El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 5 de marzo de 2017

La Ruta del Teatrino (o Bibliocletas por el Mundo)

Dos bicicletas convertidas por arte de magia en un guiñol sacado de la chistera de un mago artesano. Un títere que surge entre el telón y las risas de un grupo de atentos niños en una de esas pequeñas aulas escolares que han perdido poco a poco el color. Durante unos minutos, el blanco y negro de los números desaparece y llega el color del teatro y el olor y sabor de los libros. Luego, pasa la boina y con el tintinear de unas moneas se escucha el sonido de la cadena en los piñones y el girar de unas ruedas de bici que se alejan.

Pipe sonríe. En su rostro de cubierto de larga barba se abre esa siempre blanca sonrisa que habla de vivir la vida compartiendo, riendo, siempre dispuesto con alegría a dar algo suyo a cuando se cruzan con él en el camino. Me abraza y comienza contarme su día a día, sus proyectos. Yo le miro de arriba abajo y sonrío ante la quijotesca estampa: después de ocho años rodando y dando vida a los títeres de su teatrino, tengo la sensación de que este chileno del mundo se ha convertido en un títere más, en una extensión del brazo con que da vida sus muñecos y dibuja sonrisas en los rostros de niños y adolescentes día tras día en esta o aquella escuela, en esta o aquella calle.

Flor es el contrapunto del Pipe. El clown blanco que mantiene la casa ordenada y que con una sonrisa de acogida y otro abrazo hace el espacio y el orden suficiente para que te sientas parte del mundo de estos dos artistas. Flor, con su rostro dorado por cien soles, su cabello largo mesado por tantas lluvias, carga como el Pipe miles de historias de la carretera. Flor es una flor de campo, su maceta se quedó pequeña. En algún momento esta flor sacó su raíces y echo a caminar, sin importarle a donde, para buscar otras plantas, otras flores, otros aromas, y sembrar en otras tierras su sueño.

Llevan ¿cuánto? ¿5 años rodando? Su rostro a veces quiere contarlo pero lo esconden, los kilómetros grabados en su piel se tornan recuerdos en un álbum de fotos y en la energía y buen humor para seguir. Del norte al sur, desde México hasta el sur de Chile, y luego de nuevo al norte, cruzando andes, selvas, y playas. Llevando acuestas títeres, libros, y sueños para compartir allá donde normalmente no llega nadie más. Allá, a ese lugar recóndito y olvidado por quienes venden y viven de la cultura, llegan ellos sin avisar. No siguen las pautas de mánagers ni promociones previas, la siguiente ciudad la deciden escuchando lo que dicen las gentes que se encuentran por el camino. Cuánto tiempo se quedarán en ella, depende de cuántas sonrisas arranquen a los corazones de niños, maestros y cuadriculados gestores culturales.

Su rodar, cargando títeres y libros en sus bicicletas es un trabajar y luchar continuo por un sueño, un proyecto de vida, un meta que no está al final del camino sino durante todo él. Acá no hay viaje de placer, no hay un vagar o peregrinar por los caminos para reencontrase a si mismos o para escapar durante un tiempo de las estructuras y normas del sistema y sentir esa fingida libertad, no, acá hay un proyecto, un compromiso. La aventura del viaje es esa que la vida nos pone por delante cuando queremos sacar adelante un sueño para que haga casa nuestra y de los demás. Pipe y Flor son dos embajadores de libros y títeres, acreditados por ese organismo internacional que se llama amor al arte y a la gente, al compromiso por romper las barrearas sociales que los otros organismos han sembrado silenciosamente entre la gente para hacernos distintos, y su caminar cruza calles y patios y escuelas sin importar el color, o la riqueza o pobreza de los muros, pues ya hace tiempo que descubrieron que la riqueza está en el interior de las personas y no es posible medirla con ningún índice estadístico al uso: para reconocerla hay que montarse en una bici, pedalear hasta el siguiente pueblo, y llamar a la primera casa, con una historia, un poema, un libro en la mano, un guate mágico en la otra y una sonrisa sencilla en el rostro.

Estos días la Ruta del Teatrino, los libros y las bibliotecas, ruedan por las lluviosas calles de Cuenca en Ecuador. Después... el viento y sus gentes dirán. Atrás quedan cientos de libros y funciones, cientos de amigos y extraños cuyas vidas han quedado ya enlazas por unos hilos mágicos, como las cintas que cuelgan del manillar de estas dos bicicletas, testimonio de kilómetros pasados, motivos reafirmados para pedalear mañana.

En alguna curva en el camino, en algún olvidado pueblo o ciudad mecanizada, me volveré a encontrar con ellos, o quizá sea usted, que lee estas letras, el afortunado, pues los los caminos y el arte son de todos y a todos nos hacen hermanos, caminando, siempre en ruta, del norte al sur, del sur al norte, en bicicleta, a pie, en carro, el medio no importa, pues lo que nos lleva y nos trae es otra historia, una como ésta: La ruta del teatrino o Bibliocletas para el mundo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente , como las palabras de esta nota toman formas a los aromas, sonidos de miles de sillas y mesas de aulas rurales se mueven al dar paso a dos bikes que darán alimentos a miles de almas de la imaginación, gracias amigo Álvaro ... muchas gracias de ver la escencia de esta compañía y proyecto.

osvaldo daniel cobos dijo...

muy lindo Alvarado te agradesco tu sentido de libertas Un abrazo muy grande El padre de Maria Florencia Cobos

OSVALDO DANIEL COBOS dijo...

Tu sentido de LIBERTAD