Estos días medio mundo está peleando con esas cosas con pantalla y teclado llamadas computadoras a las que poco a poco hemos ido dejando dominar nuestras vidas: nos desesperamos cuando no funcionan correctamente, cuando se cae el internet o se vuelve lentísimo, y escupimos la peor de las maldiciones cuando se va la luz y no vuelve al instante.
El mejor remedio contra todo este estrés y gastritis producido por el mundo informático se llama libro, o papel y bolígrafo, pero no va por ahí la intención de este escrito.
La gente estos días pelea porque Windows Xp se ha quedado "sin soporte", y "hay que modernizarse". Se ha quedado, me suena a eufemismo, lo más correcto sería decir "los dueños de la empresa que fabrica Windows Xp han decidido dejar de fabricar parches y repuestos para Windows Xp". Es como un coche viejo para el que ya no se encuentran repuestos más que en el desguace, y en este caso no hay ni desguace al que acudir.
Así que la gente, busca la manera de actualizar su ordenador en unos casos, y en otros compra uno nuevo, con un Windows más moderno y con "soporte".
A mi, personalmente, de todo este asunto lo que me tiene preocupado es esta dependencia cada vez mayor de la tecnología. Durante toda mi infancia y parte de la adolescencia en casa sólo habían un televisor, uno sin mando a distancia, sin que nos desesperáramos como el cantante de Aerolineas Federales (lo suyo era de video) y un televisor que, además, cuando fallaba, iba de paseo al técnico, este le habría las tripas, y lo ponía de nuevo en marcha. La mayor parte de las veces el técnico era incluso mi padre, sólo en "casos graves" lo llevábamos al médico. Y lo mismo que el televisor, sucedía con el equipo de música, el aparato de video, la lavadora, el exprimidor de zumo y tantos otros electrodoméstico más.
Hoy día las cosas van cambiando, y bastante. Los últimos televisores pantalla plana y demás familia de aparatos por no tener no tienen ni tornillos para desarmarlos, los actuales fabricantes deben ser parientes de aquella empresa de relojes suizos de usar y tirar (Swatch) y, cuando tienen arreglo, el arreglo lo cobran casi tan caro como comprar uno nuevo (siempre falta el "casi", de modo que un siempre acaba gastándose "algo más de dinero") Pero lo peor es cuando, aunque aún funciona el aparato, nos hacen comprar uno nuevo, más moderno, mejor, compatible con la nueva señal de televisión, con las nuevas conexiones con cable para poder conectar los nuevos aparatos y otros aspectos similares. A veces no nos queda otra que guardar en la bodega el-aparato-que-aun-funciona-perfectamente, y otras nos convence la moda de turno.
Con los ordenadores sucede todo esto a la velocidad del rayo. Nuestros ordenadores se quedan viejos cada vez más pronto. Y si en si el aparato no se queda viejo, los fabricantes de software se inventan el último grito en programas informáticos para hacernos cambiar de aparato y poder seguir a la última. Y si nos resistimos, dejan de "dar soporte" a nuestro software para obligarnos de una vez por todas a cambiar.
¿Y que hacemos? Pues, resignados y sin alternativa, pasamos por el aro. No queda otra.
Pero, ¿tan dominados nos tienen los fabricantes de electrodomésticos, software, y demás?
Duele reconocerlo pero es así. Nos escondieron la caja de herramientas, son sentaron en cómodos sofás con camarera y nos dijeron: disfruten de la vida, nosotros nos encargamos de todo; y a la vez susurraban subliminalmente "olviden... olviden... oliven..."
Ya no recordamos por que extremo del mango se agarra el destornillador. Si el ordenador no está "listo para usar" nada más levantar la tapa del portátil, lo mandamos a la mierda. ¿Será que se han vuelto complicadas las cosas? No, simplemente nos han vuelto inútiles. En la década de los 80 cualquier "usuario promedio" brincaba de un pc con ms-dos, a un IBM, a un Commodore sin volverse loco, cambia del WordStar al WordPerfect, al Works, y vuelta a empezar y aprendía nuevos trucos, técnicas, se volvía más hábil, probando y aprendiendo de sus éxitos y errores en frente del aparato. Todo el mundo cargaba innumerables disquettes de 5,25 pulgadas para instalar "a mano" el sistema operativo o el programa de turno, y lo hacía sin sudores.
Hoy día si nos sientan delante del nuevo Windows, o nos ponen delante de alguna distribución linux (peor si nos dicen que la instalemos) o si no está instalado alguno de nuestros programas favoritos, saltamos llenos de rabia a la yugular del que nos vendió el ordenador. Y no porque sea culpa de él, sino porque en el fondo sabemos que nos hemos convertido en cenutrios inútiles y no lo queremos reconocer.
Hemos olvidado como se aprende a caminar, hemos olvidado ha utilizar las manos y sólo avanzamos a estirar el dedo como el niño pequeño que señala y balbucea pedidos sencillos. Personalmente, no entiendo como alguien puede conformarse con quedarse así. Es parte intrínseca del ser humano el aprender, el manipular, el crecer haciendo y aprendiendo. Así fue como comenzamos hace millones sobre la estepa africana. El árbol daba frutos que podíamos arrancar y comer sin esfuerzo, pero no nos conformamos con eso, queríamos "aprender ese árbol".
Algo debe quedar de aquellos australpitecus en nosotros. Busquen en su interior. Si el ordenador no funciona, destrípenlo. Si el "hombre más rico del mundo" decide que necesita sacarles más dinero a aquellos que apenas llegan a fin de mes, desafiénle, apáñenselas sin él: aprender a instalar un nuevo sistema operativo, a configurarlo, a utlizarlo, puede ser desesperante a veces, nos equivocaremos muchas veces, nos desesperaremos, pero ¿y que me dicen de la sensación de triunfo, esa adrenalina, ese grito en nuestro interior cuando por fin conseguimos que todo funcione y nos damos cuenta además de que hemos adquirido nuevas destrezas, nuevos conocimientos?
Mi primera bici tenía patines. Mi abuelo se los quitó y me caí, me lastimé las rodillas, maldije, lloré, no quise subirme más. Mi abuelo me puso encima, me empujo y de pronto, el equilibrio se hizo. Poco después yo mismo tensaba el cable de los frenos, colocaba la cadena cuando se salía, revisaba el aire y los pinchazos de las ruedas.
No quiero una computadora con patines.
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