Te enseño malas palabras
que ya sabías
y hago con artimañas
que las repitas
Llevo a tu rostro el rubor
y la vergüenza
hablando desnudo de Dios
y de la ciencia
y tú me miras oculta
tras falsa ira
difuminada en la comisura
de tu sonrisa
y rompes el juego de niños
con voz serena
palabras que no hay en libros
sino en estrellas
pintadas en un Cielo de cartón
que oculta algo:
la brisa del corazón
del “bien amado”
esa que aviva nuestra alma
volviéndola risa
y dice que ser siempre serios
es grosería.
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