En este mundo en que todo es de usar y tirar, me sigue llamando la atención como algunas personas se niegan a dejarse llevar por el torrente consumista y aprovechan las cosas al máximo. Reutilizar, reparar. Dos verbos casi en desuso.
¿Que se estropea el móvil? Pues compro otro. Y lo mismo una tele, un reloj, una silla desfondada, etc. Añadid lo que queráis a la lista. Sin embargo, todavía quedan pequeños locales en los que una persona curiosa y dedicada se dedica remendar, coser, tapar, soldar, los más diversos útliles dejándolos cási como nuevos.
Por ejemplo, ¿A santo de qué voy a tirar yo unos zapatos sólo porque se les ha gastado la suela? Por suerte en mi barrio todavía queda uno de esos zapateros que no vende zapatos si no que se dedica repararlos. Qué satisfacción poder volver a calzar esos zapatos tan cómodos, volver a tocarlos, nuevos, pero con ese gustos especial que tiene la mercancía de segunda mano, cuidados, pero con años, como un viejo amigo, como nosotros mismos, sanos y nuevos cada día pero con las arrguas y las cicatrices años pasados.
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