Lunes, 8 de la mañana. Todos los
estudiantes firmes, con el uniforme “impoluto”, el pecho enchido,
comienzan a entonar las “sagradas notas del Himno Nacional” que
en este país comienza rezando “Salve patria mil veces o patria”.
Perfecto, todo perfecto. ¿Todo? Si uno
pasa revista, el pantalón de un par de estudiantes está decorado
con un ying/yang, el siguiente tiene dibujada una esbástica y el de
de más allá dice “EMO” en el pantalón del uniforme. Otro, con
chompa, porque “hace frío”...
Sí, el hombre del tiempo no se ha
percatado de que todos los lunes a eso de las 8, bajan
trepidantemente las temperaturas en todo el país, y los padres
siguen sin dar de desayunar bien a sus hijos, que, mientras regresan
a sus salones de clase emocionados por las “sagradas notas del
Himno Nacional”, las repiten solemnemente “Salchipapas...”.
Algo falla señores (y señoras) Algo
falla cuando, después de lograr que los cerca de 200 estudiantes
guarden ¡por fin!- silencio en el comedor para poder bendecir los
alimentos:
“Las fuerzas se rehacen en la mesa
se olvidan los silencios sin razón,
se escucha una nueva palabra,
... vivir en torno a Él-vis!
¡Qué devoción que tienen estos
muchachos por el Rey del Rock 'n' Roll! Mañana vamos a cambiar el
padrenuestro por el Jailhouse Rock, pues seguro que cantan aún con
más fuerza.
No paro de repetir, a propios y ajenos,
en público y para mis adentros también, que esa pedagogía está ya
vieja y caduca, y que, ejemplos como estos que vivimos cada día son
el claro ejemplo de ello y que no son más malcriados los jóvenes de
ahora que los de antes, ni hace falta “más zapatilla”. Si
queremos formar jóvenes educados y respetuosos, debemos llegar hasta
ellos, motivarles, enseñarles a valorar, a conocer la esencia de las
cosas, para que las integren como parte de ellos, de su cultura, o de
la igualmente válida cultura de otros y las respeten, no por miedo
al castigo, sino por deferencia para con los demás y para consigo
mismo.
Yo no lo veo tan difícil. La única
dificultad está en el maestro, que debe trabajar más para dilucidar
nuevas maneras de llegar a los alumnos y “conquistar” su corazón
en lugar de “acongojarlo”, o “acojonarlo”, vaya, si se me
permite el juego de palabras. Y como ahora la ley no deja aconojar a
los estudiantes, y como a los maestros no les pagan mucho y les hacen
trabajar harto y como además están ahí delante de los muchachos
por rebote porque ellos querían trabajar en otra cosa pero el
magisterio se antojaba “más cómodo”; por todo esto, seguimos
todos como si nada, escondiendo nuestro enfado -o sonrisa-, mirando
para otro lado o agachando la cabeza cada vez que terminamos la
oración “viviendo en trono a Él-vis”.
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