veo que el proyecto es más hermoso de lo que imaginé. Sin embargo, en este texto, se siente más el peso de tu formación occidental. Trabajaste sin recibir NADA a cambio???? Y el simple hecho de que te recibiera un lugar tan lleno de VIDA y de compartir la experiencia con culturas MILENARIAS, no tiene significado para tí???? Hay la costumbre de pensar que los niños indígenas (qué bueno que no les guste esa palabrota) necesitan ser "educados", y la verdad es que ellos llevan más de los 550 años de choque, resistiendo, así que tienen mucho por compartir y la actitud es más bien, aprender de ellos. Creo que a estas alturas ya hiciste tu voluntariado y seguramente estarás al otro lado del charco, ojalá y esa costumbre de comparar la superes, hay cosas que no se pueden comparar....en fin, tu mirada primera fue más inocente.... Igual, gracias por contar lo que viviste.....

Álvaro Gundín dijo...

Gracias por tus comentarios... aunque deberías leer un poco más despacio y fijarte en la fecha en que se escribió lo que lees. A veces pasamos tan rápido por internet que no nos enteramos bien de qué es lo que leemos.

Esta entrada la escribí recién llegado al Abya Yala, allá por septiembre de 2008, y era un intento de mostrar a la gente que había dejado en España, como era el colegio.
Respecto a lo de no recibir nada a cambio... corrijo tu cita, acabo de leer de nuevo la entrada y dice que un voluntario trabaja "sin ESPERAR recibir nada a cambio". Ese es el verdadero espíritu.

Ahora que mi experiencia terminó, mi vida a cambiado sobre manera. Ha sido un año inmenso, lleno de esperiencias para la vida, un año de encontrearme a mi mismo, de llenar mi espíritu. Siento que he dejado parte de mi allí, pero aún me he llevado mucho más de esas tierras.
Al principio, aunque uno no quiera, llega con cierta visión férrea y rígida de la vida, producto de la sociedad en la que se ha criado, pero luego, si está dispuesto a ello, se empieza a despojar de todos sus prejucios y la nueva vida penetra en uno de manera que lo cambia para siempre.

Llegue al Abya Yala sin esperar recibir nada a cambio por mi trabajo allí, como sucede en ese mundo que se mueve tan deprisa, al otro lado del charco, o en el mismo Ecuador, fuera de esa vida de voluntariado o misiones. Fui dispuesto a aceptar cualquier trabajo, cualquier reto. Fui como profesor, pero sobre todo como aprendiz...
Y al final, me tocó marchar, enfrentar otros miedos, otros retos pendientes en mi vida. Pero se que algo ha cambiado, y ahora mi corazón busca nuevos rumbos.

Podría expresar varias cosas que siento dentro de mí que he aprendido a través de este año, una es que la vida hay que vivirla despacio pero sin pausa. Disfrutando con la brisa y los sonidos de la selva sin hacer nada mas, viajando en bus o ranchera, o en lugar de avión, leyendo con calma, reyelendo cada página...

Vive despacio. Observa. Comprende. Y luego, emite tu juicio personal, extiende tu mano amiga.

Anónimo dijo...

Tienes mucha, pero mucha razón. Disculpa, es cierto, también tengo mis prejuicios en internet y voy tan rápido que me impresiona que tus palabras tengan tanto impacto, sobre todo porque ni siquiera sabes mi nombre, quien soy, ni yo quien eres, pero a través de lo que escribes algo se produce no sé si en mi memoria de Lago, en mis recuerdos de Ecuador, no sé... Agradezco el tiempo de escribirme, de hacerme llegar de tan lejos recuerdos tan gratos del Ecuador, de la experiencia desafiante de la apertura, no es fácil, nada fácil y describes muy bien lo que a muchos nos pasa. Vivo muy muy lejos de allí, pero sigo en la selva. El camino es duro, pero es el camino. Gracias Álvaro.

Unknown dijo...

Tambien fui voluntario colombiano 2007-2008 y la verdad, ese lugar es mágico, ha sido y será la mejor experiencia d emi vida...esos pequeños héroes, con su cosmovisión, te dan un giro 360º frente a lo que es la vida: ellos viven felices, a pesar de las circunstancia que rodean la mundo indigena,...los extraño y los recuerdo con un cariño infinito...