Mi agenda está llena de tareas pendientes, y mi cabeza, entre proceso viral -que al fin llegó- y los líos de un millón y medio de asusntos por resolver, se queda bloqueda.
Supongo que es momento de hacer un paréntesis y dejar que mi mente se vacíe un poco. Después de pensar en qué hacer mirando el techo un rato, me decido a escribir. Veo que ya hace tiempo que no tecleo nada y no se bien como empezar hoy, así que usaré un cierto tono confesional o de diario que no es lo más habitual en este blog, aunque a veces lo utilice como tal.
Creo que en estos últimos meses empeizo a sufrir de cierta adicción involuntaria al trabajo, por llamarlo de alguna manera. El estar casi solo al frente de este colegio, me llena la agenda de mil y un asuntos por resolver. Y cuando ya los tengo resueltos, aparecen algunos más. Acá siempre hay algo que hacer, y a mi me empieza a costar bastante desentenderme de todo lo que hay que hacer y tomarme el tiempo libre para mi descanso o mis asuntos personales. Por alguna razón, no puedo ver las cosas a medias, y, como no hay nadie más que las haga, me pongo a ello, unas veces convencido totalmente de que lo que hago dará sus frutos, otras apesandumbrado por tener la sensación de ser un idiota más que pasa el día achicando agua para que no se hunda el barco, inconsciente de que la via abierta en el casco es ya demasiado grande.
Así, mi vida en estos meses transcurre en una gran nebulosa de incertidumbres: el colegio como barco a la deriba, cambios y más cambios legales en la educación de este país, pero sin llegar a soluciones concretas, papeles y trámites burocráticos que salen de un departamento para quedarse atascados en otro, la situación crítica de mi país, allá lejos al otro lado del mar... y yo en medio, todavía sin aterrizar acá y sin poder volver allá.
¡Cómo me gustaría poder mandar a todos los banqueros al cuerno! Pero claro, en mi país gobiernan los pitufos porque los responsables ciudadanos piensan y votan con el culo mientras que el rey caza elefantes y las únicas empresas con crecimiento son las de reconstrución de huesos reales y las fábricas de vaselina industrial, que va a ser en lo que gasten dinero mis compatriotas para poder aguantar todo lo que les van a meter.
Perdón si suena muy bruto y muy feo. Pero en democracia, la culpa no la tienen los de arriba, así que jalones de orejas para todos. Para mí, acá los únicos inteligentes son gobiernos como los de Islandia, o como los de algunos países de esta América del Sur a los que les critican por nacionalizar lo que es suyo y mandar al carajo a las empresas y especuladores extranjeros. Estos sí tienen bien puestos los pantalones, a ver si en lugar de tanto criticar, tomamos ejemplo de ellos.
No voy discutir mucho más de ello. Seguiré defendiendo el estado de bienestar, como esa ayuda mútua que las distintas personas se brindan para poder sobrevivir. Y mientras, como ahora, gobiernen los eogístas y que ellos y no todos son el estado, buscaremos nuevas maneras de crear esa protección comunitaria. Habrá que volver a ser Robin Hood, guardar el dinero en el banco, crear coperativas y asociaciones paralelas y desvinculadas de Estado y bancos (dos palabras que se han hecho sinónimos, Srs de la Real Academía, actualicen el Diccionario), y renunciar a tanta cacharrería que no necesitamos e imitar un poco más a San Francisco.
No me llamen loco. No creo que sea la única persona a la que le trae sin cuidado que se venga abajo el sistema. No me da miedo. Hace ya mucho que me cansé de escuchar la misma canción y empiezo a tararear una nueva ¿Alguien conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario